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Post by ev7e on Feb 21, 2013 20:01:05 GMT -3
Una última mirada al espejo y ya estaban listas para ir a maquillarse. Lo que más le gustaba en aquel momento era su vestimenta, pequeña y sexy. Las cuatro bailarinas usaban unos mini shorts negros y, con diferencia de color, corsés (que no durarían mucho tiempo puestos) ajustados a más no poder sobre un bustier de lentejuelas con encaje negro e hilos dorados. Unos cómodos botines de taco alto completaban el look de la noche. -En verdad pueden ser tan desesperantes- se quejó Nuria saliendo, para su sorpresa, al encuentro primero de Hilaria y tres pasos atrás, de Thomás- Solo cinco minutos sin interrupciones es TODO lo que pido. A Hil se la perdono, porque ya estoy acostumbrada a su velocidad pero a ti, bigotudo, claro que no. Vas dos intentos de meterte en los vestuarios de nosotras y sinceramente estoy empezando a dudar de...uy, brillo- se distrajo al tiempo que casi corría, clavándole los tacones en los pies del domador de gatitos, hacia el banquito donde segundos antes habría estado la payasa- Pestañas mas largas y negras, labial rojo, necesitaré algo para sujetarme todo este cabello...Santiii...cuando termine con lo básico ¿Podrias hacerme alguna de esas cosas bonitas y brillantes justo aqui?- dijo mientras se señalaba la sien con los dedos de uñas perfectamente pintadas.
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Post by bachi on Feb 22, 2013 18:03:54 GMT -3
((Cielos, nueva página TuT Celebro con sobresaltos~))
Matilda tenía que admitirlo: En el preciso momento en el que había visto cruzar la puerta a esa extraña pareja, cuyo hombre parecía el hijo de Hauffmann a juzgar por la expresión de reproche; había tenido malas vibras. Resolvió portarse gentil y cooperativa. La mujer había cruzado las manos sobre el escritorio y se dispuso escuchar a la joven, no sin antes echar miradas nerviosas al reloj y al mago que... ¿Era ella, o estaba dormitando sobre la silla? Pero a medida Raissa fue explicando las intensiones de su esposo, eso lo supo en seguida, los ojos de Matilda brillaron y captaron toda su atención. Ya no era simple curiosidad, ahora era algo más con el nombre "trabajo" de título. —¿Inconv... Matilda no llegó a terminar. Dando un sobresalto con el que volaron sus pantuflas al otro lado de la habitación, se tragó las palabras. Para contener la inevitable rabia que crecía en su interior, apretó con fuerza los puños y le sonrió al recién llegado Lumiere con... algo de esfuerzo. Su mente hizo click de inmediato y relacionó la advertencia que el adivino le había dado casi al comienzo del día. Otras razones para aparecer tan repentinamente dentro de su despacho no debía haber, cualquier historia que podría haber sucedido entre ellos dos, era cosas del pasado. Ejem. —Lamento la interrupción —Toda cortesía, la mujer se volvió a sus interlocutores—. Volviendo al tema de los inconvenientes, de momento puedo decirles que no hay ninguno... Por lo menos de parte del circo. Pero verán, trabajamos en conjunto con un inversor y tendría que consultarle —"Rogarle más bien"— la idea. Ahora bien —Matilda se puso de pie y aplaudió. Desde allí le llegaba el sonido de la música y no dudaba en que Alejandro había abierto las boleterías—. Dado que hoy nuestro inversor no va a presentarse, ¿les gustaría ver la función? Ya estamos por dar comienzo y, ejem, yo tengo que preparar ciertos asuntos. Les echó una mirada cargada de intención tanto a Rufus como a Lumiere. Debían sacarse de encima a esos dos con toda la cortesía posible, de momento.
En cuanto escuchó la mención de su nombre, el payaso dio media vuelta de su ensoñación musical y se llevó una mano a la frente al estilo militar. —Lo que la dama disponga —contestó entre sonrisas, ignorando más allá los quejidos disimulados de un Thomas que no paraba de despotricar contra el taco de la bailarina. Ya sentado, el hombre limpió la mancha de sus relucientes zapatos con un dedo y algo de saliva y miró a Nuria con una mezcla de suficiencia y dolor. —¿Qué llevas en los pies? ¿Zapatos o cuchillas? La última vez que me fijé en la familia de Circus Maxium, no recordaba que tuviéramos un lanzador de dagas en el espectáculo.
No pudo decir ni una palabra más de la emoción. En cuanto Alejandro abrió su ventanilla de la boletería, Lobelha lo imitó dejando pasar un mar de manos que extendían los boletos furiosamente hacia ella. La chica se rió. —Con caalma, con calma señores. Hay lugar para todos los que tienen el ticket en la mano! —Se inclinó a un costado un milisegundo en el que le susurró a Uzeil. Parecía divertida como niña en casa de muñecas—. No sé tú, pero yo me siento como si tuviera el poder del mundo en mis manos —bromeó. Justo en ese momento la palma de una mano se estrelló contra el escritorio de Uzeil. Afuera de la boletería la gente había perdido la noción de la fila cuando la música de la carpa invadió el lugar y parecía contagiarse del desenfreno Hilarezco. —Hey, chico. Aquí, rápido. Sino te importa, quiero que sea para hoy. Siro balanceó el ticket frente a las narices de Uzeil.
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Post by Milly on Feb 25, 2013 15:16:25 GMT -3
Derian se había detenido a oír la música luego de la observación de Santiago, tras aclarar a su vez que no haría falta retoque alguno para él; como cada noche, el fuego se haría cargo de transformar su rostro con la infinidad de sombras que proyectaría a cada nueva fluctuación. La melodía se le antojaba como una suerte de preámbulo a la magia que los tendría a ellos como protagonistas. Y aunque no daba muestras de ello, el escupe fuego disfrutaba especialmente de esa fase previa en que las expectativas nacían hasta alzarse grandiosas y alegrar los corazones de los circenses. El mayor ejemplo del efecto que la música surtía, era el payaso. Lo observó retornar a su posición a la llegada de Nuria, que de cerca era seguida por la frustración de Thomas y la energía sin fin de Hilaria. —Ya, tampoco ha estado tan mal —la payasa se había inclinado a observar el zapato afectado por la pisada de la bailarina, inspeccionando los daños—. ¿Ves? —dijo al ver que el problema no había ido más allá de una mancha. Pulió el zapato con su propio vestido cuando el domador de leones terminó de frotar con su dedo—. Como nuevos, Tommy. ¿Te das cuenta que no tiene ningún sentido hacer pucheros por nada? Aunque Derian consideró que Hilaria no era la persona más adecuada para declarar semejante lección, guardó silencio, bien dispuesto a no despertar la cómica indignación de la joven. Así que, luego de haberse aproximado a la salida para oír el murmullo de gentío que apenas podía percibirse por debajo de la tonada que los envolvía a todos, volvió junto a Nuria y Santiago. Siempre disfrutaba de contemplar la paciencia con que procedía en su labor. De la nada, Hilaria dejó escapar un suspiro. —Los nuevos deberían estar aquí... en vez de con Matilda.
