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Post by Milly on Aug 16, 2013 17:28:53 GMT -3
Hilaria tenía bastante claro que el tema en torno al cual Matilda y su asistente discutían, a pesar de no entenderlo del todo, demandaba seriedad. Esa misma que ella jamás había poseído. Por más que lo intentase, lo único que la payasa conseguía era atragantarse con las carcajadas que intentaba mantener a raya, cubriéndose la boca con ambas manos a medida paseaba la mirada por cada uno de los que entonces permanecían al interior de la carpa. Justo pensaba que tendría que dejar para más tarde el relato de cuántos familiares tenía ella misma en el psiquiátrico -¿o era la universidad?- cuando el griterío de la directora pulverizó cualquier posibilidad de que Zanier retornase a un aceptable estado de calma. Ella también gritó. Pero de risa. Y mientras Hilaria se abrazaba al viejo Rufus para no caer al suelo cuando el cuerpo se agotase de tanta carcajada, Derian se adelantó para sostener a Matilda por los hombros. Firme y preciso. —No, Matilda —intentó tranquilizarla, todo paciencia mientras señalaba el llamativo collar de la recién llegada y con la mirada la invitaba a aproximarse—. Míralo bien, no es una araña de verdad. Solo es Sally que viene a... Fue entonces y no antes que se hizo la pregunta de rigor. ¿A qué venía... en medio de la función?
Uzeil estaba demasiado aturdido como para responder a las burlas de su socia. Apenas si la había mirado luego que lo tomase por el hombro. Le angustiaba no conocer el final de la historia de las bailarinas, y todavía lo devastaba más saber que la bailarina principal abandonaría el escenario. Mudo de asombro, observó con fijeza el pasadizo por el que ella había desaparecido hasta que las luces volvieron a apagarse. Y para cuando reconoció al tipo de bigotes de la tarde, consiguió en buena medida dejar atrás la amalgama de emociones con que lo había dejado el acto anterior. Pero el león fue la pieza decisiva. Tomó a Lobelha por el brazo y ambos volvieron a acomodarse en sus asientos, él asintiendo como un histérico a la espera del inicio de la nueva historia.
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Post by ev7e on Aug 16, 2013 21:23:55 GMT -3
-¿Esto?- Sally se llevó la mano al cuello e ignorando por completo la reacción de Matilda se acercó más hacia la mujer y le regalo una gran sonrisa de triunfo mientras levantaba el mentón y exponía en todo su esplendor a la gran tarántula- ¡Oh, esto es solo una de las pequeñeces que hago para pasar el rato!- aclaró con una voz casi sofocada antes de pasear la vista por las personas a su alrededor, recibiendo las risas de Hilaria como un cumplido hacia su persona-¿Te gusta? Ya veo que te dejé sin aliento ¿Verdad, Derian?- agregó en dirección del lanzallamas a quien acababa de notar detrás de la directora del circo- ¿Qué pasa, Matilda?- preguntó observando muy de cerca a la mujer y balanceando inconscientemente al animal sobre su nariz. Rufus sostuvo a la payasita para que no cayera al suelo y le dedicó una sonrisa divertida. -¡Cuidado! -dijo entre risas- No quiero fracturarme la cadera antes de mi acto, después ya veremos... y Sally- la aludida gruñó enderezando la postura- disculpa, Aphrodite- el anciano rodó los ojos por lo ridículo del nombre, aunque la estrafalaria mujer volvió a su peculiar normalidad- Aunque tu talento para hacer insectos de hilo es impresionante (y escalofriante),creo que a nuestra directora no le causa mucha gracia. ¿Estoy en lo correcto, Ivanés? -¡Oh, por todos los cielos!- refunfuñó Nuria acercándose por el túnel y colocándose en el lugar exacto entre los circenses y la vista del show de los leones- A ella no le gustan las arañas, ¿A quièn en su sano juicio le gustan esos bichos? Solo aleja ese collar de ella y todo estara bien, Sally- agregó poniendo énfasis en el nombre real de la muchacha- Ahora dinos ¿Qué carajos haces aquí? -Yo solo quiero hablar con Matilda- respondió con simpleza y clavando sus bonitos ojos verdes en la directora de Circus Maxium.
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Post by bachi on Aug 17, 2013 1:14:00 GMT -3
Matilda Ivanés no pudo responder en el acto. Primero tuvo que controlar sus nervios, comprobar que lo que Derian le estaba señalando era cierto, y luego se encargó de sonreírle... más bien forzar una sonrisa torcida dedicada exclusivamente al mago, que como era habitual en él, había dado en el clavo. Aprovechando la repentina interrupción de Nuria, Matilda le arrebató el collar a Sally de las manos, no sin antes hacer una mueca de desagrado. Sujetándolo con la punta de los dedos, se lo arrojó a Derian y le dio dos palmaditas modestas en la mejilla. —Hazme el favor e incinera esa cosa —le susurró, inclinándose a un costado para evitar que pudieran descubrir sus malvados planes. Antes de que cualquier mirada del lanzallamas atentara contra su moralidad, la directora se encogió de hombros— ¡Si ya la escuchaste! Son su especialidad, así que debe tener cientos de esos guardados por ahí... solo para molestarme —gruñó entre dientes al final. Ahora sí. Se limpió las manos, palma contra palma, y atacó el problema principal de raíz. Con una mano certera como maestro de karate, sujetó por una oreja a Hilaria y por otra a Sally. Su semblante era una solemne muestra de orgullo. Allí "nada había pasado nadie había gritado". —Tal y como acaba de decir Nuria, querida (luego hablo contigo, payasa endemoniada) —Miró a Hilaria en una fracción de segundo, a sabiendas de que nada ni nadie controlaría ese ataque explosivo de energía durante un buen rato. Volvió a la intrusa y le tironeó de la oreja, haciéndola subir y bajar la cabeza— ¿Se puede saber qué es eso de interrumpir reuniones importantes, EN MEDIO de una función, FILTRÁNDOSE en MÍ carpa sin autorización? ¿Es que NO VEÍAS que estábamos en algo de SUMA importancia AQUÍ? —Señaló al pequeño grupo con la cabeza, como si en realidad estuviesen en una oficina llena de empresarios serios y organizados—. Ahora bien, tienes tres minutos exactos para decirme lo que querías decirme. Alejandro los controlará. Ni más ni menos. Si no, Rufus, te doy total permiso de convertirla en una araña. A Derian le encanta comerlas con cereales. Él desayuna peligro... Y Nuria lo cocina —Y le relampaguearon los ojos, mientras acercaba la nariz a la cara de la jovencita impertinente—. Tus tres minutos ya están corriendo.
Lobelha no opuso resistencia. De hecho, habría hecho exactamente lo mismo que Uzeil un par de minutos después, si él no se le hubiera adelantado. Por estar parloteando, había perdido un poco del principio del show y no entendía nada, aunque a juzgar por los demás rostros, nadie entendía mucho tampoco. Suspiró de alivio y en seguida picó el hombro de su acompañante con el dedo índice una y otra vez. —¿Qué dijo, qué dijo? —susurró insistente justo cuando las luces se apagaron.
