nitta
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Post by nitta on Sept 21, 2012 20:26:34 GMT -3
Duke la miró y luego miró a su acompañante pero cuando fue a decir algo Hilaria le interrumpió y, solo se atrevió a hablar cuando la payasa se calló. -Hilaria, que bien que te encuentro. Ahora dirige a estos dos a algún esconde donde el Alemán... NO los encuentre, ¿de acuerdo? -le señaló la dirección por la que habían venido- menos en esa dirección donde sea pero que sea rápido, maldita sea. Hauffmann está aquí.-Y si no blasfemó fue por educación pero se quedó con las ganas. -Hilaria, por favor, rápido. -En esos momentos no sabía si temía más, si a Hauffmann o a Ivanès si descubría a los postulantes ahí enmedio con ellos discutiendo. Miró una vez más a la payasa y luego echó a correr de nuevo a la carpa.
Fin, sin saber como, se echó a reír hasta doblarse por la cintura por lo gracioso de la situación. Cuando se irguió distinguió a la sombra de Duke y este enseguida se apresuró a acercárseles. -¿Los postulantes? -apremió Fin. -Con Hilaria. Ya le di instrucciones. -Vayamos a ensayar, ahora. Rápido. Antes que Thomas decida que debe soltar a esos tres bajo nuestro.-Quejó Fin y Duke solo tuvo tiempo de saludar a Thomas para luego descalzarse y subir arriba a los aros mientras Fin lo hacía por el otro lado.
Sin embargo, el frío e insensible Hauffmann no abrió boca hasta que no estuvieron a la sombra y hubieron pasado varios minutos de incómodo silencio. -Quería saber el estado de las cuentas del Circo, Ivanés. -Empezó a hablar.- Luego también el estado de salud de todos los integrantes y el estado de las instalaciones. -Miró a la mujer y a sus dos "guardaespaldas" y gruñó-No quiero dar una vuelta -aquello alivió a Lumiere- solo quiero saber datos, datos y luego, quizás hablemos de negocios.
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Post by bachi on Sept 22, 2012 2:35:53 GMT -3
Pero por más cosas que Hilaria dijera, no pudo sacar la cara de cachorro mojado ni siquiera cuando le quitaron las manos del rostro. Intentó, claro y como siempre, esbozar una sonrisita, pero le salió (o al menos eso creyó él) una mueca. El último comentario de la payasa, sin embargo, sí que le robó una sonrisa decente. —Ser aguafiestas es mi segundo trabajo y mi pasión secreta —hasta se animó a bromear. Un nuevo "tirón" de hechos lo arrastró a la realidad junto con la payasa y se quejó maldiciendo hasta que comprendió qué era lo que había visto esta vez: Los dos chicos de la audición, junto con Duke. El payaso se quedó boquiabierto durante todo el intercambio de palabras y cuando quiso despedirse de Duke, no llegó a hacerlo apropiadamente y se hizo un silencio algo incómodo cuando notó que se habían quedado solos con los dos nuevos. Sin importar la edad que pudiese tener, Santiago aprovechó la situación para disimuladamente ponerse detrás de Hil y dejarla que se hiciera cargo del resto. Por otro lado, Lobelha había estado esperando un buen rato hasta que Uzeil finalmente chocó con su mirada, y para cuando lo hizo, habían pasado de estar con un trapecista algo nervioso, a estar con dos payasos ciclotímicos. Pero ella no se dejaría intimidar, esta vez intentaría empezar con el pie derecho. —¡Buenas! —saludó y codeó a Uzeil para que se animara también—. Eemmm, ya nos conocimos, o bueno, no tanto... En fin —Puso los ojos en blanco para dejar de decir estupideces—. Soy Lobelha. Si algo había entendido de toda esa palabrería intercambiada entre Duke y la aparentemente Hilaria, era que un tal Hauffmann no tenía que verlos.
La risa de Fin lo tomó desprevenido pero le animó la sonrisa. Thomas paró la oreja para comprobar qué era lo que decía el recién llegado Duke, a quien devolvió el saludo, y suspiró de alivio en cuanto entendió que los nuevos ya estaban con quienes tenían que estar. Eso eran buenas noticias. —Bien —dio un par de palmas decididas y con una media vueltita de talón, se dirigió a los tres remilgados que tenía detrás. Con solo verlos, tan aburridos, tan confiados, se le ocurrió una graciosa idea. Le tomó menos de dos minutos salir de la jaula, correr a la entrada de los vestuarios y volver. En la mano tenía un bastón y eso solo podía significar una sola cosa: Thomas no trabajaría solo, porque cuando ensayaba solo, no había necesidad de prevenciones extra. —A veeer —canturreó mientras les abría pacientemente la puertita de la jaula a los tres leones patones, con la vocecita de una maestra jardinera—, vamos a dar una vueltita, Jerry, Mafuma, Maquiavelo. Vamos a ver que hacen nuestras bellas bailarinas y también a ver cómo el tío Derian juega con el fuego, por ahora solo desde lejos. Están muy concentrados ensayando, no hay que distraerlos. Sería una pequeña vuelta para tantear el terreno por los bordes de la pista de ensayo para que se acostumbraran al olor de los otros cinco, aunque Thomas sospechaba que sus tres fieras estarían mucho más atentos a las figuras de Duke y Fin que volaban sobre sus cabezas y caían de vez en cuando en las redes. Pura e inocente curiosidad felina, por supuesto.
Matilda aprovechó su silencio para carburar. Su mente iba a mil revoluciones cuando llegaron a su pequeña "oficina". Aumentó a tres mil cuando los invitó a los tres a tomar asiento, Alejandro junto a ella al otro lado del escritorio, por supuesto, con su propia pequeña esquina de papeles, y Lumiere justo enfrente, junto a Hauffmann, como para mantenerlo rodeado estratégicamente. Detrás se podía observar dos pequeñas bibliotecas repletas de chucherías antiguas y modernas más que de libros y en el medio un baúl que funcionaba como mesita ratona. Había varios teléfonos, sombreros, cartas y un papel de regalo hecho un bollo arrojado en el suelo. Era su amado desorden eterno e inamovible, entre el cual se encontraban muchos de los documentos, facturas y títulos de Circus Maxium. Y entre escondrijos bien seleccionados, podría encontrarse, tal vez, alguno que otro de los secretos del circo. El hecho de que Hauffmann no quisiera dar una vuelta para comprobar físicamente los datos, fue un verdadero alivio. Su mente inmediatamente había volado en alma y pensamiento al escondite de Jeremy. —Muy bien. Hablaremos de negocios —Sonrió y sus pensamientos inhalaron y exhalaron, preparándose para lo siguiente—. Tanto el estado de cuentas, gastos e ingresos fijos se los pasará ahora mismo en cuanto los chequee Alejandro —dio un par de palmaditas a la pila de papeles a un costado del escritorio—. El estado de salud de mis chicos pues... dejeme que busque las libretas que tengo por aquí en algún lado —Se impulsó hacia atrás y giró todavía sentada en su silla de oficina, mientras husmeaba los estantes de las bibliotecas— ¿Alguien gusta una taza de café? Pienso servirme una a pesar del calor, así que si alguien está interesado... Dejó el comentario flotando en el aire mientras volvía a empujarse hasta el escritorio y depositaba una caja despreocupadamente sobre una notebook negra. Matilda se puso de pie y le alcanzó con cuidado tres libretas en donde encontraría las fichas médicas de cada integrante del circo, con un chequeo que se hacían todos los meses. A continuación rodeó al grupito y se paró en frente de la cafetera. —Ahí está todo lo de los muchachos. Como se dará cuenta, el servicio médico privado fue y sigue siendo un problema de costos bastante... innecesario. Pero todavía no damos con algún médico trotamundos que decida hacernos compañía —explicó la mujer mientras se servía café.
