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Post by ev7e on Feb 15, 2014 21:14:14 GMT -3
-La idea de buscar a alguien en medio de la oscuridad no me fascina- dijo Nuria fijándose únicamente en los ojos amarillos del domador- pero tampoco quiero quedarme aqui sin hacer nada...- apretó un poco las manos de Thomas y luego sonrió más tranquila- Déjame imaginar que estas haciendo realidad mi pequeño juego de ilusión y tú eres el caballero que busca al dragón pelirrojo y yo soy la princesa que trata de encontrar el camino a la salida...Pero si grito, vienes por mi. Si no lo haces THOMAS WILFRIC OMAIA, nunca te lo perdonare-amenazó antes de separarse él- Y esa será tu motivación.
Apenas Derian le alcanzara la primera antorcha, Rufus empezó a aislarlas con la misma clase de magia que mantenía respirando a Matilda y enviándolas por sobre sus cabezas al igual que había pasado con las luciérnagas, solo que estas eran más grandes e iluminaban mejor. Cuando hubo una buena cantidad de antorchas-burbujas flotando sobre sus cabezas, empezó a empujarlas hacia la carpa con el público. -Alguien avísele a Lumiere que ya puede entrar a escena y a los payasos, si es que ya volvieron, que vayan por el agua y se mantengan alerta por si salta una chispa- dijo el mago sin detenerse en la creación de linternas- Solo un poco más,Derian, vas muy bien asi...¡ouch! ¡menos fuego, menos fuego! Ajà..si, asi esta mejor.
-¡No podemos ir al túnel!- dijo Sally plantándose delante de Uzeil- Todos aquellos que no sean parte del circo oficialmente de una forma u otra no pueden acercarse a los circenses hasta que el show concluya- recitó de memoria- Es la regla. -Tú me dijiste que venias de ver a Matilda Ivanés- dijo Sam que apoyaba la idea del otro muchacho- Tú ya has estado ahi y tú apareciste a mi lado durante el show. -Pero yo trabajo aqui en la feria- finalizó ella antes de girarse a Lobelha- Supongo que ahora sí puedo confiar en ustedes ya que estamos en la misma posición y... ¡MIRA ESO!
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Harry
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Post by Harry on Feb 17, 2014 23:02:08 GMT -3
"Estúpidas máquinas" pensó. El motivo por el cual Alejandro Suarez estaba en el cuarto de los generadores (una casucha de madera a medio derrumbarse, que pasaba desapercibida entre tanto movimiento) era claro. Su primer impulso al ver que las luces se iban fue ver por que los generadores no se activaban. Y, a decir verdad, no consiguió avanzar mucho en su investigación: Los dichosos generadores no parecían tener nada mal, pero no arrancaban. No conseguía ubicar que era lo que pasaba. Sintió la tentación de patear una de las máquinas que estaban frente a él. Pero no, eso solo iba a empeorar las cosas. Ya tenían a Matilda desmayada, un infiltrado, la locura normal del circo... No hacía falta esto. No era necesario. Pero alguna deidad, algún escritor de su destino se había empeñado en que aquella noche se complicara cada vez más. Suspiró pesadamente. Al menos podía contar con que Rufus, Lumiere y/o Thomas se encargaran de que el show continuara. Confiaba en ellos para ese tipo de cosas. Sabía que, cuando el deber llamaba, ellos respondían a la llamada. Miró a su alrededor, buscando algo que le pudiera ayudar a quizás desarmar la dichosa maquinaria, y encontrando solo tablones a un soplido de caerse y los negros cables que salían de los generadores. Salió caminando a zancadas en búsqueda de la caja de herramientas que tenían para ese tipo de cosas. Y luego de buscarla por varios armarios, locales de comida y camerinos de la gente del circo, terminó en el armario de limpieza. Estaba muy concentrado buscando en la oscuridad como para escuchar la puerta cerrarse tras él.
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Post by Milly on Feb 18, 2014 20:53:03 GMT -3
—¿Es que acaso te hemos dado un motivo para que desconfíes de nosotros? —había explotado Uzeil antes de que Aphrodite acabase sus palabras, y por tanto hablaba al mismo tiempo que ella lo hacía. Entendía que la muchacha tenía todo el derecho a frenar sus determinaciones, pues parecía que su puesto de joyería y cartas le otorgaba bastantes más conocimientos sobre el circo de lo que cualquiera de los demás poseía. Pero seguía sin agradarle del todo el que presumiera de sus conocimientos -aunque en el fondo sabía que no estaba presumiendo de nada—. Ya ha quedado claro que perseguimos la misma meta. Lo lógico sería que mantuviéramos una pizca de sentido común y... —El grito repentino de la chica lo ayudó a olvidar por un momento su pequeño episodio de histeria y echar un vistazo a eso que ella señalaba. Por un momento quedó paralizado de sorpresa. —¿Antorchas? —se volvió hacia los demás, a los que ahora comenzaba a ver con mucho más claridad a medida el número de ardientes luces incrementaba y se dispersaba al interior de la carpa—. ¿Significa eso que el show continuará? Era posible. Al menos aquella señal parecía tranquilizar lo suficiente al público como para animarlos a tomar asiento nuevamente en sus lugares. Y para ser sinceros, también él comenzaba a sentir deseos de retornar a su puesto, como si alguna magia extraña lo obligase a eso. Dio un sigiloso pasito en reversa.
Alcanzó a ver el pequeño desfile encabezado por Lumiere, Thomas y Nuria de refilón antes de que el pelotón que seguía sus pasos acabase arrastrándola hasta el interior del vestuario, en donde Derian le entregaba al mago la última antorcha que tenía en sus manos. Justo a tiempo para oír las instrucciones del viejo y querido Rufus. —¿Acaso oí payasos? —sonrió al acercarse a Rufus por su espalda y fisgonear por encima de su hombro. Su nariz de plástico estuvo a punto de sufrir las abrasadoras consecuencias de su intromisión—. ¿Acaso oí agua? —Bombas de agua, Hil —aclaró Derian con paciencia observando a todos los payasos—. Las necesitaremos para que hagan guardia. Así nos aseguraremos de mantener todo bajo control en caso de que las antorchas dejen de parecer seguras. No hizo falta decir más. La largirucha muchacha corrió hasta donde Santiago continuaba jadeando y comenzó a arrastrarlo fuera de los vestuarios—. ¡La Operación simulacro contra antorchas mágicas comienza ahora!
Del otro lado de la línea escapó un sonidito extraño, como una jactanciosa risa entre dientes, pero más intimidante y menos ordinario. —Jamás me pierdo las noticias, muchacho —Una mezcla de sonidos se oía de fondo a su voz: la voz del presentador, música ambiental... La cuenta de Bernard poseía bastantes ceros como para permitirse poseer en su penthouse un extraordinario generador eléctrico—. Respecto a mi ventana... estoy tomando nota —algo en su voz parecía delatar el modo en sus cejas se enarcaban, casi divertidas frente al reflejo que su colosal ventanal le devolvía. A sus pies se encontraba la ciudad, y más importante, las débiles luces que detectaba en Maxium con sus ojos desnudos—. Es una verdadera lástima que no te encuentres en terreno para informarme, Skyler —Era un reproche en toda regla; la promesa de una desafortunada y misteriosa consecuencia en pago a su desafortunada decisión—. Me interesa tu opinión, Siro. ¿Qué te parece que sea eso?