Uzeil levantó su propia cortina, contagiado del entusiasmo que su socia rebozaba. Siquiera lo asustó encontrarse del otro lado de la ventanilla con una multitud que no se molestaba en disimular su desesperación por ingresar para tener un puesto asegurado desde donde contemplar cómodamente el espectáculo. Se sentía parte de algo grande, y eso enterraba cualquier sensación estresante que pudiera haber nacido de la tarea que ahora realizaba. Entre ticket y ticket recortado estaba buscando un espacio para demostrar su acuerdo al comentario lanzado por Lobelha, pero cuando creyó encontrar el momento adecuado, la mano golpeó contra su mesón tan fuerte que el chico se llevaría un pequeño sobresalto que en aquella ocasión lograría ocultar. Un poco ofendido por las exigencias del espectador que tenía en frente, tomó el ticket que agitaba frente a su rostro, lo cortó con la misma velocidad de la que hubiera hecho uso hasta ahora, y devolvió al hombre la parte grande. —Aquí tiene señor —se obligó a sonreír pese la prepotencia del hombre—. Espero que disculpe las molestias y que disfrute de la función. ¡Siguiente! Por un momento Uzeil pensó que de no superar la prueba para entrar al circo, siempre podía pedir que lo dejaran en la boletería atendiendo al público. Prefería cualquier cosa antes que volver a casa, derrotado.
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Post by ev7e on Feb 27, 2013 20:35:28 GMT -3
-Si quisiera lanzar navajas, Thom, te aseguro que tendrìa un mejor blanco que tus zapatos-contestò la bailarina clavàndole los ojos desde el espejo justo cuando Hilaria aseguraba que no habia verdadero daño- ¿Lo ves? Solo una manchita, deberìas hacer teatro y dejarme a mi los leones- guiñò un ojo antes de volver a lo suyo. Logrò sujetar su cabello bicolor en un apretado moño en lo alto de su cabeza, le gustaba asi porque lo que llamarìa màs la atenciòn serian siempre sus ojos y era precisamente eso lo que necesitarìa esa noche. -No creo que sigan con Matilda, Hil- comentó Nuria- Alejandro buscaba a Rufus hace un rato, èl mismo lo dijo. Pero si no fuera porque el niño en animal print tomò prestado el bastòn del viejo, no hubiesen tenido que venir hasta la carpa y encontrar a los nuevos. Asi que...-sonriò maliciosa- si no fuera por su culpa, tal vez aun tendrias a los nuevos bajo tu lindos ojos.
Sam se apresurò a formar fila detras de una señora con 3 niños colgàndole de las faldas, durante diez minutos se esmerò en ganar el concurso flash de caras deformes que el que parecìa mayor habia iniciado. Justo en el momento en que creìa que habia elegido la mejor de todas (ojos bizcos, lengua afuera y las manos jalando las orejas), la mujer se moviò y el quedo regalandole el bonito gesto a una chica de cabello azul. Sacudiò la cabeza como si le hubieran tirado un balde de agua helada y trato de explicar lo sucedido extendiendo un dedo hacia el niño que se alejaba dando saltitos mientras con la otra mano le entregaba el ticket. -Era un juego- logró decir en el momento que notaba al mismo tipo de hace un rato, siendo igual de grosero con el otro chico de la taquilla.
Rufus se apresurò a levantarse de su silla, donde tan bien habia dormitado y apenas logrò escuchar parte de la conversacion. -Nos disculparan, pero como ya ha dicho la señorita Matila Ivanés, estamos contra el tiempo- los guiò hacia la puerta- eh...Lumiere, ¿serias tan amable de llevarlos a las taquillas? Ahi podran comprar la entrada y pasar a ver el show, estoy seguro de que les encantarà tanto como a nuestros clientes màs frecuentes. ensanchó la sonrisa bigotuda.
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Post by bachi on Mar 5, 2013 21:20:13 GMT -3
((Nit, tendré que comerme tu oreja si no posteás :C *prepara fondue de choco*))
Thomas casi muere de amor cuando Hilaria usó el propio florido de su vestido para limpiarle el zapato malherido, sin embargo, las contestaciones de la gitana fueron mucho más fuertes que su temple y se encaminó, mitad bribón mitad galán, hacia el tocador para molestar tanto a artista como a bailarina. —De hecho, lamento tener que corregirla señorita, pero este "niño de animal print" (que bien sabes que te gusta hasta morir) —La miraba desde el espejo con los ojos entrecerrados y una sonrisa de oreja a oreja—, tenía la sublime tarea de cuidarle el bastón al mago hasta su regreso. Yo no sabía que de por medio me iba a cruzar con esa extraña pareja. Y en cuanto a los nuevo... —Dio una vueltita graciosa con los talones, girando sobre su propio eje y, llevándose una mano al corazón, miró a la payasa profundamente compungido— No hay nada que yo haya podido hacer por ellos, Hil. Lamento decir que cayeron en manos de Mati y vaya a saberse cuándo serán libres de nuevo. Santiago puso los ojos en blanco ante tanto melodrama y negó con la cabeza. Ya tenía pinceles y varias pinturas que elegía e iba cambiando a medida Nuria hacía y deshacía el maquillaje en su rostro. Pronto su bello tocador repleto de espejos se vio invadido por una horda de bailarinas parlanchinas y avivadas. —Lo único que sé, yo, este payaso de humilde corazón, es que sino se apresuran, nos terminarán llamando a la pista con ganchos y alfileras —Señaló con el único dedo índice al techo, como si una apariencia divina los observara—. ¿Escuchan? Esa normalmente es la parte de la música donde la gente va ocupando sus asientos y... Y normalmente, después de mantener la expectación de 10 minutos, sale Matilda a presentarnos y pasamos todos y desaparecemos hasta que nos toca el acto. Y —Se volvió a Hilaria— los payasos siempre somos los primeros. —Santiago, querido amigo —Thomas se había sentado en uno de los bancos, se había cruzado de brazos y soplaba las plumas rosas que le caían en el rostro mientras un par de manos femeninas le lanzaban una bufanda emplumada—, sigue así y te declararé presidente oficial del Club de los Caras-Largas. Desde ya te aviso que Derian puede ser tu consejero.
En otro momento y en otra situación, probablemente Lobelha le habría estampado un puñetazo al chico por hacerle esa cara. Pero en ese momento no pudo menos que reír, aceptar el ticket y devolverlo con la misma alegría soñadora de un hada de cuentos infantiles. —"Era un juego" —repitió con sorna— ¡Pues no juegues mucho ahí adentro! Quién sabe... tal vez terminas siendo parte de otro de los payasos —Le guiñó el ojo al desconocido Sam, trayendo a la mente la mueca de Santiago y la explosión de felicidad de Hilaria en caso de que eso sucediera. A medida la marea de gente iba fluyendo hacia dentro, quedaban menos personas por atender, y llegados a cierto punto, Alejandro solo fue capaz de atender a los impacientes espectadores en su primer ventanilla. En ese momento Lobelha aprovechó la oportunidad para girar con la silla y mirar a Uzeil. —¿Yyyyy? —le preguntó con una ancha sonrisa de complicidad, antes de darle un golpecito en el brazo. El pelo azul de la chica estaba algo despeinado por la larga jornada, pero aún mentenía en pie la coleta, dándole un toque de "trabajo duro" a su aspecto.
