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Post by Milly on Jan 15, 2013 2:14:29 GMT -3
Hilaria dedicaba todos sus esfuerzos a la proeza de resistir los tirones de su compañero payaso y mantenerse firme en su lugar, tarea que no le había parecido demasiado difícil... hasta la irrupción del escupe fuego y la locura que consiguió desatar con un par de palabras. Lidiar contra el Santiago desganado y salir victoriosa era una actividad rutinaria, pero albergar las mismas ambiciones cuando debía enfrentarse a su histeria era poco menos que una utopía. Intentó calmar al desesperado joven con unas palmaditas en el hombro mientras se esmeraba en ordenar a los circenses, pero daba por hecho que no iba a conseguir gran cosa. Y optó por hacerse la desentendida a sus instrucciones... por un momento. —¿Oportuno? —chilló en respuesta al comentario del domador, que ya se dirigía al asistente de Matilda—. Pues a mí me parece que no podías haber llegado en peor momento, Derian, y eso que Santiago es el aguafiestas vitalicio. Estábamos en medio de una conversación delicada aquí. —Solo quería asegurarme... —Derian, que jamás sabía si tomar en serio las reprimendas de la payasa, parecía realmente contrariado. —El daño ya está hecho —repuso con una sonrisita traviesa antes que el lanzallamas pudiera terminar su explicación. Se volvió a la chica del velo y su acompañante, deshaciéndose en miraditas encantadoras—. Espero volver a verlos más tarde, o mañana... o cuando sea. Y a ustedes... —cuando sus ojos alegres se encontraron con Uzeil y Lobelha, les dedicó un guiño confidente, además de unas palmaditas algo más enérgicas de las que a Santiago tocó recibir. El chico no supo más que sonreír como imbécil al recibirlas—. Bueno, ya nos vemos. Dando media vuelta se abalanzó a tomar con cada uno de sus brazos a Nuria y Fin para arrastrarlas fuera de la carpa junto al resto de la fila antes que la impaciencia volviera calvo a su amigo Terna—. Vamos a ponernos guapas antes que... —no supo cómo terminar la sentencia y ahí la dejó, fingiendo no saber que ningún maquillaje de payasa podría hacerla ver guapa. Derian se volvió a los desconocidos -ahora a cargo de Alejandro- antes de cerrar la marcha. —Entiendo este no es el recibimiento que uno esperaría presenciar —se disculpó. En realidad, como recién llegado a la escena tenía muy poca idea de cómo se había llevado la situación hasta ahora... pero supuso el desorden al que él acababa de dar lugar era suficiente como para incomodar a cualquiera que no formase parte de la dinámica rutinaria—, pero este ha sido un día agitado para el circo. Lo compensaremos en algún momento —Antes que Alejandro iniciara la marcha se despidió de él con un gesto quedo de su mano y siguió a sus compañeros.
Uzeil los vio marcharse sin poder evitar sentirse apenado. No acababa de acostumbrarse al carácter peculiar de esa gente, pero deseaba hacerlo, sin ninguna duda. De momento tendrían un respiro, pues el que se había presentado como Alejandro y en cuyas manos quedaban ahora, parecía gozar de toda la normalidad que a los demás hacía falta. Decidió cambiar sus apuestas entonces, decidiendo que en lugar del sujeto de bigote, el pelirrojo sí debía contar con algún cargo importante. También hubiera depositado algo de esperanzas en ese al que llamaban Derian, pero no había forma de que su apariencia desmintiera cuál era su lugar. Observó de reojo a la pareja que venía con ellos antes de dirigirse a Alejandro, cuando el alboroto de la carpa era reemplazado por el de los espectadores que aguardaban en las filas que se abrieran las puertas. —Me llamo Uzeil —informó al joven, para no olvidarse de las cortesías. Buscó a su amiga con la mirada, señalándola luego de encontrarla—. Y ella es Lobelha. Tú... ¿conoces a Matilda, la directora? —No tenía demasiados deseos de hablar, pero en vista de que cada paso los llevaba más cerca de la hora de la verdad, prefería saber a lo que se enfrentaban antes que torturarse con suposiciones. Habría dado cualquier cosa por saber si la chica de cabello azul compartía su inquietud—. Tengo la sensación de que no hemos llegado en un buen momento... —Y eso que aún se acordaba de las palabras dichas por Hilaria durante el mediodía. Pero todo ese jaleo con el alemán parecía haber cambiado las reglas del juego durante las últimas horas.
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Post by ev7e on Jan 15, 2013 20:19:24 GMT -3
Rufus volvió junto a Alejandro mientras le refunfuñaba al domador algo de que el único regalo que recibiría seria una jaula llena de monos si es que volvía a huir de esa forma con su bastón. Esperó a que la pista haya quedado libre de "niños raros" para retomar el camino junto con los "niños no tan raros" hacia Matilda. Sabía que aquel no era el momento indicado para llevarle a los nuevos, pero disfrutaria de la cara de espanto que pondria al verlos a todos ahi, juntitos y con poco tiempo antes del show. Ese sería su castigo por no avisarle (aunque tampoco tenía por qué hacerlo) de que Hauffman estaba en el circo ese día. -Aqui todos nos conocemos entre todos- se adelantó el mago antes de que Alejandro pudiese responder- Con un poco de suerte puede que tambien los conoscamos a ustedes. Eso si, les advierto desde ya que deberan acostumbrarse a nuestro caos familiar, hoy ha sido un día relativamente tranquilo (al menos para mi lo fue)- rio para sus adentros- Esperen a pasar un tiempo con estos locos y por cierto...-se sacó el sombrero de copa y dejó caer una pelotita chillona- mi nombre es Rufus.
Nuria fue arrastrada junto con Fin por la payasita Hilaria, se vio obligada a descalzarse en el camino ya que el paso rápido de la joven la hacia enredarse con sus propias piernas y los zapatos altos que tanto ella como las otras tres bailarinas traian. -¿Tan tarde es?-preguntó la gitana una vez fuera de la carpa y viendo el cielo empezando a oscurecer- Tenemos que cambiarnos, peinarnos, maquillarnos, si es posible dar un último ensayo...-empezó a enumerar su propio y detallado ritual antes de que volviesen todos a la carpa.
Sam se detuvo en la entrada de la feria, observó a las personas que iban y venian comprando algodones de azucar, globos y una de esas endemoniadas cosas giratorias que parecian molinos de viento en miniatura. Un poco de viento sopló y terminó de alborotarle el cabello para darle una apariencia de un niño de diez años con las manos muy descuidadas, como si acabara de jugar pelota y hubiese olvidado lavárselas. A veces trabajar con autos le traia algunas desventajas. Se perdió entre los puestos de la comida mas rara y sorprendentemente deliciosa, escuchó fragmentos de conversaciones animadas de algunas personas que ya habian asistido a la función que ofrecía Circus Maxium en otros lugares y aseguraban que era imperdible. Sam volvió a darle un vistazo al folleto morado entre sus manos.