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Post by Milly on Sept 22, 2012 19:08:20 GMT -3
—¿Ni siquiera una pobre disculpa? —Hilaria entrecerraba los ojos con una ferocidad que parecía tan divertida como peligrosa a medida que veía al trapecista correr a toda velocidad lejos del pequeño grupo—. Primero nos los robas... ¡y ahora nos das instrucciones como si nada! ¡Ya vas a ver cuando nos volvamos a encontrar, Duke Fisher, no te mantengas lejos de los aros por mucho tiempo! ¡MÁS TE CONVENDRÍA ESCONDERTE DE MÍ! —agitó un puño al aire en dirección a su aludido hasta que finalmente lo perdió de vista... y cayó en la cuenta de que tenía una situación encima de la que hacerse cargo, una que Santiago le había cedido con suma gentileza luego de ocultarse a sus espaldas. "Hombres"-pensó con un gracioso suspiro de resignación. Pero como siempre sucedía, su chispeante buen humor volvió para socorrerla apenas oír las primeras palabras de la chica de pelo azul. ¡Cómo le fascinaba su cabello!—. ¡Que nombre fantástico! —exclamó emocionada a la chica luego de oír su presentación. Se adelantó un paso para tomar una de sus manos y agitarla enérgicamente entre las dos suyas—. Yo soy Hilaria, payasa del circo, pudieron verlo en la plaza. Y este aguafiestas de aquí —volvió la cabecita hacia el chico oculto tras ella—. Es Santiago, mi compañero de función. Luego conocerán a Treste, les va a encantar. Entonces, reparó en el muchacho junto a Lobelha. Sus manos volaron rápidas para situarse sobre los hombros de este—. Tú no nos has dicho tu nombre, pequeño. —Yo... soy Uzeil —dijo él. La sonrisa despreocupada de Hilaria lo asustaba un poco. Pero había logrado espabilar lo suficiente gracias al codazo de su amiga—. ¿Ustedes nos llevarán a ver a la directora? —¿A Matilda? —Hilaria dio un respingo, recordando vagamente las súplicas de Duke—. No, no. ¿No escucharon al maleducado de su secuestrador? Ella está con Hauffmann ahora... y tenemos que esconderlos de Hauffman. Pero no había necesidad de que nos dijera eso... ¿no crees Santiago? ¡Como si no supiéramos que Hauffmann está aquí! ¿Es que nos toma por payasos idiotas? Cooomo sea, ¿les gustaría ver dónde van a dormir? Dudo que al amigo de Ivanés le interese visitar nuestros vagones... —buscó a Santiago con la mirada a ver si estaba de acuerdo con la decisión. Daba por hecho que el traidor de Duke ya les había contado todas las cosas más emocionantes, como por ejemplo, que deberían pasar una semana en el circo.
Derian percibía el calor que su piel absorbía de las llamas que no alcanzaban a tomar formas determinadas antes de extinguirse por encima de su cabeza, pero la peligrosa proximidad que mantenía con el dañino elemento no podía asustarlo. Jamás se hubiera declarado ser un hombre capaz de dominar el fuego, pero afirmaba en cambio comprenderlo de un modo que muy pocos conseguían alcanzar. Absorto en sus procedimientos, establecía sin error los límites que cada llamarada. Lo único que podría arrancarlo unos segundos de su concentración sería el momento en que los leones salían de su jaula, y se dedicó a observarlos con la antorcha encendida encendida en su mano. Ellos no eran los únicos que debían acostumbrarse a compartir su espacio de prácticas. El lanzallamas acostumbraba a ensayar solo.
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Post by ev7e on Sept 23, 2012 12:42:31 GMT -3
Un giro, una pierna alzándose con sensualidad antes de tocar el piso y terminar con el violento bamboleo de caderas. Las cuatro mujeres amaban lo que hacian, por eso tres de ellas al verse desplazadas por una más joven aceptaron ser compañia y ya no principales. El circo era una familia, pero tambien un negocio y ellas lo entendian. Savannah fue quien los vio primero y casi pega un grito, los tres leones fuera de la jaula. Como si se comunicaran telepáticamente las cuatro mujeres crearon una especie de barrera, cada contoneo era una tácita advertencia para que el domador y sus leones mantuviesen cierta distancia. Nuria le guiñó un ojo a Thomas en medio de una sexy vueltecita y luego se empezó a reir. Eso si, no se descoordinó ni un poquito luego de la jugarreta. Ya era costumbre en ella coquetearle a cuanta persona se le pusiera en frente y despues de varios años dentro del circo ya todos le restaban importancia. Con Derian ya habia tirado la toalla, pero Thomas, por lo general, le seguia el juego.
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Post by bachi on Sept 24, 2012 2:40:59 GMT -3
La velocidad con la que la chica hablaba, cambiaba de tema y de estado anímico la sorprendió. Pero al rato terminó acostumbrándose a lo que seguramente sería cosa matutina para todos allí en el circo, o por lo menos eso pudo suponer Lobelha a juzgar por el rostro "mala onda" del otro payaso. La pregunta de Uzeil le vino como anillo al dedo y dejó de divagar para ponerse seria, como sabía que siempre le habían recomendado sus abuelos en circunstancias de "negocios". —A ver si entendimos bien —Lobelha enarcó las cejas—. Tienen que evaluarnos para entrar al circo, pero no tenemos que ver a la directora —A medida hablaba, hacía mímica con las manos— por... ¿Cómo se llamaba? ¿Hajman? No entiendo, ¿qué tiene de malo el sujeto? Y... esperen un minuto —Lobelha se había quedado fija en un punto indefinido de la nada para analizar todo lo que Hilaria había dicho, hasta que miró a Uzeil y luego se volvió a los dos payasos. Oh, sí, comprobó Santiago e hizo una mueca. La chica peliazul los estaba mirando a los dos y supo que aquí vendría otra preguntas bomba más. Ya era bastante tener que responder lo de "Hajman"... —¿Cómo es eso de "donde van a dormir"? ¿Cómo "dormir"? No entiendo, ¿me perdí de algo? —La chica se mostraba incrédula. Se estaba olvidando de algo, ¿algo del anuncio encriptado tal vez? Estaba segura, Duke... ¿Duke les había contado cosas? Le habían preguntado su nombre, claro, pero...— ¿Cómo que dormir? Santiago gimió melodramáticamente y miró al cielo con un rodeo de ojos y cabeza.
El show le hizo reír y el domador chasqueó la lengua un par de veces sin querer y los tres leones delante de él se giraron y sentaron para mirarlo. Correspondiendo a su eterno intercambio de juegos, Thomas actuó que se quitaba un sombrero invisible, se lo apoyaba sobre el pecho y silbó a la elegancia seductora de las bailarinas que tenía enfrente. Acto seguido hizo una exagerada reverencia, no olvidándose antes de apurar un guiño fugaz en dirección a Nuria. —Sigan bailando así como gacelas dando saltitos y mis chicos acabarán pensando que están de nuevo en una sabana salvaje —bromeó y se retorció la punta del bigote. Parecía un pastor, apoyado en el bastón que tenía en la mano derecha. Enseguida su sonrisa se ensanchó, casi, casi con malicia petulante y suspiró soñador—. ¿Quieren intentar? —ronroneó la pregunta, haciéndose a un lado y señalando a sus tres reyes que permanecían imperturbables todavía sentados. El único rabo inquieto era el de Jerry, entre quien Thomas tuvo la delicadeza de interponerse para darle unas palmaditas entre las orejas. En cuanto a los otros dos, estaban aparentemente predispuestos a recibir un par de caricias femeninas, siempre y cuando las "leonas" supieran que más tarde tendrían que llevar la cena a la manada. La reacción felina no le preocupaba, en gran parte, porque entre las cuatro mujeres estaba Nuria y, quisiera admitirlo o no, los leones ya la conocían. El domador dejaría la visita con Derian a lo último. Mafuma, Maquiavelo y Jerry lo conocían como el-sujeto-con-olor-a-jabón-y-querosene-que-les-limpiaba-la-mugre, pero no en su papel de seductor del fuego. Si todo salía bien con las bailarinas, lo invitaría a acercarse, cosa que dio a entender cuando alzó una mano para indicarle que estaba todo en orden con su ensayo.
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Post by ev7e on Sept 24, 2012 18:33:16 GMT -3
Savannah miro con reproche la actitud del domador. -Es peligroso- dijo deteniendo su danza al igual que las otras mujeres. -No, claro que no- intervino Nuria llevandose las manos a la cintura- me he pasado casi toda la mañana en la misma jaula que ellos- la sonrisita delataba su pequeña travesura algunas horas antes- y el único peligro es el bigote mal cortado de Thomas- se burló cariñosamente. Las otras tres bailarinas aun se mostraron desconfiadas, estaban hablando con la sociedad de amantes de los leones, quienes preferian aventarlas a ellas bajo un tren en movimiento si es que eso hacia que los felinos pudiesen irse a dormir temprano. - Hagamos algo- la gitana subió un poco más el volumen de la música, fijándose siempre en la reacción de las fieras... Y no eran solo los leones- si no se aturden con el ruido y el movimiento, puedes experimentar a tu antojo- sentenció mirando a su bigotudo compañero. Nuevamente las cuatro damas retomaron su rutina, tres de ellas exagerando los contoneos, amenazantes.
