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Post by bachi on Oct 20, 2012 23:19:19 GMT -3
Rufus no podría verlo, pero en cuanto mencionó el tema de los conejos, millones de espectadores vieron la mueca que el calvo Horace hizo en la pantalla partida por la mitad: Una en vivo y directo desde Roma, por supuesto, y la otra bien lejos cruzando el Atlántico. —Ya ya —recuperó la compostura, bonachón—. Deja de meterte con mi calvicie o saldrás perdiendo Gray ¡Nunca creí en las pelucas! La falta de pelo es algo que los hombres debemos llevar con orgullo, no todos tenemos de lado la magia para hacernos crecer el pelo todos los días, ¿sabes? —Carraspeó para aclararse la garganta—. Ahora sí, Gray, vayamos al punto. No, no estaba mirando la televisión —Ensanchó una sonrisa pecosa— de hecho estaba probando la pantalla gigante nueva que Igor se trajo desde San Francisco, ya que preguntas por él —Se miró las uñas—, pero para alardear dejemos a los viejos, ¿cierto? Uh, oh, ah... ¡Disculpa, Gray! Ay, ya ves, la noción del tiempo carece de sentido hablando contigo viejo amigo —Se rió con ganas y cortó las carcajadas en un abrir y cerrar de ojos. Una mueca seria y seca se le dibujó en la cara—. No, Gray, no... En realidad estaba ahora aquí hablando contigo precisamente porque me llamaron diciendo que tenías cosas importantes que decirme en la cara. Señor Unicejas podía casi saborear la victoria. Se inclinó más hacia delante para escuchar lo siguiente.
Santiago podría haberse largado a llorar, pero se contuvo. En parte, porque debía brindar algún tipo de respeto hacia su imagen (cosa que por cierto, carecía de sentido), y por otro lado por ese par de miradas traumatizantes que la payasa con tanto empeño se había dedicado a mostrar. —Bieeeen —suspiró, arrastrado de nuevo hacia las fauces de Circus Maxium y con ellos, a la explosiva determinación de Hilaria—. Ganan, ensayo... Es decir, ensayaremos. P-pero deben quedarse en las tribunas —Se retorció, sin lograr zafarse del todo del agarre de la chica, para mirarlos por sobre su hombro. Sus ojos intentaban ofrecer autoridad—, nada de escapadas ni nada por el estilo. Falta poco para la función, en realidad —Se volvió al frente, cubriéndose los ojos con la mano libre y lamentándose—. Sé que Treste es de improvisar, p-pero con Hauffmann cerca... Parecía un helado derretido visto desde atrás, pensó Lobelha, pero en cuanto les quitó la vista de encima, se volvió a Uzeil para dedicarle una sonrisita socarrona. —¿Contaminándote? ¿¡Yo!? —Se rió— ¿No será que siempre lo llevaste en la sangre y ahora tienes excusas perfectas para lavarte las manos? Con aquella pregunta librada al azar, avanzaron por la parte trasera de la carpa hacia los vestidores, y rápidamente se vieron envueltos en el lío organizado de los casilleros, los bancos y espejos, el mismísimo "taller" de rostros del circo. En ese momento la chica de pelo azul se mordió el labio y estiró el cuello, emocionada. Como si fueran garras, le apretó el brazo a su socio y señaló al frente. —Es... la pista —susurró, casi con misticismo.
Matilda no tuvo tiempo a decir más nada. Se quedó con la boca abierta, un dedo en alto y palabras a medio decir en la boca para cuando el viejo insufrible dejó su despacho y salió por la puertita como si nada. Lo primero que hizo fue cerrar la mano con fuerza en un puño y estrellarlo contra su escritorio. —¡"Devorarlo" dice! ¡Como si fuéramos alimañas desesperadas! ¡Sabandijas acorraladas o miserables pedigüeños! Hijo de su gran puta —gruñó la mujer. Se inclinó hacia delante para ver el contrato y solo pudo fruncir el rostro en una expresión de desprecio. En un arrebato se echó hacia atrás— ¡Bah! Que se vaya a jugar con sus putas, el muy... No terminó de hablar. Se cubrió los ojos con una mano y suspiró, conciente de que tanto Alejandro como Lumiere seguían allí presentes. —Tendremos que hablar con la familia hoy a la noche. O tal vez mañana. Todo dependiendo de cómo nos vaya hoy... Si tenemos suerte, Hauffmann y su bendito humor de ricachón se quedan hoy en su hotel de cuarta y ni asoma las narices —Cuando volvió a mirarlos, Matilda sonreía—. Dejemos que vuelva mañana. Ahora, ¿saben qué? Disfrutaré saber que tenemos un poco de tiempo para relajarnos antes que se nos vuelva a acabar el suministro. Me iré a bañar, eso haré, y en medio de la espuma, reflexionaré sobre comprar un elefante o no —Se puso de pie entre risitas. Sabía que el alemán prefería nada de animales en el circo—. Vayan ustedes dos también a relajarse un poco. Tú, Alejandro, no mucho. Si puedes encontrarme a Rufus y traérmelo aquí cuanto antes te estaré agradecida. Recuerda: Dos horas antes de la función tenemos que controlar todo, y luego ahí sí puedes ir y ocupar tu puesto en la recepción de entradas. Y Lumiere... Gracias, chicos —agregó de repente, sin previa meditación, y en cuanto lo dijo lo lamentó y puso los ojos en blanco. Casi, casi se dejaba ganar por la sensibilidad del momento.
"...Manejando un cuatri-motorrrrr. ¿Y saben lo qué pasó? La la lá ¿Y saben lo qué pasó? NooOOooOO..." Manejando un Jeep todo terreno y tarareando una endemoniada canción infantil, Siro Skyler cruzó la ciudad de Roma directo a Circus Maxium.
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Post by ev7e on Oct 21, 2012 0:27:35 GMT -3
Rufus se frotó la barriga mientras reia divertido ante los comentarios de Horace Tirell. Un insufrible, si. Pero no podia negar que sus intentos de alardear por la nueva adquisición de su hermano le divertian tanto, que podria dejar salir los conejos del sombrero en un descuido. -Ayayay Tirell..-soltó entre unas carcajadas que le habian dejado un rastro rojo en las mejillas- Decirte en la cara..en la cara.. ¿Cómo era?- pensó jugando con los dedos arrugados en la barba bicolor. Dsifrutó de manera casi sádica..todo lo sádico que un hombre como él pudiese ser, de la expresión del periodista. -Lo olvide- dijo con un brillito bailarin, en sus pequeños ojos verdes, hacia la cámara- Pero te invito a Roma- siguió sin darle mayor importancia al repentino gesto descompuesto del unicejas- A ti y a Igor, claro. Podremos hablar a nuestro antojo, cara a cara ya que parece ser de suma importancia esto y compartir experiencias en lo que se ha vuelto nuestras vidas, un circo. En privado, claro- se sacó el audífono del oido, sin importarle mucho lo que tuviese que agregar uno de los primos y con amplia sonrisa hizo una reverencia a la cámara- Y todos quedan coordialmente invitados a una nueva edición de Circus Maxium-terminó y se dio la media vuelta, dispuesto a salir de ahi antes de que fuese demsiado tarde- Cierra la boca, niño- agregó dándole una palmadita en el hombro al reportero, sabiendo que el camarógrafo pudo captar esa pequeña escena.