Lo que sucedió a continuación pasó todo tan rápido, alumbrado solo por una oleada de flashes frenéticos de distintos colores, que fue difícil para toda la audiencia distinguir lo ficticio de lo real... después de todo, ¿quién les aseguraba a ellos que todo lo vivido esa noche no era, de hecho, verdadero? En cuanto el león Maquiavelo dejó de hablar, entró en escena un león llamado Jerry, a juzgar por lo que una voz melodramática desde el más allá decía. Jerry era un león común y corriente, si se ignoraba la cuestión de que tenía entrenados una fila de tiernos patitos que saltaban una hilera descomunal de aros por él... Volaban, más bien, de aro en aro. Y mientras las luces se apagaban, se volvían a prender y mostraban patos volando por todos lados, cerca de Jerry aparecía un tal Mafuma, que en el momento justo y preciso abrió la boca, y se tragó a los patitos amarillos para desconsuelo juvenil. No hubo mucho tiempo para llorarlos. Tras un sonoro eructo, de la boca de Mafuma salieron los patitos despedidos en todas direcciones, y la voz en off comenzó a reírse y a silbar de nuevo. En cierto momento, Lobelha creyó que algo le había rebotado en la frente, pero lo ignoró, volviendo a meter la mano en una nueva bolsa de palomitas que había comprado. Esta vez los dos leones se volvieron al domador, que los invitaba a saltar los obstáculos. Los felinos se negaron y en vez de eso, saltaron sobre la cabeza del sujeto y trabajando en equipo le robaron la galera. La arrojaron a través de los aros obligándolo a ir en su búsqueda: La luz del show siguió al domador mientras atravezaba esa serie de mortíferas y exageradas obstrucciones, mientras el sombrero parecía cobrar vida propia (En un pequeño halo de luz se lo ve a Maquiavelo sosteniendo una caña de pescar entre los dientes)... ¡Y de repente, cuando finalmente alcanza la galera...! detrás de él se ilumina toda la pista del circo, mostrando a los tres leones sentados sobre sus cuartos traseros cómodamente en tres sillones junto a la radio, vestidos exactamente igual que el domador. Las risas de las gradas hacen que Thomas se voltee a ver, pero al parecer ya es demasiado tarde para poder distinguir quién es el verdadero domador. Al acercarse al círculo, todavía sentados como dulces perritos, los tres leones comienzan a imitar sus movimientos de cabeza, llevándose una pata a la melena cuando Thomas lo hace, o tapándose los ojos también. —Esto es un problema, oh vaya que es un problema —se escucha desde los parlantes la voz del bigotón y se vuelve al público— ¡A ver a ver! Entre los presentes, ¿quiénes son los suertudos que tienen por ahí un pato? —¿Un pato? —preguntó la peliazul, estampándole la bolsa de palomitas a Uzeil en el pecho, para que aceptara algún bocado. A su alrededor varios comenzaron a alzar las manos, dando gritos de sorpresa. Lobelha se volvió a mirar a su amigo, frunciendo el ceño desconcertada... Hasta que una terrible sonrisa se formó en sus labios. Sin pensárselo dos veces, tomó la muñeca de Uzeil y lo obligó a alzar el brazo, con bolsa, palomitas y todo... Y un patito de goma. —¡AQUÍ! —exclamó— ¡AQUÍ TENEMOS UN PATO! ¡Unnn PAAAtooo!
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Post by Milly on Aug 18, 2013 0:09:15 GMT -3
Derian se quedó observando la pequeña fabricación artesanal depositada en sus manos por largo tiempo, dilucidando con más gravedad de lo que la situación demandaba si las órdenes de la directora tendrían el peso suficiente como para llevarlo a cometer la atrocidad de destruir sin permiso una posesión ajena. Pero sería la persona menos esperada la que conseguiría a tiempo rescatarlo de su terrible dilema. Hil, que no había parado de reír durante todo el tiempo que Ivanés quiso asirla de la oreja -su lóbulo era una zona tremendamente sensible a las cosquillas-, aprovechó la oportunidad de escabullirse cuando la mujer prefirió concentrarse en Sally y su aparente inoportuna aparición. Sus sigilosos pasos, que emulaban de forma paupérrima la sensual coreografía que las bailarinas habían ejecutado hacía nada sobre el escenario, la llevaron junto al escupefuego, nada menos. Sonrió todo lo perversa que su chiflada expresión le permitía y depositó un dedo en sus labios, solicitando la complicidad de su compañero. Él se limitó a sonreír. Un segundo después la llamativa tarántula sin vida ya se había perdido de vista y la payasa se apresuraba a reunirse con Santiago para mostrarle algo secreto que llevaba oculto en los bolsillos de su colorido vestido. —Puede que en algún momento nos sea útil —le susurró con una risita baja e intermitente.
—¡No puedo saber lo que dice si no me dejas escuchar! —medio en serio, medio en broma, Uzeil realizó un ademán extraño en dirección a Lobelha para invitarla a callar cuando el relato de Maquiavelo inició. Otra vez y con una facilidad impresionante había perdido noción de la realidad que lo circundaba, por lo que no había tenido ocasión de reparar en el objeto que tras rebotar contra la frente de su amiga, había ido a parar sobre su regazo. Rió a carcajadas cuando los tres leones comenzaron a imitar al nada respetado domador, pero la pregunta sobre patos lo desconcertó justo cuando la peliazul lo arrancaba de su abstracción al quitarle el aire con la bolsa de palomitas. Y ahí fue cuando distinguió al intruso patito de goma que tomaría en su mano con una curiosidad que no iba a tardar en lamentar. —¿De dónde salió est...? —se volvió hacia Lobelha, reconociendo en su sonrisa algo que no le agradaba. Luego observó el escenario... y a ella otra vez—. No... Pero era demasiado tarde. —¿Pero q-qué crees que haces? —gimió como un perrito lastimado, intentando a toda costa bajar el brazo que la chica le había obligado a levantar. Pero desistió un poco después al dar por perdida la causa. Y presa de la desesperación por no querer llamar demasiado la atención optó por dejar caer el objeto en la cabeza azul de su socia, levantando sus propias manos como si quisiera expiarse de algún crimen terrible. Apuntó a la muchacha—. ¡Ella, ella tiene el pato!
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Post by bachi on Aug 22, 2013 22:15:59 GMT -3
Santiago rápidamente se había aburrido de la discontinua conversación que llevaba a cabo la directora y su conjunto de espías (así había decidido catalogar a todos los involucrados). Con pasitos pequeños y silenciosos se había escabullido (porque era suuper relevante su participación para descubrir los misterios detrás de la llamada que había recbidido Alejandro, y no quería que lo extrañaran) hacia el túnel, desde donde observaba el espectáculo de turno, acuclillado en el suelo y observando entre las piernas de los demás payasos de Maxium. No escuchó llegar a Hilaria, aunque por lo general sus entradas triunfales las escuchaba todo el mundo, y se sobresaltó, agarrándose el pecho cuando entre la oscuridad la cara de su compañera vio la luz. —¿Qué? —empezó a preguntar, mirándola a ella y a eso que escondía en la mano— ¿Cómo, cuándo, dónde? —Frunció el ceño, se llevó una mano a la barbilla, pensativo y le pellizcó una mejilla para insistirle— ¿Por quéEe? ¿Descubriste qué es eso que los Espías del Círculo ocultaban? —Los ojitos repentinamente le brillaron de emoción— ¡No me digas que les robaste su código secreto Hil! ¡ERES UN GENIO! QUIERO VER, QUIERO VER.
Pero era demasiado tarde para que alguno de los dos diera un paso atrás. Junto a otros haces de luz que se dispersaban por el escenario señalando a otros tres afortunados que tenían patos entre sus bolsillos, zapatos o billeteras (La anciana que estaba bajando con dificultad por entre las gradas había declarado que le había aparecido dentro de la peluca); había aparecido otro que estaba apuntando directamente a las caras de Uzeil y Lobelha. La chica tuvo que liberar una de las manos con las que luchaba y forcejeaba por mantener en alto el brazo de su socio para cubrirse los ojos y protegérselos de la luz. Con la mano libre que le quedaba, aprovechó para pellizcarle el codo y obligar al chico a pegar un salto. —Está viniendo hacia acá —comenzó a susurrar entre dientes con una sonrisa y voz chillona— ¡Está viniendo hacia acá! —Se empezó a reír. Y era cierto. En cuanto Thomas había notado al "cuarto" integrante de su nuevo grupo de discípulos, no había perdido tiempo para cruzar la pista a grandes zancadas y con una enorme sonrisa bigotuda. —Pero miren nada más y nada menos a quiénes les tocó el cuarto pato —Era inexplicable la emoción que contenía su voz, lo grande que tenía abiertos los ojos— ¿A cuál de los dos...? —Pero sin darles tiempo para responderle, había levantado la soga que separaba las tribunas del escenario y los estaba invitando a pasar— ¿Saben? —Se inclinó como si les contara un secreto—, no suelo hacer esto con los nuevos, y normalmente son cuatro ayudantes nada más. Pero si el pato los eligió...¡Bueno! El pato los eligió. Matilda no puede evitarlo. No tendrá excusa para matarme —Thomas parecía algo preocupado al respecto. Lobelha no necesitó ninguna otra explicación. En menos de un segundo estaba arrastrando a Uzeil al medio del escenario, casi saltando de la felicidad, hacia donde estaban los otros tres ayudantes. Uno de ellos era la ancianita sorda, mientras a su lado esperaba una mujer que no parecía muy segura de querer estar allí y echaba nerviosas miradas al tercer asistente, un chico que estaba sentado en el suelo y miraba al techo con aire soñador.