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Post by Milly on Sept 24, 2012 21:15:31 GMT -3
—Más pisadas y menos blablá, pequeños. Hilaria empujó con ánimo la espalda de cada uno de los aspirantes, dispuesta a sacarlos pronto de ahí al tiempo que ignoraba con sobra de talento los gemidos rabiosos de Santiago. Para que no se dijera que no sabía cumplir con sus obligaciones en tanto se divertía explicando a los jóvenes cada pregunta que les surgía. Antes de volver a abrir la boca, ya estaban todos caminando hacia la zona en que correspondía a los circenses alojarse cada noche. La mirada de la payasa escudriñaba los alrededores con el cuidado de un espía bien entrenado—. ¿Sabes? —su mirada se posó en Lobelha una milésima de segundo antes de volver a concentrarse en los alrededores—. Hajman me gusta mucho más que Hauffmann. Podríamos llamarlo así, ¿eh? Pero hay que procurar que no nos escuche decirlo... con Hajman nunca se sabe... Luego la payasa guardó silencio con la mirada fija al frente, y Uzeil se la quedó mirando estupefacto. ¿Es que no iba a dignarse a responder la pregunta de Lobelha? Él necesitaba tanto o más que la chica comprender a qué se referían antes de que otra vez la histeria consiguiera convertirlo en un muchacho irrespetuoso. Inspiró hondo, dispuesto a sonar mucho más amable en esta ocasión para esclarecer definitivamente sus dudas—. Y... ¿qué hay con eso de ver dónde dormiremos? —¿Qué cosa? —la payasa volvió la mirada al chico con una expresión vacía, como si estuviera esforzándose por dar sentido a las palabras que hubiera emitido. La mueca de su rostro no cambió hasta dos segundos después, cuando recordó que mantenía una conversación seria con los nuevos—. ¡Ah, sí! ¿No se los dijo Duke? Genial, ¡algo que ese bandido nos deje hacer a nosotros! —esbozó una sonrisa traviesa y sumamente extensa, regodeándose al saberse poseedora de una información que ellos necesitaban obtener—. Pues... eso. Van a dormir aquí, con nosotros. Comerán con nosotros, trabajarán con nosotros... por una semana. No se creerán que los dejaremos entrar a un circo sin que tengan una idea de en lo que se están metiendo, ¿o sí?
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nitta
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Post by nitta on Sept 25, 2012 5:53:18 GMT -3
Fin volaba sujeta de los firmes brazos de Duke y se percató que no tenía miedo, no sentía el miedo irracional de momentos antes. Ahora se sentía segura, de nuevo y sabía que esa noche, resplandecería con todo su ser. "El aro" escuchó y enseguida Duke se puso a balancearla peligrosamente sobre el vacio antes de llegar a la red para que ella cogiera vuelo y pudiera alcanzar el otro aro. Después de eso, vendría la pelota y mientras se balanceaba y movía las piernas cogiendo fuerza de vuelo, los vio. A los tres, paseando, fijando sus leonas cabezas hacía ellos y perdió todo y, cuando tuvo que agarrar el otro aro simplemente cayó a la red donde rebotó segura. -¿Estás bien? -inquirió Duke. -Sí.-Luego miró a Thomas tumbándose bocaabajo.-Podrías avisar, me has dado un susto de muerte.-Quejó tratando de sentarse en la red para acomodar su larga cabellera en aquella castaña demasiado abultada. Se deshizo el pelo y Duke aprovechó para regresar a su posición sentado en el aro mientras este seguía balanceándose ajeno a lo que ocurría. Una vez lo tuvo acomodado, se levantó y medio saltando logró agarrar otro aro que le tendían para que pudiera alzarse a las alturas de nuevo. Miró a Duke y le sonrió.-Pasemos a la pelota, ya casi lo tenía.-Le sonrió. -¿No quieres repetir? -le preguntó. -Solo nos atrasaría. Ahora viene lo complicado. -De acuerdo. -Miró a uno de los ayudantes que de tanto en tanto también participaba y le sonrió cosa que hizo que el chico sonriera de oreja a oreja. -Buena elección, Duke.-Le agradeció de corazón al ver al chico. De todos los ayudantes, Carl era un buen ejemplar para hacer el trío de niños que juegan en las alturas. Ahora faltaba no perder la pelota.
Hauffmann revisó con ojo avisor todos los papeles que le tendió Matilda acerca de la salud de los circenses para luego darle un vistazo al estado de las cuentas. De repente, mientras Matilda se preparaba el café, arrugó la frente y Lumiere temió problemas de los gordos. -Algo no cuadra -vociferó con absoluta calma, extraña por cierto- aquí dice que hay ciertos ingresos pero lo gastos son superiores a estos -comentó -¿puedo saber la razón? -le preguntó a Matilda pero la pregunta iba implícita a los tres allí presentes. Se trataba de una partida de carne para los leones que anteriormente se había podido solucionar pero que en los últimos meses había generado más gasto que ingresos. Hauffmann no estaba para nada contento con esos datos pero mucho menos lo estaba con los tres felinos que cuidaba del domador. "¿Qué circo no tiene sus leones y su domador, Adolf?" recordó un día que ella -su "pareja"- y él hablaban sobre el innecesario gasto de los tres felinos. "Son un gasto innecesario" gruñó él. "Ya claro" Se rió ella y, tras cerrar los ojos con fuerza, se recordó de llamarla luego. Necesitaba saber que hacía.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí aburrida? No lo sabía. Miró la hora en su reloj de pulsera y luego dirigió su mirada hacía arriba. El calor y el velo la estaban consumiendo poco a poco y, a pesar que había pedido un té frío, ni así le pasaba el calor. Entonces tomó la gran meditación. Iría a su cuarto. Pagó la bebida y se adentró en el ascensor tarareando interiormente una canción con la que haría su número en el circo si es que... Agachó la cabeza. ¿A quién quería engañar? Hassan se negaría y ella lo sabía. Lo sabía. Pero aun así... Tomó aire cuando las puertas del ascensor se abrieron en su piso y lentamente se encaminó hacía su habitación donde el chofer le tomó la targeta para dejarle pasar al interior, devolviéndosela tras abrirle la puerta. Una vez dentro, se deshizo primero del velo y luego se acercó al baño donde se volvió a meter en la ducha. Odiaba ese calor nauseabundo, pegajoso y asqueroso. Tras ducharse se vistió con ropa límpia y ojeó los folletos esparcios por la mesa y suspiró.
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Post by bachi on Sept 29, 2012 1:05:28 GMT -3
Thomas dedicó una hermosa sonrisa cuando la gruñona de Fin se quejó de su actuar. Lo único que hizo a continuación fue alzar los pulgares en señal de que continuara con su hermoso trabajo antes de que pudiera distraerse más. Y como para que el resto de los presentes se tranquilizara (descontando el ritmo retumbante e hipnotizador de la música de las bailarinas) el domador se sentó en el suelo entre sus chicos, entre medio de Mafuma y Jerry, de modo que el primero quedara entre el adormecido Maquiavelo. Era más que nada un punto estratégico, sabía que si Jerry explotaba, Mafuma se "hincharía" de energía y se pondría de pie también... y vaya a saber qué pasaría si aquello sucedía. Sin embargo se mantuvo tranquilo. Entre risas aplaudió varias volteretas de los trapecistas arriba de sus cabezas y llegó a ponerse de pie para aplaudir a las bellas damas que tenía en frente. —Increíble —bromeó—. Yo sigo sin entender como no se quiebran las caderas... Algún día tendrán que enseñarme —se rió. Y ahí lo vio. De refilón, fue un solo parpadeo, un solo movimiento de cola. Pero las orejas delataron a Mafuma. Y Jerry se puso de pie. Thomas fue rápido como un rayo. Mafuma había sido esta vez el instigador, lo conocía. Un rey al que le había parecido divertido, en silencio, inquietar a su hermano explosivo. El hombre enfrentaba a los dos (porque Maquiavelo se había despertado solamente) con la vara, su rostro era duro como tal vez en ninguna otra ocasión lo sería. Y solo pronunció una sola palabra. —No. Jerry y Mafuma lo miraron inmediatamente a los ojos. Thomas relajó los hombros pero se mantuvo impasible... Hasta que Maquiavelo se puso de pie, con un bostezo que intentaba aparentar despreocupación. Aquello lo preocupó. —Derian —llamó el domador sin apartar la mirada—. Ayúdame a llevarlos hasta la jaula, pero no con fuego. No quiero que lo vean como una reprimenda. Sabía que no lo atacarían, lo querían... Pero eso no evitaría que, mientras uno lo sostuviera entre las fauces cariñosas, los otros dos no fueran a corretear libremente tanto hacia las bailarinas como hacia los trapecistas. Lo único que rogó, con toda su alma, fue que no apagaran la música y que no gritara nadie porque no podía mirar a Nuria para advertirle que si aquello sucedía, Jerry se le tiraría encima a él para que Mafuma fuera a saludar.