—¡Eso no hará falta! Matilda, en escasos segundos había resolvido la situación con una precipitada y arriesgada idea. Casi había saltado sobre el escritorio, sujetando a duras penas la bata que le cubría el cuerpo, no desnudo pero sí inapropiado para futuros socios, y se acercó hasta la puerta donde ensanchó una hermosa sonrisa. —Lumiere, cariño —Su voz se volvió repentinamente amable y cariñosa—, acompáñalos hasta la boletería. No hace falte que compren entrada, serán nuestros invitados de honor esta noche. Dile a Alejandro que los ubique en la fila al frente, la de Hauffmann. Esta noche me dijo que no podía venir, y de todas formas no le importaría compartir lo suyo con los futuros... —Miró a la pareja con esa sonrisa descabellada y pasó los ojos de uno a otro para buscar la palabra exacta— "contratistas" —No la encontró. Empezó a empujar a la pareja con disimulo al exterior y aprovechó el hueco para agarrar a Lumiere del cuello y susurrarle al oído—. ¿Son ellos, cierto? Los que dijiste hoy al medio día, que traerían problemas... No importa. Vuelve aquí en cuanto termines con ellos. Los despidió con grandes alabanzas, un par de besos arrojados al aire y PAF. La puerta se cerró, Matilda se apoyó sobre ella y miró al mago. —Ya mismo voy a cambiarme —Voló al otro lado de la oficina y abrió uno de esos paneles plegables estilo chino para cambiarse detrás y seguir hablando con el anciano al mismo tiempo. La ropa volaba por encima e iba a parar sobre el escritorio— ¿Tú no deberías cambiarte también? Bah... Eres el último, nuestro acto de cierre. Claro que puede cambiarte a la velocidad de una tortuga —Asomó la nariz y sonrió—. Ahora bien. Ya sabes por qué te llamé. La magia de Circus Maxium siempre necesita un toque de su mago favorito antes del espectáculo.
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nitta
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Post by nitta on Mar 6, 2013 5:08:13 GMT -3
Lumiere se apresuró a acompañar a la pareja al exterior mientras por su interior creía que Matilda había enloquecido totalmente. Aquel día estaba siendo un día de locos y ya tenía ganas de acostarse. ¡¡Y eso que todavía no había terminado!! Luego charlaría con Thomas al respecto de Matilda o del día o de los demonios y las sorpresas de última hora o de sus predicciones o de todo en general y de nada en particular. La cuestión era que necesitaba que ese día se terminara y cuanto antes, mejor. Una pequeña sonrisita se perfiló en su rostro agobiado y agotado -daba igual, ambas empezaban igual- cuando escuchó que Hauffmann no acudiría al espectáculo. Cada vez que tenía que ver el futuro de alguien le daba algo de grima que el aleman estuviera ahí con ellos. Sentía como si las malas vibraciones le impidieran ejercer su don con normalidad. Por su parte Raissa estaba anonadada. Tan pronto estaban sentados, tan pronto se dirigían a algún lugar incierto del circo. Miró de reojo a su prometido y hubiera jurado verle sacar fuego por sus ojos, orejas y dientes. Sonrió sabiéndose protegida por el velo -santo y bendito velo- de lo furioso que estaba él. ¿Se lo haría pagar? No. Ella tomaba eso como una pequeña venganza del destino de su destino hacía el destino de su prometido. ¿Cómo terminaría todo aquello? De repente, mientras andaban hacía el carruaje de venta de entradas, Hassan la aferró fuerte de la mano y ella decidió mirar al frente. Sí. Esa era su suerte.
Por otro lado Fin y Duke estaban ya listo ultimando los últimos estiramientos. Eran de los primeros en salir así que ya formaban -junto al resto del grupo- en el tunel de salida dispuestos a volar sobre las cabezas de las gentes. -Todo me parece surrealista. -Lo harás de maravilla.-Era Jeremy que había ido un segundo a hablar con ella. -Eres imbécil. -Vaya, gracias.-Le contestó, seco. -No. En serio. Hoy te necesito más que nunca y vas y decides torcerte el maldito pie. -Estás cabreada. -Furiosa, más bien.-Vio un poco más alejada a su madre y enseguida se acercó a ella. Regresó junto a Jeremy y la mujer se lo llevó. Regresarían luego más tarde, cuando Fin estuviera sobrevolando las cabezas del público. Duke asistió a esa discusión sin saber como reaccionar al igual que el resto del grupo.
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Post by ev7e on Mar 6, 2013 21:33:04 GMT -3
Lo observó acercarse sin despegar la vista del espejo, era casi como jugar a la cazador y su presa. Un movimiento en falso y la gitana le clavaría un gancho para cabello en la nariz. Pero a pesar de su explicación, que no le causó ninguna gracia e incluso hubiera sugerido menos drama, Nuria no pudo más que ahogar una sonora carcajada con el comentario hacia Derian, por unos segundos su cara se vio enrojecida del esfuerzo y tuvo que esperar un poco antes de soltar un "lo siento" muy bajito hacia el lanzallamas . -Santi, relajate- sugirió la gitana mientras le arrebataba de la mano a una de las gemelas una pulsera de cascabeles- y te lo digo yo. Todo el tiempo es el mismo caos y al final siempre llegamos a tiempo- sonrió- algunos con una pierna rota o un traje...-lanzó una fría mirada a Thomas, aun no lo habia perdonado del todo por el ataque de los leones- raro- mentira, lo adoraba- pero siempre a tiempo y listos para el show- terminó y se puso a tararear la melodia que el payaso habria señalado.
Una de las prendas le dio en la cara y no pudo más que quitarla con paciencia y ponerla junto el resto en medio de la mesa. -Deberias ordenar un poco este lugar, me sorprendería si esos dos no se llevaron un buen susto- comentó con aire distraido mientras jugueteaba con su bigote y luego daba unos golpecitos en el piso con su bastón. Se levantó y dio unos pasitos hacia la ventana del motorhome, observando a cierta distancia la poca gente que faltaba para llenar la carpa- Una vez que entren todos- dijo con voz apenas audible pero que sabia Matilda captaría- Solo entonces empezaran a cumplirse los deseos.