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nitta
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Post by nitta on Jan 18, 2013 8:06:48 GMT -3
Fin se sintió arrastrada y tras ella fue Duke con sus brazos cruzados tras su cabeza, meditabundo. -¿Qué creeís que haga la chica que iba vestida de negro? -les preguntó de sopetón. -Debe ser árabe...-comentó Fin mirándole tras girar su cabeza. -Eso lo había intuí... ¡¡¡DANZA DEL VIENTRE!!! -gritó entusiasmado- me encantaría ver su prueba de acceso. -¿Cómo estás tan seguro? -le preguntó- igual se traga espadas, ve tu a saber.-Se rió. -¿Cómo se va a tragar espadas. Fin a veces tu imaginación me da miedo.-Le contestó haciendo cara de asustado. Cuando llegaron a los cambiadores Duke se metió en su propio habitáculo dejando a las chicas cambiarse solas. -¿Qué opinaís de esto, Hil y Nuria? -cuestionó a las otras dos.
Por su parte Hauffmann iba en la limusina agobiado por el calor intenso de verano en Italia. Maldiciendo a Matilda, a su circo y a su gente. Pero en fin, había pasado el cheque y les había visto felices. A veces era bueno hacer buenas obras y mira tú, se sentía bien. Se apeó de la limusina y avanzó a grandes pasos hacía los ascensores y de ahí practicamente corrió a su cuarto que abrió con la tarjeta. Una vez dentro empezó a tirar la ropa nada más en la entrada, puso el aire acondicionado y se metió en la ducha relajándose al fin. Cuando salió envuelto en una toalla llamaron a la puerta. Enseguida supo quien sería. Se acercó y abrió los brazos a quien entraba, sonriente y exhultante de felicidad de verla.
Por su parte mientras eran guiados Raissa metió la mano bajo su ropa para enjugarse el sudor que perlaba su frente por el calor suplicando por algo de aire fresco pero sabía que eso sería imposible por el momento. Por su parte, un Hassan indignado tensaba los puños furico por tener que tratar con una mujer. Pero bueno no se lo pondría fácil. No señor. ¿Él rebajarse a escuchar una mujer? Ja! Que engañados estaban O quizás fuera él el engañado, no?
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Post by bachi on Jan 19, 2013 1:36:07 GMT -3
Santiago se había cambiado en un santiamén. Todo, casi en menos de 10 minutos, solo de lo apurado que estaba. Había salido zumbando del vestuario de hombres hacia la parte del tocador donde se unían ambos habitáculos, esperando impaciente a todo aquel que necesitara un toque de su magia. Sabía que estaba Fin también como ayuda y ya de por sí las bailarinas se encargaban de una buena parte (suya y de algunos trapecistas con los que coqueteaban), pero el resto (muy pocos en realidad) dependían de él y no quería que nadie terminara, casualmente, como un payaso. La idea le dio gracia mientras abría delante de sus narices todo un repertorio de cajas repletas de maquillaje, brillo, gel y agujas e hilo de último momento para remendar alguna manga herida, con lo que esperaría a sus compañeros. Del resto de las imperfecciones, sabía que la magia de Circus Maxium se encargaría de arreglar.
De hecho, que Uzeil lanzara la pregunta la había salvado de su estúpida y bien disimulada mirada de despedida a Derian. Casi sacudiendo la cabeza para quitarse la bobada momentánea, Lobelha asintió con energía y se volvió a Alejandro, antes que ese viejo de bigote curioso los interrumpiera. La chica sonrió y le brillaron los ojos con picardía mientras observaba la pelotita rebotina que se alejaba en el suelo, mientras ellos andaban a las apuradas. —¡Pero si eres un mago! —exclamó sin que su voz delatara algún ápice de dudas. Se estiró entre la pequeña filita que se había formado de los que seguían a Alejandro, y buscó estrechar su mano—. Un gusto, Rufus —soltó risueña. Rápidamente se volvió al resto aunque la buena vibra del momento no le dio lugar para sospechar del malhumor del señor árabe que los acompañaba— ¿“Pasar un tiempos con los locos”?¿Eso quiere decir que ya estamos algo así como… “semidentro” de la familia? Mientras avanzaban, el bullicio general del exterior quedaba por completo fuera de su centro de atención.
Dentro del motorhome privado de la directora de Circus Maxium todo estaba en el suelo. Posiblemente también hasta el techo del vehículo. Su decisión por el traje de aquella noche fue tomada tan rápidamente que, cuando volvió a su despacho, ya se había olvidado de qué había separado junto a la cama para ponerse. En ese momento unos pantalones pijamas de seda rosas y unas pantuflas de conejos era lo único que demostraba algo de glamour dentro de su oficina… ni siquiera se había maquillado aún, observó mordisqueándose el labio para evitar comerse las uñas. …Y Alejandro y Rufus que no aparecían. Los mataría, pensó justo cuando vio pasar endemoniadamente tranquilo a Thomas enfrente de su ventanita. En menos de cinco segundos la mujer se abalanzó sobre el hombre como una locomotora, y el turbante que tenía sobre la cabeza para secarle el cabello, le cubrió el rostro por completo. —¿¡Dónde andan metidos todos!? —A cada palabra que pronunciaba, le daba una sacudida violenta al domador. A Thomas le costó responder. Probablemente porque la lengua le había quedado enroscada en el cerebro del susto. Con delicadeza levantó el toallón para descubrirle el rostro a Matilda… Pensándolo bien, volvió a dejarlo como estaba. —Yo… bueno. Voy a darle unos bocadillos a mis chicos y después voy a prepararme —Se encogió de hombros y sonrió de costado—. Y los demás… Cambiándose, lo que me hace pensar, ¿por qué tú no estás…? —¡Cierra el pico, Omaia! ¿Viste a Ruf…? La sonrisa de Thomas fue perversa. Y divertida, claro. —¡Están de camino! —exclamó mientras se alejaba. Se había zafado de las garras de la mujer con una vuelta graciosa— Y te traen sorpresitass…
Siro le dio un segundo mordisco a la hamburguesa y supo que odiaba la lechuga. La muy puta siempre se le escurría entre los aderezos y terminaba comiendo pan, lechuga y kétchup. —Por qué tan empeñado en mirar el folleto, niño, si tienes al circo justo aquí enfrente tuyo —preguntó de pasada al chico que parecía una momia. Un “pibe” salido de una película de Chaplin. Con toda la naturalidad con la que podría estar en una situación así, sin tener nada mejor que hacer, el hombre terminó por arrojar con desprecio la hamburguesa mágica en el tacho más cercano y se limpió las manos dando palmadas. Le quitó el folleto de entre los dedos de mecánico, lo que rápidamente captó, y lo ojeó mientras se limpiaba los restos de comida con la lengua. —Bonito truco, eh —Le devolvió el folleto y le desordenó el cabello antes de perderse entre la gente, sin dejar en claro a qué se refería con lo de truco.