En cuanto Hilaria le remarcó su error, llamémosle gramatical, Lobelha sonrió. La payasa le caía bien, era algo demasiado hiperactiva, tanto que resultaba contagioso, pero tenía una forma casi cómplice de remarcar las cosas. Con un pequeño aporte de tacto y sutileza. —Pues yo prefiero decirle mejor Hauffmann, por si las dudas —siguió el juego. Hasta que el gato le comió la lengua cuando comprendió hacia dónde se dirigían. De verdad pensaban mostrarle el lugar donde dormirían. "¡Donde dormiremos, mierda!". A todo esto, Santiago no le quitaba de encima una mirada inquisidora a Hilaria, disimulada con pequeños soslayos. Casi le da un ataque cuando el chico reiteró la pregunta y la payasa por un momento pareció olvidar a qué se refería. —Es decir... —tomó la palabra tras un suspiro en el que dejó a su compañera terminar—, que estarán a modo de prueba durante esa semana. Darán su presentación, claro —Puso los ojos en blanco, pensativo—, peeero... Hay otras cosas que debemos ver antes de considerarlos... aptos... para el circo. Odiaba ser el centro de las miradas. Lo dejó en claro con un último carraspeo incómodo. Lobelha entrecerró los ojos, con curiosidad. —¿Una semana, eh? Y... —Inmediatamente pensó en sus abuelos— qué haremos con... bueno, nuestras casas y demás. Quiero decir... Si vamos a estar una semana con ustedes, van a quedarse aquí en la ciudad, cierto? —La idea de que le dijeran que NO iba a entrar en el circo en alguna gira por Rusia, no le resultaba nada atractiva.
Matilda no pudo ver cómo arrugaban la frente, pero notó la mirada de Lumiere al otro lado, mientras revolvía el café con una cucharita y de a poco paseaba por la habitación. Lo tomó con calma. Tomó la pregunta entre sus brazos y la acunó como si fuera una tierna caja de zapatos nuevos, un habano, hasta incluso un bebé. —Ah, detalle nimios —Sonrió, pequeñita y fugaz, mientras desvalorizaba el problema con un ademán de la mano libre. Se asomó para observar la misma hoja que miraba Hauffmann y señaló cifras—. Los ingresos directos son menos que las ganancias, es decir, lo que usted nos da —"Muy de vez en cuando, maldito tacaño hijo de perra". Sonrió—, pero el resto de ingreso, es decir de las rentas de la feria, las entradas, la venta de artículos —Le guiñó el ojo a Alejandro. Esa última idea de vender algunas camisetas y hasta llaveros había llenado un poco los bolsillos, la inversión había sido casi nula después de que el dueño de la fábrica textil se tomara un par de copas. Saaaanto remedio— y algún que otro show callejero; de hecho suman más. El capital de base nos mantiene —"Hasta el cuello, bastardo"—, pero lo compensamos con sudor. Y leones. Adorados por miles de niños —Dicho esto le brillaron los ojos, peligrosos, y le dio un sorbo al café.
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Post by ev7e on Sept 29, 2012 11:56:49 GMT -3
Se sentian alegres por saberse observadas y tal vez hasta admiradas. No les importó que los leones tuviesen esa actitud de jurado, su rutina era perfecta. Incluso se dieron la libertad de bromear con el domador, diciéndole que algun día podrían darle lecciones privadas, que lo llevarían a un verdadero salón de baile y le presentarían el sensual tango. La seducción era un arte que ellas debian conocer bien, enamoraban al público para que este se mantuviese sentado en las graderías y pidieran más sorpresas de Circus Maxium. Estaban tan ocupadas marcando el ritmo de la música con su cuerpo que no notaron el repentino comportamiento de los cuatro espectadores. No escucharon la orden hacia los leones, tampoco el llamado de ayuda a Derian. Ellas solo siguieron con su baile, ajenas a la bomba en cuenta regresiva. Pero aquel día estaba maldito desde que salió el sol y aun no era hora de acabar. Una de las gemelas trastabilló en el último giro y cayó al mismo tiempo que la canción llegó a su fin.
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Post by Milly on Sept 29, 2012 18:58:14 GMT -3
Había retomado su ensayo tras interpretar la seña realizada por Thomas, que se había instalado junto a sus felinos cerca de las bailarinas. Pero todavía cauteloso, iniciaba una nueva ronda con llamaradas pequeñas y fugaces que escapaban de su fuente de origen en asombrosas volutas de tonalidades anaranjadas, que morían de un segundo al siguiente. No habría repetido más de cuatro veces la fase preliminar de su rutina cuando la voz del domador de leones le obligaría a buscarlo rápidamente con la mirada; algo en la entonación del llamado haría que una incertidumbre extraña lo inquietara. Apagó la antorcha que tenía entre sus manos y se apuró a socorrer a su compañero con la misión encomendada. La distracción con sus propios elementos no lo habían mantenido al corriente del panorama que comenzaba a desarrollarse a su alrededor, pero bastó con observar la actitud de los leones cuando estuvo finalmente frente a ellos -y junto a Thomas- para hacerse una buena idea de lo que ocurría—. Un abuso de confianza... —observó con una tranquilidad insólita y seria, alargando el brazo en el que mantenía aferrada la antorcha apagada para realizar a las criaturas una invitación cortés de retorno a sus aposentos. Se había preparado para dar el primer paso que haría retroceder a los tres animales, cuando de forma repentina sintió que el entorno se tornaba mucho más tenso de lo que percibiera segundos atrás. Y comprendió que la música a sus espaldas había culminado... pero no volvió el rostro.
Uzeil estuvo muy cerca de frenar nuevamente su avance producto de la conmoción repentina. Sin embargo, un descubrimiento asombroso surgiría en su mente un segundo antes que un corto circuito generalizado tuviera lugar. Era la excusa perfecta -pensó-, una oportunidad irrepetible. No pudo evitar sonreír de dicha al imaginarse una semana lejos de su casa, expresión que se acentuó en su rostro al oír la interrogante recelosa de Lobelha. Pero lo que se configuraba en los rasgos de Hilaria en ese mismo momento, era algo mucho más parecido a una mueca de incertidumbre. —Bueno... —titubeó la payasa, jugando con sus pequeñas manos pero sin perder de vista a la chica de cabello azul—. Sería lo más lógico de suponer, ¿verdad? —Y rió, con el tono agudo de quien se sabe descubierto. Siquiera se tomaba la molestia de calcular el tiempo que se quedaban en cada lugar que Circus Maxium visitaba, ¿cómo iba a saber si al final de aquella semana seguirían donde mismo? —No veo cuál es el problema —interrumpió entonces el muchacho, observando a Lobelha. La sonrisa no parecía dispuesta a extinguirse. Se encogió de hombros—. Tienes la moto. Y de todas maneras... —prefirió no terminar la afirmación. No estaba muy seguro de que existieran las confianzas suficientes como para apostar frente a circenses declarados que no le cabía ninguna duda de que su amiga ya estaba dentro del negocio. Se volvió entonces al incómodo sujeto que la payasa había presentado como Santiago. Le sorprendía de forma curiosa la disparidad que representaba con el payaso que horas antes hubiera visto en la plaza—. ¿Y qué requisitos debemos cumplir exactamente para ser aptos?