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Post by Milly on Oct 21, 2012 17:09:14 GMT -3
Uzeil se negó a contestar, optando en cambio por mostrarse gravemente ofendido. No se lo había tomado en serio, pero de cualquier modo prefería no detenerse a pensar en la pregunta, por temor a que la respuesta no le gustase. Diecisiete años obligado a vivir como una rata bien pudiera haber reprimido sus instintos... y hasta podía haberlos extinguido. Eso lo tranquilizó un poco. Se le olvidó todo nada más apreciar la parte menos accesible de la carpa, donde los circenses se debían de preparar antes de cada función para fascinar al mundo, y quién sabía si para revestirse de alguna magia legendaria. Todo el mundo sabía que una presentación de Circus Maxium no tenía nada de corriente... o eso le habían dicho. En ninguna de las anteriores visitas a Roma, el chico contó con la oportunidad de asistir a contemplar sus artes. Le gustaba el olor a libertad que se impregnaba al aire de aquel espacio y lo contagiaba de una sensación de tranquilidad tal que apenas sentía la fuerza de Lobelha sobre su brazo. Miró en la dirección que ella le indicaba, esforzándose a desligarse del efecto fantasioso que todo el ambiente le producía. —Supongo que podemos... —avanzó un par de pasos para que la chica lo siguiera. No entendía por qué todo lo maravillaba tanto, solo sabía que necesitaba alcanzar el medio de la pista antes que los obligaran a subir a las tribunas. Hilaria siquiera notó que sus nuevos se alejaban. Su atención ya había cambiado de objetivo, y ahora pertenecía por completo al padre-payaso que no aparecía por ningún lado—. ¿No tendría que estar ya aquí Treste? Nos había dicho... —tomó asiento en un banco, confundida y despistada. Ya no se acordaba de lo que les había dicho. Sus ojos volvieron a Santiago en busca de ayuda para el recuerdo que hubiera perdido, pero se preocupó al notar la mezcla de sentimientos negativos que le pintaban el rostro—. ¿Qué te ocurre? —indagó con inocencia, sin entender que gran parte del nerviosismo que percibía del pobre joven, se lo debía únicamente a ella.
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nitta
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Post by nitta on Oct 22, 2012 18:52:28 GMT -3
Pero antes que pudieran relajarse del todo, Hauffmann abrió la puerta y miró a Matilda a los ojos.-¿Qué se supone que es esto? -en la mano llevaba uno de los panfletos haciendo publicidad con el mensaje oculto.-Matilda, exijo una explicación ahora mismo.-Gruñó. Lumiere observó como sudaba a mares y como la vena palpitaba de indignación. Terminó de cerrar la puerta de un portazo y se acercó a la mesa como un búfalo dispuesto a embestir a la directora.-Quiero saberlo ahora mismo, Matilda.-Practicamente le gritó.-¿Estás intentando tener más gente a mis espaldas? -apoyó de un golpe seco las manos en la mesa, lo que hizo peligrar la estabilidad de algunos objetos que estaban posados sobre la misma. Lumiere tenía una mano alzada en el aire sin más función que la de intentar relajar al alemán que echaba chispas por los ojos pero nunca logró su cometido. En ese momento parecía una estátua congelada en el tiempo.
[Y sí XD en último instante regresó a rematar la faena xDD]
Y ahí apareció Treste ajustándose al nariz de payaso sobre la suya. -Chicos lo siento. Lo siento mucho. Pero Jeremy tuvo que ir al baño y bueno...-Sí, era un trozo de pan. Les miró y dio dos palmadas bien fuertes.-¿Esto son dos payasos? -les preguntó ignorando a los chicos nuevos que iban a hacer la prueba.-Pensé que tendríais ya vuestras sonrisas, vuestras trompetas y vuestros taburetes a punto. -Llevó su mano al corazón y sonó una bocina tras él que le hizo dar un salto para luego dar más palmadas.-Vamos, vamos... Con ese ánimo el público se dormirá, vamos, vamos... par de perezosos.-Les animó a palmadas mientras andaba como un pingüíno. Se colocó en el centro justo de la pista y se levantó el sombrero para secarse el sudor aunque de dicha axila le salió un buen chorro de agua. -Ustedes dos detrás, sentados en las sillas, vamos.-Ordenó a Lobelha y a Uziel como si espantara gallinas.
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Post by bachi on Oct 23, 2012 15:07:42 GMT -3
El camarógrafo no lo dudó ni un segundo. Sonriendo pero aguantando la risa se inclinó hacia un lado del viejo y estiró un brazo para que Rufus le chocara el puño con éxito. Ni Horace ni el “niño” Uniceja pudo contener mucho el tic en el ojo, aunque peor parado salió el reportero. Tirell estaba más que acostumbrado a esas salidas astutas del viejo pelo de alga, y además, estar en el mundo del espectáculo a merced del público voraz, era la mejor herramienta de aprendizaje para esa clase de cosas. Horace Tirell de un momento a otro se encontró riendo y, cosa que tal vez el mago no llegó a escuchar, pronunció a viva voz y en vivo por el canal que algún día invitaría a todo el circo del viejo a cruzar el mar y compartir un par de funciones con ellos. Por el momento, lo dejarían marchar con su salida triunfal.
Tomado por sorpresa debido a la pregunta asombrosamente “seria” de Hilaria, Santiago no vio de refilón como Lobelha e Uzeil se acercaban de a poco, casi hipnotizados por la pista en el cual todavía volaban en el aire los trapecistas y descansaban las bailarinas. Procurando que las mejillas no se le enrojecieran, se llevó las manos a los cachetes y suspiró. —En realidad nada —se encogió de hombros y sonrió enseñando los dientes, lo mejor que alguien como él podría, claro—. No creo que nunca me acostumbre al frenesí con… con que va Maxium, pe-pero no podría ser de otra forma mejor para mí —Se encogió de hombros por segunda vez y de repente frunció el ceño, recordando algo—. Sin embargo, eso de acusarme de usar tu ropa interior en frente de los nuevos… Lamentablemente nunca llegó a terminar de recriminarlo y rematar con un inulto audaz (y poco en serio) debido a la aparición de Treste. El payaso dio un brinco de sobresalto, y con el rostro ya todo rojo, escuchó cada una de las indicaciones del jefazo asintiendo como un robot. Oh, carajo… Lo único que esperaba era que el hombre no hubiese escuchado aquello último, por todos los cielos que no pensase cualquier cosa o mataría a Hilaria. Aunque no podría atraparla nunca, moriría en el intento. —Yo eh… Estee… Sí, p-pero… Preferiría cambiarme después del ensayo —sugirió retorciéndose las manos. Solo cuando Treste se volvió a los dos fugitivos notó que se les habían alejado. Lobelha casi sufre un paro cardíaco de la emoción y soltó una carcajada nerviosa ante las morisquetas del payaso. —¡P-por supuesto! —tartamudeó casi tan nerviosa como Santiago— ¡Sillas! Entendido, sir —No tenía ni idea de a qué sillas se refería, pero empujó a Uzeil para que fuera por delante y diera la cara él primero. Por lo menos buscarían las sillas afuera, en la pista.