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Post by Milly on Mar 7, 2013 2:25:18 GMT -3
La insinuación de Nuria habían despertado el repentino impulso de desear atrapar al domador de leones por su aleopardada corbata y maldecirlo mil veces por haber tenido la mala idea de llevarse el sagrado bastón de Rufus. Pero nada más hizo falta que este apelara en su propia defensa para llevarla a cambiar de opinión. Y así, sumándose a la dramática escena elaborada por el domador de leones, dejó escapar otro suspiro de angustia. ¡Qué mal tenían que estárselo pasando los nuevos! Aunque adoraba a Ivanés, había que reconocer que tenía un carácter bastante difícil de llevar, a veces... casi siempre, de hecho. Y como si hubiera hecho falta demostrar lo influenciable que podía llegar a convertirse durante el preámbulo del espectáculo, soltó un chillido de horror luego de oír las advertencias de su compañero payaso. Sin hacerse el tiempo de oír las conciliadoras palabras de la gitana ni los mordaces comentarios de Thomas, comenzó a empujar a este último, y luego a Derian, para hacerlos formar como hubiera hecho Santiago hacía no demasiado tiempo atrás. —¿Pero qué están esperando para tomar posiciones? —los reprendió sin detenerse—. Los trapecistas ya están en sus posiciones, y nosotros aquí. ¡No me voy a perder la entrada por culpa de nadie! ¡SOMOS LOS PRIMEROS! Sin permitir que la histeria de la payasa lo contagiase, Derian sostuvo sus manos para ayudarla a tranquilizarse. Salvo por la amable mirada que había dedicado a la bailarina para disculpar su avergonzada carcajada, había preferido mantenerse distante de la conversación. Pendiente, sí, pero distante al fin y al cabo. —Un poco más de calma, Hil —repuso con suavidad. Para entonces su expresión había vuelto a transformarse en una mueca sobria que hacía magnífico honor al chiste de Thomas, celebrado por Nuria—. Nadie llegará tarde —la convicción en su voz volvía innecesaria la sumatoria de nuevos argumentos—. Esperaremos a los demás y entraremos todos juntos. Como siempre. Como familia. Otra vez Hilaria se dejaría convencer. No sin antes terminar con una de sus típicas salidas. —De todas formas, tendrán que darse prisa. Si Santiago no tiene tiempo de maquillarse por culpa de ustedes —señaló con una mano larga a las bailarinas, haciendo gala de sus típicos pucheros—, no podrá salir. No puedo dejarlo hace la rutina conmigo si no está a la altura de esto —como un rayo, su índice voló de las bailarinas a los detalles pintados en su rostro. Se cruzó de brazos y se dejó caer al suelo, haciendo un intento por mostrarse paciente.
Uzeil giró su silla casi al mismo tiempo que la peliazul, pero él, en lugar de poner sobre el tapete alguna palabra, explotó con una carcajada de dicha. No recordaba cuándo había sido la última vez que había disfrutado tanto de una actividad tan sencilla. La expectación del público, la música que hacía vibrar su espíritu... todo lo transportaba a una suerte de catarsis express. —Te vi coqueteando —dijo sin más devolviendo los golpecitos con toda la soltura que había perdido en presencia de la familia circense. Su sonrisa se torció ante la repentina aparición de un burlesco gesto—. Así que, ¿ahora te dedicas a buscar aspirantes también? —rió como un pillo. Y luego arrastró su silla hasta donde Alejandro continuaba recibiendo y devolviendo boletos. Cuando la ventanilla quedara cerrada, sería el primero en ponerse de pie para ir directo a la carpa y disfrutar del espectáculo.
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Post by bachi on Mar 7, 2013 19:55:56 GMT -3
Nuria podía decir tooodo lo que quisiera, pero eso no haría que Thomas borrara la sonrisita de suficiencia que le echó cuando habló de su traje. Bah, le encantaba, él lo sabía… y hubiera estado a punto de responder si no hubiese sido por el nada sorpresivo arranque de energía con el que Hilaria había empezado a empujarlo a la salida hasta que Derian se detuvo. El hombre soltó una carcajada luego de acariciarse el bigote y le pasó un brazo por los hombros a cada uno, inclinándose un poco más hacia el lado de la payasa ya que el domador de fuego era bastante más alto que ella. —¡Pero qué cosas dices! —Chasqueó la lengua desvalorizando el pánico y echó una rápida mirada de reojo al túnel que llevaba hasta el centro de la carpa—. Los trapecistas son unos chiflados y unos perfeccionistas —soltó en voz alta para que Fin lo escuchara y probablemente le recriminara con un amenazante par de ojos que él aplacaría con miradita de gatito—, por eso se apresuran. Además, el consejero del Club tiene razón: Somos una familia —Le pellizcó la mejilla a la payasa y se volvió a Derian, alzando un pulgar: Eso que había dicho era fenomenal—… y por más que todos estuviésemos listos y requeté listos y ya en marcha, faltaría Matilda. Relaaajate, Hil, y disfruta del paisaje. Sabía (o tal vez no) que eso último no tenía sentido, pero cuando señaló hacia delante, tirando de los dos que todavía tenía atrapados debajo de los brazos, y les mostró la fila de tocadores, Thomas enarcó las cejas y abrió la boca formando una “o” pequeñita. Todo lo dicho por la payasa era profundamente cierto cuando Santiago, aún con colores entre las manos, se dio cuenta que no estaba para nada preparado. En ese preciso instante una lucha agónica se inició entre él y las bailarinas presentes, el resto de payasos recién cambiados y un par de asistentes del mago: Parecían simios luchando por los cosméticos. Y para agregarle un poco más de euforia a la velada, Thomas se empezó a reír. —¡Hagan sus apuestas, damas y caballeros, hagan aquí sus apuestas! —como si sostuviera un micrófono se volvió a Hil— ¿Usted, señorita, votará por el payaso caníbal o por las bailarinas embrujadas? ¿Y usted señor…? Ah, no. Cierto que es un hombre correcto y de buena fe. ¡Pero aquí tenemos otra cara que definitivamente debe ser una apostadora compulsiva! Sí, señor —No le dio tiempo a Nuria de reaccionar cuando la tomó de la mano y le dio una vueltita al ritmo de la música—. Dígame usted, ¿por quién apostaría? ¿Apostará unas viejas faldas, tal vez? —¿¡Qué yo qué!? —Lobelha solo llegó a disimular la indignación un par de segundos antes de reírse y empujar a penas con la punta del pie la silla de Uzeil para que girara. Haciendo el papel de damisela educada, se llevó una mano al pecho y con otra negó cualquier acusación—. Para nada. En absoluto —Sonrió—, no tengo idea de qué estás hablando, chico loco y ¡es más! ¡dudo que te conozco de algún lado! ¿Tú lo conoces Alejandro? La chica de pelo azul se ajustó la coleta y se inclinó hacia delante para ver al circense mientras atendía a las últimas personas del lugar. Lobelha sonrió con carisma a un par de niños al otro lado de la ventanilla y sus ojos se desviaron lo justo y necesario hacia el terreno delante de la boletería para divisar a un grupo de tres personas andando hasta ellos apresurados. —¡Hey! ¡Son los otros nuevos y el amigo del bigotudo! —Exclamó Lobelha casi lanzándose encima de Uzeil para pegar la nariz a la ventanilla y saludar a Lumiere con la energía de una niña de cinco años— ¿Habrán terminado de hablar con Matilda? La respuesta a la pregunta era evidente, pero la chica estaba demasiado ocupada saludando como para darse