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Post by ev7e on Aug 23, 2013 21:11:01 GMT -3
Aunque el jalón de orejas que Matilda les dio a ambas fue en realidad bastante tosco, la risa de Hilaria era tan contagiosa que Sally no pudo más y soltó un par de risitas nerviosas cuando la mujer la liberó de su agarre. -Lo que tengo que decirte es lo mismo que te vengo pidiendo desde que esto- sacó el folleto morado de uno de los bolsillos de sus pantalones y lo extendió para que la directora lo viera- apareció regado por toda la feria. -Esta loca- susurró Nuria antes de que Rufus la silenciara con un suave “shh”. -Se que piensas que es injusto para los demás, aunque yo no veo cual sea el problema- siguió la muchacha agitando algunos de los dreads sobre su cabeza y creando el desesperante sonido de la madera pulida al chocar entre sí. (( Hey, a mi sí que me altera ese ruidito :c )) – Hoy vi a Hauffman cuando hacia yoga sobre tu motorhome ( no me refiero a él, sino a mí je- je) y sé que solo se han presentado dos chicos y te hacen falta más. No lo puedes negar, lo consulté con las cartas- mostró su gran sonrisa de tiburón- y además, ellas también me dijeron que me ibas a escuchar esta vez y lo ibas a hacer de verdad siempre y cuando me presentara delante de todos. Es por eso que estoy aquí. Vamos, Ivanés, esta es la primera vez que pido algo en favor mio. No pido un trato especial, solo que me des la oportunidad...Sé sobre la invitación. Quiero unirme al circo.
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Post by Milly on Aug 24, 2013 11:32:42 GMT -3
No pudo contener la siguiente ronda de risitas idiotas. Metió la mano a su bolsillo con el dramatismo propio de una película de acción, dejando a la vista de su compañero payaso parte de la bonita tarántula fabricada por Sally. Solo una fracción de segundo la expuso antes de volverla a meter en su escondite imposible de rastrear. Fingió que también ella intentaba ver el espectáculo por entre los demás payasos para acercarse un poco más a Santiago. —Es mejor que el código secreto, payaso torpe —le sacudió el hombro para hacerlo entrar en razón... o lo que Hilaria consideraba razonable—. ¡Es el punto débil de la líder de los Espías! ¡Su Kryptonita! —estaba tan excitada como el joven junto a ella—. Viste cómo reaccionó. Mientras este tesoro esté en nuestro poder... seremos invencibles. ¡INVENCIBLES, Santiago! Quizás, si lo guardas tú... sí. Será lo más conveniente. Entre mis cosas solo se perderá —volvió a buscar la tarántula en su bolsillo. Y tan veloz como la había hecho desaparecer de las manos de Derian ahora la metía por el cuello del traje que Santiago vestía para ocultarla. Volvió a posar el índice sobre sus labios pintados. Ahí naaada de nada había pasado. Solo para asegurarse echó un vistazo a sus espaldas. Y fue cuando distinguió el folleto morado. Llegó como un relámpago a mezclarse otra vez con el resto de los espías, abrazándose de la espía mayor por la espalda. —¡Matildaaaa! Tienes que decir que sí, ¡por favor! ¡POR FAVOR! —pegó un par de saltitos sin soltarse aún de la directora—. Solo imagínalo. La increíble Aphrodite. Todos se volverán locos nada más que con el nombre. Vaaaamos, Sally tiene más derecho que nadie de audicionar.
Lo peor de todo era que Uzeil tenía muy claro que más tarde, cuando todo acabase, no tendría corazón para hacerle pagar a Lobelha por exponerlo a semejante bochorno. Se dejó guiar por la muchacha directo al centro del escenario, manso y calladito como oveja. La luz sobre su cabeza le molestaba un poco, pero a pesar del nerviosismo no tardaría en descubrir que la sensación le agradaba. Deteniéndose junto a la abuelita, contempló al público como se se tratase de un mundo nuevo. Porque desde esa perspectiva definitivamente lo era. Inspiró hondo para darse fuerzas. Después de todo, si conseguía entrar al circo, tendría que saber manejar ese tipo de situaciones solo. —¿Qué se supone... —se dirigió al bigotudo domador. En su voz trémula se adivinaba el temor de dar con una respuesta que no le agradase. No se olvidaba que muy cerca había tres leones observándolos—... qué se supone que debemos hacer?
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Post by bachi on Aug 24, 2013 16:56:34 GMT -3
Si hubieran tenido que hacer una caricatura de la cara que Santiago tenía en ese momento, habrían tenido que ponerle ojitos japoneses brillosos. El chico suprimió un sollozo y se secó una lágrima de mentira, observando a su amiga con un orgullo paternal. —Hilaria —comenzó a decir, soñador— ¿te das cuenta que con esto podríamos dominar el mundo? —La emoción se trasladó en un aullido de euforia al estilo indio, cantando una precipitada victoria sin caer en la cuenta que Hil se había desvanecido tan rápido como había venido. Sin comprobar su presencia, se lanzó sin más ni menos al cuello de su compañera para arrastrarla a la danza bélica... y terminó estampándose de cara al suelo. No importaba. Santiago sonreía de oreja a oreja mientras respiraba tierra, sabiendo que tenía el amuleto en su poder... Cosa que cuando pasaran los efectos circenses, confirmaría con horror.
El susurro de Nuria, que no había pasado desapercibido, no hizo más que reafirmar sus sospechas. Sally Cole definitivamente había perdido la cabeza. Frunciendo el ceño tanto como podía, levantando un dedo índice en el aire con solemne determinación, inhalando hondo para soltar su rotundo dictamente... y tanta preparación para ser interrumpida en medio del acto, justo y cuando Hilaria se le lanzaba a la cintura para tironearle del vestido y hacerle quebrar tanto su porte como su poco-estable estado anímico. En un arrebato de crisis y todavía con la chica colgándose de la falda, Matilda se volvió a Rufus y le arrebató de las manos el sombrero para ponérselo en la cabeza, más bien esconder la cabeza en él. Menos de un segundo después comprendió que había sido un error, cuando se vio sumergida en la oscuridad aplastante del universo, flotando delante de galaxias de fondos violetas... Nada más y nada menos que solo con su cabeza. El resto de su cuerpo había quedado en Circus, obviamente. —Alejandro —se escuchó la voz apagada de la directora y no venía precisamente del lugar donde debería estar su cabeza sobre el cuerpo que ahora ponía los brazos en jarra. Parecía venir de un poco más "abajo"— ¡Suarez! Sí, sí. Aquí, en tu bolsillo, pecas. Espera. Ya trepo yo —Un par de maldiciones, gruñidos y suspiros, y una cabecita pequeña de Matilda apareció desde el bolsillo del asistente. Su cara demostraba el colmo de la situación—. Te recomiendo que no metas la mano ahí dentro durante la noche, me trepé con los dientes... Rufus, ¿qué demonios tienes en tu sombrero? Ahora sí —Se volvió tanto a Hilaria como a Sally—. Considerando que tienes en tus manos el boleto, la falta de gente y lo verdaderamente inoportuno de tu intromisión hoy aquí, solo puedo darte una respuesta positiva PERO —se adelantó antes de ver los estallidos de emoción. Frente a ella, su cuerpo intentaba por no perder el equilibrio frente al desenfreo de la payasa—, PERO repito, te someterás a las pruebas. Porque estamos buscando lugar para gente específica, "actos" específicos Sally —Ahora era la mini-cabeza de Matilda la que sonreía—. Pruebas en las que estarán a cargo tanto Nuria y Derian, aquí presentes, como Fin y el resto. Descontando de lado que muero por verte saltar de trampolines a piscinas repletas de tarántulas... —Levantó la mirada y miró tanto a Rufus como a Alejandro— Bueno. Tú viejo barbi-verde no sé si luego del show te irás de parranda o no, pero si el señor Suarez se presta disponible, pásate por mi oficina y arreglaremos un par de asuntos de inscripción. Ya que ya te conocemos, podemos hacerlo un poco menos formal.