—A-Alenjandro… No busques todavía a Rufus. Aquello fue lo único que pudo soltar, de improviso, cuando el huracán volvió y sacudió todo dentro de la oficina. Oh, sí que aquello no se lo había esperado, ¿acaso Hauffmann había escuchado lo último que había dicho? No parecía. O al menos no le daba tanta importancia como… Como al papel violeta que agitaba en frente de su cara. Matilda casi pensó que al viejo le daría un ataque y al fin se verían librados de su alma negra. No heredarían nada, seguramente el viejo no les dejaba ni migas, pero algo era algo. A caballo regalado no se le miraban los dientes. Lástima que lo que tenía en frente era un toro, un toro al que se le agitaba la bandera roja enfrente de las narices. Intentando no perder los estribos de la situación, Matilda suspiró e hizo lugar en su escritorio para que sus pertenencias no salieran volando, y de paso y disimuladamente, apartó de las manos del viejo inversor el cheque que les había confiado. Solo por si las dudas. —Tome asiento, Hauffmann. Tenemos una larga charla por delante —Se volvió a Lumiere y al pobre asistente a quien seguro ya sacaba de los nervios, y les sonrió—. Pueden retirarse, gracias por la compañía. Alejandro, ahora sí, búscame a Rufus y mándalo para aquí en cuanto pueda. No se sentaría hasta que no quedaran a solas con el viejo buitre.
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nitta
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Post by nitta on Oct 24, 2012 14:37:25 GMT -3
Lumiere se levantó de donde estaba y, tras dar una miradita a Matilda, abandonó el despacho al fin encontrándose que afuera, no hacía ya tanto bochorno como antes o... ¿era que se había quedado congelado? No aguardó a Alejandro, simplemente por saber donde iría el otro. Él sin embargo tomó un rumbo. Hacía su propio carromato donde metió todo lo que necesitaba en una bolsa y se marchó a las duchas, su indumentaria escondida pues no quería que nadie le descubriera todavía con esos ropajes.
En cuanto ambos se quedaron solos Hauffmann se sentó en un asiento todavía con el rictus serio y cabreado en el rostro. ¿Rufus? ¿Ese viejo mago? ¿Para qué narices lo quería? La miró y negó con la cabeza.-Matilda Ivanés, no me gusta nada que te tomes tantas libertades pero... ¿me explicarías el porqué quieres ahora al viejo mago? -le preguntó pensativo. La miró pero todavía no podía pronosticar nada. ¿Por qué era todo tan complicado? Solo tenían que atenderse a las normas y todo iría como la seda pero no. Tenían que fastidiarlo todo siempre.
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Harry
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Post by Harry on Oct 24, 2012 23:41:39 GMT -3
Y, cuando Hauffmann volvió a entrar gritando, al pelirrojo le dio un vuelco el corazón. Cuando el alemán se fue (por primera vez), Alejandro suspiró aliviado, musitando un "Al fin..." mientras cerraba los ojos. Pensó en hacerse un té y despejarse un rato. Mejor dicho, buscaría a Rufus, lo llevaría allí y luego si iría a hacerse el bendito té.
-No hay porqué.- Contestó a Matilda, levantándose lentamente de la silla.-Bueno, al final la cosa salió relativamente bien. Solo hay que...
Y entonces entró el hombre de negro corazón. El pecoso enmudeció al instante. Llevó su mirada a Lumiere primero, y luego a Matilda, a quienes parecía que la situación los habia tomado tan por sorpresa como a él. Alejandro se preguntó si Matilda, Lumiere y él habían hecho algo muy malo en su vida anterior. El karma negativo, ese día al menos, indudablemente los perseguía. Iba a decir algo, pero la directora fue más rápida que él. No le agradaba nada dejarla a solas con el inversor. Pero aún así, ella era la jefa, seguramente tenía una mejor idea que él de que hacer. Asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta de la oficina lentamente. "A buscar a Rufus, entonces." pensó al tiempo que veía a Lumiere alejarse. Recordó entonces que no tenía la más pálida idea de donde estaba. Comenzó a caminar hacia ningún lugar en particular, buscando alguien a quien preguntarle, cuando vio cerca de la entrada una buena cantidad de gente alejándose. La escena le llamó la atención. Se acercó. Lotería.
-¡RUFUUUUUUUUUUUS!- Lo llamó de lejos, agitando una mano en el aire
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Post by ev7e on Oct 25, 2012 0:51:19 GMT -3
El viejo mago buscó con la mirada al domador, el muy diablo se habia llevado el bastón y, aunque no le doliera la rodilla en aquel momento, siempre era bueno tenerlo cerca por si necesitaba apoyo al caminar. Una sonrisita burlona asomó entre sus bigotes verdes cuando notó con el rabillo del ojo, la mueca del reportero. No le prestó tampoco mucha atención a Tirell, con tecnología o sin ella, esos primos jamas lograrían igualar la magia y la fascinación que envolvía a Circus Maxium. -¿Eh?- Rufus alzó la cabeza, creyó haber escuchado que lo llamaban, pero entre tanto bullicio de gente joven a su alrededor no pudo reconocer si era precisamente a él a quien se referian, solo lo adivinó cuando divisó al pelirrojo ayudante de Matilda hacerle señas desde lejos. Apuró el paso tanto como sus cansadas piernas le permitieron hasta llegar a una distancia en que el muchacho pudiera oirle- ¿Qué sucede, Alejandro? ¿Huyendo de la jefa?-sonrió.
Las bailarinas estaban cómodamente sentadas en las graderías, distrayéndose con los complicados pases que los trapecistas hacian en el aire. Nuria apenas podía mirar hacia arriba sin marearse, por eso fue la primera que notó la presencia de los payasos dentro de la carpa y junto con ellos a otros dos jóvenes. Un chico y una chica, pelo azul...si. Hilaria habia sido muy clara cuando los describió en el almuerzo y no cabía duda de que aquellos dos eran las víctimas que aquel anuncio ideado por Alejandro había atrapado. La gitana se levantó y se llevó las manos a la cintura, viéndolos caminar hacia las sillas que antes ella habia llevado hasta su lugar de práctica. -Asi que ustedes son los nuevos inquilinos- alzó un poco la voz, pues no estaban lo suficientemente cerca, examinándolos de pies a cabeza. Saludó con una mano a los que estaban detrás.