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Post by ev7e on Jan 19, 2013 22:10:05 GMT -3
La gitana casi corrió a los percheros a buscar su traje, no seria dificil de hallar pues ya conocian los gustos de las bailarinas por las prendas diminutas y brillantes...muy brillantes y tintineantes para Nuria. -Danza del vientre- repitió Nuria con cierto desagrado en la voz cuando Fin pidió su opinión- preferiría que tragara espadas o..no lo se..se incendiara ella sola- comentó como algo perversamente casual- Lo siento, es que ya somos cuatro bailarinas- dijo sacudiendo su largo y sedoso cabello bicolor con algo de pretensión- No nos hace falta una más y menos si solo hara eso. -Tiene miedo de que tambien la reemplacen- comentó una de las gemelas mirandose en el espejo. Todos en el circo sabian que las bailarinas más antiguas habian sido reemplazadas por otros grupos tambien conocian el terror que tenia la gitana a terminar en la nada por una candidata más joven (aunque ella fuese la menor dentro del su reducido grupo). -No es eso- se quejó Nuria- es que..ya somos muchas-mintió.
-¿Mago?-preguntó Rufus- pues si-sonrió una vez que pudo ver a cierta distancia el motorhome. El anciano miró hacia atras, contando cabezas y movió el bigote las mismas veces que personas eran. -¿Tú que dices, muchacho?- le preguntó a Alejandro- ¿Estan dentro de la familia? Yo no lo aseguraría tanto, aunque si le agradan a la directora de este manicomio, puede que sus cabecitas se mantengan en su lugar una noche más. De lo contrario- se pasó un dedó por el cuello y les sacó la lengua- a mi no me gustaria ver eso. El único consejo que puedo darles es que Matilda Ivanés no es una mujer fácil..de hecho puede parecerles rara, algo bipolar y claro...no se lo pueden decir ustedes a la cara porque explotará. Yo si- se señaló- son las ventajas de tener mi edad. Solo limitense a hacer exactamente lo que les pida, ni más ni menos. Con eso la mantendran...estable.
-Es para...-empezó pero pronto se dio cuenta de que al tipo aquel no le interesaria escuchar lo que tuviese para decir. A Sam no le gustó para nada, desde que le habló interrumpiendo sus pensamientos hasta que le devolvió el folleto arrugado del circo y encima osó despeinarle el cabello más de lo que ya estaba. Se alegró de que se fuera sin más, salvo por las últimas palabras que dijo. Tal vez no pensaran lo mismo, pero él ya sabia que algun truco debía haber en aquel lugar para que le interesara tanto averiguarlo. -Bonito truco- repitió Sam, pero se lo dijo al niño que jugaba con su nuevo set de magia para novatos.
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Post by Milly on Jan 20, 2013 17:29:58 GMT -3
—Tampoco tienes que deprimirte tanto Nuria —La payasa ya se había librado de sus ropas de ensayo arrojándolas directo hacia algún rincón olvidado de los vestuarios femeninos y ahora deslizaba sus raquíticas extremidades al interior del traje especialmente escogido para aquella noche de apertura: un vestido holgado de colores tan fluorescentes que llegaba a comprometer la vista, a juego con unas medias estampadas de motivos abstractos e igual de luminosos que el resto de la indumentaria—. A todos nos llega el momento de dar un paso al lado para cederle los reflectores a otra gran promesa —solo cuando rió con ganas, quedó espacio para suponer que no hablaba en serio—. Como si hiciera falta que intentaran reemplazarte. Solo te darían motivos para usar esas brujerías tuyas para hipnotizar a la gente, ¿a que sí? Lo que sea que quiera hacer, espero que tenga mejor voluntad para enseñarme sus trucos que tú —le mostró la lengua a la bailarina principal con una mueca divertida antes de calzarse una media en la cabeza y salir con su peluca entre las manos hacia al área donde Santiago esperaba. Ensanchó la sonrisa al verlo, regalando una vuelta rápida para que pudiera apreciar sus atavíos. —¿Qué tal? ¿Puede ser que con esto esté a la altura de los señores payasos? —Se dejó caer en cualquier puesto sin esperar una respuesta, lista para la fase final de su transformación a una verdadera payasa... por segunda vez en el día.
Uzeil se había sentido como un niño al contemplar el truco del anciano, pero tanto su sonrisa genuina como la maravilla experimentada desaparecerían con la misma rapidez en que hubieron de surgir al oír los comentarios que Rufus tenía que ofrecer acerca de la renombrada directora. No creía que Matilda fuera el tipo de personas que podría ayudarlo a sentirse más tranquilo y cómodo, pero lo aceptó con un suspiro repentino, listo para seguir adelante con esa lucha. —Es exactamente lo que haremos —prometió, desplegando una mirada cómplice y persuasiva hacia Lobelha, que ya había demostrado en más de alguna ocasión lo impulsiva que podía llegar a ser—. El silencio va a ser nuestro mejor amigo.
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Harry
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Post by Harry on Jan 20, 2013 22:07:52 GMT -3
Alejandro sonrió con ganas. Le alegraba ver la ilusión que se hacían estos dos ante la posibilidad de entrar al circo. Significaba que el Circus Maxium no había perdido su magia, que aún era un lugar misterioso al cual, algunos al menos, aspiraban entrar. Sin embargo, esa emoción podía jugarles tanto a favor como en contra. El pelirrojo estaba bastante seguro que harían todo lo que pudiesen para entrar. Pero también estarían nerviosos. Y con el alemán observando, ni Matilda ni él podían permitirse ser flexibles. Las pruebas serían duras. Pero si tienen talento, las pasarían.
-No digas eso, los vas a hacer huir antes de entrar.- Le dijo a Rufus, aún sonriente, una vez Uzeil terminó de hablar. Acto seguido, se dirigió a los ingresantes. -Aunque es cierto que Matild...Digo, Ivanés debe estar bastante nerviosa en este momento. No les digo que se queden callados todo el tiempo. Simplemente...-Meditó un momento.- Sean ustedes mismos. Mientras no griten ni rompan nada, va a estar todo bien.
Unos segundos después, estaban ya frente a la puerta del motorhome. Alejandro llamó a la puerta.