Luego de que Thomas le respondiera, Uzeil sabría que habría sido mejor, mucho mejor nunca haber preguntado. La sonrisa de Cheshire que el domador esbozó al fijarse en los nuevos, la manera en la que se frotó las manos y en que les guiñó el ojo, hizo dudar hasta a Lobelha: Thomas no tenía ni un ápice de la capacidad de las bailarinas para lavarles el cerebro y poder hacerles cometer locuras. Pero no les respondió. El hombre se volvió al público, alzando los brazos, y exclamó: —¡Humildes ciudadanos de Roma! ¡Aquí tienen a sus Gladiadores! La luz se apagó y volvió a prenderse. Mientras un estallido de silbidos, aplausos y exclamaciones recibía a los cinco participantes, ahora vestidos con petos de armaduras de plástico y espadas de madera, la voz en off (que evidentemente ahora se reconocía como la de Thomas) había aparecido de nuevo. —Se dividirán en dos equipos, valientes guerreros. El chico cachetón y su duende azul no cuentan como dos —Se rió con malicia—. Trabajarán en equipo con chico-dibujitos en el suelo, mientras la hermosa señora de ruleros y la hermosa dama de rojo formarán otro. Ahora, buena suerte —Lobelha casi podía imaginárselo sonriendo— A ver quiénes atrapan al verdadero domador primero. Al otro lado, frente a ellos, aparecieron cuatro leones. El muchacho que había estado dibujando con el dedo en la arena, se puso de pie y se acercó a los dos, sorbiéndose la nariz. Era increíblemente alto. Los sonrió perezoso y asintió, como si eso pudiera ser considerado un saludo decente, pero Lobelha intentó no perder los estribos y se volvió a Uzeil. —Yo solo sé que nos conviene correr. Esa viejita no parecía tan ágil antes con el bastón —Y era cierto. La anciana parecía correr ahora a la velocidad de la luz, seguida a duras penas por la chica, que seguía sin saber muy bien qué estaba haciendo.
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Post by ev7e on Aug 27, 2013 21:09:21 GMT -3
Antes de que alguien pudiese responder algo, Sally soltó el chillido de emoción que había estado conteniendo desde que Matilda diera su aprobación. De un rápido movimiento, la muchacha se lanzó a los brazos de Ivanés apenas pudiendo reprimir los desesperados saltos de alegría y tan pronto como se le acabaran las palabras de agradecimiento pasó a abrazar a la joven payasa que lucía tanto o más feliz que ella para continuar con la celebración. -No tendré ningún problema en brindarte mis servicios, Matilda- respondió Rufus por sobre los gritos de las dos muchachas, dirigiéndose a la cabecita que sobresalìa del bolsillo de Alejandro- Pero tendrá que ser rápido, no quiero perderme el resto de la... -¡PERO QUE CURIOSO LLAVERITO!- explotó Sally intentando liberarse del abrazo mortal con Hilaria para correr donde el pelirrojo- ¡Si se parece a ti!- le habló al cuerpo tamaño real que aun se balanceaba con el sombrero en la cabeza. -Si, si. Un lindo llaverito- Siguió Nuria cruzando una mirada ligeramente alarmada con el mago. ¿Es que sería correcto si le diera un infarto al comprobar quién o qué era en verdad lo que colgaba de los pantalones de Alejando? Por suerte, su concentración duraba menos que la de una mosca rociada con insecticida- Sally, eh, Aphrodite.. -¿Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii? -Creo que deberías volver a la carpa, me refiero al otro lado de la carpa. Aqui estamos muy ocupados ¿Verdad que sí?-preguntó al resto de los circenses, colocando uno de sus pañuelos bordados sobre la cabeza de Ivanés para cubrirla de sus ojos desorbitados y metiendo una pelota esponjosa dentro de la boca de la payasa loca. -Oh, si- afirmó el anciano- Además, no querrás perderte a los leones. -Los leones son hermosos- alucinó la aludida. -Si, hermosos. Ahora largo. -Esta bien, de nuevo ¡Mil gracias!- dándole un último estrujon al cuerpo de la directora del circo, Aphrodite de apresuró a regresar por el mismo camino por donde vino.
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Harry
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Post by Harry on Aug 27, 2013 22:32:09 GMT -3
Hay que decirlo: ese truco de Matilda de salir de adentro del bolsillo de alguien siempre lo sobresaltaba un poco. Recordaba claramente la primera vez que experimentó el truco, cuando Matilda consideró oportuno hablarle desde dentro del bolsillo de la camisa que llevaba ese día. Primero, estuvo cinco minutos dando vueltas buscando de donde procedía la voz. Una vez que encontró de donde procedía, dio un salto, cayó mal y casi se desmaya. Pero eso había sido hacía tiempo ya. A estas alturas, ya sabía que mini-Matilda valía por la Matilda de escala uno a uno. Cosa que lo preocupó bastante cuando la nueva postulante (con un nivel de energía del que Hilaria estaría orgullosa) se le acercó. Agradeció que Nuria se encargase de la situación. Esperó a que Sally (¿O Aphrodite?) saliera para responder. -No creo tener nada más que hacer.- Respondió mirándose el bolsillo, encogiéndose de hombros.-En cuanto termine el show, nos encargamos del papeleo.
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Post by Milly on Aug 30, 2013 1:51:07 GMT -3
((Adoro a Sally <3))
Hil habría insistido hasta el hartazgo para que Sally los acompañase durante el resto de la función, pero Nuria había sido mil veces más astuta al silenciarla con una oportuna pelota. Permaneció en silencio el tiempo que tardó en tragársela como un pescado, sacarla por su oreja y detenerse a considerar -en medio de más risas bobaliconas- la posibilidad de repetir el circuito sacando provecho de las facultades que la carpa y su magia le otorgaba de noche. La cabeza de Ivanés fue lo que la llevó a decidirse y desistir. —Oye, Matilda... ¿por qué siempre te apareces en los bolsillos de Alejandro? No sé si estabas al tanto, pero mis trajes tienen muchísimos más bolsillos y todos son más bonitos que los de Suarez, sin ofender —añadió, observando al pelirrojo hacia el final de su absurdo reproche.
Cuando las luces se apagaron creyó que el mundo se tornaba vertiginoso e insoportable... hasta que, por algún motivo absurdo, sentir el peso de la espada de madera en su mano y el escudo de plástico sobre sus hombros, lo tranquilizó. Al menos hasta que divisó a los leones. —Esto no puede ser cierto —se lamentó de pronto, observando con recelo al muchacho que los saludaba con una calma que llegaba a ser escalofriante. Al menos, pensó, Lobelha estaba corriendo su misma suerte y se notaba mejor preparada para el desafío de los gladiadores. En realidad, parecía mejor preparada que Uzeil para cualquier cosa que les pusieran por delante. Con un nudo en la garganta, asintió al comentario de la chica. Pero no se volteó a ver lo que hacía el otro equipo; lo único que iba a conseguir así era aniquilar de un golpe sus escasas esperanzas de victoria—. Bien... acabemos con esto. Intentemos acorralarlos, luego, si lo logramos y seguimos vivos, decidiremos a quién atrapar. ¡A la carga! Esgrimió su espada en el aire con un extraño y breve aullido de guerra antes de abalanzarse por derecha hacia los cuatro leones. No tenía tiempo que perder, pues seguramente el otro equipo les llevaría algo de ventaja.