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Post by Milly on Oct 25, 2012 23:23:56 GMT -3
La joven payasa preparaba la defensa para combatir el escueto sentido de humor de Santiago, pero el plan fue arrojado al olvido apenas reconoció la voz de Treste, sonriéndole como si no lo hubiese visto en años. Aplaudió sus gracias, admirada como una aprendiz inútil, ahora sí olvidándose por completo de sus nuevos cuando la emoción del ensayo que se venía encima recorrió todo su cuerpo de tallarín. Tomó a su sonrojado amigo por el brazo y persiguió al payaso mayor a zancadas gigantes, agitando su brazo libre para saludar con exceso de energía a los que todavía se encontraban en la carpa—. Santiago no va a necesitar pinturas para el ensayo —apretó una de sus orejas, tan coloradas como sus mejillas. Después enterró las manos en su propio cabello—. Y yo no voy a necesitar pelucas. ¿Con qué partimos, Gran Payaso?
Uzeil no había calculado tropezar con tantas personas en aquella gran carpa. Se reprendió entre dientes por no ponerse bajo el supuesto de una posibilidad tan obvia. Un par de pasos instigados por Lobelha lo habían expuesto a muchos más integrantes del circo de los que deseaba conocer en ese momento, en que más que nunca se sentía como un invasor al que con todo derecho podían despreciar. Por el rabillo de sus ojos y los sonidos que nacían a su alrededor supo que había gente por encima de sus cabezas y otros se encontraban en las graderías... pero no tuvo valor suficiente como para mirarlos directamente. Medio a lo desesperado buscó las sillas que el hombre de la nariz roja -Treste, supuso su inconsciente- había indicado. Tomó la mano de su socia e intentó llegar hasta ellas con toda celeridad... pero una voz los interrumpió antes de que él consiguiera sentirse a salvo, alejado por un momento de todo ese mundo que le atraía tanto como lograba perturbarlo. Su cabeza giró lentamente hacia la voz femenina que les hablaba. Cuando se encontró con la gitana, fue incapaz de volver a desviar la mirada. —No —habló solo pare evitar un mutismo inminente, luego pensó en lo dicho y sacudió la cabeza—. Digo... sí. Este... —de pronto se sintió terriblemente frustrado. Buscó a Lobelha con la mirada. No podía hacer nada de aquello solo.
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Harry
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Post by Harry on Oct 25, 2012 23:39:08 GMT -3
-No exactamente.- Respondió, devolviendo la sonrisa lo mejor que pudo.
Pensó que decir cuidadosamente. Aún no tenía claro por que Matilda lo había mandado a llamar. Conociendo a Rufus, parecía obvio el viejo mago iba a alterarse, un poco al menos, ante la mención de cierto alemán desagradable. Y no era momento para andarse alterando. Era momento de pensar lenta y cuidadosamente, era momento de no meter la pata. Por otro lado, conocía a Matilda lo suficientemente bien como para saber que no dejaría algo así librado al azar. Ella contaba con Rufus. Y era momento, pensó el pelirrojo, de tenerle fe también. Desvió la mirada y metió la mano derecha en su bolsillo.
-Esto...Matilda te llama.- Comenzó, aún dudando, señalando con el dedo pulgar de la mano restante la oficina en la que estaba minutos atrás.-Estamos en reunión con Hauffmann. Intentamos no decirle lo de los nuevos, pero se dio cuenta.
Finalmente, consideró mejor evitarle la sorpresa.
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nitta
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Post by nitta on Oct 26, 2012 5:21:47 GMT -3
Piruetas repetidas, círculos perfectos, varias caídas a la red pero enseguida recuperar el vuelo. No era la única que caía; tanto Duke como el compañero de andanzas de esa noche estaban igual. ¿Nerviosos? Un tanto, sí. Y aun tenía la esperanza de atisbar por el suelo a Jeremy. Se dejó balancear con los brazos bien aferrados por Duke para luego hacer tres volteretas al aire y agarrarse del aro que iba hacía ella con el fin de agarrarlo; subirse arriba en él, sentarse y atrapar la pelota y sonreír exhultante de felicidad. -Lo hicimos.-Sonrió alegre. -Sí. Lo hicimos.-Sonrieron los otros dos y solo entonces, Fin soltó toda su larga cabellera dejando que esta cayera en cascada a su espalda. Entonces vio a los nuevos y sonrío todavía sujetando su pelota. Quería probar algo. -Eh vosotros...-se colocó cabeza abajo mirándoles dejando colgar toda su cabellera- los nuevos- gritó para llamarles la atención. -Aquí arribaaa.- Pero sus gritos atrajeron otros oídos y pronto su padre ya la miraba con el ceño fruncido y preocupado. -Cógete bieeeeeen.-Le gritó preocupado. -Estoy bien, Papá.-Le recriminó ella todavía cabeza abajo.
Después de eso farfulló alguna cosa y regresó su mirada al frente y a los otros dos payasos. Se pasó las manos por la cara sin pintar y respiró hondo. -A ver...-miró el público imaginario-... ¿teneís alguna idea, par de pillos? -les preguntó. -Las persecuciones siempre hacen gracia, no? Bien, sí. -Tomó aire y rápidamente separó a Hilaria de Santiago y los dispuso en fila dándole a Hilaria una pelota para luego encogerse de hombros.-Imagínate que es algo importante para él, ¿sí? Quiero que andéis uno frente al otro pero sin atraparos... y yo... yo iré en dirección contraria...-regresó su mirada a su hija y respiró aliviada al ver que ya volvía a estar sentada y no boca abajo- intentaré quitártelo, Hil. Pero tú lo cambiarás de mano... así hasta que Santiago tropiece contigo y yo... -se palmeó el cuerpo hasta encontrar un silbido, la sonrisa regresó a sus labios, igual que la inventiva.
Hassan, seguido por Raissa de cerca, se acercó a Thomas un tanto indignado. -¿Se puede saber que busca?-le preguntó serio- ¿por qué esta tan cerca de nosotros? -Su acento árabe se notaba a leguas pero aun así, hacía verdaderos esfuerzos por hablar ese otro idioma, lo que sorprendió gratamente a Raissa la que sonrió bajo toda aquella mar de ropa que llevaba encima. -¿Es del circo? -le preguntó luego, sin dejarle contestar.-Necesito hablar con el dueño de todo esto, con... -y se atascó. No miró a su prometida. No. Tenía su orgullo y no iba a dejar que una mujer se lo pisoteara. En la intimidad si, un poco pero no en público. No. Por ahí no pasaba.
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Post by ev7e on Oct 27, 2012 19:32:11 GMT -3
-Pues vamos a ver que quiere la jefa- dijo Rufus, aunque en realidad él ya tenia una idea de lo que podría necesitar Matilda Ivánes. Avanzó con paso casi rápido en cierto punto tomándole la delantera a Alejandro, pero este tuvo que mencionar al Alemán. El viejo mago frenó en secó. -¿Hauffman?-preguntó sin voltearse, su voz habia perdido toda señal de alegría y tranquildad que minutos antes habria tenido, ahora era seca, honda y llena de recelo-¿ Hauffman esta aqui?- se giró- Y esta con ella en su despacho ¿cierto? ¿Seguro que Matilda quiere que yo vaya ahi, con ese metido en el cuartucho?