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Post by bachi on Jan 21, 2013 22:50:09 GMT -3
Toda la sarta de consejos que comenzaba a girarle dentro de la cabeza a Lobelha, se mezclaron para formar una imagen bastante descabellada de cómo le pintaban a esa tal Matilda Ivanés: En pocas palabras una mujer baja con cara literal de ogro, peluca negra de flequillo recto y... No sabía por qué, pero un tutú rosa fue la frutilla de su postre imaginativo. —Oh, sí, claaro —contestó la chica mientras estiraba los brazos y sonreía encantadora—. "Silencio" será nuestro segundo nombre, Uzeil está aquí para recordármelo, ¿cierto socio? —Le dio una palmada enérgica en la espalda mientras Alejandro llamaba a la puerta. ...Y por primera vez en el día cayó en la cuenta de que hablaría personalmente con la directora de un circo. Lobelha deseó que el mago tuviese poderes y le pusiera estrellas en los ojos y que le flotara el cabello para demostrar la emoción. Nerviosa y casi saltando, se ubicó detrás de su amigo preguntándose qué imaginaría él. —¡Omaia! —Se escuchó mientras abrían la puerta— ¿Vuelves aquí con el rabo entre las patas? —Una mujer alta, delgada y con pantuflas de conejo les abrió la puerta de costado, mientras con la otra mano se peinaba el cabello rubio de aspecto perfecto— ¿Se te acabaron los aperitivos para tus... Matilda vio muchos rostros desconocidos todos al mismo tiempo y demasiados para su gusto. Un duende azul de mejillas rechonchas, un gordito de aspecto tembloroso, un árabe traficante de armas y su mujer... Su mujer la Viuda Negra y. Y Rufus y Alejandro, claro. —...mininos. El duende azul de cachetes redondos se tapó una risa con la mano y la mirada de la directora de Circus Maxium voló a su asistente y al viejo abuelo. Rápidamente se separó de la puerta y se cruzó de brazos mientras, lentamente, enarcaba las cejas. —Justo que pensaba cambiar mis pantuflas de conejo... Qué casualidad, me cae otro conejo bigotudo y un zorro pecoso —Sonrió, exagerando la amabilidad—. No me digan: —Cerró los ojos y se cubrió con una mano como si se concentrara— Estos son los nuevos. No, esperen, veo algo más: Vienen a hablar conmigo porque... Hasta ahí llegan mis habilidades —Suspiró—. Pasen todos adentro antes que adquiera la habilidad de asesinar personas con un peine. El tiempo vuela.
—Disculpe —ronroneó una voz detrás y se volvió a mirar—, ¿puede ayudarlo en algo, humilde caballero de remera metalera? Siro parpadeó y miró al sujeto que lo interrogaba. Era del circo, de eso podía estar seguro porque... Porque se había colado disimuladamente por la parte de atrás tras gastar ese dinero extra que Saunière le había dado para sobornar a uno de los perros guardianes. "Vagó sin rumbo" no era la expresión correcta porque él sabía perfectamente hacia dónde tenía que ir: Hacia algún lugar que parecieran los dormitorios de aquellos artistas. Y vaya suerte había tenido que, sin esforzarse más de 50 euros el pasaje, había ido a dar con un grupito curioso, curioso grupito de personas en las que reconoció primero que nada a su presa y un pelo azul de otra probable víctima. Siro los había seguido disimuladamente hasta que el pelirrojo Alejandro Suarez (conocía de sobras al asistente) golpeó una puertita y... Y aquel sujeto de bigote lo interrumpía inesperadamente. No tenía ni idea de quien era. No contaban con la información de todos los artistas del circo aunque sospechó de qué se trataba. —La curiosidad hizo que me perdiera... —Ah, pero qué descarada —Lo interrumpió el hombre y lo tomó por los hombros, alejándolo de allí—. Yo la conozco muy bien a esa, pero me temo que hasta acá llega mi relación. Dígale que rompemos el compromiso —Le sonrió. Lo había dejado de nuevo entre el barullo de gente y le sonreía—. Hay otra dama que me espera.
Santiago sonrió animado al ver a Hilaria ya con todo el vestuario. —Tal vez... —Le respondió mientras se guardaba una brocha entre los dientes y esquivaba parte del elenco apresurado que rondaba allí con una vueltita— Solo te falta un poco de magia en la nariz y las mejillas. El resto lo llevas aquí dentro —Le empujó la cabeza hacia atrás con un dedo índice en su frente— y otro poquitito aquí afuera. El payaso ya estaba vestido también y, al igual que su compañera, lo único que faltaba era el maquillaje. Llevaba un traje de color verde chillón, de pantalones más cortos de lo usual y con un moño extramadamente grande como corbata. Del cabello, más enrulado de lo común, le salía una única flor de plástico fosforescente. En ese momento entró Thomas con su eterna sonrisa. Había domado su cabello echándolo hacia atrás y hasta incluso lucía como un caballero decente, vestido de traje negro, zapatos de charol... Si descontaban, claro, la corbata de leopardo, el bigote graciosamente enrulado y el sombrero con orejas de león que llevaba en una mano. Santiago sabía que, de todas formas, su último as en la manga no lo revelaría hasta que no comenzara el show. —¿Qué era eso que preocupaba a nuestras hermosas bailarinas? No he podido evitar escuchar su consternación —lamentó, llevándose una mano al pecho. Santiago se encogió de hombros. —Ve a preguntarles —le respondió, concentrado en los colores. —Pero si tienes razón —A Thomas se le iluminó el rostro—. Santiago, amigo mío, al fin hablas con la sabiduría de un payaso. Nunca lo hubiese esperado —Le soltó mientras atravezaba entre las perchas de ropa, directo a los vestuarios femeninos para traumar a la damas. —Ahora, Hil, dime: ¿Tienes algo en mente? —preguntó como si nada hubiese pasado.
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Post by ev7e on Jan 22, 2013 21:06:38 GMT -3
Al mago le brillaron los ojos al ver la cara de Ivanés, su objetivo estaba cumplido y ahora él podia olvidar la incómoda visita del alemán aquella tarde. Se hizo a un lado para que pasaran las cinco cabecitas y finalmente cerró la puerta tras de si. -Lamentamos la tardanza-empezó Rufus- Alejandro me comentó que estabas buscandome, pero tuve que insistir en encontrar primero a tu escurridizo domador de bestias pues tenia mi bastón- sonrió con cierta picardía- y como sabes, no solo me ayuda con mi rodilla. Por suerte, logramos rescatar a estos dos jovencitos, mejor conocidos como los nuevos- señaló a Uzeil y a Lobelha- que estaban siendo comidos vivos por los niños raros que tienes en la carpa. Y estos dos- señaló a los otros extraños visitantes- No tengo la menor idea de quienes sean...Pero seguro tienen algo interesante que decirte.
A diferencia de sus compañeras, que iban por la mitad de su vestimenta, Nuria recien terminaba de quitarse ceremoniosamente las numerosas pulseras y extravagantes collares. Era un lío aquello de ser una de las pocas gitanas en el circo, a menudo sus propios compañeros hacian ciertas bromas sobre su obsesión con las cosas brillantes y ruidosas. Si la vieran en aquel momento, recien terminando de quitarse por lo menos 5 kilos en joyeria de encima...tendrian una buena historia que contar en su proximo almuerzo. Cogió su largo cabello bicolor con una mano, siempre mirándose al espejo y con la otra buscó sobre la mesita algo con qué sujetarlo en un apretado moño. Justo cuando iba a desvestirse fue interumpida por los alegres gritos de las gemelas. -¡Pero que lindo te ves!- chilló una mirándo la entrada por donde Nuria pudo reconocer el bigote enrulado de Thomás. -Eres todo un caballerito- gritó la otra aplaudiendo como boba. -¿Qué haces aqui?- preguntó la gitana apenas mirándolo por el espejo- Se supone que solo las mujeres podemos estar aqui ¿Verdad, Fin?...¿Fin? Genial...la ropa se la tragó de nuevo- suspiró.
