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Post by Milly on Oct 27, 2013 21:39:03 GMT -3
Los centímetros se reducían. Cada vez un poco más. En el aire cálido y denso la certeza del peligro inminente, uno que comenzaba a transformar el asombro y la curiosidad de los espectadores en un masivo sentimiento de ansiedad irremediable en torno al destino que aguardaba al hombre que continuaba desplazándose sobre el escenario, indiferente a su circunstancia límite. Destellos cada vez más intensos eran los que brotaban del brillante bordado del chaleco de raso que Derian vestía; la luz irradiada por su compañera de baile lo hacía parecer verdadero fuego... y desde luego no tardaría en serlo en tanto ella persistiese en sus intentos por ganar terreno. El siguiente giro protagonizado por la bella dama de fuego sería decisivo. Ágil como una gacela repleta de entusiasmo adelantó a su pareja de triste mirada para confrontarla al fin, cuando la melodía se adentraba a su punto álgido. Y él no tuvo más remedio que detenerse y contemplarla ahí, frente a él, ofreciendo una sonrisa que parecía la trágica evidencia de su inevitable rendición. Los labios de fuego se curvaron en una sonrisa de merecido triunfo cuando se adelantó a unirlos con unos labios que, todos lo sabía, resultarían calcinados al primer contacto.
Uzeil, como muchos, estuvo tentado de proclamar un grito de advertencia. Y como pocos, consiguió reprimir su impulso.
Pero el beso perdió su chance de existir apenas un segundo antes de consumarse. El lanzallamas había retrocedido en el momento preciso para devolver el aliento a los miles de ojos que tras contemplar la escena con el corazón en la mano, aplaudieron alborozados ante la precisión de su respuesta. No todos estaban tan conformes con el actuar del hombre, sin embargo. Porque la mujer de fuego había perdido la sonrisa, instalándose entonces en su rostro una expresión de irritación que daba la impresión de haberse alojado en sus facciones desde siempre. Así daría inicio la metamorfosis de aquella criatura colmada de una pureza que estaba a punto de fundirse en sí misma. La cólera desfiguró su belleza hasta convertirla en la faz de una bestia, un monstruo humanoide de fuego rojo que dio muerte a la mujer y su atrayente encanto, reafirmando implícitamente la veracidad de aquel viejo refrán sobre el peligro de las apariencias. De su espalda abrasadora brotaron alas terribles, colosales y demoníacas, emprendiendo con ellas un vuelo bien dispuesto a dar caza al lanzallamas que ya se había preparado para la ofensiva. Combatió el humo negro que escapó de fauces de aquel ser con el fuego de su propio aliento. Una, dos, tres veces escapó de su ataque mortal sin recibir un solo rasguño... hasta que la bestia se resolvió a caer en picada sobre él. En esa ocasión el intento del hombre por frenarla llegaría demasiado tarde. Una segunda y última explosión de fuego, humo y calor repletó el escenario en el momento en que ambos, hombre y bestia, colisionaron. Y ambos desaparecieron sin atender a los llamados de los niños, ni al silencio estupefacto de miles de adultos que se negaban a reconocer el fracaso del hombre. Lentamente los focos de luz comenzaron a disolver la oscuridad imperante anunciando el final del número y el interludio al siguiente, dejando en el aire una pregunta que nadie podría pasar por alto. ¿Había sido ese el fin definitivo del lanzallamas?
La propuesta de Santiago fue música para los oídos de la payasa. Giró sus talones para encontrarse con la mirada de su compañero de escenas... esbozando una sonrisa tan cargada de travesura que llegaba a parecer grotesca, derechamente diabólica. Observó el bolsillo que el muchacho señalaba y asintió como una muñequita a cuerda. Había estado a punto de agregar alguna frase "inteligente"... hasta que la vocecita de su prisionero la arrancó de su extasiado ensimismamiento. Otra media vuelta y volvió a encarar a un Bruno demasiado tranquilo como para que cualquiera pudiera llegar a creer que ella y su equipo de policías estaban haciendo un buen trabajo. —¿En la K-G-qué? —aunque su mueca de consternación fue soberbia, no duró más allá de un par de segundos. Porque estaba resuelta a volver a su papel de general insensible—. ¿A qué crees que juegas, Ivanés? ¡Nosotros somos los que hacemos las preguntas aquí, muchacho! Pero solo para que te hagas una idea... —«Piensa en algo aterrador, Hil»—... fueron entrenados en un lugar tan horrible, tan espantoso y perverso... que ninguna sigla en el mundo sería capaz de describirlo como se merece —«Bueno... lo intentaste». Suspiró—. Y para que veas que hablo en serio y que no te conviene tomarnos a la ligera... ¡SANTIAGOOOO! El Arma. Por favor.
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Post by bachi on Oct 31, 2013 2:19:02 GMT -3
((Nueva página T_T Festejemos con champagna *descorcha, agita, baña a una multitud furiosa*)) Lobelha, en cambio, no había tenido una voluntad tan fuerte. —¡OH NO! ¡NO LO HAGAS, NO! ¡NO PUEDES TRAICIONARME ASÍ! ¡CREÍ QUE HABÍA ALGO ENTRE NOSOTROS! —exclamaba la chica mientras se tironeaba de los párpados hacia abajo, se cubría los ojos con las manos para ver entre los dedos o profería exclamaciones resignadas. Como muchas de las otras expectadoras, más que por la propia seguridad personal del actor, sus gritos indignados eran por orgullo propio, por eso cuando Derian rechazó a la imponente dama de fuego tras un giro gentil de la situación, Lobelha fue otra de las que se unió a los gritos de triunfo. Así como estaba, con armadura de juguete, puño y espada en el aire, parecía más un vikingo borracho que una chica decente. Pero fue la única que lanzó una carcajada triunfal cuando vio en lo que se convertía (en palabras de Lobelha) la "fea harpía". Estuvo casi a punto de subirse a los hombros de Uzeil para saltar la barandilla y correr al centro del escenario en ayuda del lanzallamas, cuando todo acabó, así casi tan rápido como había empezado. —No puedo creerlo... —La chica tardó en hablar. Su cara era la viva imagen de estupor que Munch había representado en su obra "El grito". De hecho, ni se asemejaba— ¡Uzeil! ¡No puede estar muerto! ¡Simplemente los artistas no mueren en este circo!
Todo el balbuceo exagerado que siguió los siguientes cinco minutos de charlatanería de Hilaria, Bruno los siguió como un expectador de tenis. Pero a medida la payasa hablaba, y a medida Santiago se unía a la conversación, la delgada línea de "locura oficial" quedó allí escasamente perfilada. —Mi nombre de pila en Vont. Bruno Vont —Bruno se rascó la cabeza y frunció el ceño como si hubiera algo que se le estaba escapando antes de que lo interrumpieran. —¡EL ARMA! —exclamó Santiago y detrás de él, los compañeros payasos lo imitaron como mimos—. El Arma, oh sí, ¡el arma! —Se puso a girar en círculos mientras rebuscaba en los bolsillos como un perro persiguiéndose la cola, hasta que pudo detenerse, con una sonrisa malvada, un guiño de ojo a Hilaria, y sacarla, triunfal, como Rafiki alzaba a Simba ante todos los animales del Reino.