Nuria ladeó ligeramente la cabeza cuando notó la ausencia de palabras del joven parado frente a ella, miró a la chica de pelo azul detrás de él y luego subió rápidamente la mirada hacia Fin. Ahi estaban los mareos de nuevo. -Esa de ahi arriba es Fin- explicó señalando a las alturas pero clavando la mirada en ambos muchachos- No se ustedes, pero a mi se me revuelve el estómago de solo verla colgar de ese aro- se estremeció un poco pero luego les regaló su más hermosa sonrisa, la misma con la que conseguia todo lo que queria- Y ese es Treste, su padre, pero supongo que ya lo deben conocer pues han venido con los payasos ¿cierto?. Las otras bailarinas se acercaron, como sombras felinas tras ambos muchachos, una de las gemelas se paró junto a Uzeil observándolo con curiosidad. -¿Te comieron la lengua los ratones?-preguntó con una sonrisa cálida- Si no es asi, cuidala porque aqui hay unos cuantos. Savannah y la otra gemela tenían en el centro a Lobelha, tomando mechones de su llamativo cabello. -Que bonito lo tienes- dijo la morena- y esta tan bien cuidado... Hilaria nos ha hablado mucho de ustedes..bueno, en realidad ella siempre habla mucho.
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Post by bachi on Oct 27, 2012 21:07:00 GMT -3
((OH SHIT! SEPAN QUE LOS AMO! *llora mariconamente* Disculpen si tardo en responder estos días, compatriotas (?), muchas cosas de la uni :3))
Ya no tuvo tiempo de fijarse si los nuevos llegaban bien, a quienes al parecer dejaron a merced del destino, y tampoco en quienes los rodeaban. Ni si quiera se molestó en saludar a las bailarinas o los trapecistas, a sabiendas de que Hilaria ya se había encargado de eso por él y que, de todas formas, no le prestarían atención: Uzeil y Lobelha parecían carnada fácil desde allí vistos. Pero Santiago no se distrajo, o lo intentó lo menos posible hasta seguir las indicaciones de Treste. Nunca se concentraba demasiado en los ensayos como en el show de verdad, el muchacho lo adjudicaba a la magia de Circus Maxium, pero ese día en especial estaba más que distraído. Como si le hubiera salido naturalmente (debido a los vistazos nerviosos y preocupados que le dirigía al par de novatos), caminó al frente sin mirar, hasta que chocó con la espalda de Hilaria. La reacción fue inmediata: Como si respondiera a una especie de ejército entrenado juntó los tobillos, se quedó estático, frunció el ceño y miró al frente. —¡Señor, Treste, perdón, Señor! —respondió saludando con una mano y volviéndola a guardar en el bolsillo, y se puso a desfilar como militar alrededor de la payasa hasta que vio la oportunidad para quitarle la pelota… o morir en el intento.
Lobelha rápidamente sintió que tendría tortícolis. Primero las rodearon un grupo de mujeres que parecían odaliscas del siglo XV pero con cuerpos del siglo XXI, después la mujer araña super elástica del circo los saludó animadamente desde arriba, hasta que la regañó su padre desde abajo y… y… —Mierda —se le escapó y en seguida captó la mirada de Uzeil y se relajó con una risita. Aparentemente su embobado socio estaba enfrentando la situación mucho peor que ella. No sabía por qué, pero cuando el otro parecía más estresado, ella se relajaba, vaya paradoja… —Sí —sonrió radiante—. Somos los “nuevos” —Hizo las comillas con los dedos y miró de reojo como se le acercaban las demás fieras—. A Fin tuvimos el placer de conocerla, sí —Hizo una mueca algo incómoda y se rascó la nuca—, pero a su viej… es decir, su padre, acabamos de verlo de hecho…¿Nooo, Uzeiiil? —Codeó a su socio justo antes de verse invadida por un ejército de manos que le tocaban el cabello. No pudo evitar sentirse relativamente incómoda. —Eh, sí. ¡Gracias! En realidad no lo cuido mucho pero… —Ahí cayó en la cuenta de las puntas azules del cabello de la “primera” bailarina y se quedó boquiabierta y la señaló— Azul —soltó, como idiota.
Qué mal que espiaba… ¡Ni cinco segundos le había durado la expedición de detective! Todavía con el bastón entre las manos, Thomas salió de su “escondite” (detrás una mujer caderona con su respectivo esposo caderón sentados comiendo helado) con una sonrisa radiante. Fue rápido. A juzgar por la vestimenta de la chica, venían de vaya a saberse qué país de Medio Oriente, y Omaia una cosa tenía muy segura: No quería que le sacaran los ojos con cucharas por malinterpretarse un saludo a la señorita. Así que se abstuvo con una simple inclinación exagerada y se volvió a su agradable interlocutor. Su acento confirmó sus sospechas. —¡Ah! Qué sagaz… Sí, soy del circo, ¿en qué pued…? —Vaya. Autoritario. Mussolinezco, pensó cuando no le dejó espacio para la respuesta. Era un chiste amargo interior que solo gente con poco tacto como él apreciaría, por eso ni se le ocurrió decirlo en voz alta. Al ver la obvia frustración del árabe en buscar alguna palabra en concreto, se dispuso a jugar con la presa— ¿Con la jefa del circo? ¿Con la directora? ¿Con la suprema mandataria? ¿Con el consúl británico? Olvídelo —Se frenó al cabo de unos segundos y desvalorizó sus idioteces con un ademán—. Si quiere hablar con Matilda Ivanés, la directora, puedo serle de ayuda. Aunque tendrá que esperar un poquitito…
La que necesitaba ayuda en ese preciso momento era Matilda, más que ninguna otra persona. Pero no caería en el pánico. Sería profesional (como la quinta vez que se lo dijo en el día) y llevaría con pecho firme todas esas dificultades… Que curiosamente tenían un solo rostro: Hauffmann. Esperando que tanto Rufus como Alejandro comprendieran que el mago debía aparecer justo, mágicamente después de despachar al diablo, la mujer procedió a soltar una sarta de locuras que declararían su muerte. —Lo del viejo mago son detalles menores que trato con él siempre antes de las funciones… Usted podría llamarles —Buscó la palabra— “cábalas”. Solo estaba adelantándome a ciertos hechos, debido al tiempo que corre, claro. Como usted bien sabrá —murmuró por lo bajo lo último. Al final la mujer suspiró, y lo encaró—. Sí: Me declaro culpable. Llamé a un convocatoria para reclutar nuevos. ¡Y vaya coincidencia! Debemos tener alguna especie de conexión olfativa para los negocios —Sonrió a secas— porque justo usted estaba pidiéndonos innovación, inventiva y salas llenas. Creo que esos nuevos, con entrenamiento y disciplina, podrían lograrlo, Hauffmann —Tomó el panfleto que el hombre había dejado sobre el escritorio y lo examinó—. Mis felicitaciones por resolverlo tan rápido, sería un buen ingresante —Se permitió la bromita—. De todas formas, quiero que sepa que en ninguna forma esto era a espaldas suya. Le avisaríamos de un momento a otro cuando los aspirantes estuviesen confirmados. Verá… No aparecieron más de dos hasta el momento, así que puede relajarse. La invitación a ver sus pruebas está abierta a su disposición, como siempre, y el resto de los papeleos… Bueno, para eso estamos Alejandro y yo, señor Hauffmann —Entrelazó las manos y sonrió. El silencio no le gustó nada y se aclaró la garganta—. Muy bien, hombre, puede decirme lo que piensa.