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Post by bachi on Oct 1, 2012 0:55:34 GMT -3
—Un maldito abuso de confianza y una mala pasada de aquel hijo de su buena madr... Thomas supo muchas cosas en cuanto el final repentino de la música fue precedido por la caída de una bailarina detrás de los dos. Y todo lo supo en unos pocos segundos en los que, como todo cerebro humano, se podían reflexionar varias ideas casi a la velocidad de la luz. En primer instancia, que obviamente Derian tenía razón. Pero los que se habían confiado eran Jerry, por un lado, haciéndose el pillo, y Maquiavelo por el otro, en un sentido por completo diferente. Aquel vejete dormilón se sentía lo suficientemente a gusto como para echarse una siesta mientras cuatro mujeres daban pasos frenéticos, otros saltaban en el aire, y más lejos alguien escupía fuego. Jerry no. Jerry se sentía tan confiado como para desafiarlo. Y todo por culpa de Mafuma. Si el león hubiese sido una persona, Thomas estaba seguro, lo vería allí, sentado y señorón, disimulando una sonrisita petulante. Pero no tenía tiempo para eso, porque lo segundo que supo fue que estaban en problemas. Tuvo que reaccionar y decidir rápido. Jerry saltaría hacia delante, Maquiavelo se quedaría intranquilo en su lugar, mirando incómodo a Derian... Y Mafuma esperaría. Mafuma estaba esperando a ver qué haría Thomas ahora. ¿Saltarás para que Jerry no se abalance con una sonrisa idiota sobre la bailarina? ¿O vendrás a por mí? ¿Qué vas a hacer, eh, qué vas a hacer?. Y lo que hizo fue una locura. —¡Derian! —Sin esperar respuesta y apelando a los reflejos del aludido, Thomas le arrojó su bastón al escupe-fuego. No tuvo tiempo para dar explicaciones porque Jerry, el niñato, trotaba para saludar a las bailarinas, trotaba para perseguirlas un rato tal vez, como habría hecho en cualquier otra ocasión de cachorro, ¿por qué no? Lo único que pudo esperar el domador, era que Derian supiera rodear a los dos y encerrarlos en un semicírculo formado con las varas para guiarlos hacia la jaula. Maquiavelo cooperaría, le tenía respeto a Derian, y por más que fuera más viejo, haría obedecer a Mafuma. Maquiavelo cooperará. Mierda que sí. Tiene que funcionar, tiene que... Sino lo harán pedazos, pensó mientras corría detrás de Jerry, mientras saltaba como si quisiera llegar a última base de un partido de softball y derrapaba en la tierra del suelo con los brazos extendidos hacia delante con un único objetivo: la cola de Jerry. Mientras volaba Thomas analizó graciosamente la situación. Bien, por lo menos ahora sabía que hasta que a Mafuma se le bajaran los humos, tendría que acostumbrar a sus otros dos leones con los nuevos compañeros de show por separado, y gradualmente unir al quisquilloso rey para que el fuego aplacara su ánimo de señor de la jungla. Ahora... lo único que esperaba, tendido boca abajo y con el corazón en la garganta, con la punta del rabo de Jerry entre las manos, era que su león, su querido amigo, no se diera vuelta y lo matara de un zarpaso por su atrevimiento. Si llegaba vivo a la noche, tendría una seria charla con los tres, más que nada esos dos. Oh sí que sí. ...Si llegaba vivo. A escasos metros de la gemela, Jerry rugió y el eco alimentado por el silencio retumbó dentro de la carpa. El tirón de rabo lo había sobresaltado en mitad de la carrera, lo había irritado porque lo había tomado con la guardia baja. Al darse vuelta no atinó a fijarse quién era, eso no importaba, lo estaban distrayendo del juego de caza, lo habían tocado. El león saltó sobre aquello que lo sujetaba desde atrás y se le echó encima, mordió y sacudió la cabeza, furioso, levantando una polvareda alrededor. Luego todo fue silencio.
Mientras Lobelha esperaba la respuesta, la bomba que cualquiera de esos dos retorcidos payasos podrían tirarles, volvió la cabeza muy lentamente para mirar a Uzeil. Fue enarcando las cejas a medida que, de manera proporcional, la sonrisa del otro crecía en su cara. La extraña expresión de alivio, de triunfo, le contagió una sonrisa que preguntaba: Uzeil, ¿qué mierda está cruzando por tu cabeza? Pero Hilaria fue más rápida, y no llegó a formularla. Santiago sin embargo recuperó la compostura y frenó aquel delirio de datos sin terminar. —Alto, alto... Esperen... Hil, no los asustes —Santiago fruncía el ceño—. Lo normal es que no tengamos idea cuánto tiempo nos quedamos en una ciudad. —Ah, eso me tranquiliza muchísimo —Lobelha se rió. —... Pero dado que son... bueno, estem... "Circunstancias especiales" —Hizo las comillas con los dedos—, creo que Matilda decidirá esperarlos. No creo... yo no creo que —Ahí iban de nuevo esas miradas atentas. Dejó de hablar, suspiró y mientras se rascaba la cabeza miró a un costado, distraído. —Están locos —pensó la chica de pelo azul en voz alta, con una sonrisa excéntrica y se arrepintió al instante. Rápida como un rayo se llevó una mano a la boca, para taparse e intentó sofocar una oleada de risas— ¡Lo dije en voz alta! —exclamó. Miró a Uzeil— ¿Lo dije en voz alta! Oh, carajo... El payaso tardó en volverse para responder lo que el chico nuevo le había preguntado. Le habían. Dicho. Loco. Con cara de cachorro mojado, con los hombros caídos y mueca de mimo triste (Ahh, tendría que haber sido mimo. ¡Ahí estaba! Claro como el agua), negó con la cabeza. —No tengo idea, Uzeil —Suspiró, evitando mirar a Lobelha, que seguía tentada—. Solo hay una cosa que Hil tiene... es decir, "tenemos" permitido rebelarles: Tienen que saber guardar el secreto durante una semana. Y ahí las risitas histéricas de Lobelha cesaron abruptamente.
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Post by ev7e on Oct 1, 2012 3:31:32 GMT -3
Cuatro gritos agudos llenaron la carpa morada, dos bailarinas corrieron a las graderìas huyendo del leòn mientras una tercera ayudaba a su hermana a levantarse y escapar del lugar tambien. No tuvieron que apurarse tanto en buscar refugio pues ahi estaba el dueño de aquellas fieras, tratando de poner orden. Lo vieron lanzarse sobre él con las manos hacia adelante. El ùnico respiro de alivio que pensaron tener se vio interrumpido por la violenta respuesta de Jerry hacia el contacto del domador. -¡THOMAS!-gritò Nuria al mismo tiempo que el felino rugìa con ferocidad. Estuvo a punto a regresar, pero Savannah fue màs ràpida y la atrapò por los hombros para que su imprudencia no causara mas daños. - ¡Derian! ¡Alguien ayùdelo!-gritò la gitana con desesperaciòn, retorciendose entre la trampa de brazos morenos de la otra bailarina. Las mujeres miraron con verdadero espanto la polvadera que se alzaba frente a ellas... Luego el silencio.
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nitta
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Post by nitta on Oct 1, 2012 18:53:55 GMT -3
-¡¡¡NO, THOMAS!!!-gritó desde las atalayas vuelta cabeza abajo y atrapando la pelota al mismo tiempo. Se balanceó según el número y se la lanzó a Duke para luego mirar a los ayudantes y pedir que le bajaran pero ellos no aceptaron alegando peligro inminente si bajaba a ver que ocurría. Se acomodó en el aro mientras sentía la tensión en sus compañeros. Primero Jeremy, luego Matilda descubría el pastel y llegaban dos chicos nuevos a la par que Hauffmann decidía manifestarse. Realmente el puñetero Lumiere las acertaba y bien gordas aunque ciertamente todavía no había visto algo que fuera realmente terrorífico como él había augurado. "Estará bien" sintió más que escuchó que Duke intentaba animarla mientras ella mantenía fijamente sus ojos fijos en Thomas y en el león que había sobre él. Necesitaba, necesitaba urgentemente que se levantara. Lo necesitaba tanto o más que el aire que respiraba y que ahora se negaba a entrar en su cuerpo, ¿o era que lo estaba conteniendo? De indistinta forma el tiempo se detuvo en la carpa y Fin supo que todos los ojos estaban puestos en Thomas y en el gigantesco león que este tenía encima. Jamás había visto a esos tres como un peligro pero ahora empezaba a replantearse muchas cosas acerca de ellos.
Hauffmann siguió impasible las explicaciones de Matilda mirando como la mano se deslizaba sobre el papel que él contemplaba. Lumiere miró a Alejandro y luego a Matilda removiéndose un tanto incómodo con la situación. No veía los ojos del aleman así que poco podía averiguar de sus oscuras intenciones. Cuando Matilda finalizó, Hauffmann carraspeó un poco y se masajeó las sienes dejando el material encima de la mesa y ladeándose a un lado para agarrar su cartera de piel marrón. La posó sobre sus piernas de forma eficiente -e ignorando de paso a esos tres- y se puso a rebuscar pausadamente los papeles al mismo tiempo que Lumiere pensaba que si lo hacía para sacar de quicio, lo estaba logrando. Cuando los encontró los extendió sobre la mesa para que todos pudieran leerlos con comodidad. -Son mis finanzas... Lo que os aporto más... -miró a Matilda a los ojos deteniendo el dedo índice en una cifra sustanciosa de dinero- un pellizco más si -Lumiere tenía la boca seca y le costaba tragar, ¿qué de condición impondría?
(y roler se quedó en blanco... cuando sepa que poner editaré x.x o pueden dejarlo asi en suspenso xD Mataré a Bachi por cortar justo ahí *esconde cuchillo jamonero*)
-¿Quieres que vayamos al circo? -le preguntó una voz masculina y ella se sobresaltó pero enseguida se relajó al ver que tan solo era Hans. -Sí, por favor. ¿Dormiste bien? -Algo pude hacer.-Le sonrió acariciándole la mejilla.-¿Vamos? -ya estaba cambiado y todo y pronto ambos estaban acomodados en el coche, camino al circo sin saber que el drama, se estaba desarrollando en esos momentos.