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nitta
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Post by nitta on Feb 19, 2014 22:24:12 GMT -3
Dos cosas simultáneas pasaban al mismo tiempo y, mientras una sucedía en la carpa, la otra sucedía en los vestuarios. Fin abrazó a su padre nada más le vio entrar en aquel lugar y él la abrazó de vueltas, sintiéndose reconfortada mientras Lumiere aguardaba a que llegara su momento de actuar. Lo que había dicho a Thomas era cierto pero... ¿cuánto de cierto sería? ¿Cuándo su don de observar el futuro le había fallado? Todo estaba preparado... ¿o no todo? Cuando fue el momento se arregló el turbante y accedió al interior saludando a todos como saludaban en su país de origen para luego voltearse y señalar una mesa con dos sillas confrontadas. -Señoras, señores... voy a necesitar voluntarios -hablaba alto y claro, para que se le escuchase- ¿quién quiere que le lea el futuro? -preguntó sacando cartas casi de la nada y lanzándolas al aire.
Raissa quiso levantarse pero la garra férrea de su prometido la detuvo y la hizo desistir -junto a una mirada seria- de presentarse voluntaria. Una persona se levantó y andó hasta la pista y Lumiere se levantó para ofrecerle la silla vacía. Debía confiar, tenía que confiar. Todo saldría bien. Le miró. -¿Nombre? -Eric Salvarg -¿Edad? -48 años -contestó el hombre. -¿Desea saber su futuro, Señor? -le pregunto. -... sí. He oído que usted lo acierta siempre. Lumiere cerró los ojos y enseguida se concentró, agarrándole una mano. Poco a poco fue diciendo su futuro, ese que le esperaba a quien tenía enfrente. En un momento dado se quedó quieto y enseguida los ojos se le voltearon al blanco. Acababa de entrar en trance. -Señor... ¿Señor? -se asustó el espectador al ver que Lumiere con contestaba.
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Post by bachi on Jul 19, 2014 18:53:15 GMT -3
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Sonaba una extraña melodía de fondo. “So if an old friend I know drops by to say hello, would I still see suspicion in your eyes?” Pues, pero por supuesto, Elvis! ¿Quién te crees que soy? ¿Una idiota? ¡Pero si el otro día estabas hablando con Tiffie y se te notaba en la cara…! “You can’t see these tears are real…” Matilda comenzó a sospechar que ahí había algo raro. ¿Por qué demonios estaba llorando ahora Presley? A no ser que el hombre fuese un ciclotímico recién internado en un hospital, la mujer no encontraba razón alguna para que continuara hablándole de aquella forma. “Let’s don’t let a good thing die when, honey, you know I’ve never lied…” Oh cielos, ahí iba de nuevo. Aquel hombre iba a matarla. En un intento por hacerlo callar, Matilda dio media vuelta. Ahora era como si un viejo tocadiscos tuviera polvo de más en su superficie y por eso Elvis saltaba de vez en cuando al cantar cuando le decía…
Matilda abrió lentamente los ojos. La luz de una mañana fresca y gris la recibió, afuera un par de pajaritos piaban molestos en el techo de su remolque. La mujer parpadeó dos veces más, mientras comprobaba moviendo manos y pies que estaba vestida de pies a cabeza pero en la cama de su habitación. Se llevó una mano a la cabeza y tanteó el paño húmedo que tenía en la frente. ─Why can’t you see… ─tarareaba alguien al otro lado de la puerta. Alguien no. La puerta se abrió de nuevo y la música se filtró con un poco más de fuerza en su alcoba, y mientras tarareaban y aquellos pasitos que iban al compás del ritmo se acercaban, Matilda apretó con titánica fortaleza la mandíbula. Santiago le daba la espalda. Flexionaba apenas las rodillas en una patética imitación de Elvis y escurría un trapo nuevo en una bandeja cuando se dio media vuelta y se inclinó para cambiarle el paño húmedo de la cabeza a la directora del circo. Matilda lo vio todo en cámara lenta. Su par de ojos se cruzaron con aquellos témpanos azules y asesinos, y el payaso saltó. Su chillido espantó a los pajaritos del techo y, varios metros más allá, despertó a un trío de leones. ─¿¡Dónde se supone que estoy!? ─La mujer, ahora ya despierta y en camisón y pantuflas, andaba de un lado a otro. ─Y-ya se lo dije… ─intentó intervenir por segunda vez consecutiva Santiago, a quien habían recluido a un rincón del tráiler, y por tercera vez, con un ademán brusco los callaron. ─No, ya sé que estoy en mi casa. No, si quiero obtener las respuestas adecuadas de ti, tengo que expresarme específicamente ─En un torbellino de bata y cabello, se volvió el muchacho, que se encogió en su lugar─ ¿Qué diantres sucedió ayer? ¿Quién terminó la función? ¿Dónde está Bruno? ¿Dónde, por Charles Chaplin!, está todo el mundo? ¿Qué hora es? ¿Por qué no me estás trayendo un café? La última pregunta le dio un tic en el ojo a Santiago y Matilda tuvo que serenarse para que no explotara. ─Primero responde, cariñito mío, tranquilo ─Le dio dos palmaditas en el cachete con la fuerza justa y necesaria─, luego podrás traerme ese café. ¡Y hazme el favor de apagar ese bendito tocadiscos! Mientras la mujer iba y venía con las manos en la cintura, rodeándose la cadera, mordiéndose las uñas o balanceando los brazos a los costados, Santiago hizo lo que le pidieron. ─A-ayer se desmayó… Matilda gruñó. ─¡No me digas! ¿¡En serio!? ─Solo cuando comprobó el ceño fruncido del payaso se permitió bufar y hundirse en la silla más próxima─. Está bien está bien, lo lamento, continúa. ─Se desmayó y Derian y Rufus y Thomas se hicieron cargo. ─¿¡Y Alejandr…!? Ya entendí, ya entendí. Prometo que me callo. Tras un suspiro dramático, Santiago se recompuso y comenzó a contar con los dedos. ─…se hicieron cargo. Se cortó la luz ─Se escuchó un gran estruendo contra el suelo, que el chico ignoró. Antes de que la mujer pudiera ponerse de pie y recuperar su silla, la amenazó con una fugaz mirada, y prosiguió─, así que Derian hizo unas antorchas que Rufus puso por todo el circo con magia. No encontraban a Alejandro, así que Thomas y Nuria lo buscaron… Extrañamente se había quedado encerrado en la sala de máquina, ya sabe que él siempre dice que hay que arreglar ese… ─Ya sé lo que dice, queridito, ahora si no te importa ir al punto… ─Bi-bien. Pero mientras ellos hacían eso, Lumiere siguió con su acto. Los payasos nos encargamos de las medidas de seguridad, por si las dudas, ya sabe, agua y eso. Pudimos seguir con la función a-a pesar del corte y al final Nuria y Thomas volvieron con su secretario y él-él terminó el acto ─Al ver que no le decían nada, se puso nervioso─. ¿Qui-quiere su café? La mujer no respondió enseguida. Tamborileaba los dedos sobre la mesa a su izquierda. ─No me respondiste todo ─Lo acusó con un dedo─. ¿Dónde están todos, dónde está mi sobrino? Y respóndeme por favor quién fue el idiota que te dejó a cargo de cuidarme. ─N-n-nos turnamos y me tocó ahora p-pero antes fue Hilaria y… Matilda se atoró y empezó a toser. La idea de que aquella payasa con carácter de ciclón hubiese estado dando vueltas por su remolque, no era exactamente tranquilizadora. Sosteniéndose de la mesa, se puso de pie. ─…y su sobrino está bien ─siguió Santiago, retorciéndose las manos─. Lo ubicamos en nuestro vagón, junto a Uzeil y Sam. Es otro aspirante, lo-lo encontraron ayer con Lobelha. Ella se quedó con Hilaria. Aphrodite tiene su propia carpa, ya sabe. Y en-en cuanto a los demás, están todos aquí… ─¡Detente ahí mismo! ─Con una expresión desquiciada, todavía señalándolo, asintió lentamente─. Eso haré, sí sí ─Su par de ojos volaron a comprobar la hora antes de pasarse una mano por el cabello y recuperar la compostura─. Todavía hay tiempo. Santiago, escucha con atención. Tráeme aquí a todos: Los quiero a Alejandro, a Rufus, Derian, Thomas, Nuria y Fin y Treste... Espera, no. Primero ve por Lumiere, luego por Alejandro, ¿entiendes? Necesito primero tener una pequeña conversación con el adivino. Que mi asistente coordine con el resto y hasta que estén preparados, tendré tiempo de sobra para charlar con Giordetti. En cuanto a Hilaria y a ti ─Se volvió al muchacho y le brillaron los ojos─, se quedarán con los aspirantes hasta que se los llame. Prepárenlos, enséñenles las duchas, el comedor, no me importa… Pero manténganlos lejos de mi oficina hasta que termine mi charla con los demás. ─S-sí, señora, ─Bien, bien. ¿Qué esperas, muchacho? ¡Corre! Ah, Santi, cariño ─El payaso quedó a medio camino de abrir la puerta y la miró. A su alrededor el circo de a poco comenzaba a revivir. La pregunta siguió rebotando en la mente de Santiago hasta que llegó a la puerta de Lumiere, sin aliento, y se puso a golpear para despertarlo “Solo responde esto antes de irte: ¿¡QUIÉN EN SU SANO JUICIO PONE “SUSPICIUS MINDS” PARA QUE UNA PERSONA SE RECUPERE!?”