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Harry
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Post by Harry on Oct 29, 2012 22:57:33 GMT -3
No iba a negar lo ligeramente tétrico de la imagen del viejo mago frenándose en seco y hablándole sin darse la vuelta. Y el cambio de tono de voz ayudaba al efecto. Alejandro no puedo evitar sentir que metió la pata. No importa lo que creyera ya. No había manera de que este Rufus que tenía delante, pudiese estar sin, mínimamente, tirarle un par de puñetazos a Hauffmann por más de dos segundos. Y al colorado, Rufus nunca le había parecido del tipo violento, justamente.
-No, no lo creo.- Mintió, usando su mejor critario (El pecoso aún creía que Matilda le había pedido que lo mande a la oficina estuviese el inversor o no).-Matilda me pidió que te llame cuanto antes, pero...Aguardemos a que el Kaiser de la Simpatía se vaya, mejor. No debería tardar demasiado.
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Post by Milly on Oct 30, 2012 21:21:55 GMT -3
Hilaria se sintió demasiado tentada a sugerir que podían imaginar que la pelota era su amasijo de ropa interior, pero al final lo único que hizo fue soltar una estridente carcajada que celebraba su chiste secreto. Bien sabía que de haberlo dicho en voz alta hubiera arruinado todos los intentos de Santiago por concentrarse a la práctica, y ya le estaba costando. En un segundo todo su interés se volcó a la pelota que debía proteger con su vida, protegiéndola entre sus brazos a la desesperada. Pero antes de conseguir echar a correr, Santiago ya había tropezado con ella. —¡Señor, Treste, perdón, Señor! —Repitió cada una de las palabras un segundo luego de que el payaso las pronunciaba, pero volvió a ocuparse de la pelota cuando se vio rodeada en medio de una marcha rigurosa. Treste estaba también demasiado cerca, de modo que no había forma de escabullirse fácilmente por más escuálida que fuera. Así que esperó, ofreciendo una mirada tan fiera y desafiante como ridícula. Amaba las morisquetas. Estuvo a punto de bajar la guardia cuando Santiago emprendió el primer ataque, mas procuró no perder el tiempo. Soltó un sobreactuado grito de espanto y se lanzó también hacia adelante, doblando las rodillas en el último instante para realizar una vuelta de carnero que la hiciera rodar entre las piernas del payaso. Cuando estuvo del otro lado y se irguió entera con un salto ligero, la pelota todavía estaba a salvo entre sus manos pálidas—. ¡No me tienen! —se burló de ambos, toda risas y danzas de victoria antes de darse a la fuga al rededor de la pista. Podía apostar que no era lo que Treste tenía en mente... mas no podía resistirse a la tentación de improvisar.
A Uzeil, de hecho, sí se le revolvía el estómago, pero no se debía a las acrobacias de los trapecistas. Algo de aquella terrible sensación lo abandonó cuando la mayor parte de la atención se concentró en Lobelha y su vistoso cabello, hasta se sintió agradecido de que fuese ella la encargada de responder a cada una de las preguntas en tanto el se reponía una vez más. Pero cuando lo consiguió luego de un par de minutos y las bailarinas continuaban hablando de cabellos y colores, ya no le pareció tan educado que su amiga acaparase la atención de todos los presentes. No le sorprendía, por supuesto, pero no dejaba de acostumbrarse a pasar desapercibido allí donde fuera. De pronto se preguntó cómo había sido posible que la chica a su lado lo hubiera visto a mediodía... pero dejó el resto de la reflexión para más tarde. Tomó a Lobelha del brazo para hacerla terminar el recorrido hasta las sillas—. Vamos, más para allá —dijo, tan tímido como la primera vez que se dirigió a ella. ¿Los estarían siguiendo las mujeres de las faldas y pañuelo?—. En cualquier momento Hilaria nos atropella —señaló la carrera que la aludida había iniciado. De pronto ya no sabía cómo tenía que actuar frente a las personas del circo, y antes de asumir que las cosas no estaban resultando ni la mitad de bien de como las había imaginado... prefería huir por dos segundos.
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Post by ev7e on Oct 31, 2012 0:38:00 GMT -3
El mago miró serio a Alejandro, decidiendo si lo que el chico le decia era creible o era una excusa inventada en el momento. Era sabido que Rufus no soportaba la presencia del alemán en Circus Maxium y en más de una ocasión habían tenido que apartarlo de las instalaciones ya que la presión se le disparaba a mil y por su avanzada edad resultaba riesgoso. No era un odio con pasado dramático, era un odio puro y simplemente por la rabia que le causaba las condiciones que Hauffman le imponía a Matilda Ivanés para mantener el circo con miserables puchos de dinero. -Hasme un favor-dijo más tranquilo- Thomás ha desaparecido con mi bastón. Hagamos de cuenta que solo es una pequeña demora en nuestro camino al despacho de la directora y si por casualidad llegamos justo cuando el dictador se haya marchado, podemos echarle la culpa (o darle las gracias) a nuestro bigotudo amigo-sonrió - Creo que esta por la entrada, me abandonó el muy pillo.
Nuria sonrió con cierto orgullo cuando notó a dónde se dirigía la mirada de la chica y luego al confirmarlo con sus palabras. -¿Te gusta?-preguntó echándose "casualmente" toda la melena bicolor sobre el hombro desnudo- Deberian ver a Rufus, para sus ochenta años sabe muy bien como lucir el verde- guiñó un ojo. -¿Buscan eso?- preguntó una de las gemelas adelantándose y acercándole una de la sillas al muchacho- Las estabamos usando para el ensayo, pero nosotras ya terminamos. Estamos descansando antes de que nos obliguen a ir a cambiarnos. -No es justo- se quejó al otra- los payasos los han tenido más tiempo que nosotras. La gitana dió un fuerte silbido para llamar la atención de los trapecistas. -¡HEY! ¡FIN! -llamó haciendo eco con las manos- Baja un rato ¿Quieres? Los nuevos quieren volver con los payasos-sonrió- por cierto...Aun no sé como se llaman.