cuenta. —¡El orden es para los débiles! —rugió Matilda al otro lado del panel con una estrafalaria carcajada digna de cualquier bruja. Cuando salió de atrás, apoyó sus dos manos en las caderas y miró al abuelo del Circo con una sonrisa de suficiencia y la barbilla en alto. —Cualquiera diría que no tengo más de 35, ¿eh Rufs? —se rió y avanzó hasta el escritorio para darse un rápido retoque en las pestañas. El cabello a causa de la humedad y por no habérselo secado le había quedado esponjoso y salvaje, pero parecía ir bien con el fino vestido de caída larga que llevaba. Era de un sutil color celeste, mezclado con algunos toques de brillo sobre la tela que hacían parecer que fuese plata. Un escote pronunciado sobre la espalda en forma de V terminaba justo en la gloria de su cintura (bastante más arriba de lo que habría terminado su hubiera sido 10 años más joven), compensando la poca piel descubierta del pecho y la carencia de mangas. Para cuando se acercó hasta mirar por la ventana, la boletería dejaba pasar a los últimos de la noche. Los únicos que deambulaban entre los faros nocturnos eran los de seguridad. —Bueno, abuelo: Creo que ya es hora. Vamos a invocar la magia —le dio un par de palmaditas en el hombro y le sonrió. … Minutos después Matilda había cerrado la puerta del motorhome y caminaba a paso vivo, sujetando el brazo del anciano para que le siguiera el paso. Los interceptaron dos de los chicos de sonido, casi jadeando como siempre en vísperas de función y le pusieron el micrófono inalámbrico con cuidado detrás de la oreja. Sabía que se encendería en cuanto estuviese en medio de la pista. Con la mano libre se colocó una vieja galera negra sobre la cabeza y suspiró, ansiosa. —Vamos a los vestidores a imponer un poco de orden, así de paso Santi le da unos toques a tu barba verde y Nuria no enloquece —se rió. ((Hahahaha! Ni piensen que revelaré el misterio C:< aún nouu! *evil laugh*))
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Post by ev7e on Mar 7, 2013 21:25:47 GMT -3
(( eso es porque no tienes la mínima idea de lo que estas haciendo, honey ;3))
Sonrió un poco avergonzada cuando su mano chocó con la de otra bailarina por un mismo brillo labial, en efecto...si la otra mujer no se hubiese apartado probablemente Nuria le habria metido los dedos en los ojos para conseguir aquel cosmético. Un brochazo apurado en las mejillas y miró satisfecha el detallado trabajo que Santiago habia hecho en sus sienes. Era casi como si tuviera puesto un llamativo antifaz que iba perfecto con el encaje de su traje. Estuvo apunto de hablarle en agradecimiento hasta que las manos del domador la sujetaron y le dio un giro que ella logró controlar al final con movimientos rápidos y felinos hasta atrapar a Thomas en un apretado abrazo desde la espalda. Se empinó un poco, porque a pesar de los tacones su bigotudo compañero le sacaba unos centimetros, y le sonrió cerca al oido. -Yo puedo apostar que tú mismo entraras en una jaula de monos- siseó venenosa para luego soltarlo y revolotearle las pestañas- Si me retas, estoy segura que encontraré la manera de convencerte.
Rufus se colocó su sombrero de copa a medio camino, con fuerzas renovadas y los ojillos verdes brillando de emoción. -No creo que sea la única enloquecida- rió pasando lista de los más histéricos del circo encabezada (aunque no se lo diria) por la misma Matilda- Si no esta en llamas, creo que todo estara bien- aputó el paso, o mejor dicho, corrió ahora siendo él quien tiraba de la directora para llegar a la carpa morada y una vez dentro la detuvo en seco. El anciano respiró hondo, recobrando aliento y le arregló lo mejor que pudo en poco el cabello para darle una apariencia más decente. -Hoy estas excepcionalemnte hermosa- declaró con voz paternal- hoy es una buena noche, nosotros sabemos que los días que empiezan mal terminan siendo los mejores para un show inolvidable y ahi afuera, hay una persona interesada en lo que tenemos para ofrecer...que no te asusten las visiones- añadió en voz complice- ahora anda y pon orden a esos niños, yo iré a enverdecerme.
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Harry
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Post by Harry on Mar 7, 2013 22:34:27 GMT -3
La atención del pelirrojo estaba dividida. Por un lado debía coordinar el, (por suerte) menguante, torrente de gente. Por el otro, tenía a los dos nuevos y su (entendible) emoción. Y no le resultaba sencillo distribuir su atención entre ambas cosas, por muy acostumbrado que estuviese a pensar cuatro cosas a la vez. Para su fortuna, la cosa se fue facilitando a medida que la cantidad de gente disminuía. Y comenzó a tener que contener la risa ante la conversación de Uzeil y Lobelha. Comenzó a creer que la idea de ponerlos como una especie de dúo cómico en el escenario no era para nada mala. Tendría que hablarlo con Matilda luego. -¡Un desconocido en la caseta! ¡Fuera! ¡Fuera!- Exclamó una vez que el último espectador hubo entrado, continuando la broma de la chica, mientras señalaba la puerta de la caseta. A continuación, lanzó una carcajada. Miró hacia afuera antes de cerrar la cortina de su ventanilla para ver al trío que la peliazul señalaba: Lumiere y... Esos dos que SI le resultaban desconocidos. -Imagino que si.-Contestó a Lobelha, mientras cerraba la cortina de su ventanilla. Con un saltito, se bajó de su taburete y se acercó hacia la puerta e hizo una seña para que sus acompañantes lo siguieran. -¡Lumiere!-Saludó al vidente con la mano apenas salieron, viendo que este se acercaba.
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Post by Milly on Mar 8, 2013 17:43:48 GMT -3
Derian aprovechó el alboroto para separarse disimuladamente de la zona de apuestas, abandonando el interminable juego de retos entre la bailarina principal y el domador de leones... y aproximándose a la zona de guerra donde una enloquecida payasa que animada por la escena de Thomas se colgaba de todos los circenses para asegurar que la histeria de Santiago prevalecería en la salvaje contienda. De lejos todavía la oía declarar la apuesta de todas sus pelucas, y siguió escuchándola cuando alcanzó el campo de batalla donde los cosméticos seguían anunciándose como el objeto de la discordia. Sin perder el aplomo intentó invocar al orden mediante palabras amables, facilitando brochas luego de alcanzar la caja de materiales y designando turnos. —Podrán intercambiar cuando cada una acabe su parte —intentaba hacer entrar en razón a dos de las bailarinas que pretendían acaparar todos los colores, intentando al mismo tiempo dejar libre al payaso para hacerse cargo de sí mismo. Otro grupito cercano se disponía a seguir las recomendaciones de Derian cuando Hilaria pegó otro gritito, olvidándose de todos para echar a correr hacia un elegante vestido que había visto aproximase. —¡Matilda! —La estrujó entre sus brazos como si hubieran pasado siglos desde la última vez que se vieran. Su primera intención había sido la de suplicar un poco más de tiempo para terminar de alistarse todos, pero de pronto tuvo la sensación de que algo le hacía falta a la directora. Buscó por sus espaldas, en sus orejas bajo su cabello—. NO. No, no, no... dime que no perdiste a los nuevos —Cualquiera hubiera dicho que estaba realmente aterrada.