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Post by Milly on Jul 20, 2014 2:48:42 GMT -3
—¿Haces esto todos los días? —la pregunta iba acompañada de una mueca que dejaba bastante claro cuánto le agradaba a Uzeil semejante suposición. —Todas las mañanas, en realidad —Derian arrastraba el último montículo de polvo con su inseparable amiga escoba. Pero en aquel momento se detuvo para dedicar una mirada triste al muchacho que lo contemplaba desde las escalinatas de su vagón, justo donde lo hubiera encontrado un par de horas atrás, al iniciar sus labores de limpieza—. Ayer viviste en carne propia cómo suelen ser los días en Circus Maxium. No hay mucho tiempo para mantener todo en orden durante el resto de la jornada —Antes de continuar, ofreció al joven un débil amago de sonrisa. Había sido sencillo interpretar su silencio—. Descuida, no es probable que a ustedes les corresponda hacerse cargo de la limpieza. Es una tarea que yo disfruto especialmente... y hay muchas otras actividades que cumplir. Te sentirás a gusto con lo que te toque, quizás hasta te permitan escoger. Fue lo que yo hice. —Bueno, tampoco sé hacer muchas otras cosas —Uzeil suspiró apenado, resignado incluso. Un bueno para nada, eso había sido siempre. A menudo se preguntaba por qué sus padres no habían decidido bautizarlo así, después de todo preferían hacer uso de aquel término mucho más seguido que su nombre de pila. Entonces sacudió la cabeza y volvió a concentrarse en el meticuloso trabajo del lanzallamas, no quería pensar en eso ahora—. Ayer, cuando acabó tu número... creí que habías muerto. —Hay noches en que yo también lo creo —respondió él luego de unos minutos, con los ojos cerrados, como recordando algo. Y luego guardó silencio hasta que el trabajo estuvo hecho. Entonces retomó la palabra, a medida reunía sus herramientas de trabajo—. Espero que mañana puedas dormir un poco más. Sé que no soy lo que cabría esperar de un anfitrión, esos son los talentos de Thomas. —Estoy acostumbrado a despertar en la madrugada —el chico se encogió de hombros, adelantándose a reunir los utensilios que Derian aún no tomaba—. Pero si a ti no te molesta que te haga compañía, tampoco a mí. —Para nada —declaró con voz gentil y educada, avanzando al vagón del que Uzeil había salido luego de sentirse incapaz de seguir durmiendo. Y tocó la puerta antes de retirarse y avanzar al siguiente vagón—. Es hora de que el circo despierte.
Hil abrió los ojos de golpe nada más sentir el llamado a la puerta del vagón. Sabía que, como cada nueva mañana, se trataba del gesto amable con el que el lanzallamas invitaba a sus compañeros a iniciar un nuevo día. Y como cada mañana, la payasa sintió la energía electrizante que para entonces recorría su cuerpo y la obligaba a levantarse de la cama de un salto. —¡HORA DE DESPERTAR, DORMILONES! —su grito podía oírse desde los puestos de confitería, eso seguro. Comenzó a saltar de cama en cama para despertar a compañeros, aspirantes y Brunos por igual. Ella ya estaba vestida, pues se había negado a volver a usar pijama luego de cumplir su turno de cuidar a Matilda—. ¡EL TIEMPO CORRE! ¡EL DÍA AVANZA! ¡LA PRÓXIMA FUNCIÓN SE ACERCAAAAAAA!
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nitta
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Post by nitta on Jul 20, 2014 9:31:21 GMT -3
Lumiere, ante los insistentes golpes en la puerta de su "mundo privado", fue a abrir con un bostezo pintado en la cara, el pelo revuelto y la tez de quien está cabreado con el mundo porque la cafetera no quiere abrirse. Gruñó al ver al payaso y le cedió el paso. -No tengo café para ofrecerte pero... tengo magdalenas si quieres.-Claro, ajeno a todo lo que ocurría aquella mañana. Y entonces, cayó en la cuenta y todo lo que había ocurrido la noche anterior regresó como auténtico maremoto a su mente.-Bien. ¿Cómo está Matilda? -preguntó, para ser cortés pues sabía como habían ido los turnos. Una mano, un nuevo bostezo oculto y de vuelta a pelearse con la cafetera maldita.
Fin, quien despertó en lo más alto de su remolque por poco y se golpeó la cabeza con el techo, pero logró parar a tiempo, una fracción de segundo antes de golpearse.-¡¡MADRE, PADRE!! -gritó bajando de un brinco- ¿!CÓMO ESTÁIS?! -gritaba, yendo al otro lado, donde sus padres reposaban. Abrió la cortina que les cubría y, al verles ahí, despertando, se llevó una mano al corazón y se sentó en el suelo.-Una pesadilla...-susurró. -Hija, no nos des estos sustos.-La madre enseguida se levantó para ir a ver cómo estaba su hija y que le contase la pesadilla mientras Treste se levantaba con pesadez, pasaba por el lado de ellas y se fue directo a hacer café. Sentía que esa mañana, sería agitada. Demasiadas cosas habían ocurrido aquella noche pasada, demasiadas cosas por asimilar pero... lo más importante, ¿por qué se había terminado la magia?
Raissa, por su parte, una vez empezó el caos la noche anterior y la luz se fue, sintió la mano de su prometido cerrarse alrededor de su brazo y el cómo la obligaba a levantarse para marcharse de ahí envueltos ambos de los guardaespaldas que miraban a todos lados para vigilar que nada les pasara. Esa mañana, mientras despertaba en la cama junto a si prometido quien la miró tras bostezar.-Buenos días, Raissa.-Le sonrío.-Buenos días -le contestó ella, mirándole también.