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nitta
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Post by nitta on Nov 1, 2012 18:25:50 GMT -3
-Eeeeeeeeeh, los postulantes- volvió a gritar volviendo a colgarse cabeza abajo en el aro- oiiiiiiiiiiiiiiid -les había visto ir hacía la gradería por lo que hacía dirigía sus gritos pero enseguida regresó a como estaba. Y ahí oyó el grito de Nuria y sin avisar a nadie, se lanzó a la piscina de espaldas todo cabello y risas rebotando en la red. Adoraba los ensaños justo por eso, porque la caída nunca era libre del todo. Se quitó el seguro que llevaba y fue dando brinquitos hasta llegar al borde de la misma red y descolgarse de esta hasta tocar al suelo de puntitas. Se soltó y cayó finalmente al suelo ahora a salvo que no habían los leones. Rápidamente, evitando ver la cara de enfado de su padre, corrió hacía Nuria a quien abrazó por la espalda, mirando a los dos nuevos y echándose el cabello hacía atrás.-Hola-les sonrió. -Quiero intentar hacer algo, tengo una idea en la cabeza y no sé si sería demasiado alocada...- hizo una mueca pues había ido al grano y ahora le parecía todo muy precipitado. NO TENÍAN TIEMPO.- Bien... -les tendió la pelota que había recogido por el camino y les sonrió- quizás es mucho pedir pero, ¿podríais lanzarla hacía los aros? -Señaló donde estaban Duke y Charlie. -Solo es una prueba, quiero saber si llega...-sonrió nerviosa y aguardó.
Sino hubieran sido payasos, de seguro Santiago y Hilaria se habrían llevado la reprimienda del siglo pero sin embargo, se echó a reír viéndoles actuar y solo cuando la payasa echó a correr, se llevó el silvato a los labios y empezó a soplar tratando de dirigir un tráfico inexistente. Hacía mímica todo el rato, divertido y risueño. A pesar de ello, estaba molesto con su hija. ¿Cuándo aprendería a no darle esos sustos? Y ahí detuvo a Hilaria con un brazo totalmente extendido mostrándole la palma de la mano. Con la otra, animaba a unos coches inexistentes a proseguir.
-¿Acaso está reunida? -preguntó sorprendiéndole aquello. Se la había imaginado de cualquier forma menos... Ahí detuvo sus pensamientos. ¿¿¡Directora!?? ¿¿Mujer?? Miró a Raissa unos segundos para luego mirar al hombre que tenía al frente con evidente cara de no saber que sentir. Si rabia, frustración, sorpresa, perplejidad o todo junto y a la vez. Para diversión privada de Raissa. Así aparendería. Seguro.
Escuchó las palabras de Matilda y tragó saliva. Que ganas de... gritarle cuatro cosas tenía. -De acuerdo. -Se masajeó la frente- ¿Por qué... no me avisaste? Una llamada, un correo electrónico, un... fax; yo que sé. -Estaba frustrado. Frustrado y necesitado. Tomó aire y suspiró. -Bien, a ver. ¿A cuánta gente quieres contratar? -le preguntó empezando a pensar fríamente. Observó el despacho y se quitó la chaqueta para luego aflojarse la corbata y subirse las mangas. Acababa de perder cualquier tipo de seriedad frente a Matilda. Pero sabía que todavía seguía mandando frente a ella o así lo entendía él al menos. Finalmente la corbata desapareció y la arrugó en el interior de uno de los bolsillos de la chaqueta que había colgado del respaldo de la silla. Se asfixiaba. Odiaba el calor, lo odiaba con toda su alma. -Odio el calor, Matilda...-se quitó las gafas de sol y las guardó en otro bolsillo de su chaqueta- pero sobretodo odio que se hagan cosas a mis espaldas.-La frialdad de su habla, chocó con el calor asfixiante y reinante.
(Ja! Ahí le tienen, frustrado *O* EDIT: mis posts cada vez son más pequeños x.x)
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Post by bachi on Nov 3, 2012 12:33:33 GMT -3
((Tus posts están BIEN y dejá de joder con eso manita, o tendré que atarte a una silla y ahogarte con choco hasta el fin de los tiempos~<3 Como dije antes, disculpen las tardanzas, ando conectada pero la uni me asfixia igual x3 ¡Acá va postiee! <83))
A la primera expresión de monstruo asesino, Santiago se paró en un pie e intentó protegerse con brazos, una pierna en el aire y cánticos "aleja-a-los-demonios" exagerado que repetía sin ningún sentido. Pero en cuanto volvió a abrir los ojos por el grito estilo Tarzan de la chica, ¡PUF! Hilaria ya no estaba en frente, y en cambio veía a Treste ahora soltando unas carcajadas. Justo ahí le llegó a los oídos el reto de su compañera, lanzando en el aire la pelota con total seguridad y bailando al rededor de la pista como si fuera de una tribu de caníbales. —¡Es que en realidad estaba todo fríamente calculado! —exclamó Santiago, permitiéndose una sonrisita y... frenó en seco como una caricatura justo antes de ponerse a correr. Ahora Treste estaba al mando del tráfico y había que respetar a la ley, ¿cierto? El payaso se puso unos anteojos invisibles, se sentó sobre una moto tan invisible como los anteojos y aceleró con la mano esperando a que el jefe de policía con nariz de payaso le diera permiso para avanzar: Directo al blanco "Hilaria" al otro lado de la carpa.
Lobelha no pudo responder y se quedó con las palabras en la boca mientras (no lo recordaba, pero lo supuso) era arrastrada por primera vez en el día por Uzeil. La chica frunció el ceño y se volvió a su socio, quien, apostaba, tenía como objetivo riguroso las sillas que Treste les había mencionado. —Hilaria está muy ocupada con su licencia de conducir como para atropellarnos ahora —lo tranquilizó con una palmaditas en el hombro y una sonrisa. Pero al no recibir respuesta visual, la chica gruñó y lo escrutó con mayor atención. A ese algo le pasaba, estaba segura... pero antes de que pudiera exprimirle las respuestas como a un juguito de naranja, Fin los llamó. Lobelha tuvo que esforzarse por detener el rumbo del chico, quien parecía EMPECINADO en llegar a las sillas sano y salvo a toda costa. —¡Eh, Fin! —saludó, pero no avanzó de regreso hacia las bailarinas y la trapecista. Una miradita de reojo a Uzeil le confirmó sus sospechas de ataque de timidez, pero los por qué los tendría que averiguar más tarde, la peliazul no era muy dada en eso de entender la profundidad psicológica de la gente. Justo cuando se estaba volviendo, perpleja y emocionada por la propuesta de la elástica mujer, una pelota de goma que les habían alcanzado, mediana pero inofensiva, le rebotó en la cara. La sonrisa se le quedó estática en el rostro, todo había pasado demasiado rápido como para reaccionar, pero en seguida se le pusieron los ojos llorosos por el golpe en la nariz. —Ouuuch... —gruñó por lo bajo Lobelha, y se llevó las dos manos a su pobre naricita golpeada.
Thomas parpadeó un par de veces y se rascó la punta del bigote mientras apoyaba su peso en el bastón de Rufus. Rápidamente se había tomado la confianza con aquel viejo objeto, como si fuera suyo de toda la vida. Se encogió de hombros, sin entender demasiado a qué venía tanto sobresalto, y ya que el árabe también se volvió a su mujer con incredulidad, Thomas también lo hizo. —Pues claro... "Reunida", es la directora. No es extraño que siempre ande con citas y reuniones a último momento —Sonrió, antes de agregar rápidamente— ¡Pero no se preocupe! No se preocupe, tendrá tiempo de sobras para ustedes, se los aseguro. Es una mujer muyyyy paciente. No les diría que era mentira, luego se enterarían por su cuenta. Congeló la sonrisa en la cara y dio media vueltita para indicarles el camino. —Mientras me acompañan... "señores" —No sabía cómo mierda referirse a esos dos. ¿Cuántos años tendría la chica? ¿Veinte, quince? Era horrible para las edades, pero eso no le preocupaba, las cosas se solucionaban con sonrisas y buena predisposición—, ¿les importaría comentarme qué hay detrás de esa urgencia por contactar a Matilda Ivanés? Verán, soy su mano derecha, es necesario avisarle antes de qué va a tratar la reunión. La curiosidad debía ser un pecado capital, Thomas lo sabía. Impulsaba a los más horrendos (y divertidos) actos de mentir.