Haciendo uso de todas sus preciosas facultades de artista, Thomas Omaia ignoró profundamente el alusivo comentario de la bailarina y se dispuso a fruncir el ceño, asentir y curvarse la punta del bigote con decisión mientras el mago impartía y repartía órdenes. —¡Muy bien! —En cuanto todo estuvo dicho, el domador dio un energético aplauso, haciendo todo lo posible por no desviar su atención del círculo en el que ahora ya estaba encerrado (No vuelvas la mirada a la pista, no vuelvas la mirada a la pista o todo está perdido) y miró al abuelo—. Yo voy por Lumiere. A estas alturas ya debe estar haciendo su flotación meditativa afuera de su remolque, no tardaré en encontrarlo y arrastrarlo hasta aquí. Mientras tanto... no sé, tal vez deberíamos recostarla en uno de los sillones, sacarla del suelo. No sé si la tierra va con su vestido, honestamente. Dejemos que Der termine su show y luego —El domador tragó saliva y, por primera vez en toda la noche, pareció preocupado. Con cara de cachorro miró al mago— ¿seguimos como si nada? Si no se despierta para el cierre final, Alejandro tendrá que dar el discurso. Él se los sabe de memoria, oh claro que sí, solo nos queda el pequeño problema de que ¿dónde demonios se metió Mister Pequitas? Y en ese momento, desde la arena de la pista, les llegaron los aplausos primero confundidos, luego melodramáticos de los espectadores, que estaban poniéndose de pie junto con la luz que de a poco volvía a iluminar el espacio del show, junto con los vendedores ambulantes que ya nada más tenían para vender en el intermedio. —¡Los payasos! ¡Ustedes, los payasos! —exclamó el domador de repente, señalándolos tras una exagerada exhibición del brazo— ¡Vayan ahí mientras busco a Lumiere! ¡Tres shows más y lo conseguimos! SOLO TRES —En ese momento giró sobre sus talones, tomó la mano de Nuria, le dio una vuelta, y como presa de un arrebato de heroísmo, le plantó un fugaz beso en los labios con toda la teatralidad de la que fue capaz—. Ni rubias ni morochas —Le dijo, con una mano en el corazón—: Azules. Ahora déjame marchar hacia mi destino. Yo... debo salvar la noche... ¡Y por favor que alguien le ponga otras ropas a ese chico! —exclamó mientras se alejaba a toda velocidad, espantando de a manotazos los brillitos en el aire que la magia del Circo le había llovido en la cara. Bruno, sinceramente extrañado, miró a Hilaria y a Santiago mientras se ponía de pie, sacudiéndose las piernas. Los leones no le quitaban la vista de encima. —¿Qué tiene de malo mi vestido? Está limpio, eh. Puedo asegurarlo.
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Post by ev7e on Nov 6, 2013 20:36:59 GMT -3
-Creo que perdimos a uno. Sally metió un puñado de palomitas en la boca de Sam cuando éste iba a responderle. -De cualquier manera, pienso que Derian es muy bobo si piensa que ese beso iba a terminar bien- siguió, esta vez mirando de un lado a otro evaluando las distintas reacciones del público- Quiero decir, si, la chica era muy bonita y todo…pero no creo que una entrada al hospital por una quemadura sea algo razonable. Y créeme, te sorprenderías si supieras lo que yo considero razonable. -¿Alguna vez dejas…? Otro puñado de palomitas cortó la intervención del muchacho. -¿Hablar? No realmente, me gusta hacerlo. Me gusta mi voz. ¿A quién no le gusta su voz? Sería muy extraño si a alguien no le gustara, y no es egocentrismo…realmente no sé lo que es. Pero a donde quiero llegar es que… Sintiéndose como un rehén, Sam solo podía asentir a todo lo que Aphrodite le dijera, tuviera o no sentido. Solo cuando ella tomaba un segundo para respirar, la vaga preocupación por la seguridad del lanzallamas aparecía en su cabeza.
En algún momento, en medio del desorden, el cuerpo de Matilda Ivanés empezó a levitar. Con Rufus tomando la tarea de guiar el cuerpo de la mujer hacia un improvisado sofá y con la urgencia del show de los payasos, Nuria se apresuró en ayudar al extraño muchacho. Eso sí, sin dejar de sonreír en ningún momento. -Estará limpio y estoy totalmente de acuerdo en que lo sabes lucir- comentó la gitana acercándose por detrás de Santiago e Hilaria, dándole un guiño a Bruno- Pero apuesto a que puedo encontrarte algo mejor en el vestuario de caballeros. Santiago, por favor deja de sostener a esa araña como si fuera tu hijo perdido….comienza a alterarme y podría ser algún instrumento de Sally para que la invoquemos- agregó dándole un par de golpecitos a una mesa de madera cercana- y no queremos que eso ocurra.
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Harry
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Post by Harry on Nov 12, 2013 22:00:35 GMT -3
No debió haber entrado a la carpa. Todo estaba tranquilo afuera. La recaudación de los puestos iba bien. Mejor de lo normal, a decir verdad. Se había vendido un poco menos de comida de lo normal, pero la venta en recuerdos lo compensaba con creces. "Y pensar que Hauffmann se opuso a lo de vender recuerdos. Que traería más pérdidas que ganancias." pensó satisfecho. Pero esa calma se desvaneció como un espejismo en cuanto entró a la carpa. Había dos personas reuniendo gente su alrededor, aparentemente. La primera era la propia Matilda, desmayada y levitando. La segunda era...Alguien. Alguien con vestido y que el pelirrojo desconocía. A juzgar por el revuelo, no podían ser más que malas noticias. "Nunca más me alejo de estos. No señor." pensó. Por dificil que fuera, intentó mantener un semblante tranquilo. Se acercó a la directora desmayada, y a la gente a su alrededor. -Soy consciente de que esto seguramente sea una pregunta compleja, pero... ¿Que pasó?- Preguntó, esperando alguna respuesta.
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Post by Milly on Nov 17, 2013 20:25:52 GMT -3
—¡Claro que no mueren! —Uzeil soltó una risotada grotesca al tiempo que invitaba a la muchacha a tomar asiento nuevamente y le quitaba espada y escudo de las manos por igual. A ver si así se calmaba un poco—. ¿Es que nunca has oído hablar de las actuaciones? Espera a que la función acabe y verás que tu lanzallamas se encuentra sano y salvo... y podrás reprocharle eso de que había algo entre ustedes dos —Al menos, él mantenía la esperanza de que sus suposiciones fueran ciertas. Bastaba con echar una mirada al público de los alrededores para entender que la mayoría -sobre todo las mujeres- se mostraba bastante afectada por el desenlace de aquel último número. Con algo de suerte el próximo acto los ayudaría a todos a dejar atrás ese momento—. ¿Crees que esa mujer de fuego tenga número? —Preguntó de pronto, solo para molestarla.