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Post by Milly on Oct 1, 2012 22:02:09 GMT -3
Apoyado por las habilidades que años de malabarismo de fuego le habían proporcionado, alargó su mano libre para atrapar el bastón de Thomas en el momento preciso y volverse de inmediato hacia Maquiavelo y Mafuma, los leones rezagados que, como Derian sin duda suponía, no se mostrarían indiferente ante la repentina fuga de su tercer compañero. Oía a sus espaldas con total claridad la carrera que el domador de leones y su fugitivo emprendían, sin embargo el escupefuego comprendía cuál era el papel que le correspondía asumir en aquel inesperado inconveniente. Se mantuvo con la mirada fija en la bestias que le devolvían una mirada de expectación incierta. —Saben lo que deben hacer... —les habló en un susurro amable pero inflexible que apenas se dejaba oír en medio del alboroto de histeria que las bailarinas comenzaban a desatar. Resuelto en la meta que Thomas le hubiera encomendado, cercó a los leones para hacerlos retroceder lentamente, procurando mantener el contacto visual que sabía correspondía a la única técnica útil con la que podría persuadir a Maquiavelo y Mafuma de no seguir el ejemplo de Jerry y colaborar en cambio a no tornar las cosas más complicadas para el domador que se veía envuelto en otros apuros. Nada más que un par de metros separaban a Derian y sus cargas de las jaulas a las que debían retornar... pero el rugido terrible que surgiría desde sus espaldas mezclado en una tétrica sinfonía con los numerosos gritos femeninos que enunciaban con pavor el nombre de Thomas... lo tentaron a detenerse. Pero su mente calculadora reaccionó mucho más rápido que cualquier intuición concebible en aquel instante: volver la mirada significaba la pérdida definitiva de cualquier oportunidad que tuviera para socorrer a Thomas, así como un drástico nuevo peligro para todos los amparados bajo aquella colorida carpa. Los leones que arrastraba hacia la pequeña celda no le debían respeto de ningún tipo; un descuido ínfimo bastaría para lanzar por la borda el intento de marginarlos definitivamente de otro potencial peligro al llevarlos de vuelta a la jaula. Debió endurecer su voluntad tras las súplicas desesperadas de Nuria, preparándose para el último paso que llevaría a la pareja de felinos de vuelta a la zona de seguridad. Siquiera intentó responder... cualquier atisbo de titubeos podría jugarle en contra. Avanzó resolutivo hacia ellos, listo para cerrar la jaula si los leones se disponían de buena gana a seguir las órdenes respetuosas de Derian. Fue cuando se hizo el silencio. Incluso entonces se obligó a no voltear.
Uzeil manifestó una mueca que se quedaba a medio camino de la incredulidad y la risa. Sostuvo a Lobelha de un brazo en un vago intento por ayudarla a detener las risas que intentaba frenar, pero supo que sería en vano cuando Hilaria rompió en una risotada estridente, luego de la que se abalanzó hacia la chica para rodearle los hombros con su brazo—. Pero somos unos locos adorables, ¿a que sí? —repuso con una sonrisa amplia antes de que Santiago consiguiera reponerse para contestar la pregunta realizada por Uzeil. Y cuando la peliazul detuvo las risas tras la última acotación, Hil no tuvo más remedio que apaciguar lentamente las propias. A juzgar por su expresión, no le había hecho mucha gracia que el payaso aguara el buen humor de la chica—. Vaaamos. No puede ser algo tan difícil —intentó animarla para traer de vuelta el ambiente distendido. Buscó a Uzeil con la mirada en busca de apoyo, pues a juzgar por la sonrisa imperecedera que todavía pendía de sus labios, había recibido la noticia de manera mucho más tranquila. —Por mí no hay problema —él se encogió de hombros al descubrir la mirada inquisitiva que la payasa le dedicaba. Hubiera querido preguntar el por qué de tanto misticismo... pero supo de inmediato que sería inútil. Hilaria no tendría ninguna idea, seguro. Y Santiago se quedaría a medio camino de explicación al caer en la cuenta de que le prestaban atención. Observó a Lobelha con una mirada divertida y confidente. <<Están locos>> intentó reafirmar en silencio.
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Post by bachi on Oct 1, 2012 23:17:11 GMT -3
((La que te va a matar a vos... y corrijo, LOS que te van a matar a vos por dejar tu post así son Alejandro, Lumiere y Matilda, que les dará un paro xDDD))
Maquiavelo y Mafuma se sobresaltaron con el rugido de Jerry y con el grito de Nuria, y comenzaron a dar pasitos de costado, incómodos. Sin embargo, la voluntad de acero de Derian hizo mella en sus temperamentos alterados y no tuvieron más remedio que retroceder. El más viejo de los dos leones no dejaba de echar miradas al sitio, un poco más lejos, donde Jerry yacía sobre Thomas. Mafuma no. Mafuma no le quitaba el par de ojos amarillos y retadores a Derian de encima. Retrocedía tranquilo paso a paso, pero erguía la cabeza bien en alto exhibiendo su melena negra con orgullo. Como si en realidad no hiciera falta demostrarle al mundo lo grande que era. Y aquellos ojos decían algo bien claro: Te recordaré. Recordaré tu olor, tu mirada y tu tono de voz. Quién sabe para qué... Ninguno de los dos leones supo exactamente de dónde fue aquel hombre capaz de sacar una determinación sana y confiada como aquella, pero no les quedó más remedio que acceder. Maquiavelo tuvo que gruñirle a Mafuma y tirarle unos mordiscos desganados para que entrara de una vez por todas a la jaula, y luego pasó él. Ninguna de las dos fieras se sentó, se quedaron parados y estáticos mirando a su carcelero como si esperaran algún tipo de condena. Y luego miraron a Jerry. Jerry había soltado a Thomas en cuanto cayó en la cuenta de quién era. Y como para rectificar lo apenado que se sentía, no dejaba de dar besos de lengua afilada a la cabeza del domador, que en efecto, tenía entre las patas. Su cuerpo estaba recostado y su cola se movía algo incómoda por el griterío anterior y por el hecho de que lo habían separado de sus hermanos. Más de una vez ladeó la cabeza en dirección a la jaula para mirar al escupe-fuego y los otros dos. El león hasta se atrevió a mirar (distrayéndose con los trapecistas que colgaban expectantes sobre su cabeza) al otro lado y ver a las bailarinas, de las cuales, reconocía el olor de una. Y volvía de nuevo a su tarea de darle un baño sanador al cabello de Thomas para que lo perdonara y se moviera. Surtió efecto. Como si hubiera estado aguantando el aire, Thomas empezó a toser pero no se movió del lugar. Seguía esperando el momento oportuno. Se mantuvo boca abajo hasta que Jerry, impaciente, se puso de pie para refregar de manera brutal su melena contra la cara del hombre. —Muy bien, muy bien —gruñó entrecortado—, basta o vas a matarme de verdad esta vez. Basta Jerry. Que te sientes —El hombre se apoyó en el suelo con sus codos y le apretó la nariz al león. Éste gruñó, ofendido, enseñando los dientes pero se sentó y lo miró. Con dificultad y blasfemando por lo bajo, el domador se sentó también mientras intentaba en vano sacudirse los pantalones y la tierra blanca de la cara—. Mi mejor bata —se quejó—, mi mejor bata hecha un trapo sucio. En efecto, tenía un gran desgarrón en la pesada bata de algodón, sin mencionar unas marcas simpáticas de dientes. Por el resto, descontando un par de rasguños de más, estaba fresco como una lechuga. Sucio, acribillado por un león en exceso amoroso, pero vivo. Solo dos cosas se apresuró a comprobar: Primero, que ninguna de las bailarinas se había convertido en el nuevo ovillo de lana de sus leones. Y segundo, que éstos estuviesen en su jaula y no devorándose a Derian. Al ver la expresión preocupada (de haber sido por él, habría dicho "desconsolada") de Nuria, sonrió.