Antes de contestarle, Matilda observó con escrutinio cómo el viejo de a poco se iba acomodando para combatir el calor. Con una mueca, recordó casi inmediatamente que ella por algúuun lado de la oficina tenía un ventilador de pie y se puso de pie mientras revolvía en los rincones. Si podía hacer con algo feliz a aquel desgraciado, mejor. —No es fácil contactar con usted y vamos, Hauffmann —Se volvió a él con varias bufandas colgando de los brazos y las cejas enarcadas— usted mismo sabe que nunca contesta mis correos —Para contestar lo siguiente, dio media vueltita y se compenetró en su búsqueda— Bueno... en realidad no tengo un número específico en la cabeza, ¿entiende? Se presentaron dos de todos los ciudadanos, y si esos dos son pésimos, no contrataré a ninguno... Ahh, aquí está —Arrastró el ventilador, apretó el botón de pie para encenderlo y se lo plantó justo al lado del inversor. Ella combatía mucho mejor el calor, era una mujer después de todo (?) y recuperó su lugar al otro lado con elegancia y una bufanda de plumas enroscada al cuello—. Por otro lado, si se hubieran presentado diez y los diez fueran excelentes, sí, lo admito. Los secuestraría a todos —bromeó... Bromita que se cortó en cuanto el viejo soltó lo último. El sonido del ventilador funcionando tapó el silencio gélido que se formó entre los dos. Ya no era cosa de incomodidad o subordinación, ahora la frialdad venía por otro lado. Era un enfrentamiento conciso y directo. Así lo interpretó Matilda Ivanés, y así sacó las garras. —Ya le dije que pensábamos avisarle tarde o temprano —contestó con modestia agria y calculada—. No es algo que programamos, no llevamos un horario para cumplir excepto en los shows. Somos un circo, bastante informal si quiere, bastante liberal o hasta libertino si la palabra le gusta... Pero funcionamos, rendimos. Es lo que a usted le preocupa, ¿cierto? Su dinero está rindiendo frutos, lo puede ver, tóquese el bolsillo y dígame cuánto tiene dentro, sino. Lo hemos recibido tan cálidos como siempre —Ohh, sí. Usó esa palabra a propósito— y usted nos devuelve la misma superioridad asfixiante. Si procedía, si le pedía "permiso" para solicitar audiencia de nuevos reclutas, hubiera dicho que NO. No sin antes ver los números primero. Y luego, tal vez, hubiera accedido —Se estrechó las manos, con una sonrisa seca— ¿Ve? Llegamos a los mismos resultados con un margen de 80% de probabilidad. 85 por el ventilador. Son dos nuevos, los verá cuando quiera verlos, pero no los echará hasta que yo lo diga. Y borró la sonrisa. —Hasta ahora he hecho bien las cosas, Hauffmann. No veo qué razón tendría ahora para desconfiar de nuestras ideas.
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Post by Milly on Nov 4, 2012 0:40:39 GMT -3
La muchacha estuvo a un paso de caer de bruces cuando respondió a la seña de Treste con un frenazo tan repentino que oyó el roce violento de sus pies contra el suelo. Aún así no hizo amago ninguno de soltar su pequeño tesoro de plástico, muy por el contrario, la alzó por encima de su cabeza para presumirla a su compañero que en el extremo opuesto de la pista aguardaba sobre su moto imaginaria que el tránsito dirigido por el Gran payaso le diera pase libre para iniciar su persecución, tarea que Hilaria en persona se haría cargo de convertir en imposible. Cuando se canso de lucir la pelota al mundo, preparó sus propios elementos invisibles antes de que Treste diera la partida. Puso la pelota entre sus piernas para armarse, protegiendo la cabeza con un yelmo de aire al que subió el visor para no perderse nada del panorama. Desenfundó una espada de su cintura, que a juzgar por el esfuerzo que realizaba para sostenerla, no tenía nada de pequeña. Volvió a ocultar la pelota bajo su brazo al tiempo que amenazaba a su rival con la espada invisible, ofreciendo una mirada que solo una hormiga podía considerar fiera.
No le ayudó nada oír los reproches de las bailarinas en tanto continuaba su ruta hacia las sillas. <<Somos las mascotas nuevas>> comprendió de pronto, no sabía si con pesar u otro sentimiento que no podía definir. Hubiera deseado tener una pizca de la capacidad de Lobelha para llevar así de bien la situación, pero estaban todos tan pendientes... De mala gana se resignó a cumplir su meta hasta las sillas y más allá cuando su amiga lo detuvo. Más que nunca lo seducía la idea de escabullirse a explorar el resto del circo, y más que en ningún otro momento resultaba imposible intentarlo. Como fuera, tenía que obligarse a mostrar una actitud más amistosa, de lo contrario la semana que lo esperaba sería de pesadilla. Oyó el saludo de la chica hacia la trapecista que se aproximaba a ellos, y él intentó sonreír con naturalidad... lo que fue todavía más fácil cuando vio que la pelota se estrellaba contra el rostro de su socia. —¿Te rompiste algo? —rió tímidamente al verla llevarse las manos a la nariz. Pero sabía que estaría bien, había tomado la pelota luego del impacto y era mucho más ligera de lo que podía pensarse. Se volvió a Fin—. No es mucho pedir —le aseguró, un poquito más confiado. Al menos a ella la había visto antes; no era una completa desconocida. Lanzó la esfera justo a donde había pedido, rogando no hacer el ridículo con su lanzamiento.
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Post by ev7e on Nov 5, 2012 0:43:35 GMT -3
Las mujeres aplaudieron el lanzamiento del muchacho, tal vez era la necesidad de simplemente moverse del lugar o hacer algo diferente que les llamaba la atención cada cosa que los dos jóvenes hicieran. Ellas muy rara vez se relacionaban con gente del exterior, incluso con algunos miembros del mismo circo resultaban recelosas y el solo hecho de que esos dos fueran a formar parte de la gran y descoordinada familia por una semana, les parecia motivo de celebración. Una muy peculiar celebración. -¿A quienes han visto de por aqui?-preguntó Nuria acomodándose el largo cabello que Fin, con su alegre llegada, le habia desarreglado sin darse cuenta- ¿Solo a esta loca- por la trapecista- y los payasos? Oooooh...¿Te dolió mucho? Que tosca eres, Fin- le reprochó la bailarina en broma y con un guiño.
[[Odienme, no tengo ideas ._.]]
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