—¿Vont? ¿Bruno Vont? —Hilaria observó al tal Bruno extrañada. De un segundo a otro la rudeza de su puesta en escena se disolvió de su rostro, como quien remueve la suciedad con un poco de agua—. Pero yo creí, creí que... entonces, ¿por qué...? Entonces, con Santiago a su lado sosteniendo el collar de Sally como si fuera el objeto más peligroso del mundo, escuchó el llamado desesperado con el que Thomas los exhortaba a salvar el espectáculo de esa noche. Durante un segundo quedó paralizada en su lugar, observando embobada al domador. ¿Es que acaso el espíritu de Matilda lo había poseído? Y al segundo siguiente decidió que no importaba. Con tal de volver al escenario, cualquier excusa valía. —¡AAAAATENCIÓN PELOTÓN! —llamó a los payasos con una voz potente que, de no ser por la magia del circo, se habría escuchado en toda la manzana—. ¡Cambio de planes! Dejaremos las torturas para más tarde, ahora es momento de continuar la batalla en la arena. ¡Santiago, deja ya ese juguete! Con la delicadeza que imaginaba debía de tener un verdadero general, arrebató de manos de su amigo la bonita araña artesanal y la lanzó por los aires para tomar de la mano a su compañero payaso, hacer una seña al resto del elenco, y echar a correr hacia el túnel. La araña fue a caer con la precisión de un proyectil sobre la pecera que protegía la cabeza de Matilda, justo cuando Derian retornaba por el mismo pasadizo al que ahora accedía un tumulto de payasos escandalizados. —A mí también me gustaría saberlo —secundó las palabras de Alejandro tras contemplar el confuso panorama que incluía a una desmallada directora de circo y... ¿un muchacho usando vestido?—. Tengo la extraña sensación de que me he perdido de algo... o de mucho.
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Post by bachi on Nov 23, 2013 1:14:05 GMT -3
Las palabras de Uzeil hicieron lo posible, pero sin embargo no lograrón entrar por completo dentro de la caparazón que se había formado en la cabeza de Lobelha. Dejándose guiar a su lugar, con el ceño levemente fruncido y puchero de niña de cinco años, la chica no le quitó la vista a la pista hasta que no escuché increparle a su compañero su ignorancia respecto a los shows. —¡Hey! —le pellizcó el hombro, volviendo a sonreír— ¡Qué tanto te mofas, si no fuera por mí, todavía estarías en ese banco de la plaza decidiendo si venir o no! —Así que el chico lo había conseguido, por un lado volverla a la realidad, y por otro, ganarse otro nuevo pellizcón por la pregunta insolente de su competidora de fuego— ¿Por qué preguntas? —Lobelha enarcó una ceja y sonrió maliciosa— ¿Acaso tu también quieres bailar en el centro de la pista con mujeres ardientes? Ahh, a mí no me engañas... No le quitabas la vista de encima a las bailarinas. Lanzó una carcajada, y antes de que pudiera echar la cabeza hacia atrás por completo, se atragantó, poniéndose de pie y señalando hacia la pista de nuevo. —¡Mira, mira! ¡Vuelven los payasos!
Aunque el Santiago payaso no lo comprendería nunca de esa manera, el Santiago "normal" habría aceptado taciturnamente que su vida estaba dirigida y tiránicamente dominada por mujeres. Y no, hablando con exactitud, las más "cuerdas" de todas si se tomaba como ejemplo a Hilaria (puf), ni siquiera Nuria. Con un melodramático "¡Nooooooooo!", con pose y todo, el payaso observó volar a la araña de entre sus manos y se dejó arrastrar por la marea de payasos de nuevo al show, zumbando junto a Derian entre lamentaciones de funeral, sonándose la nariz con un pañuelo que salió de váyase-a-saber-dónde... Y así quedó en el medio del escenario, llorando solo hasta que la repentina marea de payasos se estrellara contra él de nuevo y pusiera el mundo patas arriba. Y mientras Thomas irrumpía en el camarín de Lumiere, bajando la puerta con un patadón mítico y arrastrando al adivino de nuevo al show; Bruno se ponía de pie y le sonreía a Nuria con una curiosa expresión en los ojos. Aparentemente era el único que había reparado en que su tía seguía con la "araña voladora" justo frente a su nariz contra el cristal de la pecera. —¿Tu crees? —preguntó haciendo bambolear el piercing septum con un suspiro. Pero su concentración duró poco y nada cuando irrumpieron en escena Derian y Alejandro. Con una cortesía fuera de lugar, el chico alto de cabello rapado se acercó a los dos, cruzó los brazos y le extendió la mano contraria para saludar. El cambio de ropa podía esperar según él. La bailarina de pelo azul entendería. Por si las dudas, los tres leones que habían quedado de custodios, la miraron: ¿Y ahora qué con el tipo nuevo de faldita?
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nitta
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Post by nitta on Nov 25, 2013 7:00:13 GMT -3
Lumiere miraba todo consternado. ¿Cómo que ya le tocaba? No, no podía ser, ¿cierto? Miró a Thomas y solo tiempo tuvo de ajustarse el turbante sobre la cabeza a la par que corría hacía el tunel que le llevaría al escenario. En blanco estaba. Ni un guión, nada. Pura improvisación y Matilda le mataría y... se frenó en seco mirando a Thomas, oyendo risas en el público algo alejado todavía.-Espera, espera, espera... -le pidió- ¿no están los payasos? ¿por qué todavía están los payasos? -le preguntó consternado. ¿Qué había ocurrido durante su ausencia? Evidentemente él no era la persona más importante en el circo pero, a veces, eso se le subía a la cabeza. Tras las palabras de Thomas, se volvió a poner en marcha, quizás para alivio del entrenador de leones.
Treste estaba en la pista de espaldas al público y mirando como llegaban sus dos ayudantes junto al resto de payasos. Se puso firme, saludo militar y, teatralmente, dío la vuelta y saludó al público allí asistente. Sacó una pistola de agua -muy cargada- y se la apuntó a la sien pero nada ocurrió. Se volteó a sus aprendices y se la enseñó, señalándola y, con mímica, explicando que no funcionaba. Y, para demostrarlo, apuntó a Hilaria y de fondo se escuchó un ¡Pum! mientras un chorro de agua salía disparado hacía ella. Aquello aturdió a Treste que empezó a no saber qué hacer con la pistola y se la dío a otro payaso que lo fue pasando hasta que se la dieron a Santiago. Treste, por su parte, ya estaba reanimando a Hilaria haciéndole cosquillas.
(Pochopost desinspirado de payaso ¬¬)
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Post by ev7e on Nov 25, 2013 20:36:37 GMT -3
Rufus retiró la araña de la llamada pecera y la colocó en un lugar más seguro…bajo su sombrero, para luego dirigirse a Derian y Alejandro. -Desearía darles todos los detalles, pero desafortunadamente solo estuve presente para ver a Matilda desmayarse. Aunque puedo asegurar que la principal razón fue…-se cortó a media oración cuando encontró al muchacho del vestido rojo plantándose entre ellos para luego señalarlo discretamente con el dedo índice-….él. -Bruno , ven aquí. ¿Bruno? ¡BRUNO!- llamó Nuria acercándose al grupito dispuesta a arrastrarlo hacia los vestidores de hombres, pero se detuvo cuando descubrió que el infiltrado solo quería saludar. Extendió las palmas de sus manos hacia arriba, dándose por vencida y dejándose caer, enfurruñada como niña de 3 años, entre los leones- De acuerdo, quédate así. De todas formas tu sabes lucir el vestido mejor que nadie- se quejó en voz baja.