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Post by ev7e on Jul 23, 2014 20:02:22 GMT -3
-…saludo al sol- dijo al terminar la serie de estiramientos realizados sobre el techo del motorhome de Matilda al mismo tiempo que oía el portazo que marcaba la salida de Santiago. Con una sonrisa en los labios, Sally recogió la caja de color rosado chillón junto con la nota escrita en tinta morada, se balanceó como un chimpancé y equilibró su peso de modo que lograba descender ayudándose de sus piernas y el brazo libre. Toc, toc, toc…toc-toc Tres golpes simples y pausados, un golpe imaginario dentro de su cabeza y a continuación otros dos. Dejó ambas cosas a los pies de la puerta y desapareció corriendo en busca de sus nuevos amigos. Muy buenos días, adorada Mati:
Espero que ya estés consciente al igual que la última vez que te vi. Sólo quería dejar un regalito para agradecer el que me hayas aceptado como postulante y de paso hacértelo recordar (he oído de desmayos con casos de pérdida de memoria). En la caja encontraras un cupcake casero comprado en una dulcería y el collar que tanto te gustó ayer. No te preocupes, tengo más de ese tipo.
Con amor
♥ ♥ ♥ Aphrodite ♥ ♥ ♥ Un sueño repleto de melodías de guitarra en la plaza de Roma, imágenes borrosas de personas divirtiéndose y ella danzando en medio con alguien a quien no alcanzaba a verle el rostro, salvo por un par de big... -¡AY!-el cuerpo de Hilaria había caído justo sobre su estómago antes de que siguiera su recorrido por los camarotes, despertando a los demás. -Buenos días, dormilón- murmuró Nuria dándose vuelta entre las sábanas para acariciar dulcemente la cabeza del gatito sobre su almohada- hoy será tu gran presentación en la sociedad circense…sólo no te metas en la jaula de los leones- susurró al mismo tiempo que un gran bostezo se apoderaba de ella y la convencía de dormir 5 minutitos más. Sam apenas pudo dormir un par de horas. La emoción de estar donde se encontraba en aquel momento, era demasiado para creer. Había aprovechado su insomnio para recorrer una a una las literas, observando a esos seres extraños, cada uno un mundo diferente que combinaba normalidad y magia para dar vida al circo. Vio cabelleras revueltas, escuchó monólogos sin sentido, ronquidos y juraría que hasta un rugido. De no ser porque un par de ojos felinos lo sorprendieron, hubiera seguido curioseando por ahí. Pero regresó a su lugar y durmió lo que le pareció 5 segundos hasta que oyó la voy de Hilaria. Nunca estuvo tan feliz de empezar un día. Una de las ventajas que más disfrutaba al ser el mayor de la gran familia (aparte de tener prioridad en la fila del baño), era disponer de un espacio separado de los demás. Aunque eso no lo libraba de la voz aguda de la payasa que en aquel momento atravesaba la pared divisoria de cada vagón. Rufus ya estaba despierto y había terminado de darle unos retoques verduscos a su barba, bigote y cabello bicolor. Dio un último vistazo a su alrededor y decidió ir al compartimiento de al lado a ayudar a Hilaria, tanto a despertar a los más dormilones como con los nuevos…y Bruno.
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Post by bachi on Aug 12, 2014 12:40:21 GMT -3
((Esa carta con exceso de colores me FUSILÓ los ojos! xDDDDD <3 <3 <3))
Pero a pesar de que le dieron lugar de paso, Santiago no hizo ningún ademán para pasar dentro. La mirada del payaso voló nerviosamente del cabello despeinado del adivino a la cafetera, así sucesivamente un par de veces más mientras se retorcía las manos. Cuando por fin habló, salió todo con un suspiro apesadumbrado antes de recuperar la fuerza al final. —Ma-Matilda está bien. Está despierta. De hecho —lo miró de reojo—... De hecho quiere verte. Ya. Ahora mismo. Por su propia e íntegra seguridad, dio dos rápidos pasos hacia atrás ya dispuesto a marcharse. —¡Ah! —se golpeó la frente con la palma, exageradamente, y rió sin ganas—. Casi lo olvidaba. Te recomiendo llevarle una taza de café caliente. Y llévate contigo las cartas —Le echó una última ojeada al defectuoso cacharro que tenía por nombre cafetera y deseó silenciosamente que Lumiere tuviese éxito en su difícil empresa. Ni se despidió ni explicó a qué se refería con el mazo de cartas. El muchacho salió despedido hacia los humildes aposentos del asistente del circo con la esperanza de que el adivino comprendiera que se le estaba solicitando en su "campo" de trabajo, bien temprano en la mañana, cuestión que las vibras cósmicas no interfirieran con el delicado destino de la directora del circo. Y su delicado estado de ánimo. Mientras llamaba a la puerta de Alejandro con un débil golpeteo, se mordió el labio y deseó que le hubiese tocado otro turno. No debía ser coincidencia que lo hubiesen elegido a él justo en la mañana, justo cuando Matilda solía despertar, justo cuando... —Ay, payasos. Me deben una grande. Una PIZZA grande —suspiró.
—¡Una almohada voladora es lo que se te acerca! —exclamó Lobelha mientras levantaba su maraña de pelos azules y, con energía, revoleaba su cojín directo a la cara de la payasa. No comprobó si había dado en el blanco porque volvió a sumergirse en un mar de mantas. Con una sonrisita placentera, y disfrutando el calor en los pies, la chica se hizo un ovillo y cerró los ojos procurando que todo el griterío afuera de su dulce coraza fuera interpretado para su cerebro como el tierno cantar de las aves por la mañana... Aquello se detuvo cuando escuchó no uno, sino varios pasos arriba de sus cabezas en el vagón. Decidiendo que aquello tal vez era normal allí, Lobelha resistió la tentación de espiar por un agujero de su caparazón y, sonriendo de nuevo, procuró descansar. La puerta corrediza se abrió, dejando que entrase la luz fría de una mañana que recién empieza, y Bruno, con pijamas arriba y una malla de playa con colores flúor por debajo; miró a Hilaria. —Yo ya estaba despierto. A veces no duermo —explicó asintiendo. Desde el bulto de sábanas en la cama de Lobelha, llegó un resoplido de obviedad mezclado con risa. En eso, Bruno se dio media vuelta hacia el exterior y alzó la mano a modo de saludo— Oh. Hola viejo de barba verde. —¿No se supone que éste debería estar durmiendo con Uzeil, Sam y Santiago? —Lobelha, ya resignada y envuelta en sábanas hasta la cabeza, señalaba a Bruno con el pulgar mientras se sentaba en el catre.
Si bien Matilda por un momento habría jurado que alguien estaba haciendo estiramientos en su techo, y aunque había descartado entre carcajadas la idea, volvió a reconsiderarla una vez le golpearon la puerta y leyó aquella nota que le dio epilepsia visual. Meditó un par de minutos, contemplando el regalo envuelto que yacía en el suelo al mismo tiempo que doblaba cuidadosamente la carta para guardarla en su bolsillo. Parecía un cachorro inofensivo haciéndole ojitos. Y cerró la puerta una sola vez sin siquiera mirar atrás. Podía vivir sin cupcakes sorpresivos, oh claro que sí. Sin lo que no podía en definitiva vivir, era una buena taza de algo caliente al comenzar la mañana, y aunque el whisky que descansaba en uno de sus tantos caóticos estantes la llamó, gruñendo entre dientes se sentó frente a su escritorio dándole la espalda. —Dejen... de seducirme... —refunfuñó por lo bajo, mientras revolvía entre cajones y carpetas, hasta que finalmente su rostro se iluminó al buscar lo que estaba necesitando. Los formularios de inscripción.