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Post by bachi on Sept 1, 2013 20:04:56 GMT -3
((Jojojo. Ya tengo preparado el próximo postie C8 Descuiden, lo dividí en dos partes o se me iba hacer una Biblia interminable )) Debajo del pañuelo de seda brillante, la cabecita de Matilda soplaba hacia arriba como si quisiera sacarse el flequillo de los ojos. —¿Ya está? —preguntó con la voz algo tapada— ¿Ya puedo salir? Ay, que alguien me haga el favor de… Gracias querida —Se agradeció a sí misma la directora, en cuanto vio a su propio cuerpo inclinarse (no sin antes haber tropezado con un zapato de Hilaria y haberle apretado la nariz al viejo Rufus para evitar la caída) hacia delante y devolverle el susodicho pañuelo a su respectiva dueña. Con un empujoncito de dedo índice, la mano de Matilda empujó la parlanchina nuca dentro del bolsillo de Alejandro y se quitó el sombrero con un mágico “PLOP”. Tras varios estornudos, la mujer recuperó la compostura. —Ahh —suspiró, sosteniéndose de la cabeza de la payasa—. Prometo que la próxima me aparezco en uno de tus bolsillos, Hil. Pero me da miedo qué tengas escondido ahí dentro. Verás, con Alejandro todo es un poquitito más predecible… No quiero terminar dentro de un calcetín sucio tuyo —Matilda sonrió—. Bien, ya con todo esto, olvidé de qué estábamos hablando ¡De todas formas…! —se atajó antes de que su asistente, la bailarina o la payasa pudieran responderle— prefiero esperar a que termine el show. Una vez que tengamos los papeles de Sally todos en orden, hablaremos de… eso. Ahora, si mi reloj de pulsera no se equivoca —Lo miró. En vez de números, las agujas tenían las caras de sus artistas—, Thomas debería estar terminando y usted, queridísimo Derian, ya mismo en el túnel aguardando su turno. Suponiendo que Hilaria ya estaría lo suficientemente distraída a esa altura como para prestarle atención a sus palabras, la mujer se volvió a los demás. —El tema de mi sobrino dejémoslo de momento ahí. Lo retomaremos recién mañana a la mañana, sí sí, y me encargaré personalmente del asunto. No sé si hacía falta que lo supieran —comentó como si nada—, pero está al tanto de que trabajo en este circo (aunque no sabe de qué), así que si mis cálculos son correctos, vendrá directamente hasta aquí. Y con un poco de suerte, aparecerá en el momento justo en el que aparezca la doctora, sí sí —sonrió frotándose la manos. —¡Sí! ¡La idea de sobrevivir, por favor, que sea nuestra prioridad! En cuanto Uzeil había dado la alarma (un grito de guerra que poco y nada Lobelha habría esperado escuchar salir de la boca del chico ni en un millón de años), los dos rezagados se había puesto a correr detrás de él, blandiendo las espadas en el aire como su fuesen las armas letales que definitivamente no eran. —¡Los estamos alcanzando, Uzeil! —exclamó la chica con una sonrisa radiante, refiriéndose tanto al equipo contrario como a los leones, que no parecían muy decididos a moverse del lugar. Incluso, si la vista no le engañaba, los aguardaban bostezando y meneando las colas. Pero, como era costumbre en el circo y para no romper con hermosa tradiciones vertiginosas, lo que a continuación pasaría, ocurriría en un abrir y cerrar de ojos. Ya estaban frente a frente los leones, la carrera que había dejado a la chica casi jadeando (la maldita pista parecía haber crecido diez metros más, a ella no la engañaban) los había equiparado al otro grupo y ya no había muchos pasos más para dar a torcer. Lobelha había pensado en detenerse de repente al ver ahora los dientes colmilludos que tenían esas fauces, pero una miradita de reojo le hizo comprender que o hacía aquello al extremo… o lo hacía al extremo de todas formas. Porque la mujer de vestido rojo, casi como en cámara lenta, se había arrojado hacia un león, la anciana la estaba imitando y ELLA DEFINITIVAMENTE TENÍA QUE HACER ALGO. Sin contar que eran solamente 4 leones y ellos 5, empujó a sus dos compañeros de equipo hacia delante y los siguió. Con un grito estrafalario y el corazón bombeándole a toda velocidad, cerrando los ojos y lanzándose de lleno al león que tenía en frente; rezó al cielo y todos los dioses conocidos para que no se la tragaran de un bostezo. Y mientras los gladiadores hacían esto, en las tribunas la gente se ponía de pie entre escandalizada y estupefacta por lo que vendría a continuación… Se escuchó un fuerte “PLOF” mientras debajo de los competidores aparecían unos bonitos peluches de león, exceptuando por la anciana, que agitaba los brazos en el aire de manera triunfal mientras yacía sentada sobre la espalda de Thomas. El domador sonreía y saludaba desde el suelo a las tribunas y a sus leones, que estaban tranquilitos y melenudos sentados en los sillones junto a la radio varios metros por delante. Habiendo felicitado al equipo ganador con ramilletes de rosas que los leones les entregaron, se volvió a los novatos con una sonrisa radiante y la ropa intachable, como si nunca hubiera estado en el suelo. —Se ven terribles, déjenme decirles —sonrió y les guiñó el ojo, pidiendo también aplausos para ellos—. No hace falta que se quiten las armaduras, desaparecerán en cuanto salgan de la carpa… aunque claro, seguramente ustedes podrán quedárselas —añadió volviéndose a Uzeil y Lobelha—. Ahora creo que lo mejor será que vuelvan a sus lugares. No querrán convertirse en fósforos vivientes con el siguiente acto, eh!
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Post by ev7e on Sept 6, 2013 19:38:14 GMT -3
-¿Pero qué…?- Sam quedó con los ojos como platos cuando los tres peluches aparecieron sobre la pista y evitó atragantarse de la risa cuando la anciana irradiaba alegría cómodamente sentada en la espalda del domador- ¡ESO FUE ASOMBROSO!- rugió animado cuando el resto del público rompía en vitoreos. -¡CASI ME ROMPES LOS TÍMPANOS!- gritó a su lado una muchachita muy flaca y de cabellos enredados en trenzas de colores. Pero cuando se volteó a pedir disculpas, descubrió que ella no parecía molesta- ¿Esta ocupado aquí? Sam no recordaba a nadie que hubiese estado a su costado, en toda la noche no había tenido oportunidad de apartar la vista del centro de la pista. Negó con la cabeza y la chica se sentó junto a él, sacando de los bolsillos de sus anchos pantalones varias bolsas de frituras y un par de botellas de jugo de manzana. -¿Quieres?- le preguntó extendiéndole una bebida. -Gracias. Soy Sam. -Dime Aphrodite.
-Yo te acompaño- dijo Nuria, quien se había colgado del brazo libre de Derian y ahora lo llevaba casi a rastras hacia el túnel- Yo también quiero uno de esos peluches- añadió señalando al centro de la pista, donde pudo vislumbrar al domador junto con dos de los aspirantes. Imposible olvidar al duendecillo azul y a su curioso compañero. -Aun no entiendo por qué a él si le dejan interactuar con el público- dijo medio en son de queja- Yo no me puedo aprovechar de uno solo porque podría mandarlo al manicomio, Fin tampoco puede porque los mandaría al hospital , tú probablemente al pabellón de quemados y no hablemos de esos payasos- se estremeció- Pero si Presidente Bigotes manda a cinco de ellos con los leones resulta ser una idea maravillosa y apta para todo público. Y quiero mi peluche de león- parloteó mientras se cruzaba de brazos-¿Tú que opinas?
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Post by Milly on Sept 15, 2013 10:28:02 GMT -3
Lo que Derian opinaba era que no se sentía cómodo al verse constantemente envuelto en un conflicto interminable del que prefería no tomar partido... pero por una cuestión de educación y sentimiento empático eso no podía decírselo a Nuria. En lugar de ello prefirió encogerse de hombros. —Opino que deberías discutir esto mismo con Matilda antes que acabe la noche y probar suerte. Hoy se ha mostrado bastante receptiva a las nuevas ideas... —se detuvo en el límite del túnel, donde las sombras todavía conseguían ocultarlo del público que aclamaba eufórico el espectáculo ofrecido por el domador y sus leones que ahora retornaban al estrecho pasadizo—. Sobre tu peluche de león... —aguardó a que su bigotudo compañero estuviera a una distancia prudente como para oír sus palabras—... no creo que Thomas tenga mayores inconvenientes para darte en el gusto si se lo pides. Pero si me equivoco, te prometo interceder —con el amago de una sonrisa que no alcanzó a tomar forma deslizó su brazo para separarse de la bailarina. Estrechó su mano con afecto de padre para despedirse y siguió avanzando hasta pasar por el lado de Omaia. Antes de adentrarse al escenario lo recibió con un golpecito en el hombro, un gesto que en Derian bastaba para dar a entender muchas cosas sin decir palabra alguna, como que lo felicitaba por el espectáculo entregado, y más importante, lo exhortaba por enésima vez a un pacto de no agresión con la bailarina para el resto de la noche.