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Post by Milly on Dec 6, 2013 17:39:52 GMT -3
((Cada vez estoy demorando más. Perdón TT.TT))
El chorro de agua le dio de lleno en el rostro, y como la reina de la comedia que siempre había sido, Hilaria se limitó a cumplir su papel en la nueva escena. Un quejido de agonía dramática escapó de sus labios cuando fue a parar al piso, en cámara lenta, con la clarísima intención de hacer ver al público que estaba dispuesta a todo con tal llevarse todo el protagonismo de ese nuevo número. Con los brazos abiertos y la lengua afuera se hizo pasar por muerta, ignorando todos los intentos de Treste por hacerla reaccionar. Las cosquillas se harían cargo de frustrar su intento de tragedia griega, y soltando una risotada aguda y contagiosa que se extendió por cada asiento ocupado en las graderías, pegó un salto/pirueta que la dejaría nuevamente de pie. Justo a tiempo para ver en qué manos había ido a parar el arma del payaso jefe. El rostro se le deformó con una cómica mueca de espanto cuando señaló a Santiago como si se tratase de una encarnación demoníaca. —¡UN TERRORISTAAAA! —vociferó con tono de alarma, dando tres vueltas en torno a Treste antes de decidir ocultarse entre sus piernas—. ¡Mátalos a todos si quieres, cómete a los niños y cocina al resto de los payasos, pero no me mates a mí! —gimoteó como una chiquilla de nueve años, estrangulando los pobres tobillos del payaso al que se aferraba—. Y si me eliminas... ¡vas a lamentarlo! ¡Sé un secreto que nadie más conoce en el mundo!
Sus ojos tristes examinaron al desconocido con una fijeza minuciosa cuando se interpuso entre él, Alejandro y Rufus. Al final estrechó la mano que le era extendida, serio, pero no por ello menos amable. —Así que, Bruno —adivinó el nombre del extraño sujeto luego de oír los llamados frustrados de Nuria. Pero aquel descubrimiento, en lugar de otorgarle alguna respuesta útil, solo lo animaba a elaborar nuevas interrogantes. Un recorrido rápido por la pequeña carpa con su mirada fue todo lo que necesitó para entender que, de todos los presentes, Matilda sería la única capaz de entregar la información que hacía tanta falta. Un par de pasos y estuvo junto a ella y el mago que se había hecho cargo de sus cuidados. Solo para estar seguro, comprobó que la inconsciente directora mantuviese signos vitales estables, tras lo cual elevó sus pies por encima de la altura de su cabeza, con la ínfima esperanza de agilizar en alguna medida su recuperación. No pasó por alto la ausencia de su amigo Omaia cuando volvió a fijarse en el responsable de la confusión—. Mi nombre es Derian —explicó sin alejarse de Matilda; siquiera en una situación como aquella podía permitirse olvidar sus modales—. ¿Puedo preguntar... —procuró eliminar cualquier juicio de valor que pudiera ocultarse tras su inquietud—... por qué el vestido?
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Post by bachi on Jan 19, 2014 17:59:03 GMT -3
—¿Que por qué el vestido? —Bruno se miró, volvió a mirar a Derian y después miró al techo como si, en vez de techo, allí hubiesen miles de millones de galaxias al alcance de la mano para observarlas. Y de hecho, las había— Porque era sencillo de vestir, cómodo, y aparte así nadie me reconocería —contestó mientras estiraba el brazo e intentaba tocar, como un ET de Spielberg, con el dedo índice una de las estrellas escurridizas que tenían sobre las cabezas. En ese momento, los tres leones que Thomas había dejado de custodios de aquel extraño sujeto, se levantaron de sus cuartos traseros y miraron hacia el escenario, desde donde una oleada de risas infantiles y carcajadas adultas les sopló en las orejas. Mientras Santiago estaba a punto de preguntarle a Hilaria cuál era aquel terrible secreto que la salvaría de la máxima condenación, mientras blandía en alto una zanahoria gigante que, como por arte de magia, acababa de aparecerle en las manos; el payaso alzó la vista al cielo razo de la enorme carpa y fijó los ojos en los reflectores que titilaban, titilaban, y habían comenzado a zumbar... Thomas arrastraba a Lumiere (o era arrastrado por él más bien) de vuelta hacia la enorme carpa de Circus Maxium para ocupar su lugar en el show cuando lo contempló todo desde afuera, como un espectador de lo terrible y lo maravilloso al mismo tiempo. Allí de pie, desde donde estaban, las luces de los puestos de feria comenzaron a flaquear y de repente se apagaron. Uno a uno los pequeños farolillos instalados alrededor de la gran carpa del circo zumbaron, moribundas, resistiendo y luchando contra lo inevitable, hasta que al final cedieron y se apagaron. El domador de leones se volvió, y como una marea, como un tsunami de mal agüero, observó venirse sobre él la avalancha de oscuridad del apagón que desde atrás arrasaba con el terreno. Y de pronto quedaron sumidos en una silenciosa oscuridad. Inmediatamente Thomas se volvió a mirar a la ciudad, desde donde le respondió otro eco vacío de luz. —Mierda.
Lobelha vivió el apagón en carne propia, con la sonrisa todavía en los labios por culpa de aquel chiste malo de payaso barato que Hilaria había soltado en algún momento. Para ella todo aquello era parte del espectáculo, y así lo fue durante los próximos cinco minutos en los que esperó... Hasta que comprendió, con esa sensación extraña de volver a la realidad que le sucede a uno cuando sale del cine, que en realidad la oscuridad no era parte del show planificado. A su alrededor la gente comenzó a moverse nerviosa. —¿Uzeil? —Al estirar los brazos al costado, le dio de lleno en la cara— ¡Ups! ¡Lo siento! ¿Sigues ahí, verdad?
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nitta
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Post by nitta on Jan 20, 2014 9:09:50 GMT -3
(*Nit entra en pánico* ¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa? ¿por qué se queda todo a oscuras? ¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa? *Treste se mueve de un lado a otro como loco tratando de decidir un lugar en el que encontrar una respuesta*)
[Post editado by me]
Treste estaba actuando, viendo como todo se organizaba y tratando de andar a la par que tenía a Hilaria agarrada a las piernas. La actuación estaba yendo bien entonces... todo se hizo oscuridad. -Hilaria, de pie. Algo va mal -cuchicheó por lo bajo mirando al resto de payasos con preocupación. Si la magia de la carpa todavía obraba efecto no lo sabía pues ahora lo que reinaba era la oscuridad más profunda. ¿Qué ocurría? Miraba alrededor ya que no solo el escenario sino el pasillo y el exterior, todo estaba a oscuras. Estaba hondamente preocupado y lo único que quería era saber si todos los payasos estaban bien.-¿Todos estáis bien? -preguntó tragando saliva mientras, en las gradas, Hassan aferraba a su prometida con fuerza, protegiéndola entre sus brazos. Enseguida supo que tenían guardaespaldas rodeándoles.
Lumiere, quien había visto como todo se apagaba junto a Thomas, debería mostrar la misma cara taciturna e incrédula que el domador y el propio Treste. ¿Qué narices ocurría? -Thomas...-habló por lo bajo- no veo...-y no se refería a la oscuridad, sino que no veía qué ocurriría a posteriori. ¿Se habría terminado la magia de Circus Maxium? -Esto no es normal, ¿cierto? -le preguntó nervioso. ¿Por qué tenía que acontecer ahora? -¿Tenemos los generadores? ¿Alguien los ha revisado? -interpeló a quien había a su lado- tenemos que ir a revisar los generadores, tenemos que... -miró a los ojos en la oscuridad de Thomas- seguir la función, ¿cierto? No... no podemos clausurarla, ¿cierto? Alguien, alguien tiene que decirle al público que todos estamos bien, que no ha pasado nada.