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nitta
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Post by nitta on Jan 23, 2013 15:32:37 GMT -3
Las prendas que Fin se quitaba volaban aquí y allá cayendo desparramadas por el suelo mientras a viva voz se iba quejando de su suerte diciendo cosas como: "cuando pille a Jeremy le coseré a balazos" o "mira que romperse ahora la estúpida pierna. ¿A quién se le ocurre?" y otra sarta de gritos, quejas mientras su cabellera le cubría toda la espalda, brazos y pechos desparramada. Gruñó un gruñido y enseguida envolviéndose en su batín para acercarse donde Santiago y recoger de por ahí una gomita y volver a desaparecer con la misma celeridad. -¡¡¡Luego salgo!!! -gritó desapareciendo tras al cortina que separaba su cambiador del resto de aquel lugar. Una vez sola se enrolló su cabellera indomable hasta transformarla en practicamente nada para luego embutirse en su traje de esa noche. Lentejuelas, brillantes y purpurina hacían del efecto algo casi mágico. Y ahí, calzándose sus deportivas salió definitivamente a "la barra" donde Santiago se alistaba para maquillar aunque enseguida vio a Thomas y se acercó a él con dos zancadas diminutas para tirarle de la oreja.-Cotilla, dejalas vestirse solas.-Quejó asomándose después de apartarle a empujones.-¿Todo bien, Nuria? -le guiñó el ojo. -La ropa no se me engulló pero que nadie entre a mi riconcito.-Le sacó la lengua.
Ajenos a ese ajetreo, tanto Raissa como Hassan habían asistido a esa comitiva completamente mudos, callados. Solo cuando Matilda abrió la puerta y les invitó a pasar ambos accedieron al interior. Raissa, con un apretón de mano a su prometido impidió que este soltara toda una sarta de palabras malsonantes a Matilda. Una vez en el interior dejó que todos se acomodaran mientras ellos se iban a un riconcito. Evidentemente su cometido ahí no era otro que pactar representaciones en su ciudad; nada más, ¿verdad? Raissa estaba nerviosa, sentía su corazón latir y bombear sangre alocado en su pecho. Tragó con dificultad saliva pero no logró calmarse mientras en otro lado... Lumiere salió de su vestuario practicamente tumbando a Duke y con el turbante torcido sobre su cabeza sorprendiendo a más de uno de los allí presentes. Chocó contra Treste -medio vestido de payaso todavía por el ensayo- y siguió su carrera. Tenía que llegar donde Matilda, ese era su cometido ahora.
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Post by Milly on Jan 24, 2013 11:46:16 GMT -3
Matilda daba toda la impresión de ser una mujer magnífica, pero había algo en el modo con que sonreía que a ojos de Uzeil resultaba terrorífico. Y su frase de bienvenida tampoco había sido un homenaje a las leyes de hospitalidad. Sin embargo ingresó el primero al motorhome, prefiriendo mantenerse de pie cerca de la puerta, en caso hacían enfadar demasiado a la directora o algo por el estilo. El comentario del mago lo llevó a creer que los primeros en hablar serían la pareja llamativa que conformaban la mujer del velo y su serio acompañante, pero este último parecía estarse conteniendo por un motivo que solo él conocía. De modo que el silencio que vino después, si cabía la posibilidad, incrementó sus nervios al punto de llevarlo a traicionar su propio compromiso. —S-somos Uzeil y Lobelha, directora Matilda —¿Cuántas veces en el día habían tenido que presentarse? Seguro las suficientes para hartarse, pero el ritual seguía siendo necesario si deseaban dar una buena impresión—. Nosotros solo... solo... veníamos a audicionar. Y pensamos que lo que correspondía era presentarnos con la persona a cargo. Hubiéramos estado aquí mucho antes, pero... —«Sus artistas nos raptaron durante toda la tarde para escondernos de un tal alemán que era peligroso»—... nos perdimos.
La payasa se encogió de hombros, más tranquila de lo que se había mostrado durante todo el resto de aquella agotadora jornada; ahorraba sus energías para desatar el torbellino sobre el escenario. —Este vestido ya tiene muchos colores —Sacudió los numerosos falsos que abrían la corta falda del vestido hasta casi hacerla parecer un plato—. Algo simple me vendrá bien. Un par de figuras y tu magia. El resto lo hará la carpa... ¿a dónde vas con tanta prisa? —Exclamó, incorporándose de un salto sobre su asiento luego de que la vertiginosa carrera de Lumiere fuera de los vestuarios la pillara con la guardia baja. —Espero que no tenga perdido algo muy importante para la función —Derian suspiró, saliendo de los vestuarios masculinos mucho más pausado que el adivino y dejando tras de sí el desastre que el aludido había ocasionado del otro lado de las cortinas con su partida estrepitosa. Para su suerte, él no había sido uno de los obstáculos. Vestía un elegante chaleco de raso rojo, exquisitamente bordado con brillantes trazos amarillos, naranjos y negros que otorgaban el aspecto llameante de su más característica prenda. Los pantalones de traje y los zapatos eran completamente negros—. Nada más haría falta para que Matilda finalmente explote.
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Post by bachi on Jan 25, 2013 18:13:10 GMT -3
Las introducciones de Rufus siempre eran una total bienvenida. Matilda tendría que controlarlo sino pretendía que el mago le robara el trabajo rápidamente, pensó para sus adentros y con una sonrisa, mientras les daba la espalda a todos para ubicarse en su escritorio. Ese era su centro de poder. —Lamento que falten sillas, pero no esperaba contar con más compañía de la debida —sonrió la directora y miró en especial a la curiosa pareja de extranjeros. Por dentro se le cruzaron un par de suposiciones que prefirió mantener acalladas. Así que se volvió a los nuevos... A los dos "pequeñines" nuevecillos de aspecto tan... tan... Desastroso. La mujer contuvo una risita cuando Uzeil se presentó, sabiendo de antemano que aquel era y sería un curioso caso de contradicciones dentro del circo. Mejor, las necesitaban. —Nos perdimos y una mitad nos secuestraron —acotó rápidamente la chica de pelo azul que lo acompañaba. —Ya veo —murmuró pensativa Matilda—. Bueno, sin más me gustaría darles la bienvenida oficialmente, muchachos —Enseñó dientes perfectos en una sincera sonrisa mientras apoyaba las manos en el escritorio—. Me gustaría haber hecho esto todo un poco más formal y menos apocalíptico, pero creo que por otro lado fue un buen comienzo para caer en el mundo real. De momento solo eso puedo decirles, la verdadera charla nos espera luego del show, que observarán desde un lugar privilegiado junto a Alejandro, mi asistente. Más tarde podemos hablar de negocios —Se rió y rápidamente los rodeó para estrecharles la mano. No tenían ni idea de cuánto, cuánto la habían salvado—. Tendremos tiempo de sobra para conocernos mutuamente la semanita de prueba que les tenemos preparada, y para que, en caso de que decidan/decidamos unirse/unirlos al circo, comenzar el papeleo. Les dio unas palmaditas cariñosas y se volvió al pelirrojo. La mirada de la mujer destilaba alivio puro. —Bueno, creo que ya puedes llevártelos, Suarez. Será mejor que te vayas a la boletería con Uzeil y Lobelha de inmediato para no retrasar más el asunto. Gracias por traerme al vejete sano y salvo —Le guiñó el ojo y se volvió a los chicos—. Buena suerte con el señor Pecas. Ahora sí, en silencio, se volvió a la otra pareja que no tenía ni idea de a qué venían, sabiendo que Rufus tampoco podría aclararle el enigma. En cuanto salieron del despacho y a pesar de las pocas palabras intercambiadas, Lobelha suspiró y se aferró al brazo de su socio, radiante mientras se mordía el labio. —Sobrevivimos —le susurró, como si en realidad contuviera las ganas de gritar.