Literalmente había mordido el polvo. Sentía las partículas de arena removerse incómodamente en su boca para recordarle su triste derrota. Pero se animó a pensar que no todo era desgracia; al menos -si se dignaba a creer en las dudosas palabras del domador- podría conservar sus armas de guerra... y a juzgar por la intensidad de los aplausos que llegaban a sus oídos, la audiencia había gozado en grande de verlos hacer el ridículo. Era suficiente premio para una noche y deseaba vivir un tiempo más como para disfrutarlo, así que, convencido de no querer acabar sus días como un fósforo viviente, arrastró a Lobelha consigo de vuelta a sus puestos. —Bueeeno, después de todo no fue tan malo —admitió con una sonrisa cuando tomó asiento a salvo en su lugar, apenas un segundo antes que las luces volvieran a sumir al mundo en una oscuridad densa que acalló los aplausos. Pero la penumbra no duró demasiado. Dos antorchas iluminaron la entrada al túnel que los leones acababan de dejar atrás. Una a cada lado del escondrijo, se mecían al ritmo discontinuo de la insólita música que acompañaba el inicio de la nueva presentación: un solitario platillo, vibrante y, por qué no, tan enigmático como el sujeto que acababa de surgir de las profundidades del túnel. El hombre apenas visible por la luz cálida que acariciaba su rostro triste observó en silencio a la audiencia que contenía el aliento a la espera de algún acontecimiento extraordinario, y tomó ambas antorchas para avanzar hacia el centro de la pista. En algún momento que nadie alcanzó a identificar los platillos serían reemplazados por el marcado ritmo de numerosos timbales, tan profundos que Uzeil no pudo evitar contagiarse de la impaciencia curiosa a la que invitaban mediante su intermitente sonido retumbante. La expresión del hombre era imperturbable al detenerse en medio del escenario con una antorcha en cada mano. La pasividad de sus movimiento convencería rápidamente a los espectadores de que ese espectáculo constituiría una agradable pausa al mar de emociones hasta entonces vivido... y no demorarían en descubrir cuán equivocados estaban. Con un soplo delicado arrancó una gran llamarada de la antorcha a su izquierda, escapando de ella la figura de un ave que no tardó en extinguirse tras agitar sus alas un par de veces. Algo había en aquella inofensiva demostración que mantenía a Uzeil alerta: los timbales sonaban cada vez más fuertes, y su ritmo frenético iba en ascenso al mismo tiempo que las figuras que el hombre arrancaba de sus antorchas aumentaban en tamaño. Colibríes, zorzales, murciélagos, águilas, panteras y cabezas de elefantes que con sus berridos estremecían la carpa se sucedían con una velocidad vertiginosa y avanzaban en el aire acercándose siempre un poco más hacia el público. Entonces la percusión se detuvo. Y Brambilla comprendió que el domador de leones no había exagerado con sus advertencias. La siguiente vez que el hombre repitió su rutina decidió unir ambas antorchas, y no fueron figuras inocentes las que nacieron de las llamas al dejar escapar su aliento de vida. Una columna de fuego monstruosa surgió en medio de un torbellino rojo nacido de las pequeñas llamitas, y como un basilisco abrasador, mortal, ascendió hasta casi tocar el techo consumiendo el escenario completo y todas las critaturas de fuego que aún se mantenían con vida. Los adultos se apretaron al respaldo de sus asientos temiendo que el fuego los alcanzara y los niños jadearon de espanto al ver que el hombre había quedado atrapado en medio del incendio incontrolable. Uzeil también temió que hubiese muerto calcinado. Pero no tuvo demasiado tiempo para preguntarse qué era lo que había salido mal con las maniobras del nuevo artista. La columna de fuego se consumió a sí misma apenas un segundo más tarde, pero con ella había desaparecido también el lanzallamas y sus herramientas. Su lugar en medio de la pista era ahora reemplazado por una pira de fuego del tamaño de una persona. El silencio pesado marcaba un nuevo ritmo, absoluto e implacable, evidencia clara de que ahí en las graderías cada par de ojos atentos a la diminuta hoguera se hacían la misma pregunta que el regordete muchacho: ¿por qué esa llama no se movía?
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Post by bachi on Sept 20, 2013 12:17:45 GMT -3
La sola mención de la palabra “león” había hecho que tanto Thomas como su pequeña escolta felina volteasen a ver. En cuanto divisó al objetivo, y ensanchando una muda sonrisita inevitable, avanzó. El diminuto saludo de su compañero no pasó por alto, sin embargo, y se prometió pagarle con creces el favorcillo. —¿Soy yo —preguntó, cruzando los brazos en la espalda e inclinándose hacia delante como un niñito mientras le dedicaba a la gitana una expresión de completa incredulidad— o escuché por aquí que alguien exigía mi infaltable presencia? Detrás de él, Mafuma, Maquiavelo y Jerry se desplomaron en el suelo como si hubieran corrido la maratón de sus vidas. Ignoraban el llamado urgente de Thomas, quien agitaba la mano detrás de su espalda para que alguno se dignara a alcanzarle un peluche melenudo.
Lobelha podría haber concordado con Uzeil, pero no tuvo tiempo ni siquiera de respirar cuando la irrupción de Derian en escena la obligó a contener el aire. La mano de la chica viajó directo al brazo de su compañero en un intento desesperado de aferrarse a la realidad, mientras delante de sus ojos se desprendía la locura. Más de una vez creyó que estaba frente a un fénix o un dragón, más de una vez creyó que se le incinerarían las cejas y tuvo que agacharse para contener las ganas de gritar de asombro, miedo y admiración. Y cuando el domador de fuego (como así evidentemente debía llamarse) quedó atrapado entre las redes de las llamas, no fue solo Lobelha la que se puso de pie con los ojos llorosos, llorosos tal vez por el calor, por todo el tiempo que llevaba sin parpadear o quizás también de angustia; si no también varias personas entre las gradas. Cuando no pudo aguantar más la expectación, Lobelha tragó saliva y se volvió a Uzeil. Todavía mantenía los ojos bien abiertos, no muy segura de lo que estaba viendo. —Dime que el sexy lanzallamas está bien o… o… no sé. Correré directo a la pista.