Hubiera devuelto el empujón a la silla de Lobelha, tanto para castigar su escena de fingido desconocimiento como por haber conseguido que Alejandro se uniera a la misma. Pero a punto estuvo de perder el equilibrio solo un momento después, cuando la peliazul se abalanzó a la ventana para divisar a los recién llegados. Se escuchó un pequeño gruñido, y luego se incorporó para enterarse de lo que los otros dos hablaban, alcanzando a divisar un instante los perfiles de aquellas tres personas antes que Alejandro cerrara la cortina. Ayudó a su socia a salir, como si de verdad requiriese de su apoyo. Permitame, señorita —le alargó el brazo, inclinándose a seguir el juego de los desconocidos. Pero otra vez, cuando estuvieron fuera, junto al llamado Lumiere y sus llamativos acompañantes, no pudo evitar quitarles los ojos de encima. La apariencia de ambos les resultaba demasiado 'oscura' para un lugar tan lleno de luz y alegría. Y música. Ya casi había captado completa la enérgica melodía que se escuchaba por cada rincón.
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Post by bachi on Mar 8, 2013 22:30:29 GMT -3
((MIENTES. YA LO TENGO TODO FRÍAMENTE CALCULADO(?) ))
Thomas se rió. —No hace falta que busques mucho más, ¿crees que me olvido de tu pequeño truco bajo la manga, hmmm? —Cuando lo soltó, el domador de leones se volvió a mirar con un giro veloz y le guiñó un ojo—. No cualquier persona hipnotiza gente con unos sencillos pasos de baile —Sonrió con picardía malvada y se acarició el bigote con pausa, habiéndosele ocurrido una idea—... De hecho, ahora que lo pienso, tal vez todo sea cuestión de aprenderme ese par de pasos. Podría enseñarle a Mafuma, Matilda estaría encantada... ¡Un león bailarín!
En cuanto Hilaria se unió a la batalla, fue como si un chispazo rebotara contra la espalda del payaso y encendiera la locura a nivel máximo. Con un grito de triunfo romano estiró un brazo victorioso entre la marea de bailarinas cuando, de un tirón y un pellizcón hilarezco (Santiago pudo ver la mano escurridiza de su amiga como una cobra asesina arrebatando cosméticos en aquella guerra despiadada), pudo sostener entre sus dedos el delineador negro. —¡Así Hil! —carcajeó ya contagiándose en exceso de aquella personalidad desbordante que nacía durante las funciones— ¡No volverán a subestimar el poder de los payasos! —Se trepó al hombro de uno de los de iluminación que había ido a arreglar uno de los foquitos parpadeantes de uno de los tocadores en el momento justo y preciso en el que Derian hacía uso de su maravillosa autoridad e imponía el orden. Con varios movimientos de muñecas precisos, pudo terminar su sencilla obra de arte y el pobre hombre de iluminación nunca supo exactamente qué había sucedido. Y Hilaria chilló... Y todos se volvieron a mirar.
Cuando Rufus se detuvo justo en la entrada de los vestuarios, la mujer tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para no soltar un lagrimón. Una sonrisa radiante se dibujó en sus labios y Matilda se inclinó a penas para besar la frente de aquel abuelo eterno del Circo. —Eres un ángel, uno muy pillo, pero un ángel al fin y al cabo —se rió mientras con el pulgar le borraba el labial de la piel—. Y tienes razón. Lumiere nunca se equivoca, lamentablemente lo sé, pero sea lo que sea, lidiaremos con eso como hasta ahor... El sorpresivo grito de Hilaria (lo reconocería a mil kilómetros de distancia) la hizo saltar dos metros y en seguida reír con ganas. Desde afuera se escuchaba el barullo que había en los cambiadores, pero jamás habría imaginado tamaña... guerra. En cuanto divisó a Derian, su semblante se suavizó y sonrió aliviada: Alguien además de Alejandro mantenía la cordura allí dentro. —¡Por su puesto que no perdí a los nuevos! —Matilda se cruzó de brazos—. Están con Alejandro encargándose de los boletos, deben ser los enanos más felices del planeta en este preciso momento, payasa loca —Le guiñó un ojo y asomó la mirada para entrar en aquella guerra— ¡Pero qué demonios...! —¡Matildaaaa! —Fuera de aquí, Thomas —La mujer lo frenó con una mano y pasó dentro del vestuario a grandes zancadas, dejando al domador con los brazos extendidos hacia el aire y una sonrisa seca en el rostro. Se volvió a Rufus y le hizo puchero. —Tu sí vas a saludarme, ¿cierto?
Extrañamente no se sorprendió cuando Alejandro se unió a su broma y Lobelha respondió con una carcajada. En cuanto tomó el brazo que Uzeil le extendía para acompañarlos a la salida, la chica cayó en la cuenta en que había sido un día en el que lo único que había hecho (dejando de lado ciertas turbulencias y miedos pasajeros) había sido reír e inflarse de euforia y esperanzas. A diferencia de su compañero no pudo evitar observar más de lo debido a los dos acompañantes de Lumiere, con una sonrisita de oreja a oreja mientras tarareaba la música de apertura del Circo que se repetía una y otra vez llegados a cierto punto... Y cuando el crescendo comenzó de nuevo, se puso a tironear de la manga de Uzeil con insistencia. —Ayy, Dios... Creo que no voy a resistirlo mucho más —cuchicheó como una colegiala eufórica, volviéndose a Uzeil. En cuanto vio la cara abstraída del chico en la carpa, se rió también— ¡Y tú tampoco! ¡Ya sé! ¡Alejaaaandro! —Llamó de nuevo al otro para que se volviera a ella, agitando la mano libre— ¿Podemos ir acomodándonos nosotros, podemos? ¡Dinos dónde y te esperaremos ahí!
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Post by ev7e on Mar 9, 2013 21:28:51 GMT -3
Nuria estuvo a punto de atacar nuevamente al domador, pero se giró al escuchar el alboroto de Hilaria y abrió los ojos impresionada con el vestido de Matilda. -Que linda estas- comentó tratándo de sonar lo menos envidiosa posible, pero sabiendo que nadie y mucho menos la directora del circo se tragaría el cuento de la "gitana amable"- Esta bien, te odio un poquito por verte mejor yo- admitió antes de buscar a su victima que ahora tomaba a Rufus por asalto.
El mago le lanzó una mirada casi asesina. -Tú no te atrevas siquiera a hablarme- le regañó al tiempo que le daba golpecitos en el pecho con el otro extremo del bastón y lo hacia retroceder- Me hiciste llegar tarde a mi reunión, me falta arreglarme las ropas y pintarme el bigote- siguió casi acorralándolo con una fiera peor que él- No estoy feliz contigo, muchachito. Y ten por seguro que es la última vez que te doy a cuidar una de mis cosas a menos que esta sea una jaula de monos rabiosos y por cierto- un último empujón con el bastón y detras de Thomas aparecieron unos firmes brazos femeninos que lo sujetaron como cadenas- ahi te dejo a una nutria hambrienta.