Siro no solía ser de los que se levantaban temprano, o los que podían tener algún tipo de remordimiento emocional que le impidiera dormir por las noches. Era más bien un sujeto práctico que catalogaba todo de forma organizada dentro de cajoneras en su mente. Dichos catálogos incluían desde citas como "Cría cuervos que..." hasta cosas más insulsas como "Recuerdos de primaria". La conversación a la que ahora estaba haciendo memoria no sabía muy bien dónde catalogarla, y eso tal vez se debiese a que el tipo que ahora lo estaba contratando no fuese del todo una persona "ordinaria", como tampoco el recuerdo al que hacía memoria mientras caminaba por la Roma tempranera comiéndose un gelato de chocolate con chantillí y chispitas de colores, mientras paseaba al perro de su hermana. El por qué paseaba él al perro era un misterio incluso para Siro, pero estaba demasiado ocupado entre cucharada y cuchara como para reparar en aquel error. "Es una verdadera lástima que no te encuentres en terreno para informarme, Skyler" Al hombre le dio un escalofrío y apuró al perro con un tirón de correa para que terminara de sacar los bollos calientes del horno. "Me interesa tu opinión ¿Qué te parece que sea eso?" ¿Que qué le parecía? Una locura le parecía, eso le parecía. ¿Cómo se suponía que un condenado circo del siglo XXI pudiese prescindir de recursos eléctricos y tecnología avanzada para seguir su función? En otras palabras, si no había electricidad en toda Roma, y a no ser que tuviesen generadores con la potencia para despegar un nuevo Sputnik al espacio; Siro no había podido darle una respuesta contundente que satisficiera los requisitos. En vez de eso había respondido lo único que alguien en su situación podría haberle dicho a Saunière: Él ya había establecido el contacto con el pececito, a él le conocían la cara y no le convenía mucho mostrarse por allí, tal vez él (jefe) debiese considerar la opción de contratar a alguien para meter las narices sin problemas allí dentro. ¿Que quién? Ah, pues, él no tenía idea, pero lo pensaría. Tenía algunas sugerencias. Siro suspiró y esquivó la caca del perro al seguir caminando. Por supuesto que no tenía ni una sugerencia.
Tic, tac, tic, tac, tic... ¿Era realmente "tic" y "tac"? Cielo frunció el ceño y aguzó el oído. Tic, tic, tic, tic... Sonrió satisfecha y asintió. En realidad era el mismo sonido, solo que el cerebro humano, al hacerlo una repetición, separaba los dos resultados para convertirlos en un producto diferente y, así, darles una distinción característica que, en un futuro, sería de común acuerdo humanitario conocido como "el sonido de las agujas de un reloj". De todas formas, mientras daba vueltas formularios y atendía distraídamente a señoras con dolores de tobillo, ancianos con fuertes dolores de cabeza y niños con golpes de calor, la guardia de Cielo iba pasando y pasando lentamente como un iceberg que avanza contracorriente impulsado por el deber. —Pfff —se rió mientras anotaba el número de socio del servicio social de una mujer con un niñito muy inquieto—, los icebergs no tienen deberes. —¿Disculpe? —Que los icebergs no tienen deberes, señora —contestó con naturalidad.
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Post by Milly on Aug 12, 2014 21:24:20 GMT -3
((Creeeeo que tuve una pequeña confusión con la distribución de los vagones. ¡Perdón! Ya lo arreglo D:))
Como una fotografía. Así de paralizada quedaría Hilaria luego de analizar la pregunta realizada por su amiga -había decidido otorgarle el título durante sus charlas nocturnas con la almohada- peliazul. Y la contempló como acabara de materializarse en su propia cama. Luego miró a Bruno. Y otra vez a Lobelha. Y a Bruno... —Es cierto —declaró estupefacta, el rostro todavía enrojecido por el acertadísimo almohadazo de la joven aspirante sobre su rostro de payasa—. Probablemente... hum... tal vez... —llevándose un larguirucho índice a la sien, se forzó a dar con una respuesta a semejante misterio. Y cuando creyó dar con él, reprodujo unas palmaditas de satisfacción—. ¡Ah, claro! —se dio en la frente con su palma abierta—. Debe haberse confundido durante mi turno de cuidar a Matilda. No lo culparía, estaba todo tan oscuro y la atmósfera era tan somnífera... —bostezó, dando la apariencia de sentirse tranquila con aquella suposición que explicaba más bien absolutamente nada—. De todas formas, es mejor así. Este mequetrefe es mi prisionero de guerra hasta que Matilda al fin despierte y se haga cargo. Así que mientras más cerca lo tenga para vigilar sus movimientos... ¿¡QUÉ ES ESOOOO!? En un segundo, su prácticamente nula capacidad de concentración había volado de Bruno a la diminuta bola de pelos que reposaba junto a la cabeza de Nuria. Un segundo después ya se encontraba acuclillada junto al catre de la bailarina, observando absorta la versión de bolsillo de los leones de Thomas.
Encontró despierto al chico nuevo -¡como si él no lo fuera!- cuando regresó al vagón para ir a por sus escasas pertenencias. —Buenos días, Sam —le saludó con la sonrisa que el ambiente matinal del circo le contagiaba. Como jamás antes, las manos le cosquilleaban de impaciencia por iniciar el día, por conocer los requisitos para convertirse en un verdadero miembro... por resolver los cabos sueltos pesquisados la noche anterior. Sintió el peso de la tarjeta de presentación en el bolsillo de su pantalón—. ¿Despertado por la dulce voz de Hilaria?
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nitta
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Post by nitta on Aug 19, 2014 5:04:11 GMT -3
Si el estado catatónico llegase con solo recibir noticias, de seguro que Lumiere lo hubiera alcanzado en milésimas de segundos antes de escuchar las "buenas nuevas" de la boca de aquel. Suspiró, cerró la puerta cuando el otro se largó y se acercó a la cafetería, preparó dos cafes y, mientras estos se preparaban, fue en busca de aquellas cartas. Y se esperaba lo peor. Y que cualquier dios les pillara confesados. Y... que hubiera guardas de seguridad en la entrada, bomberos, incluso médicos en ambulancia. Matilda y él solos. Eso era lo único que importaba en ese momento. Porque Matilda y él no es que terminaran en buenos términos cuando... Decide dejar de pensar en ello, observa la cafetera, la apaga y luego observa el mazo que lleva en una mano. ¿Solo una miradita? Decide que el destino no está del humor como para concederle pistas y ya se le hace tarde. Se viste, se arregla medianamente bien y como puede y luego mete el mazo en el bolsillo para luego agarrar las dos tazas con cuidado y presentarse frente al vagón de Matilda.
Inconsciente o no decide tomar el toro por los cuernos y abre la puertezuela del vagón de Matilda y así presentarse al interior. Cierra con el pie haciendo equilibrios y finalmente se presenta ante ella con la taza, todavía humeante, en una mano y rápidamente la posa frente a ella para luego apartarse y sentarse. Siente tenso el ambiente, siempre es así cuando ambos están solos. Y sabe que debería haber predicho lo que sucedió anoche, que debería haberlo sabido, prevenido a todo el mundo en general y a Matilda en particular pero no lo vio y la razón la desconoce. ¿Cómo se lo hará entender? -Me han dicho que querías verme -empezó a hablar cuando el café ya hubo quemado su garganta tras el primer sorbo.-¿De qué querías hablar? -se hace el destendido mientras procura que todo en él de la imagen de que está relajado aunque ambos saben que es pura fachada. La relación entre ambos es tensa desde que Lumiere decidió dejar la relación entre ambos. Y todo siempre termina en discusión y ruega a todos los dioses que conoce y que desconoce porque esa sea la excepción. Da un nuevo sorbo a su café y, tras ponerlo en la mesa, decide que debe mostrar sus cartas.-Traje esto, Alejandro dijo que las trajera.-Y mató al mensajero. Y supo que ya no había marcha atrás.