Hauffmann había tardado tanto en terminar de dar vueltas con los malditos papeles, que Matilda se había terminado su taza de café. La tenía todavía entre las manos, por supuesto, para entretenerse jugando con algo porque si no tendría que morderse los dedos y aquello sería una pérdida total de los estribos. Casi suspiró de alivio cuando el vejete dictador dispuso aquello que había estado buscando sobre el escritorio, e inclinó su cabellera rubia inevitablemente hacia delante para comprobar cifras. Fue lo primero que sus dos ojos buscaron. También lo primero que encontró. Evitó sonreír, evitó que se le abrieran mucho los ojos y hasta que le brillaran, algo eufóricos. Pero se abstuvo también de responder a la mirada insistente que Hauffmann le dedicaba mientras se vanagloriaba de su generoso aporte al circo, como si fuese una donación a Caritas o al Vaticano. —¿Más si... Sr. Hauffmann? —preguntó la mujer, esta vez volviéndose hacia el viejo con las cejas enarcadas. Matilda estaba 100% concentrada en su tono de voz y en aparentar una expresión condescendiente, no al punto de la obediencia, porque eso sería de lameculos; pero tampoco en desafío, porque echaría por la borda toda ese maldito día de supervivencia. Al cabo de unos segundos, echó una rápida mirada a un reloj viejo que se escondía entre libros y zapatos en los estantes e hizo una mueca. ¿¡Ya era tan tarde!? Casi las cinco, mierda... —Por cierto, Sr. Hauffmann —agregó con una sonrisa cálida, como para no parecer tan interesada en las condiciones todavía no expresadas—, ¿pasará hoy a ver la función del circo a la noche? "Discúlpenme, muchachos" pensó en Alejandro y Lumiere "Pero era una pregunta necesaria. No más sorpresas" No tenía idea de las sorpresitas que todavía la aguardaban.
—Locos... locos adorables, claro. No había podido dejar ni de reír, ni de asentir como estúpida. Más tarde en un momento de iluminación y reflexión, pensaría que tal vez todo había sido producto de las tensiones del día. Y aunque la respuesta de Santiago la había chocado, no pudo contenerse. Y lo culpaba por completo de todo aquello a Uzeil y su última maldita mirada. Ahhh, ¡sí que había entendido aquello que le decían los ojos! Claro, claro que sí. Pero el payaso aguafiestas simplemente se ocupó de encogerse de hombros. —Bueno, si es difícil o no tendrías que saberlo porque todos, excepto casos especiales, pasamos por lo mismo... Oh, espera un minuto, ¿lo pasamos? Con aquella duda carcomiéndolo, Santiago continuó camino hacia uno de los vagones y, como si no fuera la gran cosa, abrió una pequeña puertita sin golpear. Sabía que adentro no había nadie. Junto al vagón había una especie de extensión de la "habitación" que era nada más ni nada menos un retazo gigante de carpa violeta como la de Circus Maxium, mientras extendía una mano para ayudar a subir a los otros tres, la señaló. —Este es nuestro vagón, pero hay una extensión como esa en todos los vagones. Desmontable claro... Para los días de calor como hoy y las... hamacas... —Se dio vuelta tan rápido que le costó esquivar por lo pelos un farolito que había en medio del paso. El vagón por dentro estaba dividido en dos secciones: Una obviamente para payasos, y otra para payasas. Había catres pequeños pero de aspecto acogedor ubicados contra los lados del vagón que funcionaban como paredes, y hasta podían darse el lujo de decir que contaban con una pequeña ventanita que daba al otro lado del campamento. Por lo demás, había un lío descomunal en el ambiente. —Eemmm... A pesar de que esto se divide por chicos y chicas... Los terremotos de pertenencias de Hilaria suelen llegar hasta nuestro lado —Carraspeó la garganta, algo avergonzado—. Treste, el... "Jefe Payaso" duerme en una carpa privada con Sanna, su esposa... no-payasa, digamos.
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Post by ev7e on Oct 2, 2012 1:47:53 GMT -3
Dejó escapar el aire que tenía retenido en los pulmones y aprovechó la poca presión que Savannah ejercía sobre ella para sacudirse y cruzar sus brazos sobre su pecho, sin apartar sus grandes y brillantes ojos café del domador, entre una mezcla de alivio y reproche. No le devolviò la sonrisa. -Bestias- dijo una de las gemelas aun sosteniendo a su hermana, su voz reflejò un curioso acento francés que pocas veces habia dejado notar entre sus compañeros- son animales salvajes. Que ni se te ocurra el trabajar juntos- sentenció la rubia mirando ofendida la desfachatez de Thomas- No es contra ti, Derian. Personalmente me siento segura con el control de tu elemento-aclaró- pero esos son un peligro. Nuria finalmente bajó la vista. Los accidentes pasaban, los leones actuaban por instinto, no por maldad. No podía convencer a las bailarinas en aquel momento, con todas las emociones a flor de piel. Tampoco pensaba obligarlas, muchas veces las habia forzado a continuar complicadas rutinas estando ya cansadas, con los músculos adoloridos y ellas apenas y se habian quejado. Esta vez era diferente, acababan de demostrar que de cuando en cuando algo podía escapársele de las manos al domador y si no hubiese reaccionado a tiempo... -No volverá a pasar- intervino la gitana sin mirar a nadie, aun con los ojos clavados como cuchillos en el suelo, buscando alguna excusa para las tres mujeres que aguardaban su decisión, dispuestas a enfrentarla si la palabra final no era a su favor. Tampoco queria acabar de una vez con la idea de sus compañeros, de hecho le parecía perfecta y Matilda ya habia aceptado, era una locura dar marcha atras con algo que podría ser beneficioso para el circo. -No lo haremos- terminó la gemela que apenas minutos antes habia resbalado, no pudo evitar lanzar una mirada casi avergonzada a Thomas- No lo haremos, si nos obligas dejaremos el circo-amenazó esta vez en dirección a Nuria quien la miró sorprendida. -Eso no...-empezó la mujer intercalando miradas con sus bailarinas y luego con el lanzallamas y el domador- Es ridículo. -Ya lo habian mencionado- le susurró Savannah. Tuvo especial cuidado en hacer notar el "habian", ella no estaba de acuerdo. -Tu decides- agregó una de las rubias. La gitana palideció notablemente, pero no tuvo que pensarlo mucho. -Lo siento-musitó en dirección de Derian, evitando a toda costa la cara del domador.
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Harry
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Post by Harry on Oct 3, 2012 2:15:24 GMT -3
Alejandro había pasado el rato (largo rato) bastante más tranquilo de lo que hubiese esperado unas horas antes. Si le hubiesen preguntado dos horas antes como creía que iba a resultar todo con Haufmann, el hubiese respondido algo similar a "Tendría suerte si salgo con el corazón en el pecho." Pero, sin embargo, Matilda parecía manejar bastante bien la situación. No vio la necesidad de intervenir en la conversación: Se limitó a seguir con la vista a Matilda mientras hablaba, mirando de tanto en tanto disimuladamente al alemán, para verificar sus reacciones. Y si bien el hombre no parecía contento, justamente, sus reacciones no eran algo fuera de lo esperado. Bueno, no hasta ese momento. Un mal presentimiento lo golpeó en cuanto el hombre se puso a rebuscar en sus papeles. Intercambió un par de miradas nerviosas con Lumiere y por unos segundos que parecieron horas, se quedó mirando a Hauffmann. Finalmente, este habló. ¿"Un pellizco"? Alejandro se preguntó que era un pellizco para alguien que podía comprarse un coche diferente cada día y aún así le sobraría dinero para irse de viaje a la Polinesia. No obstante, estaba contento y alviado. Su objetivo estaba cumplido con creces: Ya no solo no les recortaba el aporte, si no que estaba aumentándolo. Resistió el impulso de comenzar a hamacarse en la silla (algo que ya casi tenía como acto reflejo) y miró a Matilda mientras esta tomaba la palabra. "No quieres ir, Hauffmann, yo sé que no lo quieres..." pensaba en tanto aguardaba la respuesta del inversor.
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Post by Milly on Oct 3, 2012 22:21:33 GMT -3
Derian procedió a cerrar y asegurar la jaula apenas un segundo luego de comprobar que ambos leones accedían sin mayores problemas a ingresar. En una fracción de segundo agradeció la colaboración de ambos con una sonrisa débil y cordial, para volverse al segundo siguiente hacia el escenario terrible que imaginaba estaba desencadenándose a sus espaldas. Sin embargo, a primera vista no consiguió distinguir nada de lo que se ocultaba tras la polvareda repentinamente levantada. Avanzó con una cautela apresurada hacia la región donde los gritos y el rugido antes tuvieran lugar, hasta que finalmente reconoció a Thomas cuando estuvo a unos pasos de alcanzar su posición. Y mientras él se lamentaba por el fatídico destino de su bata, el lanzallamas lo observaba, evidentemente consternado—. ¿Estás... bien? —consultó dubitativo, acercándose con un nuevo paso para tenderle una mano al domador, en caso de que le hiciera falta para ponerse de pie. No cabía la menor duda de que, lo que fuera que hubiese ocurrido mientras él se hacía cargo de Mafuma y Maquiavelo, había dejado ileso a su compañero, pero bien podía limitarse a una mera apariencia. Pero antes de recibir la respuesta, su atención ya viajaba a un sector distinto de la carpa, donde las bailarinas se agrupaban en una disposición que no escatimaba en recelo. Durante todo el curso de la tensa discusión su mirada comprendería una absoluta circunspección, de modo que era difícil adivinar lo que en ese momento pudiera estar pasando por su cabeza. Y cuando la decisión de Nuria llegó manifestada en forma de disculpa, asintió con el mismo aspecto impasible. —Está bien —musitó con voz condescendiente, pausada. Observó de reojo a Thomas para dejar en claro que el evento no lo había llevado a las mismas conclusiones categóricas, y luego volvió a concentrarse en las resentidas bailarinas—. De todas formas, no sería una mala idea que reflexionaran sobre sus juicios durante lo que resta de día —dedicó una mirada fugaz a Jerry. Sus facciones se suavizaron apenas—. Todos vemos las cosas como deseamos verlas. Y todos los criterios son igual de ciertos. Sean o no parte de una presentación, tendrán que seguir viendo a los leones y convivir con ellos cada día que formen parte de Circus Maxium. Pueden vivir con bestias, si es lo que desean —se permitió una sonrisa gentil—. En lo personal prefiero vivir con los compañeros de Thomas.