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Post by ev7e on Jan 25, 2014 19:11:56 GMT -3
-¿Hola? -¿Qué sucede? -HOOOOOOOOOOOOLAAAAAAAAAAAAAAAA Tal vez era porque ya no sonaba la música o porque ella estaba alzando lo más alto que podía la voz. Pero el saludo de Sally resonó en toda la carpa y luego fue seguido de la risa histérica de la misma joven. -Siéntate, me estas asustando- pidió Sam tratando de encontrar a la extraña muchacha en la oscuridad- ¿Sally? -¡AQUÍ!- grito ella, nuevamente jugando con su voz y dándole una palmadita en la espalda- ¿No es esto genial?- agregó cuando se sentó de nuevo a su lado. -¿Se supone que esto es parte del show?- y entonces fue arrastrado de su lugar -¿Sally? -¡Vamos! -¿A dónde? -Tú solo ven. En más de una ocasión, Sam golpeó sus rodillas con las de otras personas y con lo que fuera que se cruzara en su camino. Apenas podía creer que aquella chica tuviera la fuerza capaz de moverlo tan fácilmente y se estremeció, por eso y porque Sally no dejaba de reír recordándole a las brujas de los cuentos. -¡Más rápido!- gritó ella y luego ambos cayeron. -¿Qué fue eso?-preguntó él. -¿Hola?
Y cuando los murmullos comenzaron en el vestuario y él recordó que ella tenía terror a la oscuridad, mandó a las pequeñas luciérnagas por encima de sus cabezas. -¿Están todos aquí?- preguntó Rufus iluminando parcialmente el pequeño lugar y contando las cabezas- ¿Nuria? La gitana, que apenas se fueron las luces huyó a su zona segura entre las faldas de colores, se movió iluminada por unas pocas luciérnagas hacia el grupo que se formaba. -Aquí. -Bien, ¿Thomás? ¿Lumiere? ¿El apagón es solo en el circo o es general?- preguntó al tiempo que mandaba unas pocas luces fuera al escenario, no las necesarias para que se parezcan a los reflectores, pero si las suficientes para que distraigan al público entre cada parpadeo. Algo así como estrellas moviéndose sobre sus cabezas.
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Post by Milly on Jan 28, 2014 19:35:29 GMT -3
Durante una milésima de segundo Treste y la gravedad de sus palabras habían conseguido mantener a la joven payasa marginada al territorio de la incertidumbre y el silencioso desconcierto. Pero cuando las personas comenzaron a murmurar en sus asientos, cuando las luciérnagas llegaron a calmar un poco la ansiedad que despertaba de a poco, como las burbujas del agua cuando está por hervir, ya no fue capaz de mantener la compostura. —¡Apuesto a que no me encuentran! —exclamó extasiada al resto de los payasos antes de echar a correr por toda la extensión del escenario, saltando y haciendo todo tipo de aspavientos que nadie podía ver. Así, en cosa de segundos, sus carcajadas maliciosas acabaron convirtiéndose en un sonido de fondo intermitente, a ratos interrumpido por la colisión contra alguno de sus compañeros.
Uzeil casi podía imaginarse el rostro desequilibrado Hilaria a medida oía su carrera por la pista. Aquel sonido, de algún modo extraño había conseguido mantenerlo lo bastante tranquilo como para permanecer en su lugar. Hasta que Lobelha reaccionó. Recibió el golpe con un '¡Ooouuh!' ahogado. —Yo sigo aquí —Una luciérnaga pasaba entonces por delante de su rostro. Se cubría la mitad del mismo con la mano y sus ojos se notaban llorosos—. Pero mi nariz... no sé cuánto tiempo más está con nosotros. Dios... Lobelha. Serías una boxeadora mortal —se quejó con un sonidito gangoso cuando se apretó el puente, por si acaso llegaba a sangrar. A su alrededor la impaciencia crecía conforme los segundos iban quedando atrás. Y comenzó a preocuparse en serio. Con el cuidado que su socia no había tenido, apoyó su mano en el hombro de la chica—. ¿Deberíamos ir a ver lo que sucede? Tal vez podamos ayudar en algo, evacuar la carpa, pedir que el público mantenga la calma... —Cualquier cosa sería mejor que quedarse ahí sin saber qué hacer.
—Thomas y Lumiere siguen afuera —la voz de Derian llegó desde el inicio del túnel que conectaba con el escenario. Ahí se encontraba el lanzallamas, evaluando la reacción de los leones y asegurándose de que permanecerían ocultos en los vestuarios en lugar de sacar provecho del pánico. La siguiente vez que habló, parecía dirigirse más a los tres felinos que al viejo mago—: No tardarán en llegar.
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Post by bachi on Feb 2, 2014 2:10:54 GMT -3
((LOOL *le pasa botellita de agua y abanico a Nitt*))
Sería Santiago quien, en una de esas tantas colisiones, atraparía a Hilaria y la retendría (con un par de brazos más de ayuda) en el lugar. Todos los ojos de los payasos arrimados se volvieron al viejo Treste a espera de alguna indicación, mientras poco a poco la mágica personalidad del chico se le escurría de a escalofríos entre los dedos. Castañeando los dientes, el payaso se inclinó al jefazo. —¿Y ahora? N-no creo que nos vean desde las gradas, Treste. ¿Volvemos a los vestuarios, nos quedamos acá? Oh, dioses —Santiago volvió la vista hacia el túnel—… Matilda sigue en blanco. ¿Y si está en c-coma? ¿Y si…? ¡Hilaria, por todos los cielos, quédate quieta! Oigan, podrían echarme alguna otra mano. —Nadie te está ayudando, Santi —le contestó uno de sus compañeros. Justo en ese momento, el payaso se dio cuenta de los cuatro brazos extras que de la nada y desde la oscuridad lo ayudaban a sujetar a su compañera, y dando un gritito de niña la soltó y se aferró a su cuello al estilo Scooby Doo.
Lobelha estuvo a punto de agradecer el cumplido boxeador de Uzeil hasta que a un costado del chico escucho una curiosa vocecita. Tuvo que forzar la vista y arrugar la nariz para ver con ayuda de las luces de luciérnaga que tenían en frente, y aún así debió inclinarse hacia delante para ver… Y cuando se encontró cara a cara con el rostro de Sally, dio un respingo. —¡Mierda! ¿¡Pero qué hacen ahí abajo ustedes dos!? ¡Uzeil! —exclamó y tiró del chico (esta vez procurando no golpearlo o quitarle su seguro del puente de la nariz) hacia ella— ¡Cuidado! ¡Podrías pisarlos o caerte o…! En ese momento ella misma tropezó con alguien detrás suyo y una seguidilla de maldiciones que recorrieron gran parte de la carpa le indicó que había iniciado alguna especie de efecto dominó.