Aprovechando la densa oscuridad que ahora era solo opacada por las misteriosas figuras de fuego que danzaban más allá en la pista, Thomas se dio vuelta, le arrebató a Jerry de las fauces uno de los peluches, y se volvió a Nuria. Claro que en los pocos segundos que eso le había llevado, no había esperado que alguien apartara a la bailarina a los empujones y se situara en su lugar. —Aquí… —Se detuvo en seco, completamente sorprendido cuando un ramo de flores le golpeó directo en el rostro. En vez de Nuria, ahora tenía cara a cara a la mujer de vestido rojo que había participado en su show, con una mano en la cintura y de nuevo balanceando peligrosamente en el aire las flores que usaba de arma. —¡Un ramo de flores! —exclamaba con una tonada extraña, algo afrancesada, y sumamente indignada.— ¡Mi equipo derrota a un león… y un ramo de flores nada más! A duras penas, Thomas intentaba protegerse con el antebrazo, mientras los gritos comenzaban a llamar la atención de todos los payasos que se habían quedado observando el espectáculo de Derian. —¡Qué clase de SUJETO… —Bam, bam. Cada pausa significaba dos golpes inútiles— trata así a una JOVENCITA…! —¡Eh… EH! El caos estaba dinamitando en todas direcciones ahora que la noticia de una intrusa en los vestuarios se estaba esparciendo. Los compañeros de Hilaria y Santiago corrían en círculos, agarrándose las caras mientras se ponían sombreritos con luces de policía, zumbando como moscas de aquí a allá inútilmente mientras imitaban las sirenas de bomberos a los gritos. —¿¡Qué demonios está pasando allá!? Matilda había dado un brinco y ahora estiraba el cuello, de puntitas de pie, para poder ver entre la marea de payasos que se había desencadenado como efecto dominó. Era como la estampida de ñus de El Rey León, solo que mucho más bulliciosa si se consideraba que estaba formada por personalidades casi tan explosivas como la de Hilaria, con sirenas, luces y globos de agua lloviendo en todas direcciones. La directora agradecía de corazón cómo la magia del circo limitaba ese griterío solo a los vestuarios. —¿¡ES QUE NADIE PUEDE DECIRME QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO!? ¡THOMAS! ¿QUÉ HICISTE ESTA VEZ? Pero el domador no le respondió. En vano intentaba echar hacia fuera del vestuario a la intrusa y al mismo tiempo quitarle el ramo de destruidas flores, mientras seguía recibiendo golpes inofensivos a diestra y siniestra. —¡Matilda…! ¡EH, ESA TENÍA ESPINAS! ¡Una loca… una loca entró y… NO, JERRY, NO. —¿¡QUE JERRY QUÉ!? Habiéndose olvidado de que los leones seguían detrás de él, el domador había bajado la guardia. Mientras Maquiavelo y Mafuma yacían sentaditos y tranquilos a un costado observando toda la escena, el más joven de los hermanos se había puesto de pie en dos patas e intentaba agarrar entre las fauces el ramo de flores, como si también él quisiera ser parte del juego. Pero el juego dejó de ser juego cuando una de las zarpas se le enredó en el pelo de la mujer y quiso zafarse… deslizándole por la superficie de la nuca una peluca que terminó en el suelo. Thomas y la mujer gritaron horrorizados al unísono, llevándose las manos a la cabeza, mientras el león aguardaba sentado y agitando la pata, intentando deshacerse de lo que parecía un trapo viejo. Jerry solo desvió la vista de su objetivo cuando Matilda irrumpió en la escena, hecha una furia. —¿¡QUÉ ES LO…!? —Pero cualquier tipo de recriminación se le quedó atorada en la garganta cuando, sumándose al grito de los otros dos, extendió el brazo y acusó con el dedo índice al sujeto despelucado— ¿¡BRUNO!? Su desvanecimiento se produjo de inmediato. Con un sordo ruido de bolsa de papas, Matilda cayó al suelo, mientras Jerry le daba lametones en la cara.
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nitta
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Post by nitta on Sept 20, 2013 13:29:47 GMT -3
((*se queda en shock, hace silencio por Matilda desmayada y... se marcha para regresar en mejor momento* n.nUU))
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Post by ev7e on Sept 21, 2013 19:56:30 GMT -3
Todo pasó tan rápido. En un segundo había considerado seriamente olvidar los desvaríos del domador y entregar “su reino por un león” mientras esperaba con los brazos estirados su premio al buen comportamiento. Al siguiente, estaba arrinconada junto a un montículo de cosas duras que no alcanzó a adivinar lo que eran (para su mala suerte) porque apreció, en todo su esplendor y aroma floral, el primer golpe en la cara de Thomas. Una vez hubo perdido toda la compostura que guardó en ese día y cedía a la Nuria tan desquiciada y paranoica como el resto de sus compañeros, se dejó caer en medio de sonoras carcajadas sobre el montículo de cascos (porque ya sabía que eran cascos de policía) móviles…¿Por qué esas cosas pod…? ¡MALDITOS PAYASOS! -¡No! ¡N..!- PLAF. El primer globo de agua se estrelló contra su nuca, despertando a las serpientes azules que se alzaron sobre la cabeza de Medusa siseando por cuestión de cinco segundos antes de que todos irrumpieran en el túnel y fueran arrastrados por la batalla desatada. Gritos, globos de agua, bolas de pintura, las irritantes sirenas de los payasos policías, la cara extasiada de Hilaria aparecía de vez en cuando entre el tumulto de gente cada vez que la gitana intentaba localizar a Thomas, el rugido del dinosaurio mascota de Rufus cuando se le cayó el sombrero, Jerry sacudiendo la pata con algo peludo y de pronto el grito de Matilda antes de desmayarse.
-Me pregunto si Derian sabrá que se está incendiando- susurró Sally levantándose de su silla como varias personas, pero a diferencia del resto ella no estaba preocupada. Solo quería una mejor vista del fósforo humano. -¿Derian?- preguntó Sam con medio cerebro en Aphrodite y la otra mitad en la pista. -El hombre que se cree una fogata en el campo. -¿Lo conoces? ¿Co…? -¡Shh! ¡Deja de distraerme! -Pero si fuiste tú la que… -¡SHH! ¡Mira eso!
-¿Matilda?- preguntó Rufus pasando una lucecita verde por sobre sus ojos. -No creo que te escuche- dijo Savannah dejándose oír en medio del ruido, que aunque había sido reducido a solamente al ruido de las sirenas de policía y las quejas de las gemelas por estar totalmente mojadas, aun era perturbador- ¿Y no se supone que debemos darle espacio para respirar? -¿Más? Rufus ha metido su cabeza en una pecera. -Una burbuja de aire, Nuria, no una pecera- corrigió el mago-¿El chico sigue por ahí? -Creo que está acorralado por la policía de narices rojas.
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Post by Milly on Sept 29, 2013 19:51:44 GMT -3
((Siento tanto, tanto, TANTO la tardanza. Entre que no tenía tiempo y ni cabeza para nada... u.u))
Muy cuidadosamente y procurando no apartar los ojos del escenario por un solo segundo, el muchacho dejó caer sus manos sobre los hombros de Lobelha para invitarla a ocupar su lugar una vez más. Siquiera se le había pasado por la cabeza poner en duda las palabras de la joven peliazul y ciertamente no estaba dispuesto a perder a su compañera de audiciones por culpa de sus impulsos. Pero mientras intentaba persuadir a la chica con la insistencia de sus acciones a no perder la compostura, rogaba internamente a lo que fuera que controlase aquella carpa por la vida del lanzallamas. Cada segundo que transcurría debilitaba un poco más las esperanzas de Uzeil de saberlo a salvo, pero antes de que consiguiera resignarse a una potencial catástrofe... ... un rumor estupefacto recorrió el público y las manos de varios espectadores se levantaron al unísono para señalar entusiastas al mismo punto detrás de la pira de fuego, justo hacia la extraña mezcla de sombras y humo que en solo un instante –uno en el cual todos debieron de pestañar, pues no llegaron a comprender del todo lo que ocurría– adquirió el porte inconfundible del escupe fuego y su impertérrita expresión. Y mientras aquel extraño sujeto rodeaba la estática fogata en medio de una espontánea ola de aplausos, Uzeil suspiró aliviado. —Creo que tu sexy lanzallamas está bien —el muchacho se burló respondiendo algo tarde a la pregunta hecha por su socia, dedicando todos sus esfuerzos a contener una carcajada, porque ahí en el escenario el sujeto volvía a captar la atención de todos.
Avanzaba Derian en torno a la extraña llama, cada paso acompañado del rasgueo de una guitarra invisible que marcaba el inicio de la próxima melodía. Exploraba aquella figura ardiente como un escultor evaluaría una gran pieza de mármol, jugando con la paciencia del público sin mostrar rastros de piedad. Y se detuvo, apenas un instante antes que las luces que habían seguido su camino se apagaran. Un resoplido suave en forma de susurro brotó de sus labios, y como si despertasen de un sueño profundo las llamas comenzaron a agitarse con una violencia inusitada. Bailaban sobrepasando la altura de ese que las controlaba, girando, retorciéndose un poco más cada vez que Derian las moldeaba sin llegar a tocarlas. En apenas un par de segundos la forma abstracta comenzaría a perderse bajo la figura humana que nacía de la inicial hoguera. Dormida y de pie ante su creador, el cuerpo delicado de una mujer de fuego se robaba las miradas de todos los presentes que para entonces exclamaban, algunos asombrados, otros recelosos. Ella abrió los ojos, dos hermosas lumbreras de fuego verde esmeralda que parecían capaces de atravesar el alma, y posando la mirada sobre todo cuanto la rodeaba con una curiosidad empapada de inocencia rió con un sonido crepitante al saberse viva. La melodía flamenca que hasta entonces solo se había insinuado en el abanico de rasgeos suaves se desencadenó al fin libre sobre la pista y acompañó los primeros pasos de esa extraordinaria criatura que parecía levitar sobre el suelo durante su avance, girando con la gracia de una bailarina hacia los límites desde los que el público la seguía hipnotizado. Su cabello era oro ardiente y su vestido un fuego violáceo y azul que fluctuaba ligero durante los alegres giros de su incandescente incorporeidad. Alcanzaba una peligrosa proximidad a los primeros asientos y sus temerosos ocupantes cuando, con un solo gesto de su mano, el lanzallamas ordenó el fin de su recorrido. Ella se volvió a observarlo sin que la sonrisa chispeante cediera, sino todo lo contrario: algo en la visión de aquel hombre pareció disparar su dicha. Derian se le acercó siguiendo el ritmo de la música hasta situarse otra vez frente a su creación y ofrecer una reverencia galante que la mujer correspondió con un encanto sobrehumano. Así fue que inició la danza. En medio de miradas cargadas de complicidad y elegantes aspavientos se desplazaban por todo el círculo del escenario, peligrosamente cerca el uno del otro, ella delicada, risueña y atrayente; él definitivo, noble e impasible. Estaba muy claro quién era de ambos la verdadera estrella que resplandecía con su propio brillo, no obstante, la concentración de la mujer iba dedicada por completo a ese hombre que a último minuto conseguía siempre apartarse de su alcance cuando ella intentaba acercarse más de lo prudente para tocarlo durante los puntos altos de la tonada. Pero cada fracaso la convertía en un ser todavía más cautivador, más dulce... más perfecto y difícil de resistir. Y todo vaticinaba que el temple del lanzallamas se aprontaba a ceder en cualquier instante. Que se quemaría por jugar con su propio fuego en el siguiente intento.