-¿Contento de verme?- ronroneó la gitana antes de plantarse de nuevo delante de él con los brazos en jarras- Yo tampoco estoy muy feliz contigo, Omaia. Pero debo serte sincera, si tú crees que puedes enseñarle a un león los pasos y bailes y que con eso bastara para...bueno, tú sabes.- aqui esbozo una sonrisa traviesa- Estas muy equivocado y eso, mi estimado colega, te convierte en mi próximo blanco.
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Post by Milly on Mar 11, 2013 3:13:19 GMT -3
Suspiró tan aliviada y con tal fuerza, que cualquiera hubiera dicho que llevaba horas conteniendo la respiración. —¿Con Alejandro? ¿Viendo los boletos? —fueron dos segundos de intensa envidia dedicada a los nuevos. Pero al instante se recordó que ella estaba a punto de entrar al escenario, lo que sería infinitas veces más divertido que cortar pequeños papeles. Volviendo a su risueña energía, abrió el paso a la directora y a Rufus para seguirlos otra vez al interior, pisándoles los talones.
El chillido de Hilaria le había dado buena alerta, pero Derian no se levantó sino hasta oír la voz de Matilda adentrándose a la zona. La recibió con un amago de sonrisa, respetuoso, señalando con la cabeza al grupo que lentamente comenzaba a retornar a la calma en parte por el pequeño aporte del escupefuego, pero en gran medida en respuesta a la llegada de la directora. —Una carrera contra el tiempo —se limitó a explicar, encogiéndose de hombros y no obstaculizando más la labor de Matilda de ultimar detalles para el inicio de la función. —Ruuufus —antes de que Ivanés agregara una sola palabra, la larguirucha payasa se había acercado a espaldas del mago justo cuando este daba término a su discusión con Thomas. Sonreía de oreja a oreja. Tanto sonreía, que asustaba—. Creo que tu barba se ve un poquito triste. ¿Quieres que te ayude a arreglarla? —Bastaba ver cómo sostenía los materiales cosméticos entre sus dedos para entender que dejar en manos de Hilaria el retoque... era más que un peligro.
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Harry
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Post by Harry on Mar 11, 2013 23:30:48 GMT -3
Hasta ese momento, no se había detenido demasiado a pensar en el dúo que acompañaba a Lumiere. ¿Árabes en el circo? Una idea interesante. Después de todo, si había algo que el Circus Maxium siempre buscaba era variedad. Eso, por supuesto, asumiendo la buena-pero-problemática situación de que fuesen ingresantes. Se le cruzó por la cabeza (en buena parte, la verdad sea dicha, por el aparente origen de ambos) que quizá fuesen inversores. Lo cual no estaría del todo mal tampoco. Pero el pelirrojo ya había tenido suficientes inversores por un día. Y entonces oyó la pregunta de Lobelha. No sabía que necesitaría Lumiere, pero siempre estaba lo posibilidad de que tome tiempo Y de tener que tratar temas que no conviene que alguien nuevo en el circo oiga.
-Excelente idea.-Sonrió mirando a ambos ingresantes-Podrían esperarme en la entrada trasera a la carpa. Y si alguien del circo los frena, digan que van de mi parte. Yo los veo en un rato allá para entrar y ver la función.
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Post by bachi on Mar 12, 2013 1:24:08 GMT -3
No había esperado ese duro golpe bajo del anciano, para Thomas era más fácil olvidar que resentir, pero a medida Rufus iba soltando los regaños, el hombre se inclinaba hacia delante y se sujetaba el corazón con una mueca adolorida pequeña y apenas exagerada... Pero el ataque repentino de Nuria hizo que se pegara un sobresalto y lanzara por la borda cualquier intento en vano de dar lástima y autoperdón. Enseguida un par de risitas presuntuosas le respondieron a la mujer, de quien logró escabullirse con una vueltita elegante, sosteniéndole la mano y dándole un beso fugaz en el dorso. —Me encantaría ver cómo lo intentas —soltó juguetón el domador, alejándose cada vez más de ella, en dirección contraria a donde acababa de entrar Matilda—, pero ahora debo irme... Marchar —teatralizó con melodrama—. Si me extrañan allí dentro, avisa que me fui a tranquilizar a los muchachos antes de la función. Au revoir madame, prometa respirar en mi ausencia y no sucumbir a la locura de la soledad. Dicho esto, Omaia se alejó a trote vivo en dirección hacia la jaula de sus queridos niños de bigote.
A pesar de la irrupción repentina de Matilda en la escena, Santiago parecía extrañamente calmado cuando interceptó la macabra maniobra de la payasa por acorralar al viejo mago. Desde atrás, a pesar de la altura de la jovencita, con dos manos rápidas le sacó las pinturas con una delicadeza magistral y le sonrió cuando se inclinó para verle la terrible sonrisa de "Hilaria extrema". —YO quiero que me ayudes —Disimuladamente le guiñó un ojo a Rufus—, ven aquí Hil y ayúdame a elegir los colores mientras el abuelo nos dice qué quiere hoy en su elegante barba —Como un peluquero, le enseñó al anciano un silloncito y lo esperó con paciencia—. Mientras escuchamos lo que sea que Matilda tenga que decirnos.
Las palabras halagadoras de Nuria solo hicieron que la mujer ensanchara la sonrisa y se echara hacia atrás el cabello con elegancia, elegancia que al cabo de unos segundos se convirtió en un par de risas divertidas. —¡No dejes que Oma...! —se volvió justo en el preciso momento en el que el domador se escabullía entre las sombras de la noche y Matilda dejó caer los hombros. NUNCA estaba en sus discursos de inicio. Algún día consideraría seriamente atarlo a una silla—. En fin, Derian, recuérdame que te aumente el sueldo —soltó mientras cerraba la puertira detrás y con tanta parsimonia que cualquiera podría haber dudado en realidad si la mujer quería comenzar a hablar o no. Y de hecho se tomó su tiempo. Matilda pasó la mirada de uno en uno tal y como una madre orgullosa podría estar observando a sus hijos, hasta que disimulando con un suspiro desgarrador, se acercó a la mitad del vestuario y con un par de señas les indicó a los que estaban ya preparados a que se acercasen. —Pues... nada. Ya saben —Parecía algo emocionada, pero contuvo el lagrimón soltando pocas palabras con fuerza y radiante—. Lo mismo de siempre, chicos: A salir y a romper con el escenario ¡Que no quieran volver a sus casas y que teman dormir! Porque encontraron que acá sus sueños de verdad se cumplen, y a toda regla. No se quedaría para los aplausos y chiflidos de aceptación. Matilda cruzó rápido dándole unas palmaditas a todos y se quedó frente a frente del túnel, agitando las manos, cerrando los ojos, modulando y calibrando la voz. Cuando la música cambiara, cuando las luces disminuyeran, ella saldría al centro de la pista, justo debajo del farol principal...