No hizo falta que el adivino aclarara para que Thomas comprendiera a qué se estaba refiriendo exactamente. Sin atreverse a responder del todo, lo sujetó por el brazo y tironeó de él. —No te preocupes, saco de huesos —Habría sonreído, pero por suerte la oscuridad le tapaba el burdo intento. Estaba algo nervioso, sí, había que admitirlo—, sígueme. Mientras retrocedían hacia la enorme carpa de Circus, el domador se aclaró la garganta. —Creo… que fue un corte general en toda la ciudad. Por qué, no tengo idea. Te habría preguntado a ti, Lumiere, pero… —Se volvió para sonreírle y eso fue todo lo que hubo para decir. El que tenía visiones ahí era su amigo— ¿Normal? Por supuesto que es normal que se corte la luz. Pero que se termine la magia, no. De hecho, dudo que esa sea la causa. Esperemos. Y en cuanto a los generadores… —Rodeó los ojos, se acomodó la punta del bigote e hizo una mueca. Casi a los segundos, cruzaron por entre los guardias de seguridad y volaron en dirección a los vestuarios. Allí encontraron al grupito de artistas, rodeados por unos mini farolitos luminosos: luciérnagas. —¿Quiénes no tardarán en llegar? —preguntó el bigote, dramáticamente. Alzó la mano y saludó a Derian, miró a Nuria y le sonrió— ¿Me extrañaste? Curiosamente no eran solo las luciérnagas de Rufus lo que iluminaba un poco aquel círculo que se había formado dentro del vestuario. Los ojos de Thomas refulgían en dos pequeñas bolitas amarillas, por allí y por allá, mientras el idiota del domador se agachaba y volvía a ponerse de pie para dar un efecto… “gato de Cheshire” a su mirada. Otros tres pares de ojos rasgados se le sumaron, siguiéndolos silenciosos, y así supo que sus tres leones estaban con él… Más el chico a quien tenían que vigilar. —Buenos muchachos —susurró con un bobo cariño de cuclillas, antes de responder a la marea de preguntas que se le estaban acumulando allá arriba en la ronda—. Muy bien, ahora sí. Venimos desde afuera y en son de paz, para informarles que al parecer fue un corte general en toda Roma. O alguna parte. O toda. No tengo idea, no soy técnico. Ahora sí, la pregunta. La pregunta: ¿Qué vamos a hacer?
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Post by ev7e on Feb 5, 2014 17:44:41 GMT -3
-¡HOLA!- volvió a gritar Sally como si nadie pudiera oírla-Mi nombre es Aphrodite y este es Sam - dijo señalando al muchacho que se levantaba a su lado tanteando el terreno para no golpear a nadie- Y tú debes ser Lobelha y el gordito de ahí debe ser Uzeil. No me han hablado mucho de ustedes, pero los estuve espiando desde mi puesto de cartas en la feria. Al principio pensé que eran ladrones e iba a golpearlos, pero cuando vi a Alejandro con ustedes supe que no serían tan torpes, sobre todo con tu cabello que es tan fácil de reconocer. Un consejo, cuando quieran robarle a alguien, lo primero que debes camuflar es tu cabello. ¿Es su color natural?- terminó con una gigante sonrisa desde arriba, probablemente invisible debido a que las luciérnagas empezaban a desaparecer poco a poco- ¿Pero tú qué esperas para ayudarla? – apuró a Uzeil con un dedo acusador -¿Qué no vez que yo tengo a mi propio caído?- añadió señalando al pobre Sam que seguía agachado tras la extraña chica por miedo a provocar el mismo accidente que Lobelha.
La oscuridad no era algo con lo que se sintiera cómoda. Era un temor casi infantil, pero ahí no había nadie que notara que se abrazaba a sí misma con fuerza para no entrar en pánico, ahora que los bichitos sobre sus cabezas empezaban a parpadear y apagarse…salvo el maldito bigotudo que, por supuesto, podía ver en la oscuridad con esos ojos de gato grande. Casi por costumbre, y no tenía nada que ver que en verdad lo había extrañado un poquito, le sonrió. -Podemos seguir- aventuró Rufus notando también la repentina extinción de las luces sobre sus cabezas- Pero no puedo iluminar la carpa como antes sin que parezca extraño que tengamos energía aquí dentro mientras que en el resto de la ciudad no. Matilda nos mataría si se entera. -Eso solo si se despierta…-comentó una voz bajita desde algún lado y fue abucheada por otras más. -Como decía- siguió el viejo mago- Además, aunque pudiera hacerlo, no sé cuánto tiempo pueda sostenerlo…ya vieron que las luciérnagas se fueron- Necesitaré la ayuda de todos, sobre todo de ti Derian- agregó mirando a donde se suponía debía estar el lanzallamas- Podemos improvisar una forma de antorchas y mandarlas por la carpa, parecerían verlas muy grandes o algo por el estilo.
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Post by Milly on Feb 7, 2014 23:17:47 GMT -3
Si la chica no le hubiera propuesto la idea, a Uzeil siquiera se le habría ocurrido ayudar a Lobelha. Porque estaba desconcertado. Todavía medio en shock por el hecho de que una completa desconocida lo reconociera sostuvo a la peliazul firme de un brazo y la alzó rápidamente, murmurando disculpas ininteligibles y avergonzadas a todos los espectadores que para atrás se levantaban entre protestas y gruñidos. —Por aquí —anunció unos segundos después, cuando estuvo seguro de que su socia otra vez estaba lista para continuar y se instaló por delante de la extraña pareja con que se habían encontrado para abrirles el camino. Apenas un par de luciérnagas se removían aún perezosamente en la cima de la carpa, así que había que ser cuidadosos. Un paso por aquí, otro por allá...—. ¡Cuanto lo siento! —exclamó al pisar el pie de una señora, justo antes de llegar a un pequeño espacio libre de asientos y de público expectante. Entonces se volteó hacia los demás. —Así que, Aphrodite y Sam —su timbre no sonaba demasiado amistoso—, espero que tengan una buena razón para habernos estado espiando... o como mínimo una buena idea sobre qué hacer ahora. Porque les juro que ya no me queda sentido del humor para soportar más cosas extrañas fuera de escena. Frunció el entrecejo en medio de la oscuridad, bien dispuesto a "mostrar" una imagen firme hasta obtener una respuesta que lo hiciera sentir conforme. Pero el chillido proveniente del escenario, seguido por la estridente carcajada de una hiperactiva payasa, le hizo pegar un salto.
—¡Santiago! —Hilaria se sacudía sin parar de reír—. ¡Que me dejas sin aire! ¡Deja, deja ya! —intentó apartarse del payaso haciendo uso de sus brazos. Y solo entonces comprendió qué era lo que había causado tanto espanto en su compañero. Observó los brazos que la contenían tozudamente... y solo entonces la curiosidad pudo más que su energía caótica. —¿Treste? —Se quedó quieta como una estatua, en un intento infructuoso por determinar dónde terminaban esos brazos que la rodeaban—. ¿De dónde...? ¿Seré libre si prometo quedarme quieta?
Derian avanzó hacia la voz de Rufus. De haber podido alguien distinguir su rostro, hubiese comprobado que su parsimonia continuaba intacta. —No estoy seguro de que sea buena idea —planteó su humilde punto de vista con voz pausada—. El fuego me obedece sin problemas cuando hay magia. Pero, si flaquea, si llega a desaparecer por completo... —señaló las débiles luciérnagas que agonizaban sus últimos parpadeos—... controlarlo será más difícil.