La mirada de Hilaria se perdió en la profundidad extravagante de su mente revuelta, y en medio de ese caos de recuerdos fue incapaz de encontrar una respuesta satisfactoria para la duda de Santiago—. No —contestó de todas maneras, más por intuición que por verdadero convencimiento—. Tú y yo, Santiago, somos demasiado confiables como para habernos puesto a prueba. Uzeil la vio esbozar una sonrisa amplia mientras ingresaba al vagón, y hubiera apostado que ella estaba absolutamente convencida de que su testimonio era completamente cierto. Él no estaba tan seguro... al menos, en cuanto a lo que respectaba a la risueña joven. Pero se olvidó de todos sus supuestos nada más atravesar la entrada hacia el pequeño espacio, por el que habría se sentirse poderosamente abstraído—. Es... —Uzeil no supo encontrar la palabra adecuada. No se parecía ni a la comodidad a la que estaba acostumbrado, ni mucho menos con la que soñaba. Pero no era su casa y parecía un "refugio" adecuado. Eso compensaba cualquier reparo. —Llegan hacia el otro lado porque las tomas sin permiso —interrumpió la payasa antes de que el chico concluyera su diagnóstico del espacio, a la defensa de su inexistente honor—. Como si fuera una egoísta que no presta nada. Pues ahora sí —frunció el entrecejo de forma tan exagerada, que su actitud parecía la continuación del espectáculo culminado hacía horas en la plaza—, no te presto nada. ¡Voy a guardarlo todo bajo llave, embustero! Decidido a ignorar el pequeño enfrentamiento de aquella ocasión -pues ya asimilaba el hecho de que fueran frecuentes y triviales-, avanzó hacia una de las camas del sector masculino que juzgó sin dueño, continuando con la inspección visual desde su nueva posición. Hasta que sus ojos tropezaron con los de Lobelha—. Es diferente —dijo, al fin encontrando la palabra. Rió, tan tranquilo como podía estarlo ahora que por unos momentos se había olvidado de que todavía les quedaba la parte más importante del recorrido: las pruebas.
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Post by bachi on Oct 3, 2012 23:47:15 GMT -3
Thomas escuchó el veredicto todavía sentado en el suelo y chasqueó la lengua con una media sonrisa rota mientras negaba con la cabeza. Era obvio que se negarían luego de tal desastre, se la esperaba. Aceptó de buena gana la mano de Derian y se puso de pie apesadumbrado todavía sonriendo. —Bah, estoy impecable —se despreocupó, pero se pasó una mano por el cabello, incómodo y le echó una miradita a Jerry. El león se había quedado sentado desde que él le había dado la orden, y lo miraba desde abajo con la cabeza ladeada, jadeando. Había empezado a sentirse el calor dentro de la carpa. Sin embargo se volvió a mirar sorprendido a Nuria ante su comentario. Casi, casi podría haber jurado que se negaba a dejar pasar la oportunidad de estar con sus leones, aún a costa de que Jerry casi se ponía a jugar con una de las gemelas como si fuera una muñeca de trapo. Por más que evitara su mirada, Thomas destiló cariño por los ojos. Y aparentemente aquello no acabaría ahí, porque la palabras de Derian también lo conmovieron. El domador le puso la mano en el hombro y le dio un par de palmadas enérgicas. —Derian, sé sincero ¿qué quieres? Mira que no tengo fortuna, eh. Haciendo que te deba favores por ahí durante todo el día no conseguirás nada —Se rió entre dientes, bromeando y terminó con un suspiro—. Te debo un par y gracias. Tras otro par de palmaditas al escupe-fuego, se volvió al león y chasqueó la lengua. Señaló el lugar junto a Derian, en el que Jerry se apresuró a acostarse. La orden en realidad había sido para que se sentara, pero el león estaba demasiado adormilado como para obedecer por completo. Y sin decir nada más, Thomas caminó hacia las gradas donde estaban las bailarinas. —Ya, ya —dijo tranquilo—. Nadie tiene que irse del circo. Ya escucharon a Nuria —Se paró frente a ellas con una sonrisa sincera—. Mis mas sinceras disculpas, damas —Hizo una reverencia desganada pidiendo perdón. No había pasado por alto (tampoco lo olvidaría) que habían llamado "bestias" a sus leones—. A veces las cosas no salen según lo previsto. La naturaleza es impredecible —bromeó y se volvió a la bailarina principal—. Nada de caras largas —le guiñó el ojo—. Prometo que hoy a la noche les mostraremos de qué somos capaces, ya verán... Tal vez cambien de opinión —Se encogió de hombros—. Los dejaremos seguir ensayando, no se preocupen, me llevaré a mis chicos. Y así lo hizo. Se los llevó a la jaula de afuera uno a uno, por la puerta trasera para evitar el camino largo. El último en irse fue Jerry, a quien Thomas había dejado recostado junto a Derian. —Ya hablaremos luego de algún futuro ensayo —le comentó mirando al león—. Mafuma tal vez cause problemas, primero quisiera asegurarme de que cooperará. Bueno Jerry —Su voz cambió, más autoritaria y dio un par de palmadas—, arriba chico. Vamos a caminar por Roma así me compras una nueva bata, antes de que nos vea Matilda, claro —bromeó mientras se iba, acariciando distraídamente al león detrás de las orejas. Se volvió una última vez para saludar hacia arriba, donde posiblemente Fin estaría refunfuñando y Duke escuchándola con paciencia. Se había olvidado, pero a ellos también les debía una disculpa.
Lobelha tampoco estaba segura de aquello. Mucho menos mirando las condiciones en la que aquellos dos mantenían el ambiente, dijera lo que Santiago dijera. La apariencia estrafalaria de Hilaria desentonaba con esa confianza que aseguraba, y la idea la hizo sonreír. Miró a Uzeil, esperando que terminara su frase, mientras los otros dos payasos discutían. —¿Q-que yo tomo sin permiso tus cosas? —balbuceó Santiago incómodo, casi, casi sonrojándose— Pero... ¿para qué querría yo TUS cosas? ¡Son cosas de chica! ¡Y-yo no uso doble shampoo ni... ni... —Señaló al suelo debajo de la cama con expresión histérica, casi aterrado, extendiendo los brazos. Aparentemente había encontrado otras cosas, o había escondido otras cosas que no se había atrevido a juntar— TU ROPA INTERIOR! —Logró formular y respiró agitado. Al segundo asintió con energía—. Sí, s-sí. Guardarlas bajo llave sería lo mejor. Yo no tengo problema, sé todo lo egoísta que quieras con tus... con tus cosas, Hil. Será lo mejor. No más mini-infartos de madrugada. La chica de pelo azul escuchó aquello algo distraía pues la observación de Uzeil le había ocupado gran parte de los pensamientos. Asintió con una cálida sonrisa al final y un par de risitas. —Diferente... —repitió con aire soñador— Tienes razón. Y suena genial —le dio un suave empujón. Ella también había olvidado de momento esa pequeño detalle de las pruebas. —¿Genial? —escuchó Santiago— ¿Ves, Hil? Ella también está de acuerdo —suspiró aliviado el payaso y se cubrió los ojos con una mano—. S-seguro que te ayudará con tu desorden estos días que duerman con nosotros. Esperemos... Sí, si todo sale bien. Ahora... ahora deberíamos —Dio una vuelta completa buscando un reloj entre todo aquel desorden, sabiendo que dentro de poco deberían empezar el ensayo. La tarde pasaba volando rápidamente y si no se concentraban la noche los tomaría por sorpresa— ¿A qué hora dijo Matilda que... que se los presentáramos?
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