Lobelha fue fugaz como un rayo, sintiendo que cada vez se les agotaba más el tiempo. Como un soldado se llevó una mano a la frente y saludó a Alejandro con rigurosidad, sonrisas de por medio, y reafirmó con energía el agarre del brazo de su compañero. —¡Hecho! Nos vemos allá dentro —Saludó empezando a retroceder con sonrisas y ademanes de cabeza, tanto a Lumiere como a la pareja de extraños y echó a correr arrastrando a Uzeil detrás. Sabía que en cualquier momento el chico la rebasaría, con incluso más expectación que ella, y se empezó a reír— ¡Al fin al fiiiiiin! ¡Vamos a ver el circo al fin, Uzeil!
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Post by ev7e on Mar 12, 2013 21:05:53 GMT -3
Sam se ubicó casi al centro en la parte superior de las graderias, desde donde tenia una vista completa de la pista. De vez en cuando se veia cegado por algún reflector o se atoraba el mismo con las palomitas de maiz, por lo demas escuchaba atento las conversaciones ajenas. No se asombró cuando un hombre le aseguró a su acompañante que seria una noche inolvidable, habia oido lo mismo cuando llegara el circo en la mañana y esperaba no verse decepcionado, pero la cantidad de personas dentro de la carpa era una clara señal de que habia llegado del lugar correcto si queria confirmar sus sospechas.
Rufus se quedó congelado por unos terroríficos segundos mientras decidía como despachar a la payasita sin que terminara atado con un balde de pintura en la cabeza, aunque ese no parecia ser el estilo de Hilaria...a menos que hubiera pasado mucho tiempo con las bailarinas. Para su buena fortuna, pudo respirar con normalidad cuando Santiago la interceptó. -Solo un poco de esa cosa brillante verde...justo aqui- señaló la mitad del bigote y la barba mientras se sentaba frente al espejo y acomodaba la corbata de moño- y...muchacho... asegúrate de tener comida para pájaros cerca. La necesitaran- sonrió.
Las cuatro bailarinas se apresuraron a tomar sus posiciones, dejando el espacio para quienes iban delante de ellas. -¿Recuerdas ese giro? -Claro, casi me come un león despues de eso. -Deberiamos intentarlo de nuevo. -Ni loca, nosotras con ellos no volvemos. -Podria hablar con Thomas, ya saben... -Dejalo asi, no hay daño para nadie. Nuria resopló frustrada y se giró, sin ganas de hablar con ellas hasta escuchar el tarareo de la morena a su costado, solo entonces decidió esperar hasta el final para tener una conversación madura con el domador.
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Post by Milly on Mar 13, 2013 3:34:28 GMT -3
((Ese Omaia... <3))
En un segundo ya había perdido las pinturas. Completamente consternada inició la búsqueda para recuperarlas, inspeccionando en sus mangas, los pliegues del vestido... Entonces se encontró con Santiago. Repentinamente dócil ante el conocimiento de que Matilda estaba frente a ellos para dar el discurso quedaría término a su larga espera, llegó de un salto hasta donde Santiago le indicaba para echarle un vistazo a los colores, poniendo todo su esfuerzo en no preguntarle al mago dónde conseguirían comida para pájaros a esa hora, para no interrumpir a la directora.
Derian, como cada noche, sintió un agradable calor en su pecho al dictar Matilda sus últimas palabras. Tiempo atrás, él había encontrado sus sueños en Circus Maxium al mismo tiempo que viera llegar el fin de sus pesadillas. Y en realidad deseaba que cada uno de los asistentes pudiera ser partícipe de al menos una milésima parte de la inagotable felicidad que no manifestaba ni en palabras ni en gestos. El fuego era su medio de máxima expresión. El único. Avanzó dispuesto a tomar su lugar, sosteniendo la mano de la alegre payasa durante su camino para llevarla con cuidado a ubicarse también en su puesto, para no demorar a Rufus y Santiago. —Me parece que tú ya estás lista —interpeló amablemente. Ella, con su sonrisita eterna, asintió enérgica para luego seguirlo, pues no estaba dispuesta a perderse la entrada de Ivanés. De principio a fin, a Hilaria no le gustaba perderse un solo detalle de la función.
La pregunta de Lobelha le pareció brillante, y todavía más cuando Alejandro consintió en que se adelantaran. Saber que ya todos los espectadores se encontraban en la carpa lo impacientaba. —¡Gracias, Ale...! —alcanzó a gritar embargado de entusiasmo, entes que la peliazul lo tironeara en dirección a la carpa. Y mientras oía las celebraciones de esta, de alguna forma logró zafarse de ella. Echando luego a correr a toda velocidad. —¡Pero yo lo voy a ver antes que tú, socia! —le gritó con una carcajada genuina y espontánea cuando ya la había dejado varios pasos más atrás. Llegaría a su destino sin aliento. Pero valdría la pena. Se estaba divirtiendo como nunca y eso que aún no comenzaba la función. La magia estaba en el aire.
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nitta
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Post by nitta on Mar 13, 2013 7:38:24 GMT -3
Lumiere -quien escoltaba a aquellos dos sujetos extraños- miró a Alejandro a los ojos mientras todo sucedía a su alrededor a velocidad estrambóticamente veloz. Menos mal a Ala que él ya estaba cambiado. Empezaba a notar la magia de la carpa como le llamaba, como todo a su alrededor desprendía esa mágia que tan bien había aprendido a conocer. Miró a todos y luego a Alejandro. -Tenemos que escoltarles a las butacas de la tribuna; donde normalmente se sienta Hauffmann -informó mientras Raissa observaba con detenimiento el cabello de Lobelha y ahí recordó donde la había visto. Sí. En la plaza. ¿Hacía cuanto de ello? ¿Cuánto tiempo? No tenía ni idea pero ahora -al fresco de la noche- agradecía ir tan tapada hasta que de su nariz salió un ligero estornudo. No iría a resfriarse ahora, ¿cierto? se preguntó mientras veía como su prometido Hassan le pasaba un pañuelo y que ella se apresuró a recoger con la mano que portaba la pulsera que le había regalado hacía, ¿cuánto? Realmente a Raissa el tiempo le había volado sobremanera, le había desaparecido de enfrente de sus ojos y ahora ya era de noche. Genial. Aunque eso solo provocó que miles de mariposas revolotearan en su estómago con nervios ante la noche que se avecinaba. "La noche de tu diecioctavo cumpleaños será especial para ambos" Y sabía qué significado tenía ese "especial" en boca de Hassan. ¿Sería capaz de estar a la altura.
Por su parte Treste había dado con la payasa y Santiago ya totalmente maquillado, vestido y preparado aunque la nariz le colgaba del cuello pues se la pondría lo último. Treste era de quienes defendían que un payaso era payaso siempre y cuando usara la nariz que lo demás -maquillaje, vestimenta, complementos- era complementario; necesario pero complementario al fin. En silencio escuchó las palabras de Matilda -que por otra parte- tan bien conocía.
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