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Post by bachi on Feb 11, 2014 17:48:46 GMT -3
—Un gust… Oh. ¡No! Nosotros no queríamos rob… Em… Em… Algunas de esas palabras fueron las que Lobelha balbuceó mientras Aphrodite soltaba toda su artillería pesada y en tanto morían sus intentos por interceptar la conversación descabellada que se estaba llevando a cabo sobre montones de gente, miraba una y otra vez a Uzeil, con una mueca muy parecida a la de El Grito por la sorpresa y la incredulidad. Así permaneció hasta que el chico la ayudó a ponerse de pie y rápidamente tiró de ellos hacia un sitio más apartado. Vaya, esa era la segunda (Sí, claro Lobie. Es como la quintécima, si ese número existe, claro) sorpresa del día: Uzeil tomando en serio las riendas del asunto y abriéndose paso con todo el ímpetu de un circense. Cuando se detuvieron, de hecho Lobelha estuvo a punto de decirlo, volviendo a recuperar la compostura y la sonrisa sincera, pero en seguida bajó el dedo índice y desinfló los cachetes en una risita. Ahí iba otra sorpresa, Uzeil haciendo de pólice man, y Hilaria rompiéndole la escena desde el centro de la carpa. Mientras la peliazul intentaba acallar sus carcajadas, mezcla de nervios y alivio, junto a la payasa Santiago intentaba espantar con un enorme mata-moscas a aquellos brazos que habían aparecido y desaparecido tan fácil como una bocanada de aire. —Treste —El payaso se volvió a mirarlo con ojos de cachorrito—, creo que deberíamos volver a los vestuarios a-a hablar con los de-demás —¿Qué diablos habían sido esos brazos? Ni siquiera los había imaginado o invocado y aún menos habían sido parte del show. Lento como un atardecer, el sol interior que hacía brillar el espíritu cómico dentro de Santiago estaba naufragando en un mar de nervios. Y el creciente murmullo que provenía desde las gradas, cada vez mayor, no ayudaba a apaciguar su temblequeo. —A ver, a ver —Logró calmarse Lobelha, hablando entre una de esas tantas voces—. Uzeil tiene razón, ¿qué es eso de espías? ¡Nosotros ya somos ingresantes al circo! —exclamó poniendo los brazos en jarra e inflando el pecho. Era como si en la repentina oscuridad la chica también creyese que nadie podía escuchar— Acompañábamos a Alejandro porque teníamos su permiso y además teníamos curiosidad, ya saben… Igual no importa —Con un ademán veloz, hizo punto y aparte—. ¿Eso quiere decir que son del circo también? ¿Saben qué está sucediendo? Al principio creímos que era parte del show pero ahora… Se tardan demasiado. Y no, Aphrodite. Ojalá fuera natural esta belleza de pelo —bromeó y agitó la melena.
Thomas rió con ganas ante la broma del eterno dormitar de la directora, perdiéndose así partes de la conversación. En cuanto se volvió a fijar, notó que sobre sus pies se había estirado Maquiavelo a dormitar. Detrás de él, Bruno, Jerry y Mafuma estaban sentados, los leones mirándolos con atención y el chico bostezando. La pintura que antes había cubierto el pelaje de los grandes gatos poco a poco había ido despintándose y goteaba en el suelo, tal y como habría hecho una caricatura. El domador miró de nuevo a sus viejos amigos y movió el bigote. Rufus casi podría haber estado orgulloso. —Entonces tenemos dos opciones claras a la vista —Resumió, subiendo dos dedos que sabía, nadie vería—: O seguimos la función y nos ponemos todos optimistas en que la magia se pondrá de nuestro lado; o momentáneamente suspendemos el final de hoy. El problema es —Hizo una mueca—: ¿Qué hacemos con Hauffmann mañana? Si la gente reclama, podemos alegar que fue un corte general y no había nada que hacer. Los generadores… —Se detuvo pensativo y frunció el entrecejo, haciéndose “sombra” con una mano— ¿Alguien vio a Alejandro? Oh cielos, él sabe más que todos nosotros juntos de estas cosas. Los generadores no podrían haber aguantado hasta el final con todo —Se encogió de hombros—. Y si eso no los complace, de última podemos hacer que Rufus y Lumiere —Thomas dio un pasito al costado y aprovechó para tomar a los dos aludidos por los hombros, con una simpática sonrisona— mañana presenten un show especial a la luz del día para aquellos que tengan su entrada vieja en mano. ¡Sometámoslo a votación! ¿¡Quiénes están de acuerdo!? —Adelántandose a los posibles abucheos, comenzó a reír— ¡Aquí el que mantiene la calma es Derian! —se excusó, protegiéndose de proyectiles invisibles— ¡El trabajo de cundir el pánico es mío… y el de Nuria es caer en la trampa!
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Post by ev7e on Feb 13, 2014 19:43:19 GMT -3
-¡Yo no los estaba espiando!- reclamó Sam levantándose al fin sin lograr hacer caer a nadie- ¡Fue ella! ¡Ella en su puesto de locura o lo que sea que haga aquí! -Cartas, puesto de lectura de cartas- aclaró Sally- Claro, no soy tan buena como Lumiere, por eso también vendo joyería artesanal. ¿Quieren ver? -Lo se sea. Yo no los espiaba. Ni siquiera vine aquí por mi cuenta. Me trajo Aphrodite- se enfurruñó- Y tampoco viene al punto lo que dices. No sabemos qué está pasando… ¿Pertenecer al circo? ¿Ustedes también? Yo…yo acabo de decidirlo, pero no se con quien hablar. -Pues con Matilda- Soltó Sally como si fuera lo más obvio del mundo- Yo venía de ahí hace un rato. Trabajo en la feria, pero planeo expandir mis horizontes.
-El problema de hacerlo en el día, es que la magia es muy limitada. Incluso menos de lo que tenemos ahora- señaló el mago- Ya casi estamos terminando la noche, Derian, podemos hacerlo. Los que ya han salido a escena pueden ayudarnos con las bombas de agua por si se sale de control. Es arriesgado sí, pero será peor si Matilda despierta y ve que no hemos hecho nada- se atrevió a bromear- Mi idea es esta: Mandamos ahí afuera unas antorchas que estarán aisladas dentro de burbujas como la que tiene Ivanés en la cabeza. Tendremos suficiente luz para terminar el show y no levantaremos sospechas del por qué seguimos funcionando. ¿Quién no tiene velas en su casa por si se va la luz? -Sería un toque familiar- dijo Nuria dándole un golpecito en las costillas al domador- Un show a la luz de las velas, sería acogedor. Sería nuevo. Y tendríamos la situación controlada si saltara una chispa...Yo voto por seguir adelante y arriesgarnos.
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Post by Milly on Feb 14, 2014 15:48:16 GMT -3
Era como escuchar hablar al sombrerero y su amiga liebre del País de las Maravillas, pensó boquiabierto justo antes de decidir que no podía soportar la incongruencia de toda esa escena por más tiempo. —Me parece que en este momento debiera preocuparnos más esto —abrió sus brazos a la oscuridad que los rodeaba— que cualquier otra cosa —Intentaba ser amable, pero saltaba a la vista -o más bien al oído- que, tal como había dicho, había perdido el sentido del humor—. Pero hablando de Matilda... quizás ella pueda darnos instrucciones y nos diga qué ocurre. ¿Dónde está a ella, Aphrodite? ¿Crees que podamos llegar por ese túnel? —señaló el lugar referido, pero nadie podía ver sus gestos. Y antes de recibir cualquier respuesta ya se dirigía resuelto hacia su objetivo, con la esperanza de que los demás lo seguirían. Si no los presionaba, otra vez se irían por las ramas hasta que dar atrapados en un círculo infinito de incoherencias. Y les saldrían raíces antes de enterarse de algo. Siempre podía tratarse de un simple corte de luz, pero... ¿y qué tal si se trataba de algo más grave? ¿Y si ese algo ponía en juego su posibilidad de pertenecer al circo? Si algo malo pasaba y él no hacía nada por evitarlo... pesaría para siempre en su conciencia.