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Post by bachi on Aug 19, 2014 12:40:39 GMT -3
((No, no te disculpes Milly! Sabés, estoy intentando encontrar ese mapita que una vez hizo Eve sobre Circus x'D Lo hizo después de hacer el de Molino y Etiqueta! Pero no puedo encontraaarlo TwT Sino me estoy cunfundiundu, la idea es que hay vagones de tren, y están juntos, pero los hay para chicas por un lado y para chicos por otro 8 D Hay excepciones como Rufus, porque es el más viejocho conejoso de todos, Alejandro, Matilda, Lumiere (que cocina) y la familia de Fin, porque tienen su propia tienda casa :33))
Cuando escuchó la puerta, Matilda todavía estaba agachada detrás del escritorio revolviendo entre cajas de cartón. No fue sino hasta que Lumiere se hubo sentado frente y que hubiera olfateado el desayuno caliente, que decidió salir de su escondite. Apoyó con fuerza la palma de la mano en la cual tenía varios papeles, y se impulsó para levantarse. Lo primero que hizo fue reírse. Corto pero tendido, soltó una carcajada mientras se sentaba y soltaba los formularios para beber su bien merecido café. A pesar de haberse levantado hacia ya, quizás, quince o veinte minutos, y aunque tuviese la bata y las pantuflas de cabezas de conejo, ella se sentía radiante: Ya había conseguido pintarse las uñas de violeta y el esmalte ya estaba seco. Voilá. —Seguramente el que te lo pidió fue Santiago, el payasito refunfuñón, y no mi pelirrojo asistente, Lumiere querido. Pero ya que —hizo ademanes para espantar pensamientos y le clavó los ojos. Al principio sonrió, quedaba en su rostro el dejo divertido que le producía verlo nervioso, pero después la expresión se tornó en una preocupación sutil que disimuló al tomar más café. Ella no iba a desmentirlo pero tampoco iba a reafirmarlo. Que la hubiesen dejado había sido un golpe seco, las razones aún más patéticas en su opinión, y la forma, descarada. Pero sí, le había dolido en su orgullo. Sin embargo... —Antes de que empecemos a hablar, quiero dejar en claro que esta charla tiene que trascender temas personales que hayan surgido entre los dos —Matilda entrelazaba lentamente los dedos sobre el escritorio—. El circo, nuestra razón de ser y nuestras almas, corre peligro, y eso es para mí mucho más importante. Y creo que tú también lo presentiste, Lumiere. Es por eso que hoy te pido que esto sea meramente formal —Soltó un suspiro mezclado con risa y relajó un poco el semblante—. Debe ser la primera vez que nos quedamos charlando solos sin que alguno de los dos termine de regreso a su guarida. ¡Y vaya qué récord! Ya son 5 minutos. La directora del circo se puso de pie, asomó la nariz por la pequeña ventanita del motorhome y volvió a recuperar su sitio, cruzando una pierna sobre la otra. —Yo le pedí a Santiago que trajeras las cartas —Sorbo de café—. Y aunque convoqué una reunión para que todos tengan la posibilidad de contarme qué fue lo que exactamente sucedió ayer por la noche, primero quiero escuchar con tus palabras por qué no lo viste venir. No es normal, Lumiere. ¿Recuerdas el invierno en Moscú? La helada que podría habernos dejado sin leones y sin trabajo. Fatal. ¡Fatal habría sido! Y, sin embargo, lo viste venir. Y no me hagas rememorar otras anécdotas como una vieja loca. Sabes de qué hablo. En parte, esa es razón por la que te pedí que me traigas las cartas. Si algo está sucediendo y no puedes predecir qué sucede alrededor de Circus, por lo menos debes ser capaz de ver en mí futuro algo relacionado —Se detuvo unos segundos—. Ahora sí, hombre, ¡por dios! Habla de una vez o sentiré que charlo con un reflejo mío muy bajo y con barba.
((Por cierto, me tomé la libertad de contestar antes que los demás pues porque... No sé si nunca lo aclaré o quedó claro (o si dije lo contrario), pero pueden postear cuando quieran xDD Así a veces se hace más dinámico teniendo más personajes, con escenas en diferentes sitios 8 D Por supuesto que tenemos que fijarnos que no vaya a destiempo con el resto de la historia, pero eso nunca pasa, de hecho, siempre nos quedamos congelados en un día LOOL Nah, por eso quería decirles, no hay problema si tiran maremoto mezclado. No es como Molino que tenemos dos lineas temporales y donde nos explotaría la cabeza si encima intentamos saltarnos LOOL Eve maldita 8'DD))
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nitta
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Post by nitta on Aug 19, 2014 15:46:59 GMT -3
((Pues dada la libertad concedida...))
Él la observó y escuchó, bebiendo de a sorbos su propio café el cual se acababa de dar cuenta que no había echado la cantidad adecuada de azucar y estaba amargo. Suspiró interiormente amargado por aquello pero río ligeramente cuando Matilda dijo aquello de los 5 minutos. Tras las siguientes palabras miró su café y se mantuvo en silencio un largo rato hasta que finalmente la miró.-Fue extraño -empezó a hablar- pues cuando se fue la luz sentí que no veía nada. Y antes... hacía días que andaba ofuscado, normalmente me sucede cuando tengo dolor de cabeza o voy estresado -la miró- no preguntes- le pidió para luego volver a mirar su taza- pero todo ese ofuscamiento se va -volvió a levantarla para fijar su mirada en la directora y negar con la cabeza- cuando empieza el espectáculo, con tu presentación y con el resto de actuaciones, a medida se acerca mi turno se me va aclarando la mente pero ayer de noche... veía pero veía caos, solo caos, una colisión de sonidos y colores en movimientos mareantes. De tanto en tanto veía cosas claras pero eran solo flashes que duraban milésimas de segundo. Sí,-inquirió antes que la otra pudiera decir nada- me tomé una pastilla para el dolor, un antigripal y todo lo que se me ocurrió pero nada. Fue como si la magia del circo no hubiera funcionado para mí anoche. -Y agachó la cabeza, avergonzado. Había sido total y cruelmente sincero, ¿para qué debía añadir nada más?
Sin más alargó la mano a su bolsillo tras posar la taza en la mesa y sacó el mazo de las cartas del tarón con una larga inhalación de aire para luego soltarlo lentamente mientras empezaba a moverlas. -Matilda... -la miró mientras las manos seguían con aquella tarea- lo siento.-Se disculpó. Y no añadió nada más. Se estaba disculpando por lo de anoche, por haber fallado a la directora pero también se disculpó por tantas y tantas otras cosas. ¿Habría vuelta atrás? ¿Por qué se arrepentía ahora, justo ahora?
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Post by ev7e on Aug 23, 2014 20:06:10 GMT -3
(( El mapa esta en uno de los topics, no recuerdo en cual...pero esta en el foro xD JO JO JO mi maldad alcanza niveles insospechados, todo para mi beneficio (?) ))
-Se me ocurren muchos adjetivos para la voz de Hilaria…ninguno se parece a “dulce”- rió Sam mientras se sentaba en la cama y estiraba los brazos para terminar de espantar el sueño- Vaya noche ¿eh? Apenas pude dormir. Todo esto es tan...increíble ¿No te pasa lo mismo? Un día estás en tu vida normal, estudiando, trabajando, todo es una rutina y de pronto decides divertirte un poco y ¡BAM! Te topas con una invitación para unirte a un circo- las palabras salieron atropelladas de su boca, pero no por eso dejó de buscar en la mirada de Uzeil algo que indicara que no era el único que se contagiaba de esa emoción- Da miedo, pero se siente…se siente...mágico.