Derretido entre tanta atención y halagos cariñosos, Thomas sonreía mientras repartía reverencias, pasos de baile a medias y un par de besos caballerosos en las manos de las damas. —Lo que sucede es eso mismo, Nuria. Las cosas "se suponen" pero nunca terminan de quedar claras y eso es un problema evidente para la gente confundida como yo —Les guiñó un ojo a las otras bailarinas que le servían de público y tan distraído andaba que no pudo zafarse de las manos certeras y asesinas de Fin—. Mis disculpas señoritas, pero tendré que partir si no quiero ser picadillo de trapecista! A último momento antes que lo hicieran desaparecer le dedicó un guiñó a la gitana gruñona que no se despegaba del espejo.
—Algo simple. Figuras. Entendido —sonrió el payaso acercando muy lentamente el delineador a la mejilla de la payasa cuando... Santiago se puso de pie tan repentinamente como Hilaria, siguiéndole el rostro con las pinturas en la mano y fulminando a su amiga con el par de ojos. Sin pedirle absolutamente nada, la obligó a recuperar su lugar con dos manos en sus hombros y un suspiro. Esperaba no tener que seguirla de nuevo en sus subidas y bajadas. —No te preocupes, Fin —respondió tranquilamente el muchacho, mordiéndose la lengua con el ceño fruncido y concentrado—. Aquí... todo... en orden... —A cada pausa, dibujaba un nuevo firulete. En ese preciso momento sintió una respiración incómoda en la nuca y miró hacia arriba. —¿Qué tal? —Lo saludó Omaia sobre su cabeza, sonriendo radiante y puso un dedo en la mejilla de la payasa— ¿No te parece que AHÍ tendría que haber...? No lo dejó terminar y entre gruñidos lo echó con las mejillas encendidas y escondiéndose entre las brochas. —Vaya. El trabajo los pone sensibles —se mofó el domador de su tranquilidad, recuperando una esquinita donde se apoyó... Hasta que la aparición repentina de Derian le hizo pegar un salto y llevarse la mano al corazón—. Hijo de tu buena... —murmuró— ¿Nunca pensaste en actuar del Fantasma de la Ópera? Serías un fantasma incendiario pero perfecto... ¡Y encima pájaro de mal agüero! Qué va... Lumiere no tiene perdido nada. Es un adivino, sería algo paradójico. —¿En serio crees eso, Derian? —Santiago levantó la mirada, preocupado.
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Post by Milly on Jan 27, 2013 19:48:18 GMT -3
—Al parecer así es —rió sin poder contenerse. Agradeció a los dioses el breve instante que debieron permanecer junto con la directora, tanto como agradecía descubrir que su alivio era compartido por la chica asida a su brazo—. No fue tan malo después de todo... y encima veremos la función desde un lugar privilegiado —Observó por un instante al joven Alejandro con la emoción pintada en el rostro, como si hubiera sido él quién hubiese hecho el anuncio de los puestos especiales. Era la primera vez que presenciaría una función a la altura de lo que demandaba la palabra circo, y lo haría como una persona importante... o algo así. También él se aferró al brazo de Lobelha comenzando a creer que las cosas mejorarían en adelante.
Santiago era con frecuencia quien más en serio tomaba las suposiciones pesimistas del escupefuego. Y fue a él hacia quien se volvió tras oír con el atisbo de una sonrisa las acusaciones del domador de leones. —La vida está colmada de posibilidades... y desmerecer alguna a la larga podría llevarnos a sorpresas desagradables —se encogió de hombros sin perder su mirada solemne. Por supuesto Derian prefería saltarse la etapa de los retoques con pinceles, pero toda su indumentaria estaba dispuesta para el inicio de la función. Así que ahí se quedó, para evitar luego comentarios que lo acusaran del poco tiempo que se tomaba en compartir con sus compañeros—. Bonito vestido, Hil. —Dices lo mismo de todos mis trajes —alegó la payasa sin dejar de acariciarse la mejilla donde Thomas había posado su dedo, como si le hubiera hecho algún daño con el ligero contacto. Y al mismo tiempo se concentraba en estar lo más quieta posible—. No creas que algún día vas a convencerme de que te regale uno. —Tengo la vaga impresión de que ninguno de tus vestuarios me quedaría —Repuso Derian sin alterarse por la acusación, ahora sí, sonriendo ligeramente. —Exacto. Así que será mejor que dejes de insistir. Además tu traje es igual de bonito. Y el de Thomas todavía más. Podrías intentar con él —Dio el tema por zanjado, comenzando a inquietarse—. ¿Santiago? ¿Falta mucho aún?
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Harry
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Post by Harry on Jan 28, 2013 0:55:42 GMT -3
El pelirrojo solamente esperaba que Matilda estuviese tan aliviada como parecía al salir del motorhome. La situación seguía siendo bastante molesta: El alemán detrás de ellos, el apuro para preparar todo para la función...Y ahora se le sumaban los árabes; por como venía la cosa, seguramente significaran problemas. A Alejandro se le hacía dificil ser optimista ese día en específico. Y aún así, Matilda parecía completamente alividada al hablarle a los nuevos. No cabía duda que la mujer era una actriz genial. O quizá había visto algo en esos dos. Además de buena actriz, esa mujer era excelente oliendo talentos. "Ya me enteraré" pensó el pecoso, sacudiendo ligeramente la cabeza, mientras daba los primeros pasos fuera del motorhome.
-¿Vieron que no era tan terrible=- Dijo a los ingresantes, sonriendo ligeramente.-La directora puede ser un poco dura o inconstante a veces, pero no es mala gente. Y si la cosa se lía demasiado, siempre estoy yo disponible.
Intercambió miradas por un momento con Uzeil y Lobelha.
-Pero en fin... No sé cuanto tiempo lleven aquí, asumo que ya se habrán dado cuenta de que toda la gente de este lugar es similar.- Hizo una pausa.-Bienvenidos al Circus Maxium, donde sus más locas fantasías se pueden hacer realidad.-Terminó la frase extendiendo el brazo hacia el circo que los rodeaba, como presentándoselo a los nuevos.-Aunque supongo que si van a entrar, también van ser ustedes los que cumplan sueños ajenos. ¿Vamos a la boletería?.