—Estoy de acuerdo —Hilaria alzó la mano como si la opinión del payaso de hubiera sometido a votación. Obviamente, nadie estaba de ánimos para seguirle el juego—. Claramente necesitamos apoyo por aquí. Un show que no puede verse no tiene mucha gracia... a menos que queramos imitar los gritos de terror de Santiago —largándose a reír como si hubiera soltado el chiste más gracioso de toda la noche se llevó las manos al rostro, pasando a llevar por accidente su nariz de payaso... una plástica naricita que cayó a sus pies. Eso no debía pasar. —No te preocupes, Treste, yo te echo una mano para salir de aquí rápido —prometió luego de volver a ponerse el accesorio sobre la nariz, disimulando su consternación—. ¡AAAAATENCIÓN PELOTÓN! ¡Armen filas! ¡Volvemos a los vestuarios ahora! ¡En maaaaaaarcha!
—Podría funcionar —coincidió Derian luego de pensarlo un tiempo, sosteniendo su mentón entre el índice y pulgar de su diestra. Con la ayuda de todos, sacar adelante los números restantes sería más que posible. Avanzó hasta el rincón más distante y deshabitado del cuarto, volviendo luego con una considerable cantidad de elegantes antorchas entre los brazos. Las dejó caer al suelo y tomó una, utilizando su mano libre para encender el soporte con un delicado chasquido de sus dedos. Y alargó la fuente lumínica al mago antes de inclinarse a tomar otra—. El fuego todavía responde. Es un buen augurio —el fuego de las llamas hizo bailar la microscópica sonrisa que se insinuó en sus facciones tristes.
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Post by bachi on Feb 15, 2014 17:47:23 GMT -3
Lobelha tenía casi las mismas preocupaciones que Uzeil surcándole la mente, pero había algo más que a ella le había quedado grabado como fuego. Mientras seguía al chico, no perdió tiempo en aclararlo. —Espera un minuto —comenzó, mirando (o creyendo mirar hacia donde parecía estar) a Sam— ¿entonces ustedes dos también son ingresantes? ¿Están para postularse, para entrar al circo, quiero decir? ¡No me lo puedo creer! ¡Hey! Uzeil, ¿¡escuchaste eso!?
Aquellas palabras fueron lo único que necesitó Thomas para sonreír. —Pues bien —asintió el domador y dio una fuerte palmada antes de frotarse las manos—. Está decidido. Haremos esto rápido entonces, después de todo los únicos dos shows que quedan son el tuyo, Lumiere y luego el señor mago. La falta de música puede formar parte del suspenso —Guiñó un ojo y se volvió a Nuria—. Nosotros dos, en cambio, tenemos otra tarea. ¡Muchachos! —Los tres leones lo miraron—, quédense aquí. Eso también va para ti, Bru… El chico roncaba en el suelo. —En fin —Thomas hizo una mueca y tomó la mano de la bailarina, con el brazo libre rodeó los hombros del adivino y miró a Rufus y a Derian—. Contamos con ustedes. Sin dar ningún tipo de explicación más, y con sus víctimas bajo los brazos, el domador avanzó a pasos largos en la oscuridad, guiándolos a los otros dos tan fácil como si estuviera normalmente iluminado. Thomas se detuvo justo en la boca del túnel, que parecía más bien boca de muerto, y obligó a su amigo a dar una media vuelta para verlo. Soltó la mano de la bailarina para arreglarle el cabello, turbante y aquel disparatado traje que tenía puesto a las corridas. —Genial. Ahora solo nos queda esperar que los payasos se den cuenta de la situación y salgan zumbando de la pista —rió entre dientes el domador, dándole unas palmaditas a Lumiere—. Tú solo espera a que las antorchas estén en su lugar y sal afuera cuando tengas algo de luz. ¡No hay de qué preocuparse! Estamos en dos buenas pares de manos después de todo. ¡Y miren! Justo a tiempo… Antes de que la oscuridad que los rodeaba dejase ver a cualquiera de los tres allí presentes qué era lo que se acercaba por la entrada a los vestuarios, Santiago se acercó jadeando, seguido de un pelotón de silenciosos payasos. A juzgar por cómo giró sobre sus talones y miró sobre su hombro, escapaba de alguien. Evidentemente de Hilaria. —¡Se-se cortaron las luces! —exclamó el muchacho. Tras darse cuenta de la obviedad de su comentario, dejó caer los brazos—. Es decir, en realidad quería preguntar… —¡Nada de eso! —lo cortó Thomas— ¡Adentro de los vestuarios! Allí están Derian y el abuelo, ellos sabrán responder tus dudas. Además necesitamos algo de ayuda en un plan contra incendios, ¡mientras más payasos, mejor! Ahora, si nos disculpan —Subió y bajó las cejitas antes de tirar de Nuria para continuar camino. Anduvo un trayecto considerable hasta salir por el túnel y adentrarse en el borde del mar de gente que marcaba el comienzo de las gradas. Solo allí se detuvo. Thomás sostuvo con delicadeza las dos manos de la bailarina y susurró el plan mientras le brillaban los ojos. —Bien, nuestra tarea es buscar a Alejandro. No sé por qué, pero algo me dice (mi instinto felino, tal vez) que su misteriosa desaparición tiene que ver algo más que solo simple casualidad. El pequitas podría estar… ¡quién sabe dónde, encerrado por esta magia desvirtuada! A ver qué te parece mi plan, nena: Propongo que busquemos a Uzeil y Lobelha. Fueron los últimos técnicamente en saber qué le tocaba hacer después a Alejandro, además están aquí sin hacer nada y el show podrán verlo las veces que quieran. Nos dividimos por todo el terreno y volvemos aquí exactamente a informar resultados —Tras una pausa, sonrió, olvidándose por completo del profesionalismo—. Acepto otras ideas, claro.
En algún pequeño armario de limpieza oscuro, silencioso y húmedo, sin mencionar obsesivamente organizado y evidentemente cerrado por fuera; un guante de látex le caería encima de la cabeza a cierto asistente pelirrojo. “Bienvenido al mundo de los vivos, chico” decía aquel gesto.
Se había pedido comida china, había prendido el televisor y había subido los pies sobre la única otra silla de la sala. Había tardado un microsegundo en encontrar el control remoto y estaba apretando el botón rojo cuando se cortó la luz. El ruido de los ventiladores que había dispuesto aleatoriamente por toda la habitación para combatir el aplastante calor, cesó de inmediato, y fue tal vez ese silencio rotundo, los bocinazos fuera del departamento en la calle, lo que lo hizo saltar de la silla y tirar los fideos salteados al suelo. —Mierda. Tras revolver la habitación en busca de velas, Siro se acercó a la computadora portátil y la encendió. Por suerte le quedaba batería. Mientras buscaba algún canal online en el cual el reportero no fuera un idiota supersticioso respecto al corte de luz, se le ocurrió tomar el celular y los prismáticos que tenía sobre la mesa. Se acercó dando tumbos a la estrecha ventana quejumbrosa del hotel donde alquilaba la habitación y enfocó al otro lado, a aquel terreno por lo general vacío y ahora perfectamente ocupado por ese descomunal espacio en negro que era la carpa de Circus Maxium. Había luz. Poca. Pero sus ojos no podían engañarle. Con una mano sosteniendo los prismáticos y con el celular en la oreja, Siro retuvo el aire. —Qué tal señor Saunière. Tal vez quiera poner las noticias. Tal vez quiera echar un vistazo por la ventana.
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