-Muy buenos días a todos- saludó Rufus asomando la cabeza por la puerta y dando un vistazo dentro del vagón de las chicas antes de ser echado para atrás por una fuerza invisible llamada “el grito de Hilaria”. Como si comprendiera la naturaleza explosiva pero inocente de la payasa, el pequeño gato no se inmutó. Se dedicó a observarla con sus gigantescos ojos marrones, examinándola como si fuese ella quien se unía a aquella mágica fiesta y cuando hubo determinado que era digna, soltó un suave maullido. Nuria, en cambio, yacía echa bolita en el suelo. -Nunca…más…vuelvas…a…hacer…eso- fue el saludo de la bailarina que poco a poco se incorporaba, estirando las prendas del pijama para tener una apariencia decente y “madura” para defender a su nueva masco…-¿Rufus? ¿Bruno? ¿Por qué están aquí?- Los sucesos de la noche anterior golpearon con fuerza dentro de su cabeza- ¡Oh, cielos! ¿Cómo está Matilda? -Oh, ella está bien- resonó la voz cantarina de Aphrodite, quien entraba como una aparición de tules y campanas, trayendo consigo un frasco de leche y comida para gato- Es interesante todo lo que oyes sobre su motorhome- razonó llevándose unas croquetas a la boca y pasando un puñado a los presentes- ¿Quieren? Están muy ricas… ¿Por qué se demoran tanto los demás? ¡Hey! ¡HOMBRES, ARRIBA!
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Post by Milly on Aug 24, 2014 22:11:49 GMT -3
Las palabras de Sam describían, en apenas un puñado de palabras, la sensación que a él mismo lo embargaba en aquel momento. No obstante, una buena cuota de amargura se apoderó de él al sonreír. —Es como un sueño, ¿no? Me gustaría no tener que despertar nunca… pero mi familia seguramente debe estar como loca a esta hora, sin saber dónde estoy —se estremeció, y luego volvió a centrar su atención en el muchacho—. En caso de que alguien pregunte, ¿podrías decirles que he ido a casa? No demorará mucho, acaso un par de horas. Buscaré ropa limpia y daré señales de vida, es todo —le dedicó un amistoso gesto de despedida antes de retirarse. Minutos después, sin embargo, el regordete muchacho se encontraba a muchísimas calles de un hogar al que no pretendía volver siquiera bajo amenaza, y tocaba, no sin algo de desconfianza e indecisión, la puerta de la dirección inscrita sobre la tarjeta que apretaba nerviosamente en su diestra. Bajo la dirección rezaban dos únicas palabras: Siro Skyler.
Hilaria era, con probabilidad, una de las pocas -si no la única- personas a las que el comportamiento de Aphrodite no conseguía causar desconcierto de ningún tipo. De modo que al verla ingresar al improvisado cuarto, no hizo más que recargar un codo sobre el hombro de la chica, con total camaradería, tras el doloroso esfuerzo de dejar de observar al minino. —¿Así que al fin ha decidido despertar? ¡Fabuloso, no hay tiempo que perder! —Avanzó hacia Bruno, resuelta a empujarlo sin apenas delicadeza hacia la salida de la estancia—. Ve a vestirte, bandido, debes estar listo para cuando Matilda requiera tu presencia. ¡Y ni se te ocurra escapar! Voy a estar pendiente de cada uno de tus movimientos, así que me enteraré de cualquier paso en falso. Le cerró la puerta en la cara, pero al segundo inmediatamente posterior ya se asomaba por la ventana adyacente a la entrada y, corriendo las cortinas del pequeño cuadrado de cristal, lanzaba sus últimas advertencias al pobre sujeto, posando sus dedos índice y corazón bajo los ojos y luego él, de ida y vuelta, una y otra vez, hasta considerar que el aludido había captado la idea: lo estaría vigilando. —¿Te importaría echarle un ojo mientras me visto, Rufus? Solo necesito que te asegures de que entra al dormitorio de hombres y no a cualquier otro sitio. Y en tanto se deshacía de su colorido pijama de rayas, flores, estrellas y osos, olvidándose por completo de la presencia del mago, volvió a fijarse en el pequeño gatito. —Y dime, Nuria —su voz sonó amortiguada al pasar su remera favorita por encima de la cabeza—. ¿Esa criatura angelical ya tiene nombre? Podría darte algunas propuestas, si aún no tienes nada en mente.
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Post by bachi on Sept 19, 2014 15:03:09 GMT -3
((Debería estar estudiando, la puta madre x'D pero es que estoy tan hastiada ya...! LOL Así que aprovecharé a torturarlos a todos con mi amooorr))
Matilda espantó nuevamente aquellas moscas del pasado que se interponían en su presente con la cara irremplazable de Lumiere. —No ahora, cariño, no precisamente ahora —Sus ojos seguían con enferma meticulosidad el movimiento de manos del adivino al barajar lo que probablemente sería el juego más importante de su vida—... Pero gracias. La sonrisita se borró en cuanto fue consciente de que el receso terminaba. Nunca le había gustado tentar a la suerte, tontear con galletitas de la fortuna y cosas así. Matilda era una mujer práctica en sentido laboral y también personal (cuando algo no funciona, simplemente sigues adelante con otra cosa), pero en un pequeño rinconcito de su mente, el primitivo ser supersticioso estaba tan presente como la primera vez... Después de todo, dirigía un maldito circo con carácter, ¡diablos! ¿Qué espacio a la cordura dejaba eso? Como si se preparara para unos 100 metros llanos, relajó los hombros moviéndolos hacia arriba y hacia abajo, giró el cuello hacia un lado y hacia otro y agitó las manos en el aire. Al final, suspiró. Le dedicó una fugaz mirada al mazo y luego sus ojos se posaron feroces en Lumiere con una mezcla entre decisión y miedo, miedo a las fuerzas desconocidas que esa mañana moverían las manos del adivino. —Muy bien. Estoy lista, cuando tú quieras. Recuérdame cómo es esto, qué se supone que tengo que hacer y... mierda, ¿quieres whisky? Muero por un trago de whisky —Se puso de pie, tomó la botella burlona, sacó dos vacitos de uno de los cajones de su escritorio y los depositó bruscamente uno frente al otro, sin dar posibilidades a una negativa.
—Ohhh —Lobelha ya estaba en el suelo, colocándose el calzado con enérgica destreza en medio de todo aquel desastre, mientras unas risas continuas sacudían sus hombros—, yo que tú rechazaría amigablemente la oferta, Nuria! Otra carcajada anticipada a los siguientes comentarios, y se dispuso a controlar la maraña que era su cabello. Por primera vez estaba siendo consciente de que pronto la someterían a una serie de pruebas rigurosas y estremecedoras: ¿La harían caminar por una cuerda a 100 metros lejos del suelo con tan solo un paragüas? ¿Debería practicar lucha libre con leones, vestida como mujer de la selva con un collar de huesos humanos atados al cuello? O quizás podría ser algo más interesante como bailar con fuego... La sola idea le encendió mejillas, mirada y el ánimo. Una sonrisa triunfal ya estaba apoderándose de su expresión, cuando cayó en la cuenta de que en ninguna de esas oportunidades podría salir viva. Lentamente la muchacha se dio vuelta hacia las otras tres, aprovechando el momento de intimidad femenina. —Hmmm, esteee, y díganme... ¿Cómo fue que ustedes entraron al circo? No sabía si podía preguntarlo y la indirecta pregunta cubriría su reciente preocupación, o al menos eso imaginaba ella.