La diversión acabó para Hilaria cuando Matilda y su desmayo decidieron acaparar la atención en medio del maravilloso caos desatado. Bajó de la espalda de uno de sus compañeros payasos al que había trepado como medida estratégica para el lanzamiento de sus propios globos de agua, y fue a parar junto a Jerry. —¡Buen trabajo, Sherlock! —arriesgándose a recibir un zarpazo peligroso y juguetón se abrazó al cuello del animal sin poder dar un segundo de pausa a sus carcajadas. Ofreció una última caricia rápida detrás de las orejas para compensar el maravilloso trabajo realizado y se levantó, tomando la peluca que su nuevo héroe leonino había arrebatado al ahora acorralado impostor... hacia el que se abrió paso, toda risas. —Entonces... —observó la peluca entre sus manos, luego al hombre vestido de rojo—. ¿Así que tú eres el Bruno que creo que eres? ¿No que estabas fugitivo? ¡Bah! Eso no importa ahora —sacudió la mata de cabello justo en las narices del sujeto—. ¿Te das cuenta de lo que le has hecho a Matilda? ¿Qué se supone que hagamos si ella no despierta nunca más? ¿¡En qué pensabas!? ¡Confiesa tu plan maligno, villano! O me obligarás a hacer uso de mis fuerzas de seguridad entrenadas en Rusia —señaló a sus compañeros policías con una seriedad tan convincente, que por un momento cualquiera hubiera creído que aquellas narices rojas con luces en la cabeza en realidad eran un medio de extorsión eficaz.
((DIOS. Me quedó eterno. Perdónperdónperdónperdónperdón.... T.T))
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Post by bachi on Oct 12, 2013 20:15:24 GMT -3
((Soy yo la que tiene que disculparse por tardar XDU Y no te preocupes por lo largo, Milly 8DD Cuando hay inspiración, hay que usarla! Y vos acabás de usarla magistralmente <3))
—¿¡“Bien”!? ¡Cómo que “bien”! ¡Una loca bruja de fuego lo tiene atrapado al pobre en sus garras! Lobelha no bufó una, si no varias veces antes de cruzarse de brazos y resignarse a aceptar que ambos, la flameante parejita, se veía muy bien desde allí. Y en efecto, la silueta fueguina que daba aquellos pasos tan delicados de baile, era un agujero negro para toda la atención y las miradas que en el show estaban concentrándose. Lobelha rápidamente se perdería con los demás, ensanchando la sonrisa y dejando que la música le prendiera una pequeña llamita en el pecho. Mientras muchos hombres contemplaban boquiabiertos y hasta escépticos lo que tenían justo frente a los ojos, la mayoría de las mujeres, daban suspiros soñadores y miraban sus cámaras lamentando que no funcionaran para llenar de fotos y de flashes el espectáculo. Varias niñas, en la fila de los más jóvenes, ya se habían tomado de las manos y daban vueltitas, imitando a la pareja del artista, mientras los niños ponían todo su empeño en hacerles zancadillas.
Quitándose los restos de pétalos de rosa de la cabeza a manotazos, y abriéndose paso a duras penas entre los payasos que quedaban dando vueltas en círculos como juguetes con poca batería; Thomas se acercó al círculo, se hizo un hueco entre los presentes para asomar el bigote entre Rufus y Nuria, y estiró la comisura de la boca hacia un costado. Había dejado a los tres leones montando guardia junto al grupo de “policías” a sabiendas de que parecían entretenidos por un lado, y que preferían estar del lado de la batalla desde donde los globos de agua se tiraban, y no del lado donde se recibían. —No se ve muy bien… ¿cierto? —comentó, como si nadie hubiera tratado de golpearlo a fuerza de flora recientemente. Su par de ojos aleonados viajó al mago— ¿Y ahora qué se supone que hagamos? ¡ALEJANDRO! ¿Dónde se metió? El bendito de Lumiere también podría darnos una maldita mano… Ug, ¿eso es baba? No parece como si fuera a despertar en… digamos —Tocó el hombro de la directora con la punta del zapato dos veces—, un siglo. Además tenemos al loco de su sobrino ahí atrás —Señaló con el pulgar—. Y… ¿soy yo o Derian está bailando flamenco con una despampanante rubia…? —La lenta y maravillada sonrisa radiante que se le había formado a Thomas debajo del bigote, murió en el acto, demostrando su frágil capacidad de concentración— Esperemos que esa rubia si lo sea —Un escalofrío le hizo sacudir los hombros.
En tanto, rodeado de oficiales y agentes de apariencia hostil, obligado a permanecer sentadito en el suelo como la dama que no era, Bruno acomodaba dentro del envoltorio de papel las ramas de las rosas, con concentración pura y absoluto silencio. —¿Quieres que usemos el arma secreta? La voz susurrante de Santiago se asomó por sobre el hombro de Hilaria como si todo allí pudiera tener absoluto secretismo. Sin darse cuenta que detrás de él todos los demás payasos se inclinaban y estiraban las orejas para escuchar, continuó asintiendo profundamente serio, casco de policía en mano y en la otra, una letal bomba de agua. —Digo, esa que guardábamos para usar contra la Malvada Directora Tiránica —Se dio dos palmaditas en el bolsillo completamente empapado y guiñó el ojo. —¿De la KGB? —preguntó repentinamente Bruno. Su rostro se volvió lentamente a los dos que tenía en frente y todos los payasos detrás de Hilaria y Santiago corrieron en círculos para poner dos metros más de distancia. Los leones miraban con curiosidad al trio— ¿Fueron entrenados en la KGB, pregunto? Porque si es así, deberían conocer a mi abuelo —Bruno asintió, completamente serio. Su voz era la superficie calma de un charquito de primavera.
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Post by ev7e on Oct 22, 2013 21:24:07 GMT -3
-Asi que rubias- murmuró por lo bajo al mismo tiempo que las pequeñas serpientes azules se escondían en su cabello agitando los cascabeles- naturales o no, Ivanés sigue en el piso y no creo que la pecera vaya a hacerla volver en sí. -No es pecera, es una burbuja de aire- explicó Rufus con toda la calma del mundo mientras creaba pequeños remolinos de aire que llegaban a la nariz de Matilda- Pueden imaginar que es un casco protector cuya finalidad es evitar que sea perturbada por todos nosotros. Cuando vuelva a estar consciente, el casco desaparecerá y podremos arreglar todo este lío. Nuria ladeó ligeramente la cabeza, una señal clara de que el mago había perdido su atención desde “pecera”. -Solo cuiden que el loco de su sobrino no altere más a los payasos, no creo que sea seguro dejar que Hilaria y su epiléptica concentración lo vigilen-ordenó Rufus- o tráiganme a Lumiere y Alejandro, tal vez ellos puedan despertarla de una forma u otra.
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