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Post by bachi on Jan 31, 2013 13:57:05 GMT -3
La última bienvenida del día finalmente surtió efectoy Lobelha sintió una mezcla de nervios y ansiedad desde la punta del pie hasta la coronilla. Caminando todavía más rápido que Alejandro y sin soltar el brazo de su ya amigo Uzeil, parecía inconscientemente apresurar a los otros dos que iban, a su parecer, tan lento. Se quedó mirando con una sonrisita maravillada el último gesto de su guía y suspiró, con los ojos bien abiertos, con la ilusión pegada en la cara y prácticamente temblando... Y no exactamente por el calor inclemente del atardecer. —Cumplir sueños ajenos... Eso suena tan, pero taaan cool —Se rió entre dientes, ya delirando sobre actos y trajes de colores. En seguida se volvió a sus dos acompañantes—. Dinos, Alejandro, ¿hace cuánto estás aquí? ¿Te fuiste del mundo "real" por algo en especial? Y, eh... ¿Qué son esos papeles de los que hablaba Matilda? No sé si ser menor de edad es un problema, pero por suerte yo ya cumplí mis 19 —se jactó, mitad aliviada mitad preocupada. A medida avanzaban, cada vez más tenía que fijarse por dónde andaba porque todo era un mar impenetrable de gente que no se apartaba de la fila enorme que se había formado nada más y nada menos que frente a la boletería vacía que los esperaba como riéndose de sus caras. —Será una noche de puro trabajo —La chica casi saltaba de la emoción y se volvió a Alejandro, radiante— ¿Crees que te podamos ayudar en algo? Con Uzeil nos moriiiiiimos de ganas —se rió y miró el alivio patente que tenía su socio en el rostro.
En cuanto aquellos dos comenzaron el tira y afloje sobre robar vestidos y probárselos, Santiago se hundió totalmente en su trabajo, procurando aprovechar al máximo la quietud casi inverosímil que Hilaria estaba manteniendo... y evitando tener que entrar en el terreno pantanoso de la ropa-de-payasa, a ver si todavía a su amiga se le ocurria acusarlo de robarle eso también. Mientras dibujaba pequeños espirales plateados en forma de flor en las mejillas (y apartándole la mano a Hil de su cachete con paciencia), escuchó la carcajada de Thomas, que ya se les había acercado de nuevo a ver. —Lamento informarles que por este traje vendí mi alma al diablo, así que cualquiera que esté interesado en adquirirlo, tendrá que bajar, recuperar mi alma y volver a subir —Gesticuló con el pulgar la bajada y subida, sin apartar la mirada del reflejo de la payasa en el espejo. En ese momento se acarició la barbilla, pensativo, y miró a Derian—... Igual, no sé... Con tanto colorsito rojo por ahí y por allá, cualquiera diría cualquier cosa, amigo mío —Su risa estalló unos segundos después de haber mantenido una falsa seriedad. —Cualquiera diría cualquier cosa de cualquiera, en realidad, si mirara tu... —Santiago buscó la palabra— peculiar corbata de leopardo, Tom —Sonrió amable y se apartó de Hil como si no hubiera dicho nada y la miró—. Ya está, payasa inquieta, ya está. Eres liiibre. —Vaya... Poco a poco se notan los cambios que la atmósfera mágica del circo obra en nuestro extraño Doctor Jekyll —soltó el domador con una sonrisita malvada, y como si hubiera recordado repentinamente algo, lanzó un chiflido en dirección a los vestuarios— ¿¡Cuánto más van a tardar las bailarinas, hm!? ¡Que no se olviden que van primero que estos humildes caballeros! Y la preciosa Lady Payasa, por su puesto. Aunque ustedes en realidad están revoloteando por la carpa en todo momento.
Ahí estaba. Justo ahí frente a él estaba el tal... El tal Brambilla. Siro miró el reloj, cambió el peso de una pierna a otra y se escondió entre la gente que hacía fila para esperar. Tenía toda la noche por delante.
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Harry
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Post by Harry on Feb 6, 2013 23:43:59 GMT -3
Le encantaban esos dos. Si había algo que le servía para sacarlo, aunque sea por un rato, de la bola de problemas que había sido ese día, eran los dos nuevos. La gama de expresiones faciales que la peliazul era capaz de mostrar en pocos segundos le resultaba especialmente entretenida. Todos los nuevos eran alguna vez....Bueno, nuevos. Y siempre se emocionaban. Pero hacía un tiempo que no veía a aspirantes tan enérgicos. -¿Hace cuanto estoy aquí? Hace unos cuantos años ya, pero no lo recuerdo exactamente.-Mintió en tono misterioso, no queriendo quebrar la ilusión.-Y respecto del motivo... Me quedé en la calle y un par de giros del destino me llevaron acá.-Continuó, adornando la verdad esta vez, con una leve sonrisa en su rostro y las manos en los bolsillos. Largó una carcajada ante la mención de su edad de Lobelha. -La edad no es problema. Siempre cuando tengan talento (Y capacidad para convivir con el resto, claro) aceptamos a cualquiera que quiera unirse.- El pelirrojo ladeó la cabeza. Evitó el tema de los papeles a propósito... No quería, ni tenía que, ni debía hablar de ese tema. Continuaron caminando unos minutos más. -Si, su ayuda me va a ser útil.- Dijo volviéndose al dúo.-Vamos a estar en la boletería, y hoy parece que vamos a estar a reventar.-Se pausó y detuvo la marcha. Habían llegado a la boletería.-Espero que no les moleste andar recortando entradas. Abrió una puertita al costado del carro y entraron. Ubicada al lado de la entrada, la boletería era un carro rectangular, que sería bastante sobrio si no fuese por la cantidad de pintura colorida que tenía encima. En ese momento estaba sin ruedas; se las colocaban siempre que iban de viaje. Tenía cuatro ventanas a un lado, las suficientes para los días en que estaban a carpa llena. Alejandro tomó una entrada que había en un pequeño estante cerca de la puerta y se la mostró a los nuevos. Les explicó rápido que parte debían recortar, cuanto cobrar la entrada a los que llegaban sin ella y como ver si una entrada es falsa o no. -Aunque no se hagan problema por eso.-Agregó.-No es lo normal que alguien quiera entrar así. Y si bien hay mucha gente, no creo que estemos a carpa llena. Si dos, tres o diez personas quieren colarse, a ellos les hace bien ver y a nosotros la publicidad. El pecoso miró a ambos a los ojos al culminar la explicación. -¿Están listos?