La puerta se abrió y, al juzgar por el celular sobre la oreja del hombre y por la forma despreocupada en la que echaba una última ojeada hacia el interior del hogar, no se había abierto exactamente porque hubiera escuchado que tenía visitas. Siro se quedó allí plantado en el umbral, dejando a la persona al otro lado de la línea hablar y hablar como si las palabras se vomitaran solas por su garganta. Miraba a Uzeil con la misma expresión de sorpresa con la que se mira a una hormiga que de forma repentina y de la nada ha aparecido en la mesa del comedor junto a las tostadas. —Sí sí, te llamo luego. Cortó y mientras se metía el aparatito en el bolsillo trasero del jean y se sorbía la nariz, continuó mirándolo. —En la oscuridad parecías más alto —Asintió, mesándose la barbilla de forma pensativa y encarcó las cejas al contemplar el día gris—. Bueno, en marcha. Sin dar mas explicaciones, comenzó a caminar. En la espalda de su remera Angus Young le sacaba la lengua a Uzeil mientras enseñaba a gusto unos cuernitos recién conseguidos que le habían salido junto a la gorra del uniforme escolar. Siro sacó el celular de nuevo y marcó otro número. Esperó, esperó. Dio a la casilla de mensajes y blasfemó por lo bajo. Ella era la única otra persona posible que se le había ocurrido al reflexionar durante toda la noche en las palabras de Sauniere, y si ella no respondía en los próximos cinco minutos, su última esperanza se iría por el drenaje. Y no era una esperanza a la cual le gustara recurrir, pero era su última, su única brisa de respiro antes de la sentencia final.
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Post by Milly on Sept 20, 2014 1:08:12 GMT -3
Uzeil siguió de cerca los pasos de ese extraño sujeto, la indecisión y el recelo ajustándose a su rostro como una máscara hecha a la medida. Todo indicaba que su visita en búsqueda de posibles respuestas resultaba precoz y que, a juzgar por todas y cada una de las acciones emprendidas por el tal Siro desde el instante en que abrió la puerta, el chiquillo no era bien recibido. No del todo, al menos. Su falta de modales y su insistencia con el teléfono no contribuía de ninguna forma a realizar alguna mediación para su creciente incomodidad, y aunque en un inicio se había sentido casi seguro que el tipo pretendía llevarlo a alguna parte, su falta de interés hacia él devoraba rápidamente las certezas iniciales. Y al final ya no lo soportó. —Esto... ¿sabes? —intentó llamar su atención, cuando reunió el valor para caminar a su altura. Soltó una risita vergonzosa—. Si estás ocupado ahora, puedo venir otro día, a otra hora, de verdad. En todo caso, creo que fue una mala idea venir, una tontería. Es que creí, de verdad creí que... —No hubo forma de que pudiera continuar. A esas alturas ya se sentía irremediablemente torpe. ¿Qué hacía ahí? Por lo que sabía -o sea, absolutamente nada-, Siro podría haberse limitado a tomarle el pelo la noche anterior.
Hilaria estuvo vestida en un suspiro. Un suspiro que, por cierto, parecía haber alborotado su cabello de firmes y desorganizados resortes rubios a un nivel desproporcionado. Y evidentemente, la payasa no emprendería el más mínimo esfuerzo por controlar aquella indómita selva dorada. Le gustaba evidenciar de forma visible el caos de su propio carácter. —No fue nada tan elaborado como lo que están haciendo con ustedes, eso es evidente —dijo la joven al levantarse de su cama y sacudirla un poco. Como si con aquella actitud hacendosa pudiera disimular su entusiasmo por compartir un trocito de su historia de vida, la misma que ya nadie de la familia circense se interesaba por escuchar luego de la enésima vez que se repetía el mismo relato—. En mi caso, al menos, todo se resume a una cuestión de una insistencia a la que Matilda no pudo negarse —rió a carcajada limpia por el simple hecho de recordarlo, y volvió a tomar asiento en la cama que acababa de ordenar—. El circo había llegado a Francia. Y por pura casualidad fui a parar a una de sus funciones. Cuando vi lo que hacían ahí, simplemente... entendí que era el sitio al que pertenecía. No conocía el motivo, pero lo sabía. Así que se lo dije a Matilda al término de la función. Y volví para repetírselo al día siguiente, y al siguiente... hasta que llegó el momento en que debían viajar al siguiente país de su recorrido. ¡Y claro! —dio un par de palmaditas de entusiasmo— ¡Ahí estaba yo! No sabría de decirlo, pero creo que mis apariciones la trastornaban un pelín. Y cuando por fin entendió que no iba a poder zafarse de mí tan fácil, me dejó a cargo de Treste una semana, a ver si tenía alguna ínfima pizca de talento.
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Post by ev7e on Sept 20, 2014 21:03:59 GMT -3
Aprovechando las risas y las preguntas sobre un nuevo régimen alimenticio, Nuria decidió ignorar sutilmente la oferta de Hilaria mientras buscaba sus cosas de aseo entre los cajones estrellados. Pero al escuchar la pregunta de la peliazul y luego el silencio mortal y atento de Aphrodite, intercambió una rápida mirada con Rufus al mismo tiempo que Hilaria se mandaba con la historia de su llegada a Circus. No pudo evitar sorprenderse al percatarse que la payasa ni siquiera consideró mencionar una prueba o algo similar. Después de todo, a preguntas ambiguas, respuestas iguales. -Él me trajo- contó señalando al mago cuando le llegó el turno- Yo vivía con una caravana de gitanos, así que ya estaba acostumbrada a viajar constantemente de un lado a otro. Solo fue cuestión de hablar con Ivanés y…aquí estoy- decidió omitir las razones de su traslado al circo, no quería deprimir a la joven en su primer día. -Yo conocía a Matilda desde hace mucho años. He trabajado aqui desde que Circus Maxium nació- sonrió el anciano una vez se hubo asegurado que Bruno iba en la dirección correcta.
…28, 29, 30 Quedó tendida en la suave alfombra púrpura en el preciso momento que el celular comenzó a sonar, pero no se molestó en estirar el brazo para contestar. Claro que no, había completado la tercera serie de treinta abdominales y necesitaba un breve descanso. …I’m a freaking gemini “Puede dejar su mensaje en la casilla de voz” pensó cuando el ringtone dejó de retumbar a diez centímetros de su oído. Brisa tenía la teoría de que al elegir la canción más detestable, se hartaría rápido de escucharla y respondería las llamadas en el menor tiempo posible. Su hipótesis tendría validez de no ser por el hecho de que detestaba cualquier contacto humano más que cualquier estúpida cancioncilla pop. Esperó un par de minutos y devolvió la llamada sin siquiera dar un vistazo a la pantalla. Tuuuuuuuu…tuuuuuuuuu…tuuuuuuuuu…y contestaron, pero ella siguió sin decir una palabra. Después de todo, la buscaban a ella.
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Post by bachi on Oct 6, 2014 23:54:42 GMT -3
((Bueno, como bien se habrán enterado mudamos de foro, así que los invito a poner sus últimos posties a no ser que prefieran que los pase yo :3 Si deciden hacerlo, les pido que los pasen en orden, porque planeo poner los últimos desde que comenzamos el primer día así por lo menos tenemos referencia x3 Cualquiera que quiera seguir leyendo el rol, link aquí: radiomk.freeforums.net/thread/23/circus-maxium?page=1&scrollTo=102))
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