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Post by Milly on Feb 9, 2013 2:13:01 GMT -3
Hasta ahora a Uzeil jamás se le había pasado por la cabeza suponer que ser menor de edad pudiera acarrearle algún inconveniente para entrar al circo. Pero bastó que Lobelha lo propusiera para mortificarse silenciosamente con la idea de que Circus Maxium quedaría vetado para él. Fueron sin duda dos segundos de profunda tortura antes que su amable acompañante aclarase la intrascendencia de aquel detalle. Y el chico habría vuelto a respirar con calma de no haberse decidido a continuar con su secreto tormento al suponer que, de cualquier forma, el no haber terminado la escuela sería todo un problema en lo que respectaba a su familia. ¡Qué escándalo horroroso iba a armarse cuando sus ambiciones se descubrieran en casa! Pero tan rápida como la idea le vino a la cabeza, se difuminó con el pensamiento de que no valía la pena adelantar sufrimientos cuando las horas venideras se presentaban tan maravillosamente prometedoras. Así que, animado con la magia que Alejandro se proponía levantar entorno a ambos avanzó con una sonrisa tímida y no menos sincera de la de su socia hasta la boletería, manteniendo su buena disposición para no olvidarse de ninguna de las instrucciones que el pelirrojo comenzó a realizar con el fin de prepararlos a la labor. —Qué bien —opinó sin poder contenerse justo después que Alejandro les instruyese sobre lo poco rigurosos que deberían ser con las entradas falsas—. Un par de horas por aquí no me concederían la propiedad suficiente como para pelearme con alguien que quiera entrar en malos modos —Observó detenidamente la entrada para estar seguro de recordar lo que debía hacer, antes de resolverse a contestar la última pregunta. Pero cuando finalmente habló, perecía más seguro y entusiasta—. Esto es con diferencia lo más normal y tranquilo que haré el día de hoy. Estoy listo. Que Lobelha pierda el cabello si no es cierto.
Con toda amabilidad posible y la escasa cuota de solemnidad que aquella disparatada discusión le permitía, Derian aclaraba con voz apaciguada lo conforme que se sentía con su propio traje como para pretender codiciar cualquier otro, y así daba el tema por terminado sin perder aún la insólita sonrisa. Mientras, Hilaria saltaba entusiasta de su asiento para casi estrellar su rostro contra el espejo y maravillarse con los detalles trazados por Santiago, a quién dedicó el efusivo abrazo del que siempre consideraba merecedor tras corroborar sus magníficas obras. —Empiezo a creer que ser paciente tiene sus beneficios —rió, tan segura de lo guapa que había quedado que nadie habría sido capaz de contradecirla. Ese breve instante de vanidad se vio interrumpido por el escandaloso estilo con que Thomas apremiaba a las bailarinas a estar listas. Instigada por el halago que el domador había interpuesto en su favor, decidió interceder—. Vamos a ver qué las demora tanto —exclamó a todo pulmón, ingresando nuevamente a los vestuarios femeninos en tanto acomodaba en su cabeza la peluca hasta ahora protegida entre las manos—. No será por los trajes, seguro —siguió comentando ya desde el otro lado—. ¿Qué tan difícil puede ser ponerse esas prendas diminutas que usan, chicas?
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Post by bachi on Feb 9, 2013 21:43:51 GMT -3
El comentario de Uzeil le robó una carcajada. —¡Hey! Mi cabello se queda donde está, ¡no lo metas en tus arriesgadas apuestas! A ver si todavía, lo único que falta, te equivocas y me quedo calva. Lobelha le dio un pellizco regañón y siguió de largo en línea recta para ubicarse en la tercera ventanilla, la anteúltima de la fila para aceptar los boletos. La chica ocupó asiento en uno de los altos taburetes que tenían a su disposición y miró a Alejandro, con la mano impaciente y hasta algo sudada, mientras esperaba la indicación que le diera pase libre para abrir su lado de la boletería y dejar pasar al mar de gente que se aproximaba. —Entonces, a ver si entendí —enumeró con los dedos—. Giros del destino te trajeron a Circus Maxium, la edad no es un problema, la parte grande recortada con puntitos se la queda el espectador y la chiquita con el sello del circo nosotros y eh... Un par de colados nunca hacen mal al negocio. Muy bien, lo tengo —Se inclinó hacia la mesada de adelante y observó a los otros dos con una sonrisa. Alzó el pulgar—. Estoy lista.
—Eso es un muy buen punto, Hil —El comentario de la payasa le había robado una carcajada y Thomas ya se estaba retorciendo la punta del bigote para calmar las risas— ¿No crees que es una muy buena excusa para ir a comprobarlo? Entrar al vestuario de damas tal vez apresuraría a las bailarinas por la urgencia y tal vez él saldría ganando si le revoleaban algún zapato o prenda para que se fuera del lugar... uno nunca sabía cuándo un taco o una falda podían ser útiles. Mientras aquellos dos coreaban a las bailarinas, Santiago dio una vueltita en su silla y guardó los colores que había usado con Hil. Tarareando empezó a hurgar para su propia combinación... —¿Entonces no necesitas ningún tipo de retoque, Derian? ¿Estas seguuuro? ¡Ah! —exclamó, volviendo de a poco a su energético carácter de payaso de circo y se puso de pie— ¿Escuchas? Ya están poniendo la música. Afuera en el terreno que la carpa acaparaba junto a la fila de la feria interminable, comenzaba a escucharse la melodía con la que los especialistas del sonido preparaban el ambiente para los expectantes espectadores. El payaso cerró los ojos y movió los dedos en el aire al ritmo de la música.
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nitta
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Post by nitta on Feb 10, 2013 19:10:57 GMT -3
Una vez se vieron solos Hassan andó decidido hacía las sillas de enfrente de Matilda indicándole con un ligero movimiento de su mano a la joven Raissa que se podía sentar en la otra. Ella lo agradeció internamente y se decidió a hacer de intérprete mientras se descubría el rostro ahora que no habían más hombres en la sala pero su prometido se lo impidió ante la visión de que un anciano medio raro todavía seguía en el mismo lugar o habitación que ellos. Raissa comprendiendo le dio la espalda a Rufus y se levantó el velo para que solo Matilda pudiera verla. La miró con una sonrisa y cuando su prometido empezó a hablar en árabe, ella fue traduciendo. -"Soy un importante jeque árabe y me gustaría que su circo estuviera en nuestra ciudad por al menos, un més" -aquello sorprendía a la propia Raissa quien sentía su corazón explotarle en el pecho. -"¿Tiene algún inconveniente en ello?" -le preguntó de seguido y calló a lo que Raissa también enmudeció. Y fue en ese instante cuando el sudoroso Lumiere abrió de par en par la puerta del carromato de Matilda. Observó a los que ahí estaban y pensó que había llegado tarde pero aun así decidió acceder al interior. Cuando cerraba la puerta Hassan se apresuró a cubrir con el velo a Raissa.
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Harry
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Post by Harry on Feb 18, 2013 22:47:34 GMT -3
Alejandro lanzó una carcajada y dirigió la mirada a Uzeil. -Yo no estaría tan seguro de esto sea lo más normal. Por lo general también comemos luego del espectáculo. Aunque la mesa es bastante animada, claro. Asintió a Lobelha, dándole a entender que su resumen de la tarea era correcto, tomó asiento en su taburete e hizo una seña a Uzeil para que se sentara en el suyo. -Si ya estan listos...¡Vamos! Con un tirón hacia arriba levantó la pequeña cortina metálica que cubría la ventana, esperando que los otros dos hicieran lo mismo. Y la multitud lentamente comenzó a fluír hacia